En el hocico de la niebla es un poemario que Jorge Pimentel escribió afines de los ochenta y principios de los noventa. Sin dudas, es un poemario de fin del siglo XX y quizá por eso, la voz de Pimentel es ahora la del sobreviviente, la del náufrago, pero también la de aquel hombre arrojado a la intemperie, huérfano de todo, que da fe de una experiencia que no puede reducirse a lo individual ni a lo social.
La de Jorge Pimentel es la escritura como gesta de resistencia: de aliento entrecortado, de pulso ansioso, que remonta su propio declive con la afirmación del testimonio, con la fuerza de la interpelación o la imprecación ante lo que acontece, con la escritura misma. Es una poesía vitalista como pocas, que sobreviene con el ímpetu de lo inevitable, de lo urgente, de lo necesario. Entre la concisión de la consigna y la exuberancia del tramo lírico, El Poeta, el héroe de Ave Soul, Palomino, Tromba de Agosto y Primera muchacha se expone ante un día detenido, hora sin hora, entre luces y sombras que lo humillarán y liberarán a la vez.
En efecto, ese es el tema de En el hocico de la niebla; sobrevivir, traspasar, soportar un día. El mismo día, con los relumbres de un sol de mediodía, o con el resplandor de una luna de medianoche. Pero, ¿día o noche?, ¿qué luz y qué oscuridad se ven desde la niebla?, ¿qué paisajes atraviesa o habita el poeta? La imposibilidad de distinguir con claridad los contornos de las cosas, esa visión neblinosa, es la expresión de un clima cósmico y existencial. La niebla como revulsivo de culpas, mentiras, desilusiones, nihilismos... y todo tipo de enajenaciones o miserias que se han convertido en marca de nuestra condición contemporánea: un vacío que amenaza al asombro, al amor, a una fruición o comunicación con la vida y con la tierra. Pero de esa bruma que no nos deja ver, surge siempre una fuerza, un ser intenso que debería estar más cerca de la alondra, del caballo o del lobo: el poeta “está en” y “es” el hocico de la niebla.
Por otro lado, la niebla también es el pasado, la memoria que camina con el escritor. De allí la universalidad y la contundencia de este poemario: Jorge Pimentel une un doble desconcierto: la vergüenza de ser hombre y la noble fragilidad de la infancia. De esta manera, la exposición a ese Sol omnipresente que protagoniza el libro adquiere otra dimensión y provoca una convulsión no menos bella. Gracias a la luz de la memoria, la sobrevivencia que el poeta comparte con nosotros adquiere un poder de conmoción definitivo.
En el hocico de la niebla es un libro sobre un día y una noche que no pasan, sobre la memoria como espesa niebla que nos rodea, en fin, sobre el tiempo como dimensión a la vez dramática y libertaria de la existencia; pero también es un libro, donde el movimiento de los cielos, del mar y de la ciudad de Lima se convierten en los síntomas de una travesía espiritual que pocas veces hemos sentido tan cercana y auténtica.
La de Jorge Pimentel es la escritura como gesta de resistencia: de aliento entrecortado, de pulso ansioso, que remonta su propio declive con la afirmación del testimonio, con la fuerza de la interpelación o la imprecación ante lo que acontece, con la escritura misma. Es una poesía vitalista como pocas, que sobreviene con el ímpetu de lo inevitable, de lo urgente, de lo necesario. Entre la concisión de la consigna y la exuberancia del tramo lírico, El Poeta, el héroe de Ave Soul, Palomino, Tromba de Agosto y Primera muchacha se expone ante un día detenido, hora sin hora, entre luces y sombras que lo humillarán y liberarán a la vez.
En efecto, ese es el tema de En el hocico de la niebla; sobrevivir, traspasar, soportar un día. El mismo día, con los relumbres de un sol de mediodía, o con el resplandor de una luna de medianoche. Pero, ¿día o noche?, ¿qué luz y qué oscuridad se ven desde la niebla?, ¿qué paisajes atraviesa o habita el poeta? La imposibilidad de distinguir con claridad los contornos de las cosas, esa visión neblinosa, es la expresión de un clima cósmico y existencial. La niebla como revulsivo de culpas, mentiras, desilusiones, nihilismos... y todo tipo de enajenaciones o miserias que se han convertido en marca de nuestra condición contemporánea: un vacío que amenaza al asombro, al amor, a una fruición o comunicación con la vida y con la tierra. Pero de esa bruma que no nos deja ver, surge siempre una fuerza, un ser intenso que debería estar más cerca de la alondra, del caballo o del lobo: el poeta “está en” y “es” el hocico de la niebla.
Por otro lado, la niebla también es el pasado, la memoria que camina con el escritor. De allí la universalidad y la contundencia de este poemario: Jorge Pimentel une un doble desconcierto: la vergüenza de ser hombre y la noble fragilidad de la infancia. De esta manera, la exposición a ese Sol omnipresente que protagoniza el libro adquiere otra dimensión y provoca una convulsión no menos bella. Gracias a la luz de la memoria, la sobrevivencia que el poeta comparte con nosotros adquiere un poder de conmoción definitivo.
En el hocico de la niebla es un libro sobre un día y una noche que no pasan, sobre la memoria como espesa niebla que nos rodea, en fin, sobre el tiempo como dimensión a la vez dramática y libertaria de la existencia; pero también es un libro, donde el movimiento de los cielos, del mar y de la ciudad de Lima se convierten en los síntomas de una travesía espiritual que pocas veces hemos sentido tan cercana y auténtica.
(*) Prólogo de En el hocico de la niebla de Jorge Pimentel (Lima: Ediciones El Nocedal S.A.C. Colección El mirador, 2007)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario