El poeta peruano Sandro Chiri acaba de participar en el “Cuarto Festival de Poesía Multilingüe” que se realizó el pasado 24 de abril, en Temple University, Filadelfia, donde fue el único lector en español dentro de 30 lecturas en diferentes lenguas. Asimismo, participó en las Jornadas Culturales 2009 que organizó la Universidad de Palermo y próximamente la traductora Rita Cardillo llevará parte de su poesía al italiano. Publicamos en calidad de exclusiva un breve ensayo de la profesora italiana Giovanna Minardi sobre uno de los aspectos de la poesía de Sandro Chiri:
Desde Italia la literatura peruana (1) puede ser vista como curiosamente ambigua, si es que la cotejamos con otras literaturas de América Latina, como por ejemplo la escrita en la zona del Mar del Plata que tiene cierto carácter homogéneo y entraña europea. Esta apariencia de ambigüedad que presenta la literatura del Perú ante Europa es el resultado de contribuciones tan ricas y variadas que encontramos en las obras de escritores como Mariátegui, Vallejo, Ciro Alegría, Arguedas, Ribeyro, Belli, Vargas Llosa y Bryce Echenique. Y si a esos nombres le sumamos los inteligentes aportes a la crítica literaria que han hecho estudiosos de primera línea como Estuardo Núñez, Alberto Escobar, Armando Zubizarreta, los hermanos Jorge y Antonio Cornejo Polar, Julio Ortega, José Miguel Oviedo y Ricardo González Vigil, tendremos por resultado una muy sólida “literatura heterogénea”, por citar un afortunado término de Antonio Cornejo Polar.
Otro aspecto que se visualiza con relativa claridad es el fenómeno de la emigración constante en la literatura peruana. Muchos escritores y críticos han salido del Perú y se han afincado en los Estados Unidos o Europa, en busca de mejores horizontes. Tiene, por eso, peso de verdad la afirmación de José Miguel Oviedo: “la porción más significativa de la novela [peruana] ha sido escrita fuera del país”. No creo que Oviedo, tal como yo pienso, haya querido decir que sólo saliendo del Perú se puede ser buen escritor. Nada más lejos de eso. Su intención parece ser la de registrar casuística literaria: Alegría escribe sus afamadas novelas en el destierro chileno; Vallejo produce Poemas humanos y España, aparta de mí este cáliz entre Francia y España; Vargas Llosa y Bryce alcanzan sus mejores logros escriturales en Europa; casi toda la producción narrativa y dramática de Ribeyro fue escrita en París; Milán ha sido el espacio geográfico y cultural donde Eielson ha escrito muchos de sus intensos poemas. Apenas me aventuro a citar los casos más visibles.
A pesar de que hasta ahora se le asocia de manera sistemática con el indigenismo, la literatura peruana –otra verdad inocultable– es poco conocida más allá de sus fronteras. Las razones de este fenómeno pueden ser muchas, desde el incipiente desarrollo editorial, pasando por los bajos índices de formación educativa de parte de su población, hasta el supuesto desinterés del Estado peruano en difundir sus variados aportes culturales al resto del mundo. Como muchos de los países de Latinoamérica, el Perú no ha escapado de la profunda crisis política y económica en la cual se ve envuelta la mayoría de las naciones en vías de desarrollo. Asunto que repercute, por cierto, de diversas maneras, en la vida cultural de un país.
En ese contexto es bueno ubicar a Sandro Chiri, quien en los últimos años ha sido una figura clave en la difusión de la literatura peruana a través de la revista que edita: La Casa de Cartón de Oxy (2). En algunas bibliotecas de universidades europeas (me consta) y norteamericanas (lo sé de buena fuente) se encuentran los números de tan bella publicación. Acaso se trate de un proyecto individual que tiene, a pesar de su gestor, una importancia mayúscula para aquel estudioso de la cultura latinoamericana, quien encontrará en las páginas de La Casa de Cartón una muestra generosa de los aportes de los escritores peruanos. De alguna manera, Chiri suple una función que le compete al Estado de su país. Sin aspaviento alguno, esfuerzos individuales de esta naturaleza permiten que otras gentes del mundo se informen de la literatura de una nación remota.
Pero es bueno mencionar una faceta poco conocida de Chiri: la de poeta. En 1989 publicó El libro del mal amor y otros poemas (Lima: Concytec); en 1992, Y si después de tantas palabras (Trujillo: Serie Comisión Centenario César Vallejo, número 26); ambos, sin duda, dialogan con la poesía peruana de los años 80, marcada por el tono conversacional y sus afanes testimoniales. Apenas un par de reseñas periodísticas de entonces dieron razón oportuna de ellos, señalando sus logros y virtudes. El 2006 difundió sus Poemas de Filadelfia / Philadelphia Poems (3) que apareció en versión bilingüe castellano-inglés, con la fina traducción de Raymond McConnie, fotografías de Robert Dewey y prólogo de Ángel Esteban. Pero antes de sus poemas de exilio filadelfiano, en 1999, Sandro Chiri presentó la primera versión de su poemario Viñetas al Concurso Nacional de Poesía Copé, obteniendo por unanimidad la única mención honrosa entre cientos de participantes. Aquella vez, Alonso Ruiz Rosas (también poeta de la promoción del 80) y Leopoldo Chariarse (fino vate de los años 50) se alzaron con los dos primeros premios, respectivamente, en una reñida disputa, tal como se desprende del acta final del jurado. En ese fragor, el poemario de Chiri aparecía tal cual es el propio autor: siempre al margen de los grandes experimentos formales o de los festines literarios (4). Esto, lejos de parecer un demérito, nos lleva a concluir que Viñetas se constituía como un libro agradable y de fácil lectura para los integrantes del jurado. Años después, exactamente el 2004, el poeta se anima a editar –con sus propios recursos– una versión ampliada del libro que durante un quinquenio permaneció injustamente inédito. La edición está diseñada de tal manera que cada poema va acompañado de una viñeta ex profesamente elaborada, la mayor de las veces, por el ilustrador Miguel Vidal (quien suele utilizar el seudónimo de “Miguel Det”); o en otros casos, dibujos tomados de diversas fuentes tales como el suplemento dominical El Caballo Rojo o las revistas Variedades, Mundial o Amauta; o fotografías con tratamiento lineal; o imágenes fusionadas o retocadas de procedencia varia.
Este afán de unir texto con imagen no es por cierto nuevo, pero sí diremos que en Viñetas el resultado es harto feliz. El apunte gráfico no perturba el poema; hay entre ambos un secreto y fino diálogo. Los textos, por lo demás, son breves. Cada uno de ellos pretende contar una historia, sea cuando el hablante lírico asume la primera persona, o cuando se arroga para sí la voz de algún escritor conocido. Viñetas se caracteriza por su amplitud temática y su sencillez expresiva. Sandro Chiri conoce perfectamente la tradición y se maneja con comodidad dentro del canon. No perdamos de vista su condición de profesor de Literatura en las aulas universitarias.
Un aspecto que quiero resaltar tiene que ver con los vínculos de Chiri con la poesía italiana del siglo XX. Me gustaría citar casos puntuales. El poeta peruano, por ejemplo, elige como epígrafe tres versos de Umberto Saba (5): “Il poeta ha le sue giornate / contate, / come tutti gli uomini” (“El poeta tiene sus días / contados, / como todos los hombres”). Desde un inicio, Viñetas se inaugura con la certeza de la finitud, de lo pasajero, de lo transitorio tal como lo establece la lógica de la vida misma. Todo lo que el hombre (“el poeta”) edifica, caduca. La vida tiene un inicio y un final, y el poeta no escapa de ese tránsito. Chiri hace suya la verdad inocultable que habita en los certeros versos del poeta de Trieste.
Más adelante, nos topamos con la ternura de “Mi padre, amigo”, texto donde el yo poético emula unos conocidos versos (“vender palabritas”) de Guido Gozzano (6), mientras el progenitor prudentemente rememora la sangre de los antepasados y aconseja al vástago amante de la poesía: “Juntar palabritas no es un juego, afirma”. Lo que interesa resaltar acá es el tono y la melodía. Gozzano habla de un joven desdeñoso y culto llamado “Totó Merúmeni” quien habita una villa inmensa que supo de un glorioso pasado y que ahora le toca afrontar la decadencia familiar. Chiri, en cambio, hace dialogar a un padre silencioso y tolerante con un hijo con veleidades literarias.
De otro lado, cuando el poeta peruano inventa un enigmático personaje femenino, de repente, en su afán descriptivo, desliza estos versos:
Evelym tiene 25 años y es casta.
Va dejando su juventud entre oraciones y balbuceos.
Un poeta italiano diría:
“Una muchacha así / tan fresca y bonita /
debe pensar en su futuro”.
Al abordar este poema, surge en mí un conjunto de inquietudes que sólo puedo manifestar en preguntas: ¿por qué Chiri eligió a “un poeta italiano” (y no francés o lusitano o anglo) para hablar de esa joven que a pesar de sus 25 años vive en estado de pureza y extraño misticismo?; ¿a qué poeta italiano pertenecen esos versos entrecomillados?; ¿serán acaso de Dino Campana, Vicenzo Cardarelli, Giuseppe Ungaretti, Eugenio Montale, Salvatore Quasimodo, Sandro Penna o Mario Luzi?; ¿por qué los versos de Chiri suenan como los de los melancólicos vates del Mediterráneo a la hora del crepúsculo? Yo no tengo respuesta para ninguna interrogante que arrojo como lectora desordenada y atrevida.
Pero el mismo asunto es retomado más adelante en “Donna solitaria”. Los versos de Cesare Pavese que sirven como epígrafe anuncian una situación inesperada en la vida de una dama otoñal que espera con resignación el final de su vida. Ya no se habla acá de una muchacha afiebrada por la fe religiosa, sino de una mujer que inesperadamente rejuvenece gracias al amor.
Los poemas que Sandro Chiri reúne con el título de “Viñetas de la estirpe” poseen una clara alusión a sus ancestros. Recuérdese que el apellido Chiri no es desconocido en ‘la bota azzurra’. Incluso, el poeta peruano tiene un ilustre homónimo en Milán, experto en ópera y música clásica. En esta sección de Viñetas, el autor evoca su primer viaje a Italia con el propósito de “encontrar un rastro” de su pasado (“Mar Tirreno dame una señal de mi sangre”). Es el descendiente del remoto inmigrante que regresa, por lo menos, a ver la tierra del origen familiar. Y en estos afanes incluye nuevamente una línea de Umberto Saba: “Tu sei como una regina” (“Tú eres como una reina”). En el poema “Rumbo a Palermo”, por ejemplo, el yo poético expresa sus afectos sin ambages: “Yo he visto la Plaza Pretoria en el Callao. // Las ruinas de Agrigento son tan bellas / como las piedras del Perú”. En efecto, se trata de la reconciliación –más que geográfica, emotiva– de dos espacios caros para las percepciones del poeta.
Desde Italia la literatura peruana (1) puede ser vista como curiosamente ambigua, si es que la cotejamos con otras literaturas de América Latina, como por ejemplo la escrita en la zona del Mar del Plata que tiene cierto carácter homogéneo y entraña europea. Esta apariencia de ambigüedad que presenta la literatura del Perú ante Europa es el resultado de contribuciones tan ricas y variadas que encontramos en las obras de escritores como Mariátegui, Vallejo, Ciro Alegría, Arguedas, Ribeyro, Belli, Vargas Llosa y Bryce Echenique. Y si a esos nombres le sumamos los inteligentes aportes a la crítica literaria que han hecho estudiosos de primera línea como Estuardo Núñez, Alberto Escobar, Armando Zubizarreta, los hermanos Jorge y Antonio Cornejo Polar, Julio Ortega, José Miguel Oviedo y Ricardo González Vigil, tendremos por resultado una muy sólida “literatura heterogénea”, por citar un afortunado término de Antonio Cornejo Polar.
Otro aspecto que se visualiza con relativa claridad es el fenómeno de la emigración constante en la literatura peruana. Muchos escritores y críticos han salido del Perú y se han afincado en los Estados Unidos o Europa, en busca de mejores horizontes. Tiene, por eso, peso de verdad la afirmación de José Miguel Oviedo: “la porción más significativa de la novela [peruana] ha sido escrita fuera del país”. No creo que Oviedo, tal como yo pienso, haya querido decir que sólo saliendo del Perú se puede ser buen escritor. Nada más lejos de eso. Su intención parece ser la de registrar casuística literaria: Alegría escribe sus afamadas novelas en el destierro chileno; Vallejo produce Poemas humanos y España, aparta de mí este cáliz entre Francia y España; Vargas Llosa y Bryce alcanzan sus mejores logros escriturales en Europa; casi toda la producción narrativa y dramática de Ribeyro fue escrita en París; Milán ha sido el espacio geográfico y cultural donde Eielson ha escrito muchos de sus intensos poemas. Apenas me aventuro a citar los casos más visibles.
A pesar de que hasta ahora se le asocia de manera sistemática con el indigenismo, la literatura peruana –otra verdad inocultable– es poco conocida más allá de sus fronteras. Las razones de este fenómeno pueden ser muchas, desde el incipiente desarrollo editorial, pasando por los bajos índices de formación educativa de parte de su población, hasta el supuesto desinterés del Estado peruano en difundir sus variados aportes culturales al resto del mundo. Como muchos de los países de Latinoamérica, el Perú no ha escapado de la profunda crisis política y económica en la cual se ve envuelta la mayoría de las naciones en vías de desarrollo. Asunto que repercute, por cierto, de diversas maneras, en la vida cultural de un país.
En ese contexto es bueno ubicar a Sandro Chiri, quien en los últimos años ha sido una figura clave en la difusión de la literatura peruana a través de la revista que edita: La Casa de Cartón de Oxy (2). En algunas bibliotecas de universidades europeas (me consta) y norteamericanas (lo sé de buena fuente) se encuentran los números de tan bella publicación. Acaso se trate de un proyecto individual que tiene, a pesar de su gestor, una importancia mayúscula para aquel estudioso de la cultura latinoamericana, quien encontrará en las páginas de La Casa de Cartón una muestra generosa de los aportes de los escritores peruanos. De alguna manera, Chiri suple una función que le compete al Estado de su país. Sin aspaviento alguno, esfuerzos individuales de esta naturaleza permiten que otras gentes del mundo se informen de la literatura de una nación remota.
Pero es bueno mencionar una faceta poco conocida de Chiri: la de poeta. En 1989 publicó El libro del mal amor y otros poemas (Lima: Concytec); en 1992, Y si después de tantas palabras (Trujillo: Serie Comisión Centenario César Vallejo, número 26); ambos, sin duda, dialogan con la poesía peruana de los años 80, marcada por el tono conversacional y sus afanes testimoniales. Apenas un par de reseñas periodísticas de entonces dieron razón oportuna de ellos, señalando sus logros y virtudes. El 2006 difundió sus Poemas de Filadelfia / Philadelphia Poems (3) que apareció en versión bilingüe castellano-inglés, con la fina traducción de Raymond McConnie, fotografías de Robert Dewey y prólogo de Ángel Esteban. Pero antes de sus poemas de exilio filadelfiano, en 1999, Sandro Chiri presentó la primera versión de su poemario Viñetas al Concurso Nacional de Poesía Copé, obteniendo por unanimidad la única mención honrosa entre cientos de participantes. Aquella vez, Alonso Ruiz Rosas (también poeta de la promoción del 80) y Leopoldo Chariarse (fino vate de los años 50) se alzaron con los dos primeros premios, respectivamente, en una reñida disputa, tal como se desprende del acta final del jurado. En ese fragor, el poemario de Chiri aparecía tal cual es el propio autor: siempre al margen de los grandes experimentos formales o de los festines literarios (4). Esto, lejos de parecer un demérito, nos lleva a concluir que Viñetas se constituía como un libro agradable y de fácil lectura para los integrantes del jurado. Años después, exactamente el 2004, el poeta se anima a editar –con sus propios recursos– una versión ampliada del libro que durante un quinquenio permaneció injustamente inédito. La edición está diseñada de tal manera que cada poema va acompañado de una viñeta ex profesamente elaborada, la mayor de las veces, por el ilustrador Miguel Vidal (quien suele utilizar el seudónimo de “Miguel Det”); o en otros casos, dibujos tomados de diversas fuentes tales como el suplemento dominical El Caballo Rojo o las revistas Variedades, Mundial o Amauta; o fotografías con tratamiento lineal; o imágenes fusionadas o retocadas de procedencia varia.
Este afán de unir texto con imagen no es por cierto nuevo, pero sí diremos que en Viñetas el resultado es harto feliz. El apunte gráfico no perturba el poema; hay entre ambos un secreto y fino diálogo. Los textos, por lo demás, son breves. Cada uno de ellos pretende contar una historia, sea cuando el hablante lírico asume la primera persona, o cuando se arroga para sí la voz de algún escritor conocido. Viñetas se caracteriza por su amplitud temática y su sencillez expresiva. Sandro Chiri conoce perfectamente la tradición y se maneja con comodidad dentro del canon. No perdamos de vista su condición de profesor de Literatura en las aulas universitarias.
Un aspecto que quiero resaltar tiene que ver con los vínculos de Chiri con la poesía italiana del siglo XX. Me gustaría citar casos puntuales. El poeta peruano, por ejemplo, elige como epígrafe tres versos de Umberto Saba (5): “Il poeta ha le sue giornate / contate, / come tutti gli uomini” (“El poeta tiene sus días / contados, / como todos los hombres”). Desde un inicio, Viñetas se inaugura con la certeza de la finitud, de lo pasajero, de lo transitorio tal como lo establece la lógica de la vida misma. Todo lo que el hombre (“el poeta”) edifica, caduca. La vida tiene un inicio y un final, y el poeta no escapa de ese tránsito. Chiri hace suya la verdad inocultable que habita en los certeros versos del poeta de Trieste.
Más adelante, nos topamos con la ternura de “Mi padre, amigo”, texto donde el yo poético emula unos conocidos versos (“vender palabritas”) de Guido Gozzano (6), mientras el progenitor prudentemente rememora la sangre de los antepasados y aconseja al vástago amante de la poesía: “Juntar palabritas no es un juego, afirma”. Lo que interesa resaltar acá es el tono y la melodía. Gozzano habla de un joven desdeñoso y culto llamado “Totó Merúmeni” quien habita una villa inmensa que supo de un glorioso pasado y que ahora le toca afrontar la decadencia familiar. Chiri, en cambio, hace dialogar a un padre silencioso y tolerante con un hijo con veleidades literarias.
De otro lado, cuando el poeta peruano inventa un enigmático personaje femenino, de repente, en su afán descriptivo, desliza estos versos:
Evelym tiene 25 años y es casta.
Va dejando su juventud entre oraciones y balbuceos.
Un poeta italiano diría:
“Una muchacha así / tan fresca y bonita /
debe pensar en su futuro”.
Al abordar este poema, surge en mí un conjunto de inquietudes que sólo puedo manifestar en preguntas: ¿por qué Chiri eligió a “un poeta italiano” (y no francés o lusitano o anglo) para hablar de esa joven que a pesar de sus 25 años vive en estado de pureza y extraño misticismo?; ¿a qué poeta italiano pertenecen esos versos entrecomillados?; ¿serán acaso de Dino Campana, Vicenzo Cardarelli, Giuseppe Ungaretti, Eugenio Montale, Salvatore Quasimodo, Sandro Penna o Mario Luzi?; ¿por qué los versos de Chiri suenan como los de los melancólicos vates del Mediterráneo a la hora del crepúsculo? Yo no tengo respuesta para ninguna interrogante que arrojo como lectora desordenada y atrevida.
Pero el mismo asunto es retomado más adelante en “Donna solitaria”. Los versos de Cesare Pavese que sirven como epígrafe anuncian una situación inesperada en la vida de una dama otoñal que espera con resignación el final de su vida. Ya no se habla acá de una muchacha afiebrada por la fe religiosa, sino de una mujer que inesperadamente rejuvenece gracias al amor.
Los poemas que Sandro Chiri reúne con el título de “Viñetas de la estirpe” poseen una clara alusión a sus ancestros. Recuérdese que el apellido Chiri no es desconocido en ‘la bota azzurra’. Incluso, el poeta peruano tiene un ilustre homónimo en Milán, experto en ópera y música clásica. En esta sección de Viñetas, el autor evoca su primer viaje a Italia con el propósito de “encontrar un rastro” de su pasado (“Mar Tirreno dame una señal de mi sangre”). Es el descendiente del remoto inmigrante que regresa, por lo menos, a ver la tierra del origen familiar. Y en estos afanes incluye nuevamente una línea de Umberto Saba: “Tu sei como una regina” (“Tú eres como una reina”). En el poema “Rumbo a Palermo”, por ejemplo, el yo poético expresa sus afectos sin ambages: “Yo he visto la Plaza Pretoria en el Callao. // Las ruinas de Agrigento son tan bellas / como las piedras del Perú”. En efecto, se trata de la reconciliación –más que geográfica, emotiva– de dos espacios caros para las percepciones del poeta.
Al cerrar este ensayo descubro un nuevo texto (7) de Chiri en una importante revista virtual de los Estados Unidos, cuyo contenido está a tono con lo que vengo sosteniendo. Se trata del poema “Santa Rita de Palermo viaja en un Fiat naranja”, y que me apresuro a transcribir:
Santa Rita de Palermo viaja en un Fiat naranja
De voz bonaerense y
de ufana cabellera,
Santa Rita de Palermo,
deambula silenciosa y cabizbaja
entre recelosas misioneras
de cavernas celestiales.
Muchacha de mirada herida,
y fingida alegría,
Santa Rita de Palermo,
cruza rauda Vía Roma
en su Fiat naranja, en su Fiat veloz,
mientras mi corazón
(esa bomba de tiempo)
era melancolía.
Su norte es siempre confuso,
Santa Rita de Palermo,
su norte es una callada guitarra
de doradas cuerdas
que fue pausa y tristeza,
que fue silencio y agonía
al pie del adiós.
Lozana y con lentes de contacto,
en vano traté de acercarme a su sombra,
en vano traté de besarla en Piazza Maggione;
de persuadirla en el Mirador de Monreale,
Santa Rita de Palermo.
Para mis ojos era la única Santa de la ciudad.
El personaje femenino del poema es tan complejo como una ciudad en crecimiento. Palermo, casualmente, alberga ancestrales iglesias del medioevo, así como impresionantes templos barrocos. Todo se amalgama en esta urbe que cada vez va siendo de mayor interés para el turismo internacional. En los últimos diez años, por ejemplo, hay un evidente crecimiento tanto poblacional como urbanístico y donde los edificios de la periferia van mostrando el nuevo perfil de la ciudad. A ello hay que sumarle una mayor presencia de inmigrantes llegados de la India, la China o de diversas regiones del África. Palermo tiene entonces un nuevo rostro de marcado cuño heterogéneo, pluricultural y, por qué no decirlo, multilingüe. La ‘santa palermitana’ de Chiri también es plural en tanto nos remite a un fenómeno sociocultural inverso, me refiero a la conocida migración italiana de siglos hacia América; así detectamos que la “voz bonaerense” del personaje poético alude a los conocidos ‘tanos’ argentinos. Por consiguiente, la ‘Santa-Ciudad’ es y no es europea, como el Palermo actual que alberga hoy en día múltiples caretas llegadas –como ya he señalado– de diversos lugares del planeta.
Pasado y Modernidad se amalgaman en este poema. Un Fiat cruza velozmente vías y corsos mientras los templos cristianos, entre ellos la bellísima Catedral, guardan prudencial silencio. El futuro de Palermo es tan incierto como el de cualquier urbe europea, por eso el poeta acota con acierto que “su norte es siempre confuso” no obstante los típicos rincones turísticos como Piazza Maggione o el tan visitado Mirador de Monreale.
Yo no sé si Sandro Chiri haya leído la novela Conversación en Sicilia (1939), de Elio Vittorini (8), donde un joven retorna a su tierra para reconsiderar su pasado. Un maniqueo paralelismo me atrevo a trazar ya que percibo en los versos Chiri cierto aliento mediterránico. Por estas razones, me da la sensación que una lejana gota itálica aún late entre los versos del poeta peruano.
Notas
(1) Con frecuencia se revisan tres panoramas de la literatura peruana harto útiles: a) Roland Forgues. Palabra viva I. Narradores; II. Poetas; III. Dramaturgos; IV. Las poetas se desnudan. Lima: Studium, 1988 (I-III); Lima: Ediciones El Quijote, 1991 (IV); b) Abelardo Oquendo. Narrativa peruana 1950-1970. Madrid: Alianza, 1973; y c) Javier Sologuren. Antología general de literatura peruana. México: FCE, 1981.
(2) Cf. el exhaustivo prólogo que el crítico Camilo Fernández escribe para Viñetas (Lima: Alberto Chiri, Editor, 2004).
(3) Cf. la reseña de César Ferreira. «Chiri, Sandro. Poemas de Filadelfia.» [Reviews] Chasqui. Vol. XXXVII, 1 (May 2008): 151-154.
(4) Es un escándalo que sus textos no figuren, por ejemplo, en difundidas antologías de la poesía peruana última, acaso por los escasos ejemplares que se editaron o por la deliberada poca difusión que el propio Chiri hizo de sus libros.
(5) Con respecto a Umberto Saba, el estudioso peruano Ricardo Silva-Santisteban ha escrito: «Umberto Poli Coen nació en Trieste, en 1883, de padre católico y madre judía, y desde antes de su nacimiento se gesta el trauma que marcará su vida: la fuga del padre y el abandono de la madre. El niño es entregado a una nodriza eslovena, Peppa Sabaz, quien se convierte en su ‘madre de gozo’; la ternura y el cariño del uno hacia el otro provocarán los celos de la madre, Raquel, quien lo arranca a su cuidado para llevarlo a vivir con él en el gueto triestino. El conflicto emocional que le provoca esta separación no lo abandonará durante mucho tiempo. Baste señalar que el nombre que decide adoptar como escritor es un homenaje a su nodriza (Saba proviene de Sabaz). [...] Muere en un sanatorio en Gorizia, en 1957, probablemente por una sobredosis de somníferos». (Cf. el texto de RSS que aparece en la solapa de la edición bilingüe de Casa de campo y Trieste y una mujer. Lima: PUCP, 1998. Introducción y traducción de Ana María Gazzolo).
(6) Guido Gozzano (1883-1916) es considerado el principal representante de los poetas crepusculares italianos de principios del siglo XX. Son conocidos sus poemarios El camino del refugio (1907) y Los coloquios (1911).
(7) Ver: http://www.ciberayllu.org/Literatura/SC_TresPoemas.html
(8) Elio Vittorini (1908-1966) fue un destacado novelista, traductor, editor y poeta italiano, nacido en Siracusa, Sicilia. Tradujo al italiano a D.H. Lawrence, Edgar Allan Poe y otros escritores de lengua inglesa. Ejerció el periodismo en diarios antifascistas. Al igual que su cuñado, el poeta Salvatore Quasimodo, militó en el Partido Comunista Italiano. Entre sus libros destacan Pequeña burguesía (1931), libro de relatos; y las novelas Conversación en Sicilia (1939) y Las mujeres de Messina (1949).
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* Giovanna MINARDI (Palermo, Italia) es investigadora en Literatura hispanoamericana. Ha publicado: La cuentistica de Julio Ramon Ribeyro (Lima, 2002); Historia del cuento hispanoamericano (Lima, 2003); Augusto Monterroso e la minifinzione ispanoamericana (Messina, 2007). Además, ha difundido las antologias: Las coreutas. Antologia de narradoras mexicanas del siglo XX (Lima, 1995); Cuentas. Antologia de narradoras peruanas (Lima, 2000); Cuentos pigmeos. Antologia de la minificcion latinoamericana (Lima, 2005); Breves, brevisimos. Antologia de la minificcion peruana (Lima, 2006).
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