Mañana se presentan tres libros (Peces, Exilios y desexilios de la comicidad y Un Baudelaire hispánico) de José Morales Saravia en el Instituto Raúl Porras Barrenechea (Colina 398. Miraflores), a las 7 p.m. como adelanto de la presentación copio una de las preguntas incluidas en la entrevista que le hiciera para la revista Tsé-Tsé de Buenos Aires-Argentina:
Oceánidas sea tal vez una épica, pero sin héroe, donde los actantes serían los vegetales y los animales. Edgar O’hara alguna vez expresó, que en la poesía de Morales Saravia no existe la pasión, como tampoco la existe en un manual de botánica y terminaba su apreciación diciendo que: “Morales ha perfeccionado un código personal, pero ¿basta eso para que surja la poesía?”. Creo haber comprobado una cierta aversión a un discurso otro como es Cactáceas, y en ese tiempo, donde imperaba el coloquialismo llano, tu libro debió ser una gran piedra en el zapato de los convencionalistas. Por otra parte, Mario Montalbetti en una conversación con Verástegui y Santiváñez expresaba que Cactáceas era un libro incómodo, totalmente marginal y lo comparaba con Trilce de Vallejo.
Sí, se puede llamar así, aunque suene muy presuntuoso, pero en realidad, lo pensé así, lo sigo pensando, también lo dije en la presentación, para mí se trataba de no hacer lo que se estaba haciendo en el momento, para mí se trataba de no escribir como Cisneros, para mí se trataba de no escribir como lo estaba haciendo Hora zero, para mí se trataba de escribir de otra manera, se trataba de crear un sistema, se trataba de seguir este proyecto, este proyecto, más o menos totalizante, una pequeña enciclopedia, pero sobre todo, se trataba de hacer poesía no lírica, sino épica, es cierto, esta poesía es una poesía, que más allá de todos los fragmentos de historia, que puede ofrecer, tiene una trama, una narración, es decir, como toda épica cuenta una historia global, por supuesto, en los tiempos que corrían en ese momento, no se podía volver a escribir el Mío Cid ni los Nibelungos ni Cantos Nacionales con héroes nacionales, que de alguna manera explican el surgimiento de la épica.
El desafío era para mí, en ese entonces, y sigue siendo ahora como siempre, a pesar de eso, asumir la totalidad, un proyecto, que no sólo abarque al Perú, sino el mundo completo y este proyecto no podría ser otro, que el de una épica nueva, en la cual, por supuesto, no pueden haber gestas o héroes nacionales, pero sí hay gestas, en muchos de los poemas hay ese aire de gesta. En “Cigüeñas” está la gesta de construir el barco para salir a la travesía y en la medida, que se construye el barco, se va construyendo el idioma para salir a arribar a nuevas costas, hay esta similitud de llegar a nuevas costas en el idioma, pero llegar a nuevas costas, también, en la medida, que se trata de lograr alcanzar ciertas utopías o ciertos momentos positivos dentro de esta negatividad.
Estos cantos de gesta están presentes en varios momentos de todo el ciclo y, por supuesto, todo el ciclo en sí es un gran canto de gesta, en otros términos, como no es posible el héroe, no es posible el personaje, tampoco me sentía capaz ni pensaba, que se tenía que regresar a los años 50 y escribir el gran canto de gesta de la poesía social, se trataba de hacer algo con un nuevo lenguaje, retomar los grandes desafíos del idioma, los grandes logros del idioma, cómo es posible escribir en los años 80 un canto general, no se puede repetir a Neruda, cómo se puede escribir una poesía épica, ser épico sin resbalar, sin decir tonterías, sin caer en problemas ideológicos, sin crear discursos demasiado coyunturales, que según las perspectivas pueden ir cambiando, cómo se podría asumir todo este desafío, en todo caso, el planteamiento inicial y el desarrollo, que va teniendo este planteamiento inicial, es decir, la primera entrega de una primera totalidad, que no está por terminar, pretendía lograr este canto de gesta.
Con relación a la otra cosa que tú has citado, los comentarios de Edgar O’hara y Mario Montalbetti, tengo presente ambos comentarios. Edgar O’hara creo que, en ese momento, no sé cómo será ahora, no visualizaba por dónde andaba este desafío, a qué se quería enfrentar este desafío, cuál era el planteamiento alternativo que pretendía ofrecer, en ese momento, a lo que se estaba haciendo. Entonces, habla que la poesía era aburrida, que la poesía juega demasiado con el lenguaje, etc. espero que después de 20 ó 25 años, esta visión se haya matizado y creo que, de alguna manera, se empieza a contextualizar de una manera nueva, entre tanto, ha pasado mucho, ya que este poema o este poemario, otros poemas, otros poemarios, que publiqué en ese entonces y ahora este nuevo libro, que los incluye con nuevas cosas, ya no caen al vacío, sino ya hay un contexto, ya no es un ejemplar único, sino es uno entre varios, varios intentos, que se están dando en muchos otros lugares en lengua española, que son formas y respuestas a la tradición inmediata dentro de la cual partía.
En el caso de la opinión de Mario Montalbetti tengo en el recuerdo, más bien, una opinión positiva, él en esa entrevista hablaba de que, primero, el libro cayó en el vacío, que nadie lo leyó bien, me parece, que lo ha vuelto a repetir, hace poco, en alguna nueva conversación con Mirko Lauer, y es cierto, él unió esta poesía con Trilce, es correcto y no es correcto, es correcto si uno se remite dentro de todo el ciclo a los poemas, que tratan el período de la fragmentación en “Pencas 1, 2, 3, 4”, es la tradición trilceana, a mi manera barroca, con una serie de secuencias, pero, por supuesto, con otro tipo de imaginería, mundos fragmentados, por ejemplo, mundo visual a pesar de todo, el mundo, que pretende regalarle al lector dentro de esa negatividad una especie de golosina, los objetos, las plantas tienen color, olor, tienen cromatismos, tienen espesor, textura, entonces, ahí, incluso dentro de esa negatividad hay un momento positivo, es una especie de regalarle un caramelo al lector, mientras, lee sobre la negatividad, de alguna manera, está degustando. Hay una degustación sensorial, que no es del todo negativa, entonces, Mario Montalbetti sí creo que tiene razón, tuvo razón en ese momento, el libro cayó en un vacío, la tradición inmediata, el trabajo con el lenguaje, en ciertos momentos, como en las “4 Pencas” está próximo a Trilce, pero, también, este canto de gesta, de esta manera, se aleja, vamos a decirle, de la melancolía vallejiana, tan citada, o de esta problemática metafísica de ser hijo abandonado de Dios: “yo nací un día que Dios estuvo enfermo” y todo este tipo de metafísica, que en mi poesía no existe, la religión no existe, nosotros no hemos sido arrojados por Dios del paraíso, hemos sido simplemente, arrojados del paraíso y tenemos que emprender la búsqueda, pero esa búsqueda ya es juiciosa, ya es alegre, ya hay una cierta vivencia de lo más inmediato sensorial del mundo, entonces, en ese sentido, es diferente de la respuesta de Vallejo.
Pueden leer la entrevista completa en la revista Sol negro
Oceánidas sea tal vez una épica, pero sin héroe, donde los actantes serían los vegetales y los animales. Edgar O’hara alguna vez expresó, que en la poesía de Morales Saravia no existe la pasión, como tampoco la existe en un manual de botánica y terminaba su apreciación diciendo que: “Morales ha perfeccionado un código personal, pero ¿basta eso para que surja la poesía?”. Creo haber comprobado una cierta aversión a un discurso otro como es Cactáceas, y en ese tiempo, donde imperaba el coloquialismo llano, tu libro debió ser una gran piedra en el zapato de los convencionalistas. Por otra parte, Mario Montalbetti en una conversación con Verástegui y Santiváñez expresaba que Cactáceas era un libro incómodo, totalmente marginal y lo comparaba con Trilce de Vallejo.
Sí, se puede llamar así, aunque suene muy presuntuoso, pero en realidad, lo pensé así, lo sigo pensando, también lo dije en la presentación, para mí se trataba de no hacer lo que se estaba haciendo en el momento, para mí se trataba de no escribir como Cisneros, para mí se trataba de no escribir como lo estaba haciendo Hora zero, para mí se trataba de escribir de otra manera, se trataba de crear un sistema, se trataba de seguir este proyecto, este proyecto, más o menos totalizante, una pequeña enciclopedia, pero sobre todo, se trataba de hacer poesía no lírica, sino épica, es cierto, esta poesía es una poesía, que más allá de todos los fragmentos de historia, que puede ofrecer, tiene una trama, una narración, es decir, como toda épica cuenta una historia global, por supuesto, en los tiempos que corrían en ese momento, no se podía volver a escribir el Mío Cid ni los Nibelungos ni Cantos Nacionales con héroes nacionales, que de alguna manera explican el surgimiento de la épica.
El desafío era para mí, en ese entonces, y sigue siendo ahora como siempre, a pesar de eso, asumir la totalidad, un proyecto, que no sólo abarque al Perú, sino el mundo completo y este proyecto no podría ser otro, que el de una épica nueva, en la cual, por supuesto, no pueden haber gestas o héroes nacionales, pero sí hay gestas, en muchos de los poemas hay ese aire de gesta. En “Cigüeñas” está la gesta de construir el barco para salir a la travesía y en la medida, que se construye el barco, se va construyendo el idioma para salir a arribar a nuevas costas, hay esta similitud de llegar a nuevas costas en el idioma, pero llegar a nuevas costas, también, en la medida, que se trata de lograr alcanzar ciertas utopías o ciertos momentos positivos dentro de esta negatividad.
Estos cantos de gesta están presentes en varios momentos de todo el ciclo y, por supuesto, todo el ciclo en sí es un gran canto de gesta, en otros términos, como no es posible el héroe, no es posible el personaje, tampoco me sentía capaz ni pensaba, que se tenía que regresar a los años 50 y escribir el gran canto de gesta de la poesía social, se trataba de hacer algo con un nuevo lenguaje, retomar los grandes desafíos del idioma, los grandes logros del idioma, cómo es posible escribir en los años 80 un canto general, no se puede repetir a Neruda, cómo se puede escribir una poesía épica, ser épico sin resbalar, sin decir tonterías, sin caer en problemas ideológicos, sin crear discursos demasiado coyunturales, que según las perspectivas pueden ir cambiando, cómo se podría asumir todo este desafío, en todo caso, el planteamiento inicial y el desarrollo, que va teniendo este planteamiento inicial, es decir, la primera entrega de una primera totalidad, que no está por terminar, pretendía lograr este canto de gesta.
Con relación a la otra cosa que tú has citado, los comentarios de Edgar O’hara y Mario Montalbetti, tengo presente ambos comentarios. Edgar O’hara creo que, en ese momento, no sé cómo será ahora, no visualizaba por dónde andaba este desafío, a qué se quería enfrentar este desafío, cuál era el planteamiento alternativo que pretendía ofrecer, en ese momento, a lo que se estaba haciendo. Entonces, habla que la poesía era aburrida, que la poesía juega demasiado con el lenguaje, etc. espero que después de 20 ó 25 años, esta visión se haya matizado y creo que, de alguna manera, se empieza a contextualizar de una manera nueva, entre tanto, ha pasado mucho, ya que este poema o este poemario, otros poemas, otros poemarios, que publiqué en ese entonces y ahora este nuevo libro, que los incluye con nuevas cosas, ya no caen al vacío, sino ya hay un contexto, ya no es un ejemplar único, sino es uno entre varios, varios intentos, que se están dando en muchos otros lugares en lengua española, que son formas y respuestas a la tradición inmediata dentro de la cual partía.
En el caso de la opinión de Mario Montalbetti tengo en el recuerdo, más bien, una opinión positiva, él en esa entrevista hablaba de que, primero, el libro cayó en el vacío, que nadie lo leyó bien, me parece, que lo ha vuelto a repetir, hace poco, en alguna nueva conversación con Mirko Lauer, y es cierto, él unió esta poesía con Trilce, es correcto y no es correcto, es correcto si uno se remite dentro de todo el ciclo a los poemas, que tratan el período de la fragmentación en “Pencas 1, 2, 3, 4”, es la tradición trilceana, a mi manera barroca, con una serie de secuencias, pero, por supuesto, con otro tipo de imaginería, mundos fragmentados, por ejemplo, mundo visual a pesar de todo, el mundo, que pretende regalarle al lector dentro de esa negatividad una especie de golosina, los objetos, las plantas tienen color, olor, tienen cromatismos, tienen espesor, textura, entonces, ahí, incluso dentro de esa negatividad hay un momento positivo, es una especie de regalarle un caramelo al lector, mientras, lee sobre la negatividad, de alguna manera, está degustando. Hay una degustación sensorial, que no es del todo negativa, entonces, Mario Montalbetti sí creo que tiene razón, tuvo razón en ese momento, el libro cayó en un vacío, la tradición inmediata, el trabajo con el lenguaje, en ciertos momentos, como en las “4 Pencas” está próximo a Trilce, pero, también, este canto de gesta, de esta manera, se aleja, vamos a decirle, de la melancolía vallejiana, tan citada, o de esta problemática metafísica de ser hijo abandonado de Dios: “yo nací un día que Dios estuvo enfermo” y todo este tipo de metafísica, que en mi poesía no existe, la religión no existe, nosotros no hemos sido arrojados por Dios del paraíso, hemos sido simplemente, arrojados del paraíso y tenemos que emprender la búsqueda, pero esa búsqueda ya es juiciosa, ya es alegre, ya hay una cierta vivencia de lo más inmediato sensorial del mundo, entonces, en ese sentido, es diferente de la respuesta de Vallejo.
Pueden leer la entrevista completa en la revista Sol negro
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