Quiero empezar haciendo una confesión. Era el año 2002 y yo empezaba a escribir una tesis de licenciatura sobre Enrique Verástegui en la universidad de San Marcos, entonces, yo iba caminando por el patio de letras con el borrador de mi primer capítulo bajo el brazo y me encontré con un amigo a quien le mostré esas primeras intuiciones y él al revisar mi trabajo me lo devolvió y me dijo un tanto sonriente: Paul, ahora ya eres todo un setentólogo, aunque esa especialidad no existe, hoy tengo que reafirmarme como un setentólogo, es decir, un consumidor y un analista o más a las claras un fan de toda la poesía peruana de los 70s.
En 1973 en la famosa antología Estos 13 un joven Abelardo Sánchez León afirmaba que “Personalmente me es muy difícil escribir poesía dejando de lado lo que me ocurre […] En todo caso el vivir intensamente es relativo […] Lo que sí hay es un nerviosismo insoportable. Algo debe funcionar mal en mi organismo, y quizá eso influya en mi poesía” (150). Quiero quedarme con esta idea la vida nutre al poeta, pero esta no necesariamente es una experiencia celebratoria.
Si la memoria no me engaña El tumulto del sueño es el décimo primer poemario de Abelardo Sánchez León, debo resaltar que entre mis poemarios favoritos suyos se encuentra El mundo en una gota de rocío, Antiguos papeles, sobre todo por su poema “La casa de los Atridas”, que inicia con los versos “La casa de los Atridas/ la de Yves Tanguy traducida por Belli,/ la casa de Chacaltana y la de Dos de Mayo,/ apilan sus muertos sin temer al orín de los gatos” (15). O ese otro poemario de título tremendo Oh túnel de la Herradura o sus primeros textos, donde destaca ese famoso poema titulado “En el Chino-Chino”, publicado en su primer libro Poemas y ventanas cerradas. Pero vayamos a este El tumulto del sueño, que en principio cuando preparaba estos apuntes lo había rebautizado como “El tumulto del mar” y no creo que sea un descuido de mi parte, sino que el mar es fundamental en este poemario. Así que primero diré algunas ideas sobre algunos poemas y cerraré con un comentario global del conjunto.
El poemario inicia con “Un mar sucio y distante”, donde se incide en la función del mirar frente a la precariedad de la memoria y el pasado que es apenas “un cabo amarrado entre los peces” (11). Este proceso viene permeado con que “No me turban pensamientos errantes/ ni aquellos capaces de estropear la memoria” (11). En el siguiente texto titulado “La plaza” se trata de “Me atraía el hecho de recuperar un momento” (12), no se trata, entonces, de recuperar una memoria, sino tan solo un recuerdo, un instante. Nos vamos dando cuenta que el mar y la ciudad son dos elementos cercanos, puesto que en el poema “Alcantarillas” se dice: “Un mar surge de las alcantarillas y se desliza/ entre aquellas calles ligeramente inclinadas” (13) o en “El mar continúa allí” se esgrime que es “Un mar que cuando ingresa a mi habitación/ irrumpe sin destrozar como lo hacen los tifones,/ los huracanes y las tormentas de los mares del norte./ Se trata de un océano, precisémoslo,/ y tiene la extensión de un cetáceo insomne” (33).
Uno de los momentos más espectrales del libro se produce en el poema “Mujeres de abrigo / hombres con bota”, digo espectral entendiendo por esto algo ominoso que reemerge desde el pasado para dar cuenta de su propia contemporaneidad. Me explico mejor lo espectral se define en torno a la re-emergencia “de víctimas, oprimidos, olvidados del pasado para dar cuenta del nefasto, apenas visible y no verbalizado legado cultural que dejan el trauma histórico de conflictos civiles y regímenes autoritarios” (Ribas-Casasayas, 11). Este efecto se da en dos direcciones, en tanto el espectro se relaciona con “lo reprimido psicológicamente [y] con lo reprimido políticamente” (Ribas-Casasayas 12). En el poema de Sánchez León al que aludimos se trata de una “erótica fascista” como él mismo la denomina, pero vayamos por partes dijo Jack el destripador. El lenguaje en este poema es algo que “coge” entre comillas. Por un lado, están los militares con “botas altas, gorros, tirantes” (20) y como su contraparte tenemos “unos cuerpos de mujeres lánguidas,/ blancas, de rostros transparentes” (20). Pero estos fascistas lo que hacen es que andan “alardeando de un poder que las coge” (20). ¿Cuál es ese poder? Sánchez León da la respuesta al articular el poder y el coger con el dinero y el miedo. Parece decirnos que los hombres y mujeres se mantienen “juntos, como si fuesen huesos: dinero y miedo” (20). El aspecto erótico, entonces, se vislumbra en que hay “una mujer desnuda atrapada tan sola dentro de su abrigo”, pero nótese que dice atrapada no dice gozosa o plena de libertad. Sánchez León se torna áspero y afirma “Montan la noche,/ le dan por el culo, le arriman el piano” (21). Cabe de nuevo hacernos la pregunta a quién o a quiénes. Parece que la violencia y el sexo van de la mano: “Reluce la cachiporra y la guardia de asalto./ El vínculo hondo es el sexo:/ una introducción hasta la entraña” (21). Queda claro, entonces, que esta violencia fascista es ejercida contra la mujer, pero ¿estas mujeres son dichosas o problematizan esa dinámica? Siguen unos versos que refuerzan esta idea de una erótica fascista cuando dice “Esa sensación inaudita de poseer las armas/ para refregarse sobre un cuerpo entregado/ produce un orgasmo en el intelecto, un placer religioso/ un espasmo solo comparable al beso de la madre muerta” (21). El poder de lo fálico expresado en las armas y la sumisión del otro cuerpo que como hemos citado está entregado, en tanto, un orgasmo en el intelecto es igual a la expansión o duplicación de lo erótico, el placer religioso místico y carnal a la vez, pero todo esto solo se compara al beso de la madre muerta, que en anteriores poemas del conjunto también había salido como imagen ominosa. El beso de la madre muerta es de carácter espectral, puesto que es algo del pasado que pervive en el presente, pero que además nos provoca una reacción discordante con la “normalidad”. Acaba el poema con una imagen cruda: “Cuando la bota ingrese, lo hará un falo recubierto” (21). Uno lee este poema y no puede dejar de sentir horror, pero también gozo. ¿Cómo se explica algo así? Pues no se explica y creo que un poema tan fuerte como este nos compele como seres humanos, porque si vemos es notoria una reemergencia del fascismo a todo nivel y también agrego una reemergencia de la moral castrante y la censura más violentas. Pero esa violencia nos hace sentir la tragedia, pero también el placer. Yo he estado tentado de pensar estas dinámicas y este poema como algo perverso, pero aún no estoy convencido del todo. Y como este es solo un apunte dejo en el aire esta idea o mejor parafraseo a Paul Celan y digo: ¿Madre podré escribir en la lengua de tus asesinos?
Otro de los temas muy presentes en el libro de Sánchez León es el paso del tiempo que se ejemplifica en la casa, la familia y la figura del poeta, quien es caracterizado socarronamente y también de manera dura como un “viejo de los de ahora, que se resisten/ a ser atados a la silla de palo:/ no saben qué hacer con él,/ lo abandonan en su club,/ que joda a otros, que ladre” (51), en otro texto el poeta es un pequeño chihuahua o una verdadera mula tucumana.
Quiero cerrar mi breve intervención diciendo que el poema “Sombras nada más” es uno de los más duros poemas que he leído últimamente. Y ustedes me preguntarán porqué, explícate hipócrita lector, y esta vez mi respuesta será qué no lo sé, que he leído el poema unas 5 o 6 veces y no lo entiendo del todo, es decir, tengo indicios de algo que ocurre, pero no se lee un poema para entenderlo, se lee un poema para vivirlo o sufrirlo y también para seguir vivo y como a veces yo también puedo ser tan duro y festivo conmigo mismo o como se dice en unos versos del poema: “anhelante como la lengua caliente / de los perros completamente fuera./ He armado un mundo en contra de mí./ Lo he levantado con la paciencia” (64), por eso, solo quiero leerles el final, pero el final y el poema completo se los dejo para ustedes mismos cuando lean el libro.
(*) Palabras de presentación leídas el 17 de noviembre en la librería El Virrey de Miraflores.
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