viernes, 10 de septiembre de 2021

7 POEMAS DE ISABEL MATTA BAZÁN





SOBREVIVIENTES COTIDIANOS


Una araña estira sus extremidades para sostenerse en la ribera
la fuerza parece acabarse en sus delicados miembros
se pone a pensar si será capaz de soportar la ardua tarea de no morir. 
El río Tambopata la traga con su exótica boca remolino.
El pez furibundo se muerde a sí mismo, se hinca con sus propias espinas. 
El arcoíris se ha manchado con la nocturna bruma de mis ojos.
El cuerpo de un arácnido flotando cerca de los botes
aprende el método para sobreponerse a la angustia
(como si una piedra pudiera transformarse en arena 
  en lacónicos segundos).


(poema inédito)




LUZ ARROLLADORA


La diosa que hoy se hunde en el pantano emergerá cual loto al alba
y todas sus derrotas se convertirán en palmas sobre su frente,
monumento y victoria, trueno y relámpago.
Se hablará de la batalla que libró en las Termopilas
de cómo un Leónidas emergió de su corazón para vencer los reveses
de cómo sobrevivió en el inframundo mezclada entre las diosas ctónicas
Se hablará por supuesto
de la magia que poseía en los pies para saltar las murallas,
del poder de su talón, de su melena
y empezarán la historia así:
Érase una vez una diosa telúrica que se convirtió en Loto, en luz arrolladora.


(De “Últimas Moradas”)





TIEMPO DE LA PARÁLISIS


Sobre la línea del tiempo la maquinaria funciona
arrastra pérdidas sustanciales y victorias fatuas
fatuos impulsos, veneno en las piezas superiores
soles desolados, silencios, sabiduría enterrada. 
Funciona como las patas del minotauro herido
y el aceite se derrama y el ímpetu se vuelve piedra.
Piedra que medita sobre el tiempo de la parálisis
de los pasos no dados, de los engranajes secos. 


(De “Últimas Moradas”)





FUEGO DE PRIMAVERA


Escribo desde ese espacio conectado a un no ser, que es, indefectiblemente.
Un no ser, un no era, una constante inexistencia auténtica,
ángel de la muerte que vivió como ángel de ensueño
subyugado por imágenes y fenómenos absurdos,
por siglos rodeado de figuras impuestas, diseñadas por tentáculos,
y ya, estas ventosas sofocan el último fuego de primavera

y el fuego y el fuego

es necesario para quemar la voz silenciosa,
 la acción detenida,
 la libertad encadenada.

Este ser se evapora como una gota de veneno sobre las catedrales
y el dueño de los templos no escucha ni responde
y creo que estas manos han hecho tan poco como la nada. 


(De “Últimas Moradas”)





S/T

Cuando las brujas se meten en mi patio
los olores son de muerte y aloco al mundo.
Entonces no comprendo las erres dislocadas,
el sueño del gran elefante, ni los sonidos de su trompa.

Detesto esas noches de pisos que parecen techos
de camas-ataúdes, de estrellas negras, de luna apagada.
¿Para qué lado mi cabeza, para qué lado mis pies?

La amargura se cuela entre mis dientes como un fuego.
El agua de las flores es un charco de sangre espesa. 

Si las respuestas se atraparan como mariposas en el bosque…

Ay, el dolor de huesos, de heridas, de presente, de preguntas.
¿Y si la muerte me atrapa sin respuestas, sin árboles agitándose, 
sin el recordado aroma de mi padre?

Dejen que me vaya arrastrando la almohada azul por las escaleras.

(De “Reina Moribunda”)





S/T

A veces sueña en morir, otras en matar,
en ponerse boca abajo, boca adolorida
de náusea mínima, óleo seco, honor expuesto.

Esa mujer ha enloquecido al tiempo,
a los papeles de fax, a la herida de los leones. 
No se alimenta de habas ni de arroz.
Con su boca apuntando al cielo aspira el hermetismo
que nace del techo frente a su imagen fantástica. 

Esa mujer se deshace recostada sobre una mesa
desnuda como un seno al viento,
de su cabeza brotan insectos, galaxias,
mas quebrada toda, algo de ella perdura.

(De “Reina Moribunda”)





SOLEDAD NUESTRA

¿Merecíamos acaso el amor y las caricias de los insectos?
No, ni sus patas rozando la soledad de nuestros genitales.
Los hombres partieron a la guerra dejando cuerpos femeninos 
a merced de las hormigas-soldado, de las cucarachas-murciélago.
Sé que nuestros hombres fornican atrás de los cerros
con rameras de nalgas firmes y pezones botón.

Hay una araña en mis cabellos y hace su nido.  

(De “Soledad Nuestra”)

Portada de Últimas moradas, reciente poemario
publicado por Isabel Matta Bazán

Isabel Matta Bazán (Lima 1971) Estudió Comunicación Social y Educación en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Es diplomada en Salud Pública por la Universidad Ricardo Palma y en esa misma casa de estudios se formó para ser profesora de español para extranjeros. Es fotógrafa y trabajó como redactora en el Suplemento Dominical del diario El Comercio. Asimismo   laboró en la Agencia ANDINA de noticias  y Canal N.  Fue facilitadora de español y cultura en el Cuerpo de Paz de la Embajada de los EEUU. Actualmente se dedica enseñar español como segunda lengua a personas sordas y a extranjeros. Empezó su trayectoria poética en el año 1989 y fue miembro del Movimiento Cultural Neón. En el 2016 presentó su exposición fotográfica “La Belleza del Perú” en Gifu, Japón.
Tiene publicados los poemarios: “Soledad Nuestra” (1999), “Reina Moribunda” (2005), “Últimas Moradas” (2021) y tiene en preparación el poemario titulado “Distimia”.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Isabel Matta Bazán su poesía es un voz llena de sugerencias y matices que sorprenden por su audacia en el momento en que aborda sus mundos poéticos. Por instantes los hace nuestros en evocadores pasajes que tienen raíces milenarias y siempre humanas. b Carlos Saavedra -México-




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