En estas Jarchas & Escrituras el poeta Omar Castillo suelta su experiencia en poemas que nos incitan a mirar como si fuera la primera vez, a vivenciar la realidad en las palabras como un lugar para esclarecer los instantes donde sucede la vida. Por eso en el verso inicial de la “Poética” con la que se abre el libro, nos dice: “Un poema es un lugar al que se llega”, anunciando al lector la disposición necesaria para entrar en los ámbitos y atmósferas propuestos.
En la primera parte nombrada Jarchas, Omar Castillo abre un género poético en español, crea una presencia cuyas sombras se vienen proyectando desde los inicios del idioma. Y en los poemas que componen la segunda parte nombrada Escrituras, el poeta se adentra más en el aprehender que las palabras nos enseñan como fuente de todo hacer vital.
Las palabras de un poema son alertas para aprehender la vida, esto nos dicen los versos de estas Jarchas & Escrituras. Algo tan simple y complejo. Tan necesario como vivir.
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En el siguiente texto tomado del libro, el poeta Omar Castillo nos habla de la escritura de sus Jarchas:
LAS JARCHAS
I
Cuando en 1948 en la revista Al-Andalus se publicó el artículo de Samuel Miklos Sterm, titulado Vers finaux e espagnol dans les muwassahs hispano-hebraiques, el mundo de la filología fue tocado por uno de los hallazgos más perturbadores para tal disciplina. En el artículo el autor daba cuenta de su lectura e interpretación de 20 jarchas contenidas en moaxajas hebreas, convirtiéndose así en la fuente inicial para los filólogos interesados en el desciframiento propiciado por el hallazgo de estas jarchas. Otro tanto ocurre en 1952 cuando el arabista Emilio García Gómez publica en otro de los números de la revista Al-Andalus, su trabajo Veinticuatro jaryas romances en muwassahas árabes. Estos trabajos son el punto de partida para otras investigaciones sobre las jarchas y el instante cultural que las consignó, en particular para el ámbito cultural en idioma español. Investigaciones no exentas de apasionamientos y polémicas.
Se dice, según la tradición árabe, que los creadores de la forma poética conocida como moaxaja pudieron ser Muqaddan ibn Mu´afa o Muhammad ibn Mahmud, poetas cordobeses de finales del siglo IX o principio del siglo X, en uno de los momentos más refinados de la cultura vivida en el territorio de al-Ándalus. Forma que fue seguida por algunos poetas hebreos naturales de ese lugar, asumiéndola para sus creaciones. En estas moaxajas escritas por poetas árabes y hebreos durante los siglos XI y XII, encontramos breves versos tomados de canciones romances, que usaban para finalizar las moaxajas o para apuntalar sus propias invenciones. Hoy conocemos esos versos como jarchas y a través de ellos podemos leer los balbuceos del actual idioma español, enterarnos de cómo este hijo del latín produjo sus primeros hechos líricos en textos creados en lengua árabe y hebrea, iniciándose así en las maneras y formas con las que pasados los años, su habla y su escritura darían contenido a las nociones que hoy lo caracterizan, pues en estas jarchas aparece la picardía del imaginar amatorio y la sensualidad amparada en el doble sentido entre la culpa y el gozo, entre la piel y su ausencia, entre la caricia y la reconvención, entre el libre albedrío y el dogma regulador que reprime la libidinosidad, los instintos y las pesadumbres tan caros en el ser de quienes nos comportamos y expresamos en este idioma.
He aquí, tomada del Cancionero y romancero español, seleccionado por Dámaso Alonso, una de esas jarchas acompañada de su versión moderna:
Vayse meu corazón de mib.
Ya, Rab, ¿si se me tornarád?
¡Tan mal mi doled li-l-habid!
Enfermo yed, ¿cuándo sanarád?
Mi corazón se me va de mí.
Oh Dios, ¿acaso se me tornará?
¡Tan mal me duele por el amado!
Enfermo está, ¿cuándo sanará?
En una jarcha como está, recogida por el poeta hebreo Yehuda Halevi en el siglo XI en una de sus moaxajas, podemos aproximarnos a la sensibilidad y a las vicisitudes cotidianas de quienes en ese tiempo dieron aliento a lo que hoy usamos y conocemos como idioma español, nutriendo sus inicios líricos con visiones y apetencias puestas en versos que expresan una voz veraz, viva y exterior en sus visiones simbólicas y alegóricas. Visiones cantadas y habladas en las calles, en las plazas y en los caminos, muestra de las apetencias y abruptos que también distinguirán los cantares de gesta y los romances. Épica y lírica casi siempre anónimas en sus inicios y donde fue recogida la historia y la leyenda vivida entre la piel y la pasión de quienes perseguían caracterizar su lugar en el mundo.
En una moaxaja árabe del siglo XI, quedó recogida la siguiente jarcha, transcrita y traducida por Emilio García Gómez en 1952 y en 1965, copio la de 1965:
¡Ben, ya sahhara!
Alba q’está con bel fogore
Kand bene bid’ amore.
¡Ven, oh hechicero!
Un alba que tiene tan hermoso fulgor,
cuando viene pide amor.
Estas jarchas nos asombran con su nítida sencillez y llegan hasta nosotros como un secreto que se abre recordándonos la eficiente belleza del canto llano. Nos llegan como un súbito rasguño que reaparece en la piel del idioma mostrándonos las raíces de nuestras palabras, revelándonos las fuentes donde se surten las analogías de nuestro tiempo y los ritmos que cunden en las metáforas encabalgándose en los versos con los que hoy perseguimos aprehender la libidinosidad del mundo y del universo en su pavorosa y fascinante estampida.
En las jarchas que nos han llegado a través de las moaxajas, la voz de cada una de ellas nos desvela los instintos, sensaciones y sentimientos de quienes ansiaban reunirse y soltarse en un acezante rumor que inundara de afectos el cuerpo mientras sucedía el vértigo de una entrañable delicadeza ensanchándose con la caricia, con la dádiva que se da y se recibe, pasión trenzándose en el delirio y la ternura tras el clímax donde la vida se transmuta en “Llama de amor viva”, tal como siglos después de recogidas estas jarchas en las moaxajas de poetas árabes y hebreos, lo expresara San Juan de la Cruz.
Algunos estudiosos sostienen que las jarchas son la primera muestra lírica en lengua romance en el Occidente conocido después de la eclosión del Imperio Romano. Lo innegable es que en ellas asistimos al llamado de la amada, a las palabras de quien narra los gozos obtenidos, también la ausencia que cuaja cuando los goces de la piel no son atendidos. Sí, estos breves versos logran aprehender los instantes que proveen la pasión amatoria y el gozo en cuya magnitud se cifra la vida, como cuando en un súbito instante cotidiano alcanzamos la luminosa y oscura razón donde la vida no cesa en sus pétalos y semillas, en su piel y su gozo. Sensibilidad y fascinación ante la acción creadora del ser para la vida, del ser para la muerte.
Cabe decir que las investigaciones filológicas sobre las jarchas siguen abiertas y lo hasta ahora esclarecido no ha dejado de despertar encuentros y enconos entre los investigadores. Ya en lo poético las sombras e imágenes proyectadas por estas en nuestro tiempo son suficientes como para permitirme proponer una forma poética a partir de ellas.
En sí mismas las jarchas no tienen una forma poética propia como el soneto, la décima u otras de las formas propias de la poesía escrita en Occidente, tampoco muestran una voz poética que busque esclarecer una noción sobre la vida, el mundo o el universo. La existencia de las jarchas es posible por los poetas árabes y hebreos que en el al-Ándalus, entre los siglos XI y XII, las recogieron en sus moaxajas. Se puede decir que son breves canciones mozárabes de dos, tres y cuatro versos, entonadas casi siempre por mujeres, y tal como fueron recogidas en las moaxajas, aparecen anónimas.
Las jarchas que se conservan en las moaxajas tienen la importancia y el significado de ser de los primeros textos líricos escritos en dialecto romance, en este caso en el balbuciente dialecto donde nace el idioma español, lo cual nos permite acceder a testimonios sobre la sensibilidad amatoria de sus hablantes, de las maneras como asumían y realizaban sus asuntos amorosos, del suceder de la libido sensual de la comunidad mozárabe en la Hispania controlada por los árabes en ese cruce cultural e idiomático entre el latín en eclosión hacia diversos dialectos que terminarían creando las que hoy conocemos como lenguas romances y las lenguas de árabes y hebreos en unas rutinas de convivencia y confrontación, haciendo compleja y no por ello magnífica, la fusión dada en tal crisol.
II
La escritura de mis jarchas en su forma y en su expresión poética son de mi invención y para su realización he asumido el empleo de dos, tres y cuatro versos dispuestos como estrofas, las que uso según la necesidad que me impulsa para establecer su contenido, entonces la jarcha puede iniciar en una estrofa de cuatro versos y terminar en otra de dos, también iniciar en una de dos y terminar en otra de cuatro, en otros casos también pueden estar compuestas por dos estrofas de tres versos o por tres estrofas de dos versos. En sus distintas composiciones estróficas cada jarcha está compuesta por seis versos. El flujo rítmico lo determina el encabalgamiento de los versos dentro de la estrofa y en las conexiones entre ellas. Su movimiento es libre dentro del límite espacial de los versos elegidos para cada una de las estrofas que componen la jarcha. En ellas el empleo del punto seguido y el punto aparte como única puntuación se da como elemento cortante, recogiendo así matices del habla usual de nuestros días. Las medidas silábicas y las rimas que se presentan en mis jarchas suceden por las constantes propias de una amplia tradición poética como la que sostiene la poesía escrita en idioma español. El contenido de cada jarcha puede leerse de manera independiente, como también siguiendo el consecutivo de los números que las reúnen bajo el nombre de un personaje o de un tema.
El contacto de mis jarchas con lo que los filólogos estudian y esclarecen como jarcha, es posible por la imantación producida por estas pequeñas alhajas donde se exponen los primeros balbuceos del español, idioma tan entrañable en mi manera de ver y de aprehender la vida en la magnitud de sus expresiones. Entonces, la escritura de mis jarchas es una celebración de mi idioma, de su vital capacidad para nombrar. Cualquier otro aspecto técnico que en ellas sea posible encontrar, lo dejo para el estudio de quienes se interesan en diseccionar las formas y maneras que componen una propuesta poética.
AQUÍ DOS DE LAS JARCHAS DEL LIBRO:
Jarchas
De Luz Marley
I
Una pequeña rasgadura en la piel del universo
Es la escritura de un poema.
Casi. Imperceptible. Mínima ante lo enfurecido
Del alfabeto en el que se escribe el universo.
Unas pequeñas rasgaduras son los ojos
Que leen un poema.
II
Entonces el viento sopla las ramas. Las hojas.
En una tarde que podría ser la primera.
La última. Mientras las formas de las cosas
Son iluminadas por la luz.
La misma luz que unos ojos contienen
Por un instante en el poema.
III
Con las manos que cultivo pencas de sábila
Empuño un silencio. También me entrego
A la caricia cuando la mariposa abre las alas
Al principio del vuelo en la piel del viento.
Mariposa rayando la luz.
Imponiendo sus ritmos al poema.
IV
El sol inunda la mañana exponiendo el mundo
Igual a un abanico desplegándose en la mano
Del día. Conteniendo su noche.
La misma donde los sueños recogen su sustancia.
Sustancia ahíta de augurios
Vueltos sílabas para las raíces del poema.
V
Piedra puesta a la luz para el esplendor.
Para el sacrificio de una estirpe no saciada.
Dada a la sangre una y otra vez. Sangre
Donde se narran aullidos en el tiempo.
Piedra pulida por infinidad de manos.
Las mismas que labran la escritura del poema.
VI
Gotas de agua golpeando. Penetrando la realidad
Del mundo. Buscando con sus insistentes golpes
Las raíces del asombro y lo cotidiano.
Huella donde una y otra vez se imprime la vida.
Sílaba tras sílaba sobre la página
Las palabras insisten en decir el poema.
VII
La realidad palpita en sus incógnitos
Y en sus revelaciones. No es cifra única.
Tampoco un amasijo de convenciones.
Y aun en su otredad es silencio y es bullicio.
Cotos de lo coloquial para la caza de la realidad
Son las palabras en la escritura del poema.
VIII
Hilo gastándose en nombrar la trama.
Zurciendo cada frágil instante a la palabra.
Puntada tras puntada tejiendo el abracadabra
De ingreso a la magia de la luz y la oscuridad.
Así el poema disperso en el universo permite
Por un instante hacerse dibujo para el habla.
IX
Los poetas buscan ser escuchados.
De una u otra manera
Quieren hacer conocer sus sentimientos.
La estirpe de sus emociones.
Creen que con sus palabras amparan
El mundo. Desentrañan el universo.
X
Yo busco alcanzar el silencio.
Origen de toda palabra.
Vacío donde se ampara
La extinción y el principio.
Del fuego.
Del habla.
XI
Un sol que se consume
En el agua que corre
Esclarece el tiempo
De la presencia del habla.
También lo hace el viento
Que penetra hasta los huesos.
XII
Una piedra hecha fuego
Impactó mi boca
Incrustándose en mi lengua.
Haciendo brasas mis palabras.
Consiguiendo que mis imágenes
Ardan y revienten en llamas.
XIII
La quimera.
Imaginario fabuloso.
Fuego donde se incinera el Fénix
Haciendo cenizas el verbo.
Renace el Fénix en la palabra
Que se esparce en el habla.
XIV
Porvenir. Rasgadura en la piel.
Quimera. Verbo. Palabra
Aprehendiendo el mundo.
La utopía haciéndose imagen.
Alfabeto con el que se habla
La realidad realizable.
XV
No somos sabios.
Somos vértigo ignorante de sus instintos.
Especie expuesta al fuego del asombro.
A la ceniza de su habla.
Inevitable. Tocar el tiempo
Y volver a tus manos.
Jarchas
De Rosa Emilia
I
En estas jarchas la piel del agua te trae.
El sudor del aire te recuerda.
El fugaz paso de una estrella evoca
El gozo de una noche
Irrepetible en tu voz cuando lo susurra
Mientras cunde el instante.
II
Porque las tuyas eran frases como rocas
Donde las aguas del río se extravían.
Para en cualquier momento
Salir impregnadas
De hilos de luz que golpean
Contra la fuerza de su corriente.
III
Entonces ocultaba el agua en mis manos
Y bebía como quien despierta en un sueño.
Tal como cuando un carbón contiene voces
Y la piel quemante de la vida.
La nítida luz consumiendo las aguas
De un día que se resiste.
IV
¿Se dice en estas jarchas del extravío?
Demasiado lejos para desanudar ese saber.
Solo la reseca tierra y un alero
Contienen la memoria y unas hojas
Verdes donde prende el silencio.
El sudor del aire. La piel del agua.
V
Así los laberintos de la infancia
Por piedras perforadas o vueltas de revés.
Hasta el hallazgo de los misterios
Con sus juegos de sílabas
Donde raer el habla
Y las palabras para las jarchas.
VI
Así los laberintos.
Así los juegos.
El fugaz instante de una estrella
Cuando parpadea en la piel del universo
Hasta alcanzar su gota íntima.
Verdad que sí.
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