Qué es toda esta escritura que leo –o que miro- de un tirón? Quién es esta escritura?
Acaso el diario de un adúltero, aquél que adultera la historia –de sí, de nosotros, de los otros- para entenderla, para reconocerla y reconocerse en las cicatrices de una vieja mentira, para encarnarla, mofarse de ella, maldecirla, descuartizarla (o lo que en lenguaje culto sería de-construirla) amarla y violarla, dudar de ella como su prójima, como su carne, como su cuerpo devorado en el fuego del mestizaje (del eufemístico mestizaje acaso, o somos más bien un desventurado y terco rizoma), un cuerpo que se arma con los fragmentos/despojos de una escritura?
(Es necesario un cuerpo porque hay algo oscuro en mí…el espíritu es oscuro, el fondo del espíritu es sombrío y es esa naturaleza sombría la que explica y exige un cuerpo -Gilles Deleuze.)
Si, las cicatrices, esos pliegues barrocos en donde se agazapa arropado en las palabras Calibán/Carrión para sobrevivir, para defender un cuerpo desconocido que es sí mismo, de la tempestad.
No sé porqué alguien me propone un prólogo para un texto sin origen y que hacia el final se pierde entre sombras y fragmentos desoladores. No hay prólogo posible. No hay comienzo, hay una sola página que no es ninguna y es todas en una escritura que hace del desorden la sospecha de su identidad:
Hablo pero corro a callarme. Amo pero corro a callarme. Sueño pero corro a callarme. Siento pero corro a callarme. Río pero corro a callarme.
Cuánto he recordado las páginas de Juan sin Tierra de Goytisolo o los laberintos lumpescos y mágicos de Severo Sarduy.
Primero fueron Los diarios sumergidos de Calibán (Derechos de autor:035653 –qué ironía los derechos de quién- 2011)acometiendo los siglos XV, XVI y XVII. Ahora es el segundo volumen de esos mismos diarios –los del poeta desbordado por la escritura y por el tiempo, por la historia y las voces apagadas de la historia- de los siglos XVIII, XIX, XX y XXI incluido un texto ¿profético o testamentario? fechado a finales de este siglo.
Y para cada siglo: una estructura textual, unas imágenes, un ritmo doloroso primero; irónico más tarde –para entregarnos la descripción de nuestros países en clave escolar-; finalmente desolador, pero transido de monólogos silenciosos, silenciados, de una habla que ocurre, que existe en la calle, que fluye en una conversación que se pierde en la noche de los minadores que hemos recogido a lo largo de los siglos los restos de Occidente para imaginarnos alguna identidad.
Cada cierto tiempo: un personaje, un tal Milord a quien el poeta/escribiente rinde cuentas y maldice.
Ernesto Carrión vuelve sin temores a la historia con una voz que nace de los intersticios, de las oscuridades antiguas y de las que persisten en una modernidad no sé si trunca o deschavetada, de los pliegues, de las cicatrices para mirarnos. Se revela contra la soledad, contra ese curioso ser solitario que somos en la multitud de desconocidos engendrados en un confuso y mismo origen.
Tal vez para “decirnos” y “preguntarnos” entre nosotros, porque el otro nos silencia:
en ninguna parte
Preguntan por ti (Celán)
Javier Ponce (Quito, 1948). Poeta, novelista, periodista. Estudió sociología y comunicación en la Universidad Central del Ecuador y en Francia. En poesía ha publicado A espaldas de otros lenguajes (1982), Escrito lejos (1984), Los códices de Lorenzo Trinidad (1985), Texto en ruinas (1999), Afuera es la noche (2000). Es autor de las novelas El insomnio de Nazario Mieles (1989), Es tan difícil morir (1994), Resígnate a perder (1998). Publicó los libros de ensayo Y la madrugada los sorprendió en el poder (2000), sentado entre dos sillas (2004) y Allí donde nadie estuvo nunca, en la revista País Secreto, de Corporación Cultural Orogenia (Quito, 2001).
*arriba, la obra Ego II del artista chileno Mauricio Garrido.
Acaso el diario de un adúltero, aquél que adultera la historia –de sí, de nosotros, de los otros- para entenderla, para reconocerla y reconocerse en las cicatrices de una vieja mentira, para encarnarla, mofarse de ella, maldecirla, descuartizarla (o lo que en lenguaje culto sería de-construirla) amarla y violarla, dudar de ella como su prójima, como su carne, como su cuerpo devorado en el fuego del mestizaje (del eufemístico mestizaje acaso, o somos más bien un desventurado y terco rizoma), un cuerpo que se arma con los fragmentos/despojos de una escritura?
(Es necesario un cuerpo porque hay algo oscuro en mí…el espíritu es oscuro, el fondo del espíritu es sombrío y es esa naturaleza sombría la que explica y exige un cuerpo -Gilles Deleuze.)
Si, las cicatrices, esos pliegues barrocos en donde se agazapa arropado en las palabras Calibán/Carrión para sobrevivir, para defender un cuerpo desconocido que es sí mismo, de la tempestad.
No sé porqué alguien me propone un prólogo para un texto sin origen y que hacia el final se pierde entre sombras y fragmentos desoladores. No hay prólogo posible. No hay comienzo, hay una sola página que no es ninguna y es todas en una escritura que hace del desorden la sospecha de su identidad:
Hablo pero corro a callarme. Amo pero corro a callarme. Sueño pero corro a callarme. Siento pero corro a callarme. Río pero corro a callarme.
Cuánto he recordado las páginas de Juan sin Tierra de Goytisolo o los laberintos lumpescos y mágicos de Severo Sarduy.
Primero fueron Los diarios sumergidos de Calibán (Derechos de autor:035653 –qué ironía los derechos de quién- 2011)acometiendo los siglos XV, XVI y XVII. Ahora es el segundo volumen de esos mismos diarios –los del poeta desbordado por la escritura y por el tiempo, por la historia y las voces apagadas de la historia- de los siglos XVIII, XIX, XX y XXI incluido un texto ¿profético o testamentario? fechado a finales de este siglo.
Y para cada siglo: una estructura textual, unas imágenes, un ritmo doloroso primero; irónico más tarde –para entregarnos la descripción de nuestros países en clave escolar-; finalmente desolador, pero transido de monólogos silenciosos, silenciados, de una habla que ocurre, que existe en la calle, que fluye en una conversación que se pierde en la noche de los minadores que hemos recogido a lo largo de los siglos los restos de Occidente para imaginarnos alguna identidad.
Cada cierto tiempo: un personaje, un tal Milord a quien el poeta/escribiente rinde cuentas y maldice.
Ernesto Carrión vuelve sin temores a la historia con una voz que nace de los intersticios, de las oscuridades antiguas y de las que persisten en una modernidad no sé si trunca o deschavetada, de los pliegues, de las cicatrices para mirarnos. Se revela contra la soledad, contra ese curioso ser solitario que somos en la multitud de desconocidos engendrados en un confuso y mismo origen.
Tal vez para “decirnos” y “preguntarnos” entre nosotros, porque el otro nos silencia:
en ninguna parte
Preguntan por ti (Celán)
Javier Ponce (Quito, 1948). Poeta, novelista, periodista. Estudió sociología y comunicación en la Universidad Central del Ecuador y en Francia. En poesía ha publicado A espaldas de otros lenguajes (1982), Escrito lejos (1984), Los códices de Lorenzo Trinidad (1985), Texto en ruinas (1999), Afuera es la noche (2000). Es autor de las novelas El insomnio de Nazario Mieles (1989), Es tan difícil morir (1994), Resígnate a perder (1998). Publicó los libros de ensayo Y la madrugada los sorprendió en el poder (2000), sentado entre dos sillas (2004) y Allí donde nadie estuvo nunca, en la revista País Secreto, de Corporación Cultural Orogenia (Quito, 2001).
*arriba, la obra Ego II del artista chileno Mauricio Garrido.
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