Claudia
Rankine
Don’t
Let Me Be Lonely
An
American Lyric
Saint
Paul, Minnesota: Graywolf Press, 2004.
La imagen recurrente en el
libro de la pantalla de televisión se relaciona con temas como la incomunicación,
la intervención de la señal, fuera de transmisión, el quedarse dormido y esto
se relaciona con la presencia de la cultura de masas (películas) y con el
cáncer como una vía punitiva que une al padre y a la madre. Rankine nos dice
que las películas se refieren a la figura del padre, y que el cáncer de mama y
de estómago (Gertrude Stein) está referido a lo femenino e incluso al suicidio.
Analicemos por partes el que las películas estén vinculadas al padre nos
refiere a la metáfora paterna, siguiendo a Lacan sería el proceso porque el
sujeto se aliena dentro del lenguaje y lo hace ser un yo en relación al otro
(sus semejantes) y al gran Otro (entendido como lenguaje y como reglas básicas
de convivencia o cultura). En nuestro tiempo cuando la figura paterna está en
declive es lógico que la poeta ligue esta reflexión con la cultura de masas,
donde lo que importa es una mirada poscolonial, donde prima nuestra condición
de formaciones sociales dependientes, pero al mismo tiempo privilegia una
mirada regida por criterios de mercado (por ejemplo, es poscolonial cuando
alguien viste un t-shirt con la imagen del che Guevara, pero no sabe qué hizo,
ni quién es el. Tomar un icono como mercancía es poscolonial). En cuanto a la
enfermedad y el suicidio relacionado con la madre nos sirve para decir que hay
más patetismo frente a estos temas en la mujer, el hombre en el libro va de
frente a la muerte. Aunque el contra ejemplo de Antígona niegue un poco este
aserto, la figura como sabemos está construida a partir de principios cívicos,
en este caso el derecho de enterrar al hermano muerto, entonces de lo que se
trata para Rankine no es de una posición humanista, sino de una posición ética
(por esos los pasajes del libro se detienen en temas como el suicidio,
crímenes, pena de muerte, eutanasia, etc. Esto para decirnos en una línea: “Para
que olvidar si uno muere”). La memoria se produce a través de la mirada de los
otros, es la visión de los otros la que nos excluye como cuerpos de nuestra
individualidad, por eso el título del libro remarca el “lonely”, antes que la
uniformización del imperialismo.
Esto también
nos sirve para preguntarnos sobre el cuerpo y la enfermedad, sobre el problema
de la preeminencia de la apariencia antes que de la esencia. Por ejemplo, en el
siglo XIX el cuerpo social era lo que primaba (la masa), en la modernidad del
siglo XX lo que importa es la individualidad, la subjetividad, y en un contexto
posmoderno, citando a Slavoj Zizek, esta individualidad tiene: “libertad para
deconstruir, dudar y distanciarse de uno mismo”. Por eso, cuando Rankine
utiliza la palabra “happily” (en contraste es maravilloso el verso donde dice
que tomar una pastilla diaria contra la depresión es deprimente) y muchas otras
palabras que define en las notas, inmediatamente pensamos en Francis Ponge
(Ponge es el ejemplo predilecto de Derrida de una escritura que rechaza el
logocentrismo) y su utilización del Littre como material poético, en razón, de
las etimologías y los neologismos o palabras inventadas. Expandir el lenguaje
es hacerle frente a lo homogéneo, al orden, es rebelarse frente a lo correcto
del lenguaje, la ideología y el poder.
Las
menciones a varios poetas nos traen varias ideas. Con Brodsky (es el poeta ruso
exiliado que tiene que escribir en otra lengua, el poeta que a pesar de eso
tiene que convivir con un nuevo lenguaje), Dickinson (nos refiere a una
dicotomía entre el optimismo y la esperanza, e incluso la reclusión dentro de
un espacio cerrado como es la casa), en la p. 54 se menciona a Vallejo (lo une
al hígado, la corporalidad, el dolor, y los intestinos son el mapa de USA), Celan
(la lengua madre, el dolor. Como sabemos Celan tuvo que escribir en la lengua
de los asesinos de su madre y se suicida arrojándose del Sena). Todas estas
menciones nos sirven para darnos cuenta de la existencia de configuraciones simbólicas
de nación: la figura del negro y el spaghetti western como símbolos de la
construcción de una nación a través del cine y la mirada del otro. La poeta nos
dice que no es el lugar (territorio), sino la función lo que prevalece. Lo que equivale
a un transnacionalismo y un proyecto antiglobalización. Por ejemplo, entendemos
esto con Zizek, en su libro Bienvenidos
al desierto de lo real, nos dice que en el contexto posmoderno en que
vivimos la palabra “libertad” se torna ambigua (“La lógica subyacente es de
nuevo la de la elección forzosa: eres libre de elegir siempre y cuando elijas
lo correcto”. Zizek, 8), si en ese contexto a alguien se le pregunta que
prefiere, si un sistema democrático o un sistema fundamentalista, la respuesta
esperada y políticamente correcta será la primera, de lo contrario se caerá en
la censura, autocensura, exclusión y culpa. Solo existe lo correcto y lo
incorrecto, no hay posiciones intermedias. Es muy similar cuando en la p. 39 de
Rankine se habla sobre la muerte de la princesa Diana, la respuesta adecuada
será sentir pena por esa muerte aun cuando nos sea completamente ajena, otra.
Para
Rankine su análisis de la guerra, el terrorismo y el tercer mundo propone la
lógica de la otredad (la conversación con el taxista de Paquistán). Por ejemplo
en p. 120, dice: “One waits to recognize the other, to see the other as one
sees the self”, solo podemos identificar al otro si ese otro se torna similar a
nosotros, todo lo exótico será tomado como diverso, no continuo, peligroso,
terror, y el terrorismo ya vimos y vivimos no solo se produce mediante las
bombas, sino sobre todo con el lenguaje.
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