Debo decirle
a mi padre
que he perdido 20 soles
suyos.
Que además de no tener
dinero, lo pierdo.
Y no pierdo el mío,
sino el ajeno.
Seguramente seré
un mal hijo.
Él no sabe que
si me dieran dinero
por mis artículos y poemas,
podría pagarle no solo
los 20 soles que le debo,
sino además la luz,
el teléfono, la casa,
su vejez...
no sé si su alegría.
Pero yo, que estoy lleno
de papeles;
que acumulo papeles
pero no los reciclo;
yo, que hago origamis
de palabras;
no los vendo,
los regalo.
Luego de haberlos parido
con tanto esfuerzo,
ofrezco mi vida
en frasquitos de papel
por los que viaja mi sangre
y van a parar en cuerpo ajeno.
Se queda allí
y yo nazco otra vez
de ellos.
Pero por no poder
vender mis papeles
-que tal vez no sirven para nada-,
tendré que decirle a mi padre
que le deberé
eternamente
el dolor de haber sido
el mejor padre
que pudo haber tenido
un poeta
o un miserable.
¿Y qué es el amor
entre tanta desdicha?
Es una flor
que brota
del fango;
una luz
contenida
en tristeza.
Es un fuego que
se crea
con dos cuerpos,
con dos maderos
de miseria
y simpleza.
Son dos ramas pequeñas
abandonadas
en el suelo
que pueden generar
fuego
así no tengan ropas
ni dinero.
Una mujer
y un hombre
van a un parque
a frotarse
entre sí para producir
luz,
para hacer menos
triste un parque;
para oponer
una flor amarilla
al cieno que hay en el cielo.
Un parque no es una plaza
mugrienta,
llena de orine,
de miseria,
de desempleados,
de indigentes,
de ladrones
ni de tristeza.
Es un espacio
donde los hombres
generan luz
frotando dos cuerpos.
Han elegido un lugar
de libertad como eligen
los pájaros el cielo,
para pintar el día
o la desdicha
de un hombre que dibuja
a dos maderos
cuando se juntan
y producen fuego.
Y el hombre levanta
esa antorcha
como símbolo
de vindicación
frente a tanta
tristeza.
Y la pobreza
y los papeles
que no pueden imitar
a un pájaro.
Un hombre y una mujer
pueden producir felicidad
de la nada
y devolverle al mundo
su color;
vestir la pobreza
de la vida
frotando dos cuerpos
en un parque de porquería.
JUEVES 18 DE OCTUBRE DE 2008
Para Ana Correa
La señora Chabela
ha escapado
de la vida
para ir a jugar
a la eternidad.
Siempre fue una niña.
Es decir, nunca creció.
Y a pesar de que tuvo
tres hijos,
nunca fue mujer.
Y como nunca aprendió
a jugar con los grandes,
se aburrió
y se fue de la vida
por un túnel oscuro
que no se sabe
a dónde va.
Han querido ir
detrás de ella.
Al lugar donde
sólo van los ángeles.
Será feliz jugando
en la eternidad,
donde sólo hay espacio
para los niños
(así hayan tenido hijos).
Ella ha dejado
de sufrir como mujer.
Ha dejado
su cuerpo roto
sobre su lecho roto.
Todos lloran su cuerpo
y nadie a su niña.
Hay que alegrarse
por la niña Chabela,
que ha logrado
escaparse de la vida
para jugar
eternamente
con celestes.
EL PÁJARO
Hay un pájaro negro
que se hunde
en el mar.
Había pasado antes
sobre mi cabeza
como una flecha oscura.
Había sido blanco,
claro,
inmenso.
Me subía en él a veces
en momentos
vacíos de tiempo
y llenos de alas.
En el horizonte he visto
perderse a ese pájaro.
Ahora es un vuelo lejano,
un sueño con alas
que se desprende de mí
como si nunca
me hubiera pertenecido.
No sé si tiene un destino
o de dónde vendrá.
Creo que pasó por mis manos
sin ser visto.
O será acaso que
lo monté sin ojos,
sólo por placer
de sentir el mismo
viento que el de los pájaros:
lleno de altura,
de libertad...
¡Qué sé yo!...
Un pájaro oscuro
ha ido a caer ahora
detrás del mundo,
como si la Tierra
fuera cuadrada;
como si fuera a dar
a otro infinito
que no es la vida,
donde no estoy yo,
donde seguramente
van a parar
aquellas cosas que no se acaban
pero tienen un final.
No sé si despedir
o ignorar a ese pájaro.
Sólo sé que con él
se van mi tristeza,
un intervalo
de mis horas.
Como si de mí mismo
salieran a veces
pájaros negros
a morir al mar.
Como si uno viviera
montado sobre pájaros
que luego van
a parar al tacho,
como papeles o recuerdos;
esta vez usados,
manchados,
ya sin ninguna
utilidad.
Como si uno
se deshiciera
de partes suyas
pero muertas,
como las sierpes.
Como si para vivir
uno se deshiciera
de la propia vida.
No sé si para
dejar de vivir
o para decir
que ha vivido.
No sé si para
estar vacíos
o para montar
una vez más,
pájaros,
sin ojos.
* Selección de poemas: Miguel Urbizagástegui
Óscar Perlado (Callao, 1981). Estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad Nacional Federico Villarreal, donde además formó parte del grupo poético Jade. Ha publicado los libros de poemas Cárcel de palabras (Vivirsinenterarse, 2013) y Grafofilia (Don Juan de Amiel, 2018). Los poemas que hemos presentado pertenecen a su obra Mundo de papel (Editorial Apogeo, 2022).
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