Con prólogo de Niall Binns
Ediciones Sin Fin, Barcelona,
2016
Con motivo del XX aniversario de su fallecimiento, lanzamos la edición
de este libro, que en realidad son dos libros en uno, POEMAS DEL PAÍS DE NUNCA
JAMÁS y PARA UN PUEBLO FANTASMA.
«Tal vez nunca debiera
haber dejado / el país de techos de zinc y cercos de madera», escribió Jorge
Teillier en la «Pequeña confesión» de su libro Para un pueblo fantasma (1978). En el conflicto entre ese «país»
del sur de Chile y la ciudad en la que se veía condenado a vivir, el poeta
había fundado la parte mayor de su obra, creando en el proceso al protagonista
que la recorría, encandilado por los recuerdos y a la vez íntimamente corroído
por una realidad urbana sórdida, degradada, repetitiva. […] Para oídos
amaestrados al metrónomo del endecasílabo y el heptasílabo, el verso libre de
Teillier puede resultar informe, de una música indescifrable. Es una
respiración, sin embargo, entrañable y memorable como pocas. Por
eso no hay, me parece, mejor manera de cerrar estos párrafos que con la
despedida que el propio poeta formulaba: «palabras, palabras –un poco de aire /
movido por los labios– palabras / para ocultar quizás lo único verdadero: / que
respiramos y dejamos de respirar». (Niall
Binns)
Biografía
JORGE TEILLIER SANDOVAL nació en Lautaro,
frontera y epicentro del talento poético. Fue un 24 de junio de 1935, año y día
de muerte de Carlos Gardel, fecha en que los mapuches celebran la llegada del
año nuevo. Su infancia transcurrió en el sur de Chile, en la Araucanía, y con
dieciocho años se marchó a la capital para estudiar Historia en el Instituto
Pedagógico. Su producción literaria comenzó en 1956 con Para ángeles y gorriones. La naturaleza brotó de su pluma con la
misma persistencia con que los bosques se resisten a ser talados. Luego
siguieron El cielo cae con las hojas
en 1958, El árbol de la memoria en
1961, Poemas del País de Nunca Jamás
en 1963, Muertes y maravillas en
1971, Para un pueblo fantasma en
1978. Vinieron nuevas hojas, escritas con la vocación de quien comparte un
diálogo, la nostalgia, la búsqueda de un modo de vida perdido.
Una vez terminada la
universidad, ejerció la docencia en el Liceo de Lautaro. Fundó en 1963, junto a
Jorge Vélez, la revista de poesía Orfeo,
que sobrevivió hasta 1965. Es reconocida su labor como traductor, en la que
destaca su traducción «La confesión de un granuja» de Serguéi Esenin. Aseguró
que el vino y la poesía, con su oscuro silencio, daban respuesta a cuanta
pregunta se formulara. No tenía vocación para la vida práctica. Su poesía
indagaba en la pureza de los símbolos ancestrales, en la memoria de los objetos
y en la efímera felicidad de la infancia. A lo largo de su vida recibió
numerosos galardones, incluido el Premio Anguita 1993, concedido por la
editorial Universitaria. Y como ocurriría con clásicos de la literatura chilena
–como Huidobro, Lihn, Bolaño o Lemebel, entre otros–, no obtuvo el Premio
Nacional. En 1965 publicó «Los poetas de los lares», ensayo en el que revisa la
obra de un grupo de poetas que centraron su obra en la provincia, promoviendo
la conocida poesía lárica. Lejos del molino y la higuera, Teillier fue
enterrado un miércoles de 1996 en los extramuros del cementerio de La Ligua,
rodeado de polvorientos cerros.
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