El Perú ha cambiado oficialmente de raza y condición económica. Lo vi durante mi viaje veraniego del año pasado. En los cien kilómetros de playas del sur de Lima, todos tienen que ser altos, ricos y muy blancos. Están obligados a serlo.
En la concurrida playa Asia, por ejemplo, nadie que tenga otras características físicas puede caminar libremente. Se tolera que lo hagan las empleadas domésticas, siempre y cuando lleven un uniforme especialmente diseñado para las personas de color, y por supuesto, no pueden bañarse en el mar porque lo contaminarían. Se les 0permite darse un remojón de 6 a 7 de la mañana, pero después, no, porque eso sería mezclar a los cholos con la gente, según me explica uno de los dueños de casa.
-¿Y la Constitución y las leyes?- pregunto- Según ellas, las playas y el mar son públicos, y pertenecen a todos los ciudadanos.
-Se nota que usted no vive en el Perú- me responden.- Esas son cosas de comunistas, pero el terrorismo ya ha sido derrotado.
Las playas no son la excepción. Las municipalidades de algunos distritos exclusivos contratan bandas de matones para que echen de allí a personas oscuras, maltrajeadas, pobres o sospechosas. Los matones tienen carta blanca para asaltar, secuestrar, golpear y hacer desaparecer a quien le caiga mal.
Hace un tiempo, a los sicarios del alcalde de Miraflores se les pasó la mano. Asaltaron a un joven español, le robaron el dinero y lo golpearon hasta la muerte. Su cadáver fue identificado porque había sido torero y porque el consulado de su país hizo todo lo posible por localizarlo.
Los jueces condenaron a los ejecutores materiales pero no al chacal que los había enviado, quien ni siquiera fue cuestionado. Ello ocurre porque es de sentido común que las personas pobres no tienen derecho a pasearse por un distrito de lujo a altas horas de la noche, y por lo tanto el alcalde obraba bien en armar a sus bandidos.
Muchas más cosas vi el verano pasado, pero me fascinó el aviso televisivo de una famosa marca de leche que, supuestamente, hace que los niños crezcan blancos, saludables y con los ojos azules. En un periódico, leí que los bolivianos eran
“australopitecos” y que los nativos “uros” del lago Titicaca deben alimentarse con los maníes que les tiren los turistas. Por fin, en la revista más importante, sigue de personaje a una joven “buena familia” que le sirve al autor para calmar su frustración de no llevar un apellido antiguo y para humillar a las domésticas que usan nombres “Yésica, Yesenia, por ejemplo” como la gente blanca.
Algunos creen que los mestizos peruanos son acomplejados. Otros preferimos pensar que todo esto es un milagro del Señor de los Milagros
En la concurrida playa Asia, por ejemplo, nadie que tenga otras características físicas puede caminar libremente. Se tolera que lo hagan las empleadas domésticas, siempre y cuando lleven un uniforme especialmente diseñado para las personas de color, y por supuesto, no pueden bañarse en el mar porque lo contaminarían. Se les 0permite darse un remojón de 6 a 7 de la mañana, pero después, no, porque eso sería mezclar a los cholos con la gente, según me explica uno de los dueños de casa.
-¿Y la Constitución y las leyes?- pregunto- Según ellas, las playas y el mar son públicos, y pertenecen a todos los ciudadanos.
-Se nota que usted no vive en el Perú- me responden.- Esas son cosas de comunistas, pero el terrorismo ya ha sido derrotado.
Las playas no son la excepción. Las municipalidades de algunos distritos exclusivos contratan bandas de matones para que echen de allí a personas oscuras, maltrajeadas, pobres o sospechosas. Los matones tienen carta blanca para asaltar, secuestrar, golpear y hacer desaparecer a quien le caiga mal.
Hace un tiempo, a los sicarios del alcalde de Miraflores se les pasó la mano. Asaltaron a un joven español, le robaron el dinero y lo golpearon hasta la muerte. Su cadáver fue identificado porque había sido torero y porque el consulado de su país hizo todo lo posible por localizarlo.
Los jueces condenaron a los ejecutores materiales pero no al chacal que los había enviado, quien ni siquiera fue cuestionado. Ello ocurre porque es de sentido común que las personas pobres no tienen derecho a pasearse por un distrito de lujo a altas horas de la noche, y por lo tanto el alcalde obraba bien en armar a sus bandidos.
Muchas más cosas vi el verano pasado, pero me fascinó el aviso televisivo de una famosa marca de leche que, supuestamente, hace que los niños crezcan blancos, saludables y con los ojos azules. En un periódico, leí que los bolivianos eran
“australopitecos” y que los nativos “uros” del lago Titicaca deben alimentarse con los maníes que les tiren los turistas. Por fin, en la revista más importante, sigue de personaje a una joven “buena familia” que le sirve al autor para calmar su frustración de no llevar un apellido antiguo y para humillar a las domésticas que usan nombres “Yésica, Yesenia, por ejemplo” como la gente blanca.
Algunos creen que los mestizos peruanos son acomplejados. Otros preferimos pensar que todo esto es un milagro del Señor de los Milagros
2 comentarios:
Estimado Paul: me estaba dando como de costumbre una vuelta por el vecindario y vi que subiste mi ensayo, lo cual se agradece. Espero que te haya gustado. En los próximos días -o semanas, de cualquier manera espero que pronto- voy a estar publicando una reseña sobre tu antología de poetas peruanos, que me conseguí hace poco. Hablamos, CGO
Gracias Cristian, que curiosidad saber cómo conseguiste la antología sobre poetas del 70?
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