jueves, 30 de marzo de 2006

EL DISCURSO ESCURRIDIZO

Víctor Manuel Mendiola. La mitad del cuerpo sonríe. Antología de la poesía peruana contemporánea. México: Fondo de Cultura Económica, 2005.
Junto con la argentina y la chilena (y, desde luego, con la producida el último siglo en nuestro país), la poesía peruana es una de las más persistentes y de voz más acabada en el mundo hispánico. A diferencia de las otras tres, y como un rasgo de personalidad generalizable que debe tolerar, por cierto, las consabidas excepciones, la lírica del Perú ha sabido incorporar al texto poético el lenguaje de la prosa y la aspereza de la palabra labrada en la calle, en la rugosidad de las aceras, como no lo han hecho —por lo menos no de manera tan precisa y evidente— los poetas de otras latitudes, quizá porque ningún país hispanohablante es heredero de un poeta de carraspera tan íntima y de tantos matices en la voz como la de César Vallejo. Además, el verso en la poesía peruana manifiesta una muy clara tendencia a desbordar los límites de la línea cortada para derramarse hasta los márgenes de la página como una prosa a sus anchas a la que le estorban las laderas y celadas de la métrica o del ritmo vertical. No es una poesía que cae sino una que retoza, una que se escurre y trasmina las paredes de lo real y de lo imaginario sin obligarlo a ser "cadencia y cascada", para utilizar una frase de Pete Sinfield, el poeta por excelencia del rock setentero.

Con el desparpajo conceptual que caracteriza sus ensayos sobre poesía, pero con una reconocible devoción por divulgar lo que de ella merece ser conocido, Víctor Manuel Mendiola antologa (muy bien) y presenta (a su manera) La mitad del cuerpo sonríe, una atinada reunión de veinticuatro poetas contemporáneos posteriores a los dos César (Vallejo y Moro) y a sus consabidos cónsules (Westphalen y Martín Adán), y prologa el acierto con un breve ensayo incapaz de escapar a la maldición del Inca, vale decir, la de perder ganando, la de arredrar a Pizarro y, sin embargo, no haber podido evitar la Conquista. En el más modesto caso del antologador, el impasse se manifiesta en un libro de cuatrocientas páginas de poesía espléndida al que, casi siempre, le sobran las breves notas sobre cada autor y definitivamente le está de más un prólogo que cuando evade la oscuridad es porque se animó a soltar a las claras alguna afirmación insolvente.

Es decir, Mendiola posee un buen ojo clínico que lo revela como un lector eficiente de la poesía contemporánea (en este caso, él entiende el término como aplicable a lo producido en la lírica del Perú durante la segunda mitad del siglo xx) y, en consecuencia, casi no puede hablarse del mal de la antología (las exclusiones aviesas, la incómoda inclusión de algunos nombres) en su trabajo, salvo en dos casos flagrantes: la ausencia de Enrique Verástegui —a quien moteja de antivallejiano, como si sus declaraciones provocadoras, su saludable marginación del culto al fundador, fueran "otra imagen deleznable" del delito—, y la inserción de Julio Ortega (en efecto, el crítico literario), de quien pondera la "calidad poética" de sus trabajos académicos, devota deferencia tan esquizofrenizante como la de Christopher Domínguez cuando incluye a maestros (Octavio Paz y Adolfo Castañón) y a amigos (Francisco Segovia y Jaime Moreno Villarreal) en su antología de la narrativa mexicana. Salvo estos caprichos del poder (finalmente, incluir y excluir es tarea de dioses y de dictadores que todo antologador se arroga con alguna satisfacción), La mitad del cuerpo sonríe evidencia una cuidadosa elección de autores y poemas que permite reconocer el estado de las cosas en la poesía actual del Perú.

Otros dos aciertos de Mendiola los constituyen el punto de partida de la selección (la encabeza Sologuren, ese sobrio, emblemático poeta de la Generación del ’50, a quien se suman cinco de los grandes autores de la poesía en nuestra lengua: Eielson, Varela, Belli, Cisneros e Hinostroza) y la buena factura de los textos convocados, que en el caso de los poetas conocidos los representan muy bien y en el de los poemas de las nuevas generaciones (en las que destacan las poetas) deja adivinar su voz con el retrato hablado de apenas un puñado de poemas. El equilibrio, que pasa incluso por el casi idéntico número de textos seleccionados por el autor, es otra nota afortunada en el concierto del libro.
Sin embargo, no todo es felicidad en él. A veces, uno echa de menos a los antologadores de las ediciones pirata que, desde las sombras (como deben estar), reducen su trabajo a recopilar el material y dejar hablar al viento, es decir, al aire fresco que se respira entre las hojas de los verdaderos poemas. Cuando Mendiola (¿qué ola habrá hendido la mendacidad de sus juicios?) presenta a un poeta tan singular como Jorge Eduardo Eielson y sólo se atreve a glosarlo para no decir nada —"Eielson crea lo que podríamos llamar una matriz celeste (que él ha nombrado ‘matriz musical’) que no sería sino un espejo de ese ‘paisaje infinito’, de ese ‘trabajo azul de las estrellas’ al cual pertenecemos como especie"—, se hace de la voz del poeta para ¿explicar?, ¿comentar?, desde el hermetismo la poesía, lo que la poesía misma renuncia a recabar. Asimismo, suele caer en exabruptos muy primitivos al intentar definir los procedimientos líricos de un autor como Isaac Goldemberg, sin duda menos enemigo de la claridad que su crítico: "Poesía de inmersión introspectiva que genera nuevos espacios paralelos en los que discurre hasta alcanzar la inespacialidad que atemporaliza el ser del poeta."
¡Vaya, pues, con las inespacialidades (ineptitudes) de la crítica poética! A muchos estudiosos de la lírica parece olvidárseles que, frente a ella, es inevitable que el lenguaje charolee (cuando es incapaz de hacer otra cosa), que el poema espejee, en su preciosa intraducibilidad, la deleznable inocencia, el escurridizo discurso que intenta atraparla. Se necesita ser otro poeta (un Eliot, un Paz, un Valéry) para ejercer con alguna soltura y hasta con felicidad el oficio de hablar de un poema desde la poesía. Cuando el segundo de ellos, por ejemplo, se refiere a la de Villaurrutia como a una obra que no está "en el antes ni en el después, sino en el entre" (inexplicable anatema que irritaba con razón a Marco Antonio Campos), no está tratando de esclarecer el sentido oculto de un trabajo poético sino de apropiárselo, de decírselo a sí mismo mediante otro poema, maliciosamente ensayístico, que sólo aparenta explicarlo.
Ahora bien, Mendiola no es un poeta de esa talla, pero sí es un cuidadoso lector que sabe decirnos dónde está la poesía del Perú —aunque pase dificultades a la hora de entender la íntima opacidad del lenguaje poético. De ahí sus enjundiosas elucubraciones: "Para los poetas mexicanos, Vallejo, Neruda y Huidobro —no así Paz y Borges— son referencias de la poesía mexicana que ven con una arrogancia acotada y glotona." ¿Estará hablando de sí mismo o de algún amigo suyo? Es difícil saberlo, pues tonteoría (el neologismo es de Julián Ríos) tan recatada y voraz, valga el oxímoron, no encuentra explicación en un libro al que le sobra en poesía lo que le falta en reflexiones de mérito.
Enrique Héctor González
La Jornada Semanal, núm. 575.
Domingo 12 de marzo de 2006.

miércoles, 29 de marzo de 2006

CIUDAD DE LOS REYES

I

Lima es una prisión: todas las ciudades lo son. Buscamos en sus paredes el fuego, las piedras que le devuelvan sus dioses, el firmamento azul, la gloria de sus hombres, pero solo hallamos rejas, serpientes rígidas que traen el rastro y la frigidez de la muerte. Esta ciudad es así; la ciudad que nunca llueve. Esta ciudad es como todas las ciudades: doble agonía; gloria y condena de hombres.
Fuimos hasta el mar. Corrimos hacia las hogueras, a las últimas naves, hacia ese animal hostil que llamaron Pacífico, otros de Las indias. Seguimos siendo los mismos: rocas que caen entrelazadas y que se van formando, deformando, convertidos en hombres, en ojos, en manos, en rostros, en almas.
Ahora, tenemos la materia suficiente para esperar, las armas para conquistar el silencio, para burlarnos de las sombras, de algunas palabras también; pero continuamos esperando que las hojas cubran nuestras viejas extremidades y los edificios observen cómo todos pedimos morir adormecidos en el ensueño, gritar con labios húmedos y los ojos clavados a la tierra. No será fácil. Lima es una pesadilla, porque la pesadilla somos nosotros mismos.
¿Cuando viajarás, tú que pasas de un lugar a otro, a Lima? Cuándo pisarás esta tierra de gritos, calles y jardines de niebla. Esperaremos con paciencia, gesticulando, como los viejos solemos esperar a la muerte... Si podemos recordar quienes fuimos aquí, bajaremos palmas, levantaremos habitaciones, prostíbulos, palacios, atrios para el sacrificio y el lugar para los nobles... ¿Pero quien puede ser noble en un lugar cómo este? El lugar tampoco está aquí “tendrá que perecer o igualarse en adelante a la mitad del mundo.” Pero los hay y quien los busque los hallará para sí como si fuesen simios de gitanos y errantes. Cuándo estarás aquí, piel de arena, ojos sin cielo, cielo sin ojos, resto de cielo que no se nombra porque le teme a la noche. Un día más en la vida, un kilómetro, un año más en la eternidad no es nada, pero llegarás como si fuese posible repetir las cosas: sólo ilusión. El eterno retorno: el absurdo, la abstracción de nuestra débil mente, de la fugacidad inmanente que soportamos más que cualquier otro ser. Lo sabes mejor que nadie; cada segundo es único, eterno… Pero cuánto tiempo pasó desde entonces, ¿cuándo fue la última vez que el día dejó de ser experimento para ciegos? ¿Sabes? El tiempo se precipita tras nuestras sombras y nos arrebata los ojos y terminamos rendidos en el mismo lugar que empezamos, pero lo mejor es olvidarlo. Cuando estemos aquí hablaremos; oiré la voz que debemos oír con suavidad y exactitud como cuando uno ya no puede moverse y observa, oye, calcula todo lo que pasa alrededor con la lucidez de filósofos y eruditos al que tanto aspiramos, pero ese deseo se difuminará en el fuego, nunca más buscaremos el cuarzo ni las estaciones amarillas. Tampoco podré oírte; porque todo continuará por la ruta de los dioses, saldré despavorido, con los ojos ensangrentados en las manos para que finalmente sea testigo de tu caída o todas las palabras se reúnan para enfrentarme a la brutalidad de tu demencia, la condena de tu silencio y la ausencia sin nombre, palabra sobre palabra, voz sobre voz, respiro sobre respiro: “arma dormida”.

II

Escribimos sin detenernos porque debe ser así. Escribo porque el fuego viaja a través del cuerpo, porque intuimos que somos algo más que silencios, palabras, caricias, sed: murallas que el tiempo va tallando. Debemos hacerlo porque entre una sombra y otra dejamos castillos de arena, inventos, nuevos acontecimientos, nuevas batallas, nuevos hombres. Así conoceremos la dicha, su sabor, los enigmas; si es que hay dichas. Es decir, si es posible, si podemos aspirar a eso...
Así será, nube silenciosa. Estridencia en el horizonte. Pecado original, rostro que transita en la oscuridad de jardines y palacios abandonados; pero partiremos: destrucción y pronto olvidaremos esta ciudad como se olvida todo en esta vida. ¿Sabes? También aspiramos a saber qué sucedió, observar el arco iris, la esfinge, el minotauro, el parloteo que nos hace despreciables, bellos, inaprensibles: únicos. Cómo explicar que no buscamos otros hombres, otros espíritus regocijándose entre los árboles, entre los cadáveres, entre la ceniza y la peste sino sólo lo que siempre estuvo allí y estará sucediéndose sin sentido.
Lo sabemos, no hay mucho que pensar; quizá la única manera de continuar –reyes de la reflexión que se imaginan reposando en el ruido que explota en los tímpanos cuando hacemos eso que llamamos amor, eso que no tiene sexo, ni rostro; eso que no tiene nombre porque los remolinos lo confunden todo, eso que hombres y mujeres reservamos hasta el día de la muerte – es la sucesión de manos, dedos, ojos, calor, dientes entrechocándose que mecen las hojas; movimientos, piel que inventamos en la carne y el deseo, en otro cuerpo; mientras las olas forman castillos, discos tumultuosos de fuego y arena, la boca entreabierta busca otra boca, otro fuego y la piedra deshace a la piedra girando en el ombligo de la carne, en el infinito y la locura y la noche enfrentada a sus hijos bastardos, que aguardan ser reconocidos como descendientes de sueños y minotauros, espera nuestra llegada. Supongo que es posible escribir, reconocernos entre la multitud de nausea y vómito; es estúpido, lo sé; pero hasta los estúpidos nos las arreglamos para vivir y correr tras ustedes que nos hacen creer que el mundo tiene pies y cabeza.

III
Imagino el amanecer, pienso en los astros que flotan en un firmamento de papel, en sus ojos indiferentes que esperan tocar las puertas del hastío. Todo gira lentamente. Pienso en todas y cada una de las palabras que se acumularon, en quién las dijo, de dónde vienen y hacia dónde van. Comprendo que eso sale de ti, de venas y células; de eso que hace de ti una unidad desde el excremento hasta el alma y pienso en el viejo DH Lawrence explicando que si pongo a la mente y la razón sobre todo lo demás, todo lo que puede hacer, este, es criticar y ahogar; que las cosas verdaderas provienen del cuerpo total de la conciencia; proviene del estomago y del sexo tanto como del cerebro y de la mente y corroboro el origen de cada sílaba que inventabas con melancolía.
Reniego de todos los silencios porque parecen castillos inverosímiles que se van cayendo, inmensos ríos de plata y anís, melodías, pero las palabras no son más y voy deshaciéndolas en el viento, mi cuerpo en el aire... Y así continúo; muevo un pie, luego el otro: debo estar caminando hacia alguna plaza vacía, inmensa -de los que ya no quedan en esta ciudad gris-; intersección insoportable, la esquina retorcida. La perversión de algo que desaparece cuando pronuncio su nombre: silencio. Hago una serie de movimientos para destruirla, crear una nueva dimensión, donde pueda percibir con nitidez y precisión lo que repetías, la mirada, la sonrisa petrificada, tus aves sin nido... Donde no haya agujeros sobre el lenguaje, trampas de los hombres, trampas para el alma; eso que los místicos llamaron alma, espíritu, pero que sabemos es sólo la parte inmaterial del rostro oculto de nosotros mismos... En fin no deseo describir eso: no me interesa y por lo demás no sé nada al respecto; simplemente me hecho a correr; a mis espaldas un tumulto de miedo, desesperación, dientes apretujados y escalofríos se cae y se levanta; eso que nos obliga a decir lo que no somos, lo que no sabemos, lo que no pensamos, lo que no sentimos...
Y te encuentro en el mismo lugar; dibujando en el fuego la civilización que acompañó la travesía por huracanes y laberintos; esos que no nos dejaban en paz cuando ingresaba a ti como en una vieja casa abandonada o como en un trozo de vidrio, herido y prisionero. En la misma playa desierta acariciando olas, tormentas de arena: la sed de los condenados a la hoguera. Todo está allí. Trozos de melodías, imágenes pequeñas de risas, fragmentos minúsculos de miradas, dedos en la frente, trocitos de piel flotando en el viento dejándose atrapar por las ramas de los árboles, hojas reconstruyéndote, ojos reconstruyendo la mirada y mi silueta decrepita reconstruyendo todo. Te cubro de azul. Me sirvo de fantasmas, de la memoria, del último fin de semana, del último mes, del último año que danzabas y girabas sobre líneas diminutas, sobre círculos apoyados en los ojos de la tarde; me sirvo de huellas, astillas, de las sombras que no me dejaron estar aquí porque el mar borró, finalmente, los extraños dibujos, tu civilización de guerreros y navegantes y todo lo que ostentaban tus ojos y me pertenecía. Me enfrento a las últimas sílabas que todavía se mantienen y caigo sobre una espalda suave y te descubro allí chisporroteando en un agujero negro, tumultuoso, “ángel agitado”, entregando lo mismo a cuanto hombre se cruce en tu camino, gritando en el infinito “soy dios y peco”.
IV
Son las diez de la mañana. Pretendo hacer del día una página extensa. Sé que lo lograré y me esfuerzo. Entregarse es sencillo, huir lo más complicado. Pasa el tiempo y todavía no me reconozco, hago el amor con deseo y pasión. Soy otro, el otro. El que nunca muestra el rostro. Todo termina, resbalamos en laberintos, en teclados inmensos que no tienen cuando acabar, pero tengo tiempo y herramientas suficientes para llevar las cosas hasta el final. Pido la comida y un poco de licor. Debemos amarnos como si el mundo se terminase a media noche. Soy un esclavo como los demás esclavos y disfruto cada roce, cada labio, cada dedo, cada respiro, cada vida... Cierro y abro los ojos y es ya media noche. Me levanto, corro las cortinas, tomo el vino en una mano y el whisky en otra; los dejo caer sobre las sábanas, sobre la piel que lleva las huellas de mi carne. Vuelvo a cerrar los ojos e imagino como sus gritos desesperados apuñalarán mi espalda. Me retiro, abro los ojos y los gritos no tardan en llegar. Estoy en un quinto piso y observo pasar a los vehículos a velocidades inimaginables. La lluvia cae tenuemente sobre el pavimento. Así es esta ciudad: tramposa y escandalosa. Llueve, deja de hacerlo, nos lanza un manto de frío o calor impredecible como la muerte. Pero mañana buscaré otra forma de confundirme, pensaré en el privilegio, en el anillo que me hace ser “héroe de clase obrera”, sonrío; porque debo volver al lecho, tranquilizarla, hacerle el amor una y otra vez y cubrir mis sentidos con su cuerpo.
Darío Durán. Tiene inéditos un libro de poesía y un conjunto de cuentos. Fue ganador de los juegos florales de la Universidad Villarreal (2004) y Ricardo Palma (2005). Actualmente, realiza estudios sobre algunas enfermedades mentales.

martes, 28 de marzo de 2006

UN PERUANO UNIVERSAL

Jorge Eduardo Eielson. Del absoluto amor y otros poemas sin título. Valencia: Pre-Textos, 2005. 83 páginas.


La muerte ha llegado para Jorge Eduardo Eielson (Lima, Perú, 1924) en Milán, en la Europa donde venía residiendo desde 1948. Peruano universal, polifacético, pintor, experimentador con música electrónica, creador de happenings y de instalaciones, además de novelista y, sobre todo, poeta, no olvidó nunca sus raíces, como lo revela su afecto por las formas antiguas de la cultura peruana, que fundió con las más radicales expresiones neovanguardistas: en su obra plástica el fruto más conocido de estas fusiones han sido sus grandes telas anudadas, los quipus, sistema de anotación incaico con cuerdas, nudos y colores. Sus nudos y anudamientos evocan el desierto de la costa peruana, la tinta ardiente de un espacio salvado.
Eielson pertenece a la llamada «generación del 50» con Blanca Varela, Javier Sologuren, Carlos Germán Belli y Sebastián Salazar Bondy, entre otros. Mientras la poesía española, con las excepciones marginales de Ory, Labordeta y Cirlot, transitaba las formas del realismo testimonial (Hierro) o existencial (Dámaso Alonso, Blas de Otero), la poesía latinoamericana se adentraba en los territorios de la vanguardia y la experimentación.
«Un rayo de ceniza». Las primeras muestras del arte de Eielson, de su poesía «escrita» se cifran en Canción y muerte de Rolando (1943) y Reinos (1944), de turbadora belleza. Decía así en «Oda al invierno»: «El invierno enjoya al hombre tristemente, / el invierno lava tumbas de monarcas / y mendigos y corona al áureo y viejo otoño / con un rayo de ceniza en la cabeza». Por estos años compuso Eielson el estremecedor poema «Primera muerte de María», aterrador monólogo en versículos, místico y blasfemo a la vez, en el que san José relata su posesión de la Virgen y la concepción de Jesús («aparecí yo como un caballo sediento y me apoderé de sus senos. La virgen espantada derramó su leche, y un río de perlas sucedió a su tristeza»). Un poema perdurable, que justifica a un poeta.
Vinieron después Doble diamante y Temas y variaciones, con los que se adentró en plena órbita vanguardista, etapa de la que se ha dicho es una suerte de resumen de la poesía contemporánea, desde Huidobro hasta la poesía concreta. Tocaba Eielson los límites del lenguaje, como acredita el muy invocado «Misterio»: «¿Por qué estoy vivo / y el vaso lleno de agua / y la puerta cerrada / y el cielo igual que ayer / y los pájaros dorados / y mi lengua mojada / y los libros en orden». Siguió una larga carrera en la que destacan títulos como Mutatis mutandis, Noche oscura del cuerpo, Materia verbalis y, en España, Sin título, Vivir es una obra maestra y Del absoluto amor y otros poemas sin título, que ha puesto fin a su carrera de poeta.
«Compañero del alma». Este libro postrero tiene dos secciones bien diferenciadas: la primera aloja el largo poema «Del absoluto amor»; la segunda incluye un conjunto de breves poemas, no más de quince versos cada texto. El primero es una meditación sobre la vida, bastante inane para el poeta («La gente / Está llena de prisa / De cosméticos / De automóviles / De vestidos»), que deja paso, marcado tipográficamente, a la evocación elegíaca, pero non troppo lamentosa, del «compañero del alma», Michele, que «amaba el vino / Las muchachas y la tierra / Mas [cuya] mejor amiga era el agua / Que le daba todo / Y no le pedía nada». Cifra el amigo del absoluto amor, su muerte afectó mucho a Eielson, pero lo que a nosotros nos importa es la admirable fluidez del verso, su llano decir que no se deroga en el prosaísmo, todo ello al servicio de una serena y melancólica contemplación del mundo: «Una cosa es cierta / No sólo la vida / sino también la muerte / Es una fiesta...».
Más de cuarenta son los poemas de la segunda sección. No llevan títulos en puridad porque éstos actúan a modo de comienzo de la composición, de manera que el lema se encadena con el discurso; por ejemplo: «Me enamoro siempre de una persona / Que no se enamora de mí». La serie es desigual; Eielson había tocado el máximo de la desnudez y de aquí al despojamiento mediaba poco. Los poemas buscan el chispazo, el fogonazo poético. Así el dedicado a Bach, de quien «el ritmo / Con sus múltiples martillos / Me quiebra las costillas / Y de vez en cuando / Saco la cabeza enloquecido / Por tanta belleza».
Con la muerte de Jorge Eduardo Eielson desaparece una figura capital de la lírica latinoamericana de la segunda mitad del siglo XX. Pero, como ocurre siempre con los poetas verdaderos, su memoria, su palabra nos deja «harto consuelo».
Miguel García-Posada
ABCD. Las Artes y Las Letras

lunes, 27 de marzo de 2006

MONTSERRAT ÁLVAREZ Y CRISTINO BOGADO

MONTSERRAT ÁLVAREZ (ZARAGOZA, 1969)

INSTANTE

X escancia la cerveza, y mientras escancia
brillan sus ojos con febril mirada
Yo contemplo la elegante, fina mano que la botella levanta
con tanta gracia
Es de noche sobre Asunción, y el invierno se está yendo
Como X, otros muchachos, en iguales o parecidas circunstancias,
escancian la cerveza en la noche estrellada
Y otros tantos lo harán, a lo largo
de los años y los siglos venideros
Pero que quede claro: sólo X,
en este fugaz instante irrepetible,
y de ello dan fe mi tinta y mi palabra,
es capaz de escanciar con tanta gracia
y de mirar con tan febril mirada

de Underground



CRISTINO BOGADO (ASUNCIÓN, 1967)

NEGRO AULLIDO. 022

Nadie sabe que soy poeta. Porque si alguien lo hubiera sabido, si alguien hubiera por acaso traspasado el umbral de la existencia clandestina que la poesía lleva dentro de mí, yo sería otro para esta gente que forma mi entorno. Algunas veces, la soledad es insoportable y entonces comienzo a renegar de mi destino, sucumbo a un acceso de locura y estoy a punto de cambiarlo por un poco de placer frívolo y despreocupado, ese placer vaporoso que atenúa la profundidad de la mirada, que no duda en transigir con la naturaleza, que anhela ir a la deriva de los objetos de la realidad. Pero, siempre, al borde del abismo logro salvar mi secreto. Y sobrevivo. Hasta la próxima lucha. Porque mi poesía no tiene ninguna relación con una estética platónica, donde un aghatón descendería sobre el universo abyecto de los cuerpos para iluminarlos con su luz fundante y seminal... No. La poesía es más bien una agonía (en sentido griego) que fruto de un milagro. Un combate donde se corre siempre el peligro de perder la vida. Una escaramuza absolutamente corporal cuya esencia es salvar el instante. Esa ilusión fatal del tiempo que no tiene compasión con nuestros cuerpos. Sin la poesía se pierde en los dos frentes. Con ella se salva al menos la ilusión. Hasta el próximo instante. La soledad del poeta consiste en no poder gritar su triunfo al salir vivo de la magma ontopoética ni aullar su dolor cuando ha sido herido fatalmente. Lo trágico está en que no quedan huellas. Todo acontece siempre como una sombra que ha opacado momentáneamente nuestra figura. No quedan los poemas. Los poemas se viven. Por eso no tengo pruebas ni para mí de mi poesía. Sólo el instante abierto (el próximo instante) como un campo de batalla.
de El dripping del tiempo (Diario de viaje)

IMAGEN DESVELADA DEL ÍNTIMO DESTELLO

Oswaldo Roses. Amada, dulce amada.
Lima: Lord Byron Ediciones, 2005.

Frente a los albores de la tarde y el viento tenue, ondeando entre la apretada ramazón de los árboles, llega a mis manos desde Torremolinos, España, el libro del poeta Oswaldo Roses: Amada, dulce amada. El destino me ha puesto no sólo en comunión con la poesía, sino también con este poeta, cuya vida intensa y talante profundo son innegables.

Oswaldo ha aprendido el viejo oficio de la libertad a través de su poesía decantada, propia y digna de la mejor tradición española: Juan Ramón, Alberti, Aleixandre, Hierro, Celaya, Guillermo Carnero, etc, sólo para mencionar algunos. En el libro Amada, dulce amada, hay una clara fusión de su materia vital: emoción, intuición y pensamiento.

Curiosamente frente a un mundo tan tensionado, cuando las ciudades frente al caos se cierran al olvido, o lanzan angustia y neurosis, el poeta nos habla del amor; pero no necesariamente del amor encantado por los muslos de la amada, sino de una llama casi espiritual, abierta, inclusive, a la duda tal como nos lo deja ver en su primer poema: “¿Es éste, Dios, mi destino/ que el mundo y su ira encierran?”. El poeta está ―intuyo sigilosamente— ensimismado y ensombrecido, busca “aromas a lo absorto y a la piedra”, tentación que lo lleva a escudriñar la belleza, porque seguramente no está “en cielo tan desnuda”.

“Bajo la saciedad del miedo”, sin embargo, el poeta considera que sus palabras son fuegos levitando en los latidos de su destinataria. O, si se quiere, céspedes donde el sueño tiende sus pupilas con ese gajo de luz iluminando las sienes. El poeta, entonces, es esa extraña inteligencia golpeando las paredes de la sangre con lluvia espesa de ventanas.

Es importante, —al margen de cualquier digresión― resaltar en este libro de Oswaldo Roses lo siguiente: su auténtico oficio de poeta. Trabaja con verdadera maestría el verso formal. Cada poema lo dibuja valiéndose de diversas figuras sin que el poema se pierda en un laberinto. Al fin, esto es y debe ser así para que el poema refleje su luz y eficacia. Forma y fondo: soneto, lira, décima, verso consonante y asonante son el platillo fuerte del poeta.

Creo que el poeta Oswaldo Roses anda bien encaminado. La típica poesía española, en su imaginario, toca los más íntimos paisajes del alma. Pensemos, por ejemplo, en Dn. Antonio Machado, José Bergamín, Pedro Salinas, Jorge Guillén. En ellos siempre hubo un hondo lirismo y una preocupación constante, casi religiosa (de religar, unir) por la forma poética.

Quienes lean este libro: Amada, dulce amada, confirmarán lo aquí expresado. Poesía fresca, sin neblina, ni tosca para simular los desarraigos de la sociedad en que vivimos. La poesía de Oswaldo es para la vida, vital, con olor a ramas de música cuando la lluvia moja el sombrero de las orquídeas y la tierra abre su propio fuego profundo. Poesía sin nitroglicerina acumulada, más bien, poesía orgásmica por el velero de la respiración.

Mientras más leo este libro, la melena del tiempo sacude las entrañas. El ojo avizora “celos sollozantes”; los respiros como brincos enternecen. El misterio ―dice el poeta— aligera a su amada y el mar, ese halo de inmensidad perpetua, siente la caricia, razón fluida, de la delicia. El poeta al igual que una mirada crea la belleza.

Y, para dejar que el lector converse con este mar y cielo de anhelos, deseo finalizar, dejándolos con la última estrofa del conocido poema de Juan Ramón Jiménez, publicado en 1918, en Eternidades: “Y se quitó la túnica,/ y apareció desnuda toda…/ ¡Oh, pasión de mi vida, poesía/ desnuda, mía para siempre!”. El poeta Oswaldo Roses, español de pura sepa, se ha quitado la túnica. La poesía es suya para siempre.

André Cruchaga
Barataria, El Salvador, 15 de marzo 2006.

ÉPICAS DEL TRONO DEL SOL

José Pancorvo. Breve antología poética.
Lima: Ventana de medusa editores, 2006. 25 p.

“Bremond sostiene que en la poesía podemos advertir un esbozo de los estados propiamente místicos. Que, en suma, toda poesía aspira siempre a la plegaria. A semejanza del místico, el poeta experimenta una comunión con una cierta trascendencia. Pero urgido por su deseo de comunicar su experiencia, el poeta rompe el lazo de esa unión divina y se lanza a pronunciarla; mientras que el místico, dominado por fuerzas distintas, permanece en esa unión y tanto más la profundiza cuanto más dilata su permanencia”.

Javier Gálvez; El ser del poema


Breve antología poética de José Pancorvo (Lima, 1952) comprende una selección de textos de los libros: Profeta el cielo (1997), Tratados omnipresentes. Perfect windows (2000) y Pachak Paqari. Épicas del Trono del Sol (2003). Es así, como podemos hacer un recorrido por una poesía mística, que conlleva una actitud ética, cívica, patriótica y heroica. Los textos de su primer libro están más ligados a la desintegración sintáctica (el balbuceo de San Juan de la Cruz), las experimentaciones con otras lenguas como el quechua, el latín, el inglés, el portugués o a la idea de pertenencia / no-pertenencia del Creador y de la Criatura. Estos mismos temas se expandirán en exploraciones visuales en parte de su segundo libro, pero no se hace menos patente los constantes reenvíos entre lo nativista y lo cosmopolita, lo antiguo y lo moderno, lo primitivo y lo tecnológico. En la tercera sección del libro, Pancorvo reelabora su poesía para entregarnos versos más ligados a un imaginario incásico mezclado con referentes de la cultura occidental, en un afán mesiánico e integrador, sus antecesores serían Gamaliel Churata, José María Arguedas y Martín Adán en el estro.

Breve antología poética, a pesar de sus pocas páginas, nos deja la impresión de un proyecto mayor de la poesía peruana, sólo comparable a los grandes proyectos de Eielson, Hinostroza, Verástegui, Morales Saravia, etc. Por eso, Pancorvo va en pos de constituirse como una de las grandes voces de la poesía peruana última:

LLAMAMIENTO DEL INCA AL ORO Y ARMAS DEL MUNDO

A vuestra Sacra Majestad, ¡oh augustísima Emperatriz de Cielos y Tierra!, ofrezco humildemente esta segunda parte de mis Comentarios Reales, ya más reales por dedicarse a la Reina de los Ángeles y hombres que por tratar acá del riquísimo reino del Perú y sus poderosos Reyes.
Inca Garcilaso

Madre de nuestro Ejército: Humilde a tus plantas como acostumbré en mi juventud de soldado: hoy el anciano Mariscal te repite el ruego de toda su vida: que la fe en las mercedes que otorgas cual guía luminosa abra al Perú la ruta de la gloria.
Andrés A. Cáceres, 1921; en Álbum de la Coronación de la Santísima Virgen de la Merced, 1924

antes flor el ser Creado
misma cumbre sin Comienzos
a azul en la Infinidad:
ya era más Reina ante el Prisma

Ccoya en el puro Dios
y Emperatriz en mil Siglos:
ten el oro de las Almas
y en lo hondo ser la Historia

constelaciones Rosarios
puro subir a Tu Imperio:
Decretos y Juventudes
oro al Tu Rostro y Flotar

oro morir para Verte
oro veo Dios en Ti
a mil Imperios de Gloria
sin final en tu Mirar

oro Tres Magos en Uno
oro y Rey te doy mi Espada
oro y Emperador el Cóndor
oro e Inca el Sol

de Pachak Paqari. Épicas del Trono del Sol

domingo, 26 de marzo de 2006

UN DIÁLOGO ENTRE LAS CULTURAS


Hofstra Hispanic Review. Revista de Literaturas y Culturas Hispánicas. Número 1, 2005.


La revista dirigida por el poeta y crítico peruano, Miguel Ángel Zapata, entrega en su primer número, artículos, entrevistas, trabajos creativos y reseñas de libros, tanto en inglés como en español de autores relacionados con la literatura y la cultura hispánica. Hofstra Hispanic Review es una revista, en ese sentido, que tiende puentes lingüísticos y culturales con el medio académico anglosajón y se encuentra respaldada por un amplio y prestigioso comité editorial, entre los que destacan: José Emilio Pacheco, Luis García Montero, Raquel Chang-Rodríguez, Efraín Kristal, José Antonio Mazzotti, Julio Ortega, Isaac Goldemberg, entre otros.

La revista está dividida en cuatro secciones: ensayos, diálogos, voces y reseñas. La prestigiosa investigadora de la Universidad de Yale, Rolena Adorno, publica la conferencia, que diera en la Universidad de San Marcos, a raíz del sexto congreso JALLA, se trata de “Sur y Norte: El diálogo crítico literario latinoamericano en la segunda mitad del siglo veinte”. Por su parte, Roberto González Echevarría, discípulo de Adorno, en el mejor sentido del término, da a conocer el ensayo “Garcilaso y Garcilaso”. Para finalizar con la primera sección, Miguel Gomes nos entrega un estudio sobre la poesía de la venezolana, Blanca Strepponi, donde analiza el recorrido, que parte desde Poemas visibles (1988) hasta Balada de la revelación (2004). En la siguiente sección se recoge dos entrevistas, una a Mario Vargas Llosa por Miguel Ángel Zapata y otra a Juan Gelman por Enzia Verduchi. El dato más relevante de esta sección es la respuesta de Vargas Llosa frente a la pregunta “¿Qué me dices de los poetas peruanos que te interesan y que lees?”, a lo que responde “(…) César Moro, del cual fui un lector precoz cuando nadie lo conocía, lo leí a raíz de un ensayo muy dramático de André Coyné, y desde esa vez comencé a buscar cosas de él, e incluso ayudé a publicar libros inéditos de César Moro” (p. 41). Es un dato extraño el que Vargas Llosa declare que ayudó a publicar libros de Moro, cuando en la reedición (2004) del aludido ensayo muy dramático, se consigna un juicio, de André Coyné, en contra de Vargas Llosa. La tercera sección, la más interesante de la revista, empieza con una pequeña antología de la poesía norteamericana con poemas de Mark Strand, W.S. Mervin, Anne Carson, Charles Simic y Billy Collins, los tres primeros son comentados por el excelente crítico, Harold Bloom, quien anuncia la edición de la antología-estudio De la Escuela de Wallace Stevens: Un perfil de la poesía norteamericana. La sección continúa con poemas de Carlos Germán Belli, Armando Romero con un texto muy interesante titulado “Strip tease”, el boliviano Eduardo Mitre, Luis García Montero publica un texto fronterizo, poemas de Juan Carlos Galeano, Jeannette Clariond y un cuento de Rose Mary Salum. La revista cierra sus páginas con reseñas sobre Juan Gelman, Isaac Goldemberg, Víctor Manuel Mendiola y Javier Heraud.

Hofstra Hispanic Review anuncia para marzo 2006 la edición de su segundo número, suponemos, que ya se encuentra disponible. Para suscripciones dirigirse a: 107 Hofstra University. Departament of Romance Languages and Literatures. Hofstra University. Hempstead, New York 11549.


Paul Guillén

jueves, 23 de marzo de 2006

ENRIQUE VERÁSTEGUI Y JAVIER SOLOGUREN


DIARIO Z + 1: 2/1/2004

0-

Quisiera florecer sin recibir nada
por mis poemas, publicar grandiosas novelas
sin que me paguen derechos de autor,
escribir ensayos fundamentales
sin hacerme famoso.

Déjenme así extraño y solitario.
Oh por favor déjenme florecer.

2 a.m.

Paso mis tardes de domingo
Leyendo a Sologuren.
Él está viejo y yo soy joven aún.
Él está viejo, achacoso, a punto de ser enviado a un asilo.
Su poesía fue llamada pura.
Me interesa el hombre, sus poemas.
Pudo dedicarse a otra cosa, no editar La Rama Florida,
Para terminar así, escarnecido.

4 a.m.

¿Cuándo brotará una mente genial que explique el mundo,
Analizando el pecado como quien desarma un automóvil,
Participe en la redención para liberar a su pueblo,
Y penetre en la virtud para armonizar
Mente, cuerpo, y espíritu
En el capítulo del conocimiento?

Detesto tanto la imperfección como la locura.
Mi rosa es la razón
Expresada matemáticamente en la rotación de los cielos
Abiertos para mis ojos, mis manos, mi cerebro.

6 a.m.

Cada día me deterioró más.
La ciencia, en pañales todavía,
No vino en mi apoyo.

¿Cuántos siglos deberán pasar todavía
Antes de que la muerte sea finalmente vencida,
Y mis obras glorificadas?

8 a.m.

Tienes que saber amar las flores
Antes de cerrar este libro para siempre.

Ellas se pueden atragantar en tu garganta
Pero tú no percibir la brisa de primavera.

No tiene sentido envejecer
Sin no haber amado flores.

¿Para qué envejecer
Si no se ha escrito el gran libro de la juventud?

10 a.m.

Estoy
Solo
En mi cuartito
De la Molina
Obsedido por una idea fundamental:
Fundar la poesía, fundar
La matemática, fundar la filosofía,
Fundar el conocimiento, fundar
La epistemología, fundar la física,
Fundar el álgebra, fundar la lógica,
Fundar el método pre-ductivo,
Fundar un nuevo Anthropos,
Fundar la estructura
Matemática del universo,
Fundar la ciencia, hacer del barro
Luz, cambiar la música
Para sustentar el mundo,
Escribir una nueva novela, transferir amor
A la soledad de las cosas,
Y eso llamarlo Ética
Porque eso es lumbre para el mundo.

Al salir de Cañete todo eso estaba publicado por mí
Para rememorar esos instantes de inmarcesible belleza.

La Biblia, El Capital, El Corán son libros borrosos.
La interpretación del mundo es la Ética,
Que es la interpretación del cuerpo, el universo, las flores.

12 m-

Le nom de Maitreya dans le Amérique Latine,
Et Perou, et tout Amérique
Est Krisol
. El poder de la luz
Conduce a Maitreya más allá
De la noche. “Todos estamos inmersos
En el mismo aura”, dice Reynaldo Jiménez
En un e-mail. Kozer es Krishna
Envuelto en flama azul.
Maitreya ha llegado
Pero no todavía el Paraíso,
Que se destruye en guerras.
Maitreya organiza moléculas
Destruyendo la entropía.
El fin de la física teórica
Produce a Maitreya: esa ecuación
-copa invertida del cielo-
es espiritismo: comunicación
con las almas que vuelven
a florecer en mis manos.
Traigo felicidad pero no deudas.
Una pura energía mental
Se desborda en mis manos
Que modelan a Adán insuflándole poder
Sobre las cosas menores.
Todo poder es Maitreya,
Todo amor, toda emoción.
¿Quién puede dudar de Maitreya?
El Bodhisattva ha descendido del cielo
Para sacudir las mentes,
Sosegándolas.
Maitreya es sangre
Vertida sobre las flores.
También tu eres una flor
Arrancada a su pasado.
No obstante, Maitreya
Es la puerta del cielo.
Maitreya soy yo, ha dicho Kozer.

2 p.m.

Tú solo eres una rosa,
Una imagen divina en el mundo sublunar,
Un sueño que enaltece las flores,
Un mundo realizado en la felicidad de existir.

¿Si el mundo no cambia para bien
Para que habrá de cambiar?

Nada enaltece más que la vida sabiamente llevada,
Nada produce más que un rosal.

4 p.m.

Había escrito En los extramuros del mundo
Guiándome más o menos
Por una literatura prestigiosa: los ángeles caídos.
No era yo ni podía ser el Ángel que ilumina las noches de Lima.
Las cuitas del joven Werther, La Vita Nuova.
¿Fama, dinero, poder, para que sirven?
Más verdad conmigo mismo escribí Ética
Sobre ángeles poderosos, destrozando
La tiniebla, el Arcángel que no pecó,
Una extrema inteligencia analizándolo todo
Más allá del cansancio, un brote de luz
En ojos posándose en ti.

6 p.m.

Trazo un círculo
Y vuelo afuera.

Trazo una circunferencia
Y me situó adentro.

El centro
Holográfico
De la flor
Es episteme:
Yo.

8 p.m. (Después de soñar en la ausencia del padre)

No
Me
Dormiré
Hasta que venga papá.

Hoy es navidad
Y son cerca de las doce.

Tengo hambre.

10 p.m.

Poema
Es cheque con fondos,
Harta experiencia en abundancia con solo una imagen,
No falsedad genérica.

12 p.m.

Viendo llegado su fin llamó
Al Ángel Jerudiel, que le había dictado bellos versos,
Y entrego su alma a Dios.


Poema publicado en: Poesía peruana contemporánea. 33 poetas del 70 (selección y prólogo de Paul Guillén). Lima: Fondo Editorial Cultura Peruana, 2005.
Fotografía: Archivo PUCP, 1988. 10 x 15 cm.

martes, 21 de marzo de 2006

ANTONIO COLINAS: UNA POÉTICA

La poesía es para mí una vía de conocimiento. Es decir, un medio para sentir, interpretar y valorar la realidad y nuestra propia experiencia humana. Pero no sólo esa realidad aparente que los ojos ven, sino la que yo he llamado en otros momentos una realidad transcendida o trascendente. Creo que a la poesía no le está destinada la misión informativa que, de manera más concreta o “fotográfica”, nos ofrecen otros géneros literarios, como el ensayo o el periodismo. En el poema, la palabra se caracteriza porque es y debe ser, ante todo y sobre todo, palabra nueva.

No basta con copiar o repetir la realidad, o los temas de la tradición. Hay que hacerlo con palabra que se distinga, con palabra nueva. Es la novedad que ofrece la palabra poética –su necesidad de fulgor, de intensidad, de emoción, de pureza formal-, lo que distinguen al poema, lo que hace que el poema sea tal poema y no prosa cortada engañosamente en trozos. Estas son algunas de las características que yo le exijo al poema para que sea verdadero poema.

La poesía es también algo estrechamente unido a la vida, a la experiencia de ser, al viaje exterior e interior de cada creador. No concibo un mundo sin poesía y no concibo, por ello, que ésta no vaya estrechamente unida a la experiencia cotidiana. Bajo este punto de vista, la creación poética tiene mucho que ver con lo que Jung reconocía como proceso de individuación, es decir, el que nos lleva a cada uno de nosotros al pleroma: a ser lo que cada uno de nosotros queremos y debemos ser, a la plenitud. Por eso, la poesía se manifiesta a través de un lenguaje que nos sitúa en un alto grado de consciencia y que nos pone en ese camino que conduce a la plenitud de ser.
Antonio Colinas (León, 1946). Poeta, novelista, biógrafo, ensayista, traductor y periodista. Durante varios años fue lector de español en las universidades italianas de Milán y Bérgamo, donde realizó excelentes traducciones de autores italianos, entre los que cabe destacar la obra de Giacomo Leopardi y la poesía completa de Salvatore Quasimodo. Tras el éxito de su primera publicación, Preludios a una noche total, han sido editados: Truenos y flautas en un templo (1972), Sepulcro en Tarquinia (1975), Astrolabio (1979), En lo oscuro (1981), Noche más allá de la noche (1983), La viña salvaje (1985), Jardín de Orfeo (1988), Los silencios de fuego (1992), y, posteriormente, el Libro de la mansedumbre (1997).

GUILLERMO CARNERO: METAPOESÍA

Metapoesía es el discurso poético cuyo asunto, o uno de cuyos asuntos, es el hecho mismo de escribir poesía y la relación entre autor, texto y público. Con otras palabras, un metapoema es un poema que tiene dos niveles discursivos paralelos. En el primero, se trata de lo que habitualmente entendemos por poema. En el segundo, que discurre paralelamente al primero, y entremezclado con él, el poema reflexiona sobre su propia naturaleza, su origen, condicionamientos y demás circunstancias. No hace falta decir que un metapoema podría, al menos en principio, constar sólo del segundo nivel, o nivel reflexivo, en cuyo caso habría que sobreentender como primer nivel implícito toda la obra anterior del que escribe. Según la opinión, muy discutible, que sostiene que las reflexiones metodológicas en cualquier actividad humana significan una crisis de esas actividades, la metapoesía podría entenderse como un fin de trayecto, aunque de hecho se trata de un campo de posibilidades ilimitadas. Al respecto hay que advertir dos cosas: la práctica de la metapoesía requiere capacidad de reflexión sobre el problema de la escritura, y esa capacidad la desarrolla el trato con las ciencias del lenguaje. Con lo cual la metapoesía ha de extremar las acusaciones de practicar una literatura minoritaria, [...] Y en segundo lugar, no puede haber metapoesía si no hay poesía primero, es decir, si las cuestiones reflexivas no están emocionalmente interiorizadas, si no responden a una problemática personal. Una disquisición de teoría literaria puesta en renglones cortos con apariencia de versos nunca será un metapoema porque empezará por no ser un poema. y sólo un fino lector de poesía podrá distinguir, en este terreno, al falsario del poeta legítimo.
Guillermo Carnero (1947) es especialista en literatura española y comparada de los siglos XVIII y XIX y en las vanguardias. Fue uno de los seleccionados por Castellet en su célebre antología: Nueve novísimos poetas españoles. Sus sucesivos libros (El sueño de Escipión, 1971; Variaciones y figuras sobre un tema de La Bruyère, 1974; El azar objetivo, 1975; Divisibilidad indefinida, 1990) han sido recopilados en Dibujo de la muerte. Obra poética (1998). Guillermo Carnero ha ido pasando de un culturalismo duro en su primera época a un acercamiento de vida y poesía en su libro Verano inglés (1999), que mereció al año siguiente el Premio de la Crítica y el Nacional de Literatura, y en 2002 el Premio Fastenrath de la Real Academia Española. Sus últimos libros son: Espejo de gran niebla (2002) y Poemas arqueológicos (2003).
"La corte de los poetas", artículo aparecido originalmente en: Revista de Occidente, 1983.

sábado, 18 de marzo de 2006

OCEÁNIDAS, POESÍA DE JOSÉ MORALES SARAVIA


Con una dilatada permanencia en Europa, donde ejerce la cátedra en la Universidad Católica de Eichstaett, Baviera (Alemania), el poeta peruano José Morales Saravia es un caso singularísimo en la tradición poética peruana.
Con su poesía, de aliento barroco y alambicado, ha sabido construir una obra próxima a la sabiduría.
Su obra casi no tiene referentes en nuestras letras, salvo si la comparamos, a lo lejos, con la poesía de Juan Ojeda, Carlos Germán Belli o con Martín Adán; excepto, claro, si nos vamos al Trilce de Vallejo.
Pero quizá Morales está más próximo al cubano José Lezama Lima y a su riguroso ejercicio de depurar el lenguaje de toda proximidad cotidiana, de todo vocablo vulgar.
Morales parte, en su elaboración poética, de un concepto y va desarrollándolo con la acumulación de un lenguaje ornamentado, lleno de neologismos y palabras cultas, las que, sin embargo, por su musicalización y apego a la idea que le da origen, va cayendo en cascadas y forma un lenguaje propio, deslumbrante.
La vuelta
En la década del 80 tenía publicados Cactáceas y Zancudas. De allí el autor partió a Europa. Hoy vuelve con un nuevo volumen, que insume sus dos libros iniciales, llamado Oceánidas (Editorial San Marcos, 2006), al que ha añadido textos nuevos y una organización, que nos hace pensar, que son parte de un solo libro. Este original volumen de poesía es una ocasión inigualable para la lectura de una obra que ya es mayor.
Enrique Sánchez Hernani
La Primera, Viernes 17 de marzo 2006.

viernes, 17 de marzo de 2006

EUROPA ESTÁ INTERESADA EN LA LITERATURA PERUANA


Hoy (viernes 17 de marzo), a las 7 p.m., José Morales Saravia presentará su libro Oceánidas, compilación poética, que incluye nuevos textos. El poeta viene de Alemania, donde ha desarrollado su carrera académica. La presentación será en el Instituto Raúl Porras Barrenechea (Colina 398, Miraflores).
Llegué en marzo del año 81 a Berlín y fue toda una experiencia. Berlín Occidental era una pequeña isla amurallada en medio de la República Democrática Alemana pero, también, era una ciudad en efervescencia, con muchas escenas juveniles artísticas, teatrales, musicales. En ese momento se discutía sobre la multiculturalidad, pues había mucha gente de diferentes países. Además, de los dos millones de habitantes de la ciudad, 250 mil eran turcos", recuerda José Morales.

¿Cómo fueron sus primeros años?
Fueron un descubrir la ciudad y tener contacto directo con la cultura pictórica expresionista; también fue sentir la experiencia de la Segunda Guerra Mundial, pues, en ese entonces, todavía muchos edificios tenían huellas de balas y, cada cierto tiempo, excavando se encontraba alguna bomba que no había explotado.
¿Por qué se quedó?
Para mí representó abrirme un horizonte académico. Estuve trabajando sobre escritores peruanos; tengo varios libros que reúnen textos sobre Vallejo, Vargas Llosa o Mariátegui, y tengo una edición bilingüe de Westphalen, con una introducción mía.
¿Qué experiencia le dio vivir allá?
Yo compartí la vida con gente muy diversa. Vivía en una residencia de estudiantes entre los que estaba un sikh, un griego, iraníes, personas de Ghana y alemanes, por supuesto. Tenía un compañero que era de Kuwait, de origen palestino, y, luego, llegó un estudiante judío americano. Y el espíritu era internacional.
Usted siguió el Perú a través de su literatura. ¿Cómo se veía desde allá?
A partir del boom hubo, en Alemania, una fuerte presencia de la cultura latinoamericana y peruana -recordemos que no hay vínculos históricos entre Alemania y el Perú-. Lo curioso es que en los años 90 se produce una eclosión de la literatura peruana y aparecen libros como País de Jauja, pero también las novelas breves de Mario Bellatín, Iván Thays o Mirko Lauer. Yo publiqué un libro de entrevistas a escritores peruanos como testimonio de este brote, que empezó en los 90 y que no acaba hasta ahora.
¿Se refiere a los premios?
Claro. Acaban de darle un premio a Santiago Roncagliolo, le dieron otro antes a Alonso Cueto y, previamente, Jaime Bayly quedó con una mención honrosa importante. Y el mundo académico en Alemania no está ajeno a este interés.
¿Y qué cree que encuentran en estas novelas?
En Alemania, cuando pasó el boom, fueron los estudiantes jóvenes, sobre todo, los que se preguntaron qué había de nuevo, pues los temas típicos del boom perdieron asidero en las experiencias que se estaban empezando a vivir allá, como la caída del Muro o la reunificación alemana.
Es difícil verlo desde aquí también.
El tema de la identidad se ha olvidado; del realismo se ha saltado a nuevos géneros; las propuestas narrativas que pretendían abarcar grandes capas de la realidad han desaparecido también, se prefiere abordar al individuo. Sin embargo, eso no significa que no haya obras ambiciosas. A esto hay que sumar temas, en el caso peruano, que no existían en el boom -como la experiencia de la violencia vivida en los 80 y, luego, la corrupción y el autoritarismo de los 90- y que estaban esperando ser trabajados. Ahí están precisamente La hora azul, de Cueto, y la obra premiada de Roncagliolo, que aceptaron el reto de trabajar narrativamente aquellos problemas. Ese nuevo material no solo interesa a los escritores peruanos sino a los europeos; por eso las premian.
¿Estos temas tendrían asidero con lo que sucede hoy en el mundo?
Sí. Por ejemplo, nosotros ya conocemos la experiencia del terrorismo, que actualmente se presenta en las grandes capitales asociado a la cultura islámica. El gran reto mundial del siglo XXI es desarrollar formas de comunicación, de diálogo positivo, entre parcelas tan heterogéneas como son el mundo islámico y Occidente. Y ese fenómeno intercultural se da también en la tradición del Perú.
¿Tantos años en el extranjero no lo han hecho sentirse desarraigado?
El único pasaporte que tengo, después de tantos años en el extranjero, es el peruano, y he querido insistir en esa nacionalidad. A pesar de vivir 25 años afuera, sigo sintiéndome dentro de los marcos de discusión que existen en el Perú en términos literarios, académicos y culturales.
¿Su poética tampoco se ha visto afectada por la distancia?
Presentar este libro de poesía en el Perú muestra la voluntad de querer estar dentro de la tradición poética peruana. Es más, la forma en que se presenta este libro ahora -todas sus partes- se pensó hace 30 años, cuando estaba terminando mis estudios en San Marcos, aunque, por supuesto, algunas cosas, con el paso del tiempo, se han reformulado. Este libro ha sido una suerte de ancla, un hilo conductor básico de mi actividad poética, en particular, e intelectual, en general.
Autoficha
Nací en Lima en 1954, un 30 de agosto. Estudié en el colegio Inmaculada. Soy sanmarquino; ingresé en el 71, para estudiar Literatura, y pasé los siguientes ocho años disfrutando la experiencia universitaria. A los 26 me fui a Berlín para hacer un doctorado en Literatura Latinoamericana. No he sentido ningún tipo de desarraigo. me siento vinculado con las tradiciones peruanas de todo tipo. Me casé con una alemana que creció en México, de padre argentino. Tenemos un hijo, Rodrigo, de 9 años, que estamos tratando de que pertenezca a nuestra cultura y a aquella en la que nació.
Entrevista de José Gabriel Chueca
Perú 21, Jueves 17 de marzo 2006.

miércoles, 15 de marzo de 2006

DEL ABSOLUTO AMOR Y OTROS POEMAS SÍN TÍTULO


Jorge Eduardo Eielson. Del absoluto amor y otros poemas sin título. Valencia, Pre-Textos, Octubre 2005.

Gracias a José Ignacio Padilla pude leer algunos poemas del último libro de Eielson, transcribo uno solamente:


Los verdaderos poetas aparecen


Sin que nadie se dé cuenta
No tienen nada en la cabeza
Escriben versos en el aire
Quieren a todos tiernamente
Sin que nadie los quiera
Son los únicos que lloran
Cuando afuera llueve
Y sin que nadie se dé cuenta
Desaparecen

jueves, 9 de marzo de 2006

EIELSON


Ayer celebrando la salida de Ginebra magnolia, número 6, nos llegó por mensaje de texto la terrrible noticia de la muerte de Eielson y no creo haber sentido antes una muerte tan cercana, porque Eielson fue de esos poetas, que hasta en la aparente simplicidad nos desconcierta y nos estruja con libros que sobrevivirán como Reinos o Noche oscura del cuerpo. Salud por el poeta y su poesía en esta hora triste.

miércoles, 8 de marzo de 2006

CÉSAR MORO


En la fotografía se observa a César Moro en la Exhibición Internacional del Surrealismo en México, 1940 (Galería de Arte Mexicano). Walter Espinoza, gran impulsor de la obra de Moro en el Perú, nos informa que, aparentemente, la colección Archivos de la Unesco ya habría editado la obra poética completa del gran surrealista peruano con un vasto estudio preliminar de André Coyné.

Fotografía: http://www.paalen-archiv.com/en/paalen/index.html

lunes, 6 de marzo de 2006

HIBERNIA


============invitación============

ginebra magnolia Nº 6

-presenta-



Hibernia

[o de la mitología celta, el imaginario popular y la poesía irlandesa contemporánea]



Presentador: Alfredo Bushby

Miércoles 8 de Marzo
7.30 pm

Librería Crisol - Óvalo Gutierrez Miraflores

viernes, 3 de marzo de 2006

LOS RELOJES SE HAN ROTO


Los relojes se han roto
Antología de la poesía peruana de los noventa
selección y prólogo de Enrique Bernales y Carlos Villacorta
Ediciones Arlequín (México)


Presentación y discusión:

César Angeles
Enrique Bernales
Luis Fernando Chueca
Monserrat Alvarez (carta desde el Paraguay)
+
Lectura de poemas:

Roxana Crisólogo
Victoria Guerrero
José Carlos Yrigoyen

Lunes 6 de marzo 7.30 pm.
Bar Mochileros Jr. Pedro de Osma 135 -Barranco

CINCO POEMAS DE JAVIER DÁVILA DURAND (Iquitos, 1935-2024)

EPÍSTOLA A JUAN OJEDA Te recuerdo una tarde de la patria mía. Volvías del Brasil desengañado. Acababas de quemar tus naves en el Puerto...