lunes, 15 de enero de 2018

POEMAS DE SASHA REITER. Translated from the English / Traducidos del inglés por Isaac Goldemberg


Memory

The dark-wood closet
Is filled with grimy boxes
Packed with fractured bones
And assorted gummy bears
Elapsed, sticky, rotten.



Memoria

El armario de madera oscura
está lleno de cajas mugrientas
empacadas con huesos fracturados
y variados ositos gelatinosos
caducos, pegajosos, podridos.



Canadian Geese Fly South for the Winter

He was a man with a long beige coat in his arms and a grey wool cap on his head. He dug his heels into the snow, allowing a soft steady stream of pale sludge to seep around his socks, as he watched a woman strangle a goose.

Earlier he had been a man in a small blue house asking his mother for money. Money that she would refuse to lend her son. Money that he would have spent on a diamond the color of ice for a woman he thought he loved.

The man had spent all week in his newly painted Toyota Camry, a red shrieking box, clawing its way from one jewelry store to the next.

The paint had dried an ugly shade and everyone had seemed to notice but him. Even his girlfriend hated the way the jalopy always had to stand out, an overly saturated signal to all prospective buyers that she was cheap.

It wasnt that his mother disliked his girlfriend, so much as it was that his mother thought she could do better. The man, with less cash than expected and his final paycheck from his newly sacked career, took to a discount charm shop, where he spent all he had on a fake diamond ring.

After returning to a bright yellow early termination notice taped to the front of a door whose eggshell paint had long faded away, boxes stacked low against an uneven, off-white wall, parallel to the street, were loaded into the small red car, and driven to a motel. A motel that the man could not afford, and so the boxes were driven to a nearby park, where he pulled out a Motorola cellphone from a torn pocket inside his overcoat, and attempted to make a call. Three long tones, each of different length, revealed to the man that his phone plan had expired, following a failure to keep up with incoming bills. The man sobbed.

His tears streamed down his frozen cheeks, sledding off the sides of his face, doing tricks in the cold winter air before plummeting to join the snowflakes, moments away from being flattened by their makers boot.

The man proceeded to a distant payphone, and begged on the street for money, until the night crept up toward the clouds, and he had collected enough coins to call his girlfriend.

The man who had wanted to propose to his girlfriend who he thought he loved, had stood by a solid lake, waiting, and was now attempting to toss a counterfeit diamond into the water. But the lake was covered by a thick milky sheet, and the ring was safe.

As the warm realization sunk into the mans cheeks, he was overcome with a desire to retrieve the ring, and return it for a months rent at the motel. It would have been a good thing that the water had frozen over, but even the thick icy shell could not support the weight of the mans bad fortune, and it cracked under his boots, trailing a long path toward the ring, and finally, swallowing it whole as a whale might swallow thousands of krill at once.

All would have seemed lost, if not for a small plucky goose, who had been trapped under the frozen lake, who should have been dead, but who was miraculously saved by a man in a beige coat and a grey wool cap. The goose, with ice between its feathers, failed to take off toward the fleeting warm sun.

The man peeled off his only protection against the cold, and began to chase the goose through the park. Losing sight of the bird, the man shook as he followed its tracks, finally catching up to the goose, whose neck now stood stiff, like a spear, between the gloved hands of a curly brunette woman. The girlfriend, who had been waiting for the man, who wanted only to relay the news that she had met someone else, had been attacked by the goose, who had failed to take to the sun, now covered by a dark sheet of stars and indifference.

Normally, the man would have called out. If not for the woman, for the helpless goose, who he had, by then, named after himself. But this time, the man watched. Planting his heels into the snow, his eyes met eyes with the goose, and they watched each other as the bird with the mans name became dead.

The man shifted, his steps short and fast following the imprints in the snow, leading to his car. The car that he could not find again. The car that had been towed for illegal parking. The car that his girlfriend hated, that the man tried so hard to find, only to run into her, who awkwardly broke up with him in the dead of night, in the middle of winter, in a foreign park. She did not offer him money. She did not offer him a ride.



Gansos canadienses vuelan Al sur por el invierno 

Él era un hombre con un largo abrigo beige en sus brazos y un gorro gris de lana sobre su cabeza. Él clavó sus talones en la nieve, dejando colarse un chorro suave y continuo de pálido lodo en torno a sus medias mientras observaba a una mujer estrangulando a un ganso.

Antes él había sido un hombre en una pequeña casa azul pidiéndole dinero a su madre. Un dinero que ella rehusaría prestarle a su hijo. Dinero que él hubiese gastado en un diamante del color del hielo para una mujer que él creía amar.

El hombre había pasado toda la semana en su recién pintado Toyota Camry, un cajón rojo y chillón, avanzando a arañazos de una joyería a otra.

La pintura había secado una sombra fea y todos parecían haberse percatado excepto él. Incluso su novia detestaba la manera en que la carcocha siempre tenía que resaltar, una señal excesivamente saturada para todos los posibles compradores de que ella era tacaña.

No era que a su madre le disgustara su novia, sino que su madre pensaba que ella podía conseguir algo mejor. El hombre, con menos dinero del que esperaba y él último cheque de su recién eliminada carrera, se dirigió a una tienda de baratijas, donde gastó todo lo que tenía en un anillo de diamantes falso.

Después de regresar a una brillante, amarilla y temprana notificación de desalojo pegada en el frente de una puerta cuya pintura mate se había descolorido largo tiempo atrás, cajas hacinadas contra una pared irregular y blanquecina, paralela a la calle, eran subidas al pequeño carro rojo, y llevadas a un motel. Un motel que el hombre no podía pagar, y entonces las cajas fueron llevadas a un parque cercano, donde él sacó un celular Motorola de un bolsillo roto del interior de su abrigo, e intentó hacer una llamada. Tres tonos largos, cada uno de distinta duración, le revelaron al hombre que su plan telefónico había expirado, incapaz de seguir pagando las cuentas que le llegaban. El hombre sollozó.

Sus lágrimas fluyeron por sus congeladas mejillas, deslizándose por los bordes de su cara, haciendo maromas en el frío aire invernal antes de caer a plomo para juntarse con los copos de nieve momentos antes de ser aplastadas por la bota de su creador.

El hombre se dirigió a un distante teléfono público y mendigó dinero en la calle hasta que la noche trepó hacia las nubes, y ya él había reunido suficientes monedas para llamar a su novia.

El hombre que había querido proponerle a su novia a quien creía amar, se había detenido en un lago congelado, esperando, e intentaba ahora arrojar un diamante falso al agua. Pero el lago estaba cubierto por una gruesa y lechosa capa y el anillo estaba a salvo.

Mientras la cálida comprensión se hundía en las mejillas del hombre, a este le acometió el deseo de rescatar el anillo, y de devolverlo para pagar un mes de alquiler en el motel. Podría haber sido algo bueno que el agua se había congelado, pero incluso la gruesa corteza de hielo no podía sostener el peso de la mala fortuna del hombre, y se partió bajo sus botas, trazando un largo camino hacia el anillo, y finalmente, tragándoselo entero como se tragaría una ballena miles de kril de golpe.

Hubiese parecido que todo estaba perdido, de no ser por un pequeño e intrépido ganso, que había quedado atrapado debajo del lago congelado, que debería haber estado muerto, pero que había sido salvado de milagro por un hombre en un abrigo beige y un gorro gris de lana. El ganso, con hielo por entre sus plumas, no logró despegar hacia el fugaz y cálido sol.

El hombre se desprendió de su única protección contra el frío, y comenzó a perseguir al ganso por el parque. Perdiendo de vista al ave, el hombre temblaba mientras seguía sus huellas, alcanzando finalmente al ganso, cuyo cuello ahora permanecía tieso, como una lanza, entre las enguantadas manos de una mujer de cabello crespo castaño. La novia, quien había estado esperando al hombre, quien solo deseaba transmitir la noticia que había conocido a otro, había sido atacada por el ganso, que no había logrado despegar hacia el sol, tapado ahora por una oscura capa  de estrellas e indiferencia.

Normalmente, el hombre hubiese gritado. Si no por la mujer, por el indefenso ganso, a quien, para entonces, él le había puesto su propio nombre. Pero esta vez, el hombre miró. Plantando sus talones en la nieve, sus ojos chocaron con los ojos del ganso, y ellos se miraron mientras el ave con el nombre del hombre quedó muerto.

El hombre se dio vuelta, sus pasos cortos y rápidos siguiendo las huellas en la nieve, conduciéndolo a su carro. El carro que no pudo volver a encontrar. El carro que había sido remolcado por parqueo ilegal. El carro que detestaba su novia, que el hombre tanto se esforzó en encontrar, solo para toparse con ella, quien rompió torpemente con él en plena noche, en medio del invierno, en un parque extraño. Ella no le ofreció dinero. No le ofreció llevarlo en su carro.



Funeral

Standing at your side,
I see you for the first time,
Unlike me, absolved.


Funeral

De pie a tu lado,
te veo por la primera vez,
distinto a mi, absuelto.



Alzheimers

Reclining against a wreathing pine, I try to remember.
Aged, unlike fine wine or cheese, I cannot remember.

This lot envelopes my sense of direction, my sons, and my daughter.
I have lost you, only because I forgot to remember.

Under which stone did you leave me?
Please, tell me the story of how we met, if it is something you remember.

I search for you here, at night.
Under the same moon, same stars that always remember.

Your hair, the curve of your lips return to me.
Engravings test how much I remember.

Letters spill across the rock into a name I recognize as your own.
I want to tell you I am here, but mine I fail to remember.



Alzheimer

Recostado contra un pino retorcido, trato de recordar.
Envejecido, diferente a un fino queso o a un vino, no puedo acordarme.  

Este destino envuelve mi sentido de orientación, a mis hijos y a mi hija.
Te he perdido, sólo porque olvidé recordar.

¿Debajo de qué piedra me dejaste?
Cuéntame, por favor, la historia de cómo nos conocimos, si es algo que recuerdas.

Yo te busco aquí, de noche.
Bajo la misma luna, las mismas estrellas que siempre recuerdan.

Tu cabello, la curva de tus labios vuelven a mi.
Grabados ponen a prueba cuánto recuerdo.  

Letras se desparraman por la roca en un nombre que reconozco como tuyo.
Quiero decirte aquí estoy, pero del mío no logro acordarme.



SASHA REITER was born in New York City in 1996. He grew up in the Bronx, where as the son of an Argentinian father and a Peruvian mother, he experienced firsthand the metaphorical  otherness of being both Latino and Jewish. He attended Public School and received his B.A. in English Literature and Creative Writing from Binghamton University. The poems published here are part of his first book, which will be published soon by The Latino Press, based in New York City.

SASHA REITER nació en la Ciudad de Nueva York en 1996. Creció en el Bronx, donde como hijo de padre argentino y madre peruana, experimentó en carne propia la otredad metafórica de ser al mismo tiempo latino y judío. Asistió a la Escuela Pública y recibió su Bachillerato en  Literatura Inglesa y Creación Literaria en la Universidad de Binghamton. Los poemas aquí publicados forman parte de su primer libro, el cual será publicado próximamente por The Latino Press, editorial de Nueva York.

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