Hay un camino que no se corresponde con la senda que otros ya han andado. No responde
al deseo del caminante y está oculto por las ramas, las hojas caídas y las piedras. Es el
camino más largo, porque quien lo comienza no sabe dónde concluye. Es el que emprende
Julio Espinosa Guerra en De lo inútil cuando, tras abrir una brecha por la que mirar, siente
que el camino no está fuera, sino en nuestro interior y que para transitarlo hay que
encontrar las palabras precisas y más transparentes.
De lo inútil es un reencuentro con el mundo, a partir de una minúscula certeza: hay una
inteligencia que no es racional y que nos permite conocer desde el estremecimiento, desde
la emoción. Detrás hay un reaprendizaje de los sentimientos y una renuncia a los códigos
del lenguaje poético heredado, que a veces sentimos cercana a la meditación oriental.
Desde una escritura íntima llena de símbolos personales y matices biográficos (en la que se
adivinan discretamente las huellas de maestros como Mark Strand, Charles Simic, Omar Lara o Ángel González), Julio Espinosa Guerra se asoma a "lo elevado desde abajo" y nos ofrece, según Dolan Mor, el libro más maduro, más inteligente, más vivencial y más enigmático que ha proyectado hasta ahora.
Julio Espinosa Guerra nació en Santiago de Chile en 1974. Vive en España desde 2001 y en Zaragoza, donde dirige el Estudio de Escritura, desde 2007. Como poeta, entre otros libros, ha publicado: NN (Gens, 2007, Premio Sor Juana Inés de la Cruz), sintaxis asfalto (Olifante, 2010, Premio Santa Isabel de Aragón, Reina de Portugal) y La casa amarilla (Pretextos, 2013, Premio Villa de Cox), además de las antologías La poesía chilena del siglo XX (Visor, 2005) y Palabras sobre palabras: 13 poetas jóvenes de España (Santiago Inédito, Chile, 2010). Está incluido en numerosas antologías y su obra ha sido traducida parcialmente al portugués, italiano, inglés, ruso, alemán, sueco y francés.
En el año 2011 se le otorga el Premio Fundación Pablo Neruda, que reconoce el conjunto de la obra de un poeta chileno menor de cuarenta años. Es autor también de las novelas El día que fue ayer (Mago, Chile, 2006. Finalista Premio Herralde 2005) y La fría piel de agosto (Alfaguara, Chile, 2013). Ha colaborado en revistas de creación y crítica literaria tan prestigiosas como Revista de Libros, Turia, Letras Libres o Parteaguas.
ALGUNOS POEMAS DE, DE LO INÚTIL
COSAS QUE HAY QUE DECIR
Hablaré de las líneas que corren por las manos
como si simplemente fueran
las líneas que corren por las manos.
Miraré las yemas de los árboles al abrirse
como nadie mira las yemas de los árboles al abrirse.
Jugaré con las briznas de pasto seco
y con las piedras que van quedando.
Algún día acariciaré un insecto o una oveja.
No pretendo decir nada con esto.
Qué decir, en realidad.
Quizá solamente que los pájaros siguen volando
y yo quiero verlos volar, doblarse, cruzar el cielo.
Quizá solamente decir
que los cachorros siguen jugando,
llenando el mundo con sus gruñidos
aunque ya nadie los escuche,
aunque no nos demos cuenta
de que el mundo se derrumba a nuestro alrededor.
DESABOTONARSE
El hombre llega al hospital
y se desabotona con torpeza:
primero el jersey que compró en las rebajas,
después el que, por viejo y deshilachado,
tiró hace unos meses.
Luego la camisa blanca que usaba todos los días,
la del trabajo y, bajo esa, la que usaba de niño,
la heredada del hermano muerto después de la guerra.
El hombre queda desnudo,
pero se sonríe frente al espejo,
porque tanta arruga le recuerda los paños,
trozos, trazos de los sacos de harina
con que su madre lo envolvía después de nacer.
Sabe que está muerto, pero no le duele.
Sabe que está muerto, porque ya no le duele.
Al final, la muerte era un principio.
El principio del fin de la muerte,
que se ha desabotonado con él.
Y SE MUEREN
Y se mueren
como mueren las plantas
a un costado del camino.
Se mueren
eso es todo
–y nada–.
Se quedan,
ardiendo,
las palabras.
(Para Gonzalo Millán, en la memoria)
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