Mis aromas
Huelo a ti, pero ellos murmuran:
“huelo a mujer”.
No saben por qué.
No pauses,
absorbe el zumo
de mis engranes,
mi sápido en tus labios,
el sello de mi posesión.
Mis aromas,
por mérito propio
te pertenecen…
Recíproco
Te escondes en la esquina de mi pluma.
Fijas la mirada en la tinta,
no dices nada,
por ser yo el desvelo
de tus noches de insomnio.
Noctámbulo
Te arrojas
a morir en la sombra del demonio.
Perdido, llorando una ausencia.
¿Dónde lloras las grietas de mis latidos?
No muerdas el polvo… no arraces con tu lengua
lo mucho que aún nos queda.
Cuánto… cuánto repudio la noche
deshilvanando tu nombre.
Se incendia la casa y yo sola.
Loca, desesperada,
te busco en el clamor del aire.
Inútiles las súplicas discurren por las calles
pidiendo tu regreso.
¿Acaso nunca sabrás que vivo con el miedo de perderte?
Poeta…
¿Eso eres?
¿Vas a perderte en la nada?
¿Te venciste?
Me encontrarás cavando
la sombra de los muertos,
¿te encontraré entre ellos bostezando?
¿Cesará el maleficio cuando al fin despierten
los poetas marginados?
Aquellos que jamás conocieron el fin de sus escritos.
¿Amor, dónde estás?... ¡Regresa… te necesito!
.
Son las seis y cuarenta y cinco de una eternidad…
Tengo hambre, no tengo fuerzas para salir a buscarte.
Hombre tonto, loco…
No podrás desdoblar el aire donde escribí tu nombre.
Aquí tengo tus escritos y, en mis manos, tu destino.
La llamada
Soy la innombrable.
Tengo tus palpitaciones bajo la lengua,
queen tu vacío
a pinceladas acaricia este cuadro,
en el receso hazme parte de tu carne,
llévame a tu infierno pero… no me dejes aquí
entre tantos muertos.
Resonancia de papiros
Otra vez esa maldita canción
que entrelaza
paralelismos desconocidos,
antes de tiempo sin tiempo.
Soy la canción que jamás se escribió,
el juego insano de un amor,
la hija de un dios incauto
que me soltó de su mano,
para caer en este mundo de payasos.
Aproximaciones
Me agobia la pigmentación de tu aliento…
las calles han blandido mi existencia
y la tuerca sigue dando vueltas.
En la esquina de tu último escrito
mis lágrimas han derretido el tiempo…
Cuánta falta le haces al mundo,
sin ti el poeta maldito sufre en un altar
pidiendo por los demás.
Tu transmigración tortura los perros,
maúllan los gatos,
se trenzan en contrafuerza
de mi peor batalla.
Estoy perdiendo el comienzo,
intento inútil de improvisar.
¿Cuándo fue que dejamos de reír con ese chiste infantil?
Después, mirando el techo de nuestra casa, hablamos de nada,
el silencio de Dios nos interrumpió,
“creo que ya decodificó nuestra conversación”,
dijimos envolviéndonos en nuestra risa.
Hoy, sustituí por un momento tu ausencia,
En “Los perros románticos” Bolaño me remarcó:
tu amor está enredado en el mundo de los súcubos.
Me duelen tus libros,
las palabras te yerguen,
quiero escribir, escribirte, escribiéndome,
pero solo termino en aproximaciones…
No puedo.
No puedo expoliar esta vida de harapos
y tú, hozando la muerte.
I
Blandí el cielo
con
la
espada
de la esperanza.
Una noche llegarás a cruzar
el reflejo…
entre los muertos
volver
a romper este sueño.
Mariscela Z. Yatzil
Mexicana, radica en la cuidad los Ángeles California, USA. Poeta, escritora y cofundadora de la Revista Poética Mayday que se publica en Los Ángeles California, activa en eventos culturales ha publicado dos poemarios Poesía en seducción menor (2016) y El despertar de Lilith (2018).
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