Preludio
del cero a la izquierda
El microrrelato
o microcuento tiene una complejidad y una tradición que formularé en forma
desdoblada en otras entregas, sin perjuicio de seguir ampliando y yendo a lo
hondo de su semántica y su morfología. Esta variable del narrar se da en la
condensación de un cuento largo o en una sentencia que se convierte en relato e
incluso se materializa en oraciones y aforismos de distintas creencias
religiosas que fueron teológicas y luego metafísicas dentro de la expresión
literaria.
El microcuento
es reconocido por su concentración de sentido que surge del tiempo mínimo del
relato en un espacio que se sitúa en pocas palabras en un engarce entre el
límite que suma y resta a partir del cero, en una escala atómica y subatómica
que se supedita a un movimiento pendular que se corresponden en afinidad de la
dualidad, una dualidad superada por la experiencia de la unidad escritural y no
pocas veces reflexivas.
Legado de
Fu Manchú a través de un microcuento
Cuentan que el
filósofo renegado Fu Manchú (hermano gemelo del sexto patriarca) dejó sobre la
arena este escrito que no pudo ser borrado por las olas ni por el viento, a
saber:
“Me acerco al
que me quiere y reconoce como ser humano; en cambio, me alejo de aquel que me
tome como cosa o me traiga mal agüero junto a un entorno cómplice y malicioso”.
Los hechiceros
de su tiempo aseguran que con el agua del océano y el viento salobre la
escritura escrita en la playa por el dedo del sabio, se borraba una y otra vez;
al instante la escritura viviendo por sí misma resucitada en las huellas de la
arena y jamás pudo ser vencida.
*Fu Manchú vivió
en el desierto muchos años alimentándose de prodigios. Su existencia data según
los registros orales, a mil años antes de nuestra era, dejando un tributo a la
humanidad no en menor escala que el eximio conversador llamado Sócrates.
** Otro sí digo:
yo soy la reencarnación de Fu Manchú y es mi verdadero nombre Fu Manchú II (por
ser la continuidad de un monarca), hermano legendario del emperador Chin Cu
Lin. Firmo este poema de mi autoría expresando que no soy el que conocen como
Martín Alvarenga. Estoy inscripto en el Registro Civil como aquel sabio del
cual provengo y mi denominación es de extracción que me identifica como una
aristocracia arisca o un noble bárbaro proveniente de zonas lejanas y cuasi
profanas, patentado como desconocido migrante.
Ciudadano
indeciso
Una persona
ingresa al cuarto oscuro y se encuentra con las dos opciones y dice “¿Qué hago?
Piensa en todo lo que pasó en los días recientes y sentencia “¡A todo o nada!”.
En seguida toma una boleta, la deja, toma otra boleta y la pone sobre el pecho
meditando a la velocidad de la liebre y vuelve a preguntarse “¿¡Nunca me pasó
esto!?”.
Vuelve a dejar
en la mesa ambas boletas y dice: “Ya sé… voy a votar en blanco”. Es en ese
instante en que extrae de su bolsillo un papel en blanco doblado en cuatro, ya
va a ponerlo en el sobre, cuando otra idea irrumpe en su mente como un susurro
secreto: “Pero me dijeron que votar al votar en blanco se suma al que va
primero. ¡Ah, qué suerte!” y en seguida “¡Ah, qué mala onda sentirse culpable!”.
Por último, se
dice a sí mismo y a media voz “Voy a votar en negro, qué embromar”. Pausa.
“¿Voy a votar el negro? ¿No me dijeron que el negro es color que cae bien con
todo? Sí, y lo que me preocupa es que el negro podría ser camaleónico como los
corchos flotadores”.
Golpean a la puerta
del cuarto oscuro por su excesiva demora.
“¡Un momento por
favor, ya salgo!”.
“Ahora sí me doy
cuenta de que me embarraron la cancha”, piensa, mientras su otro yo le dice
“por ahí sos vos el que la embarraste”. Cierra los ojos y se entrega mansamente
a los designios de la casualidad.
Hay tres plagas
cuyo manto de oscuridad se cierne y atraviesa a la humanidad:
1) La guerra del
dinero
2) La guerra
mediática
3) La guerra
mortífera de las armas
Sólo el animal
parlante carga sobre sus espaldas esta tonelada de espanto, en su condición de
víctima y victimario
En calidad de
participante de esta especia pregunto: — ¿Quién querrá jugarse por nosotros,
los Dioses o la Naturaleza?
Los
tiempos que corren
En tiempos
tormentosos hay que tomar el té de tilo que proporciona la sedativa prudencia y
la paz mínima y móvil.
De lo contrario,
somos una carga explosiva que, de manera repentina, podría explotar, sobre todo
en secuencias de ansiedad y tensión extremas entre sistema, individuo y
sociedad.
Hacerse
sistemáticamente el tonto, un camino para encaminarse o desencaminarse, una
salida sin salida con la convicción de que esta es la única manera de
sobrevivir.
Texto
anti sorpresa
(Por el cantante
de boleros -en retiro efectivo- Antony Alvarenga)
Escribo estas líneas
ofreciéndolas de ayuda memoria, en mi condición de filántropo sin capital
activo y pasivo.
Ante la rotación
de cualquier sistema de gobierno, estamos familiarizados ante el hecho
inequívoco de que los corchos salen flotando para salvar su ropa y demás
acopios.
Son aquéllos que
cuando pasa velozmente el caballo del poder de turno ostentan sin advertirlo su
peligroso ingenio: prenderse por la cola del equino como si fueran eternas
garrapatas.
Heroicidad
de la Madre Patria
Soñé que una
mujer titán -en un movimiento elegante y vigoroso- bajaba el sol con una mano,
clavándolo en nuestro suelo zigzagueante.
— ¿Por qué hace
eso? — dije intrigado.
Ella respondió:
— Estoy dispersando la simiente para que las personas de este presente y futuro
de buena voluntad tengan a prueba de fuego la esperanza impulsada por una nueva
y alegre utopía.
Abrazo de las
antípodas
No hay en el
universo una criatura de emprendimientos más avanzados y regresivos que la
especie humana, campeona cósmica de la bipolaridad.
Nosotros, en
esta escisión, estamos en la tarea de impulsar la espera ilimitada, cuestión de
que nuestra voluntad alcance el extremo de la cumbre más elevada y se tome el
atrevimiento de hacerle cosquillas a la planta de los pies de la esperanza.
Posdata: ¡Les
juro que la tecnología padece de una osteoporosis múltiple y nos dicen después
que la máquina supera a la gente!
Anhelo de
una poética de la existencia solidaria
Desde mi punto
de vista he interpretado y vivenciado -en cuanto a la historia de la humanidad-
que la violencia muchas veces cuando se desata y hay dos partes, ambas no se
benefician, por lo que he llegado a dos conclusiones:
1) en la guerra,
gane quien gane, todos pierden.
2) que no estoy
de acuerdo que el fin necesariamente justifica los medios. A veces me pasa por
la cabeza la épica del pueblo polaco que siempre fuera avasallado en todas sus
fronteras, vale expresar ellos tuvieron la vivencia profunda de la rebeldía y
la soberanía.
Los argentinos
estamos sedados y necesitamos ese misterio de la frase “Por quién doblan las
campanas”, por lo que quizás algún día se nos suba la adrenalina de un modo
suficiente para que nos arreglemos de una vez por todas.
No estoy
desesperanzado, al contrario, es monótono y mediocre vivir sin ideales y anhelo
que la revolución sea esencial y no circunstancial. Y para que esto se
materialice tendría que primar el incentivo de una moral de la persona y la
comunidad: el pensar del conocimiento profundo y el pensar de la sensibilidad
iluminada y el practicar el juego de “tengo lo suficiente y lo demás será
lujoso”.
Romper el
molde
Palabra y
pensamiento, experiencia e intuición, dan lugar a una inevitable poética de la
existencia.
Una poética
sagrada y subversiva, contestataria y visionaria, desmadrada a romper el molde
de lo ya establecido como intocable.
Si no
intentáramos romper el molde, ¿qué sentido tendría venir a este mundo? ¿Qué
sentido habría tenido haber vivido dentro de lo ya dado, evitando lo que no aún
no ha sido creado?
Pensamiento
liviano plus
I No podemos
hacer nosotros totalmente la vida, también la vida nos hace a nosotros. El
modelaje es recíproco: nuestra paupérrima libertad condicional y el capricho
del azar.
II No pienses
sin despensarte, pues de lo contrario te podrías enredar en la erudición,
perdiendo el potencial de sabiduría que se halla de la cintura para abajo de tu
esmirriada y noble osamenta.
III Asegurate en
mantener y hacer más equilibrada la liviandad de tu pensamiento, sin perder la
densidad de su fuego salvaje, que te suelta y te contiene en la cautivante y
extraña invención.
Extrema
plegaria
La religión
auténtica no es una evasión sino creer en algo que no se puede demostrar y sí
ayuda a vivir. Me apropio o soy poseído por la fe, cuando dibujo un horizonte
con esta inscripción “¡Creo y lo vivo! ¡Vivo y lo creo!”. Todo creyente es un
teólogo intuitivo. Por más convicción que tenga, se halla expuesto a vivir
situaciones límites buscando un sentido en procura de desentrañar su lacerante
duda. Cristo en la cruz, asumiéndose en su humanidad, había dicho “Dios mío,
¿por qué me has abandonado?”. Entonces, si el Hijo del Padre reveló su
debilidad de mortal, aceptemos que no nos abandona esa vacilación de fondo, por
más que tengamos la fe en el ancla casi inamovible del destino que diera origen
a nuestra sagrada elección.
Esto es lo
que queda de mí
Lo que me dicta
la conciencia y el inconsciente en lo diurno y lo nocturno y en mis intervalos
lúcidos como alterados, desde el silencio reparador del cielo y el travieso
hueco que me abisma, mientras me aferro al pensamiento y la palabra desde mi
borrosa identidad como contracara cómplice de la diversidad, como única vía
salvífica de mi hilarante pellejo.
Lo que queda de
mí, una porción invisible de sentirme drogado por la luz y copado con los soles
de mi tierra, que nunca llegarán al ocaso, por haber dado origen a la patria
que consagra la simbiosis entre el sueño y la vigilia.
Lo que queda de mí me resulta suficiente para
luchar por la vida en la dinámica de la existencia. Lo que apenas soy, me
permite vivir con las cosas modestas como si este pequeño gusto fuera la
riqueza de sentirme no aprisionado por las ambiciones y sí seducido por los
diminutos e imperceptibles hallazgos en la vida cotidiana, que me asombra
constantemente con su depósito de maravillas.