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Esta decisión, asumida en 1957, cuando Allen Ginsberg, Jack Kerouac y otros escritores Beatniks asaltaban la escena poética estadounidense, le hizo emprender A la manera de Lorca, un conjunto de cartas, traducciones e imitaciones, dirigidas al fantasma del poeta andaluz. En este libro, Spicer hace participar a García Lorca como autor de textos apócrifos y destinatario epistolar de reflexiones poéticas y personales, incidiendo en que toda lectura crea una comunidad espiritual, al menos por un verano, al menos de forma efímera. De esta audaz manera, Jack Spicer lograba cuestionar conceptos tradicionales asociados a lo poético, como la autenticidad y la autoría.
A partir de aquel momento su obra, continuada en pequeños conjuntos de poemas como A textbook of Poetry, The Holy Grail o Language, se basa en dos principios fundamentales: la escritura surgida como consecuencia de un dictado externo –proceso ajeno por completo a la voluntad del autor- y la creación constante de sistemas, de poemas en serie, con los que supera las limitaciones del lirismo decimonónico. Esta fe en una aproximación casi ocultista al lenguaje lo relaciona con las poéticas de Yeats, Rilke y Stefan George, y en gran medida, su inusual mezcla de intelectualismo e irracionalidad ha hecho de la poesía de Spicer una de las más apreciadas e influyentes de la poesía estadounidense contemporánea.
Pero Jack Spicer, fuera de sus logros, demostró siempre un extraordinario talento para llegar muy temprano o muy tarde a todas las citas donde se encontraba el éxito. Después de haber sido uno de los responsables de la creación de la Six Gallery, un inoportuno viaje le impidió participar allí en la lectura de Aullido (1955) con la que Allen Ginsberg dio el pistoletazo inaugural a la poesía de su generación. Más grave sería aún la deserción que su amigo Robert Duncan hiciera del pequeño grupo que conformaban con Robin Blaser, paródicamente llamado Berkeley Renaissance, en búsqueda de la notoriedad de otros proyectos como el Black Mountain College o los propios Beats.
El golpe decisivo, no obstante, fue mucho más concreto, lento y artero: Spicer rechazó, en plena caza de brujas McCarthysta, un juramento de fidelidad a la constitución de los Estados Unidos, por mantener sus vínculos con la Sociedad Mattachine, organización pionera en discutir el papel de los homosexuales en la sociedad contemporánea. Este gesto le costaría dañar irreparablemente su carrera universitaria, hasta llegar al desempleo, por lo que los últimos años de su vida se convirtieron en una academia improvisada en bares para jóvenes poetas, largas horas en la playa, escuchando béisbol y sugiriendo versiones de un lenguaje marciano para el escritor de ciencia ficción Philip K. Dick, y grandes dosis de alcohol y poesía.
La seriedad del jugador nato llevada a todas las esferas terminaría, inevitablemente, por pasar a Spicer una última factura. La poesía experimental demuestra una profunda vocación autodestructiva: “Mira lo que mi lenguaje me ha hecho”, alcanzó a decir Spicer a Robin Blaser en el hospital de caridad, entre el sopor del coma alcohólico. “Sólo tu amor te permitirá seguir”. Hace cuarenta y dos años, un verano, como García Lorca, Jack Spicer inició su diálogo infinito con los muertos, y sus cenizas están enterradas en una tumba sin nombre.
Fuente: El águila ediciones
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