Según Hatzfeld “el término Barroco
tuvo el significado de algo insólito, como un imperfecto razonamiento, un
extraño silogismo o una perla irregular” (Hatzfeld 11). Esto es lo primero que
percibimos ante la escritura de Espina. Desde el primer poema titulado
sintomáticamente y en relación a lo que venimos afirmando Leerás cosas
peores podemos ver: “Como una fe al fin del tiempo que se empecina /
empezando con el recuerdo entre los astracanes / porque la imagen daba un salto
en el precipicio” (Espina 39) se nos plantea un desafío, un límite creativo al
borde del abismo. Hay un deseo de ir más allá. Una búsqueda hacia lo
desconocido. Esta exploración en el vacío se define como barroca en su
esencia. Así como el barroco europeo –inicialmente basado en formas
renacentistas- derivó hacia exaltados modos de expresión Espina es capaz de
escribir:
detrás como atontada asomaba por la
doble faz
del espejo fijándolo de
ambos lados con mirada
de soledad que
embellecía cuando fuera aquella
la misma lágrima de
lamia alargándose alarvada
por hoyos con olor a
yuca, (39)
con lo cual dicha exaltación culmina en una referencia concreta al mundo
latinoamericano con esa llamada olfativa al oriundo vegetal o a su preparación
culinaria como fritura. Habría aquí una primera subliminal cita a la opípara
sensualidad tropical de Lezama Lima. Otro punto evidente en esta poesía es su
alto grado de ostentación verbal: “de oleosas musarañas con que rodaban
alrededor / de las enredaderas enhebradas entre las caderas y” (Espina 39) con
notorio manierismo y recargada forma que nos revela un nuevo sentido de la
vida. Compuesta a fines del siglo pasado la poesía de Eduardo Espina estaría
avizorando inéditos modos de expresión para el espíritu de Latinoamérica.
Agotado el Conversacionalismo y su considerable dimensión a lo largo de –prácticamente-
todo el siglo XX estaríamos ante las bases de otro tono para nuestra lírica:
uno que ya no halla la poesía en el habla coloquial de los pueblos, sino que se
repliega en un lenguaje hasta cierto punto raro, rebuscado que nos aproxima a
un nuevo estadio en la historia del continente. Si el Conversacionalismo fue el
arte poética con el que América Latina se reconoció; vale decir se descubrió
ante el mundo –luego de la apropiación que significó el Modernismo
rubéndariano; el neo barroco actual sería la primera piedra de la edificación
del arte –hoy- en el nuevo contexto de nuestras sociedades. Ante cierto
nihilismo y el no creer en nada de los tiempos que vivimos el neo
barroco significaría la siempre renovada inquietud del hombre por la invención,
por la creación de un puro mundo de palabras trabajadas, ajeno a la realidad
real de la terrible vida cotidiana.
cosas como si fueran petates buscando el
ropero,
un jenjibre de camagüey
o una cabina telefónica
porque a la dicha hay
que llamar para que llegue
pues contigo a punto de
discar su número exacto
y como en el poema de
Pound el teléfono sonaba
dando a los tímpanos una
tos y rastros a los pies (40)
Hay una incertidumbre campeando en estos poemas. Nada es fijo. Todo es
móvil, las cosas se nos muestran como posibilidades. El mundo está por hacerse.
Y el poeta sólo reconoce su “desaliño de infante confundido” (Espina 41) y en
este contraste entre el intento y la realización también encontramos una
carcaterística básica del barroco.
Ahora bien, el vate uruguayo
esconde su arte, es decir ésta no es una poesía abierta. Muy por el contrario,
Espina parece solazarse en un radical hermetismo en el que sin embargo podemos
hallar ciertas claves cuidadosamente ocultas en la maraña verbal.
La principal de ellas –claramente- es el erotismo. Un insaciable deseo
recorre casi todos los poemas. Pero jamás llegaremos a saber si el deseo quedó
satisfecho o permaneció anhelante y desesperado. Sólo tenemos los poemas de la caza
nupcial como testimonio vivo de esa guerra feroz. Lo que no le impide
plasmar singular belleza:
o dime si es mía memoria la que miente
y esas cosas que pasaron
dejaron de ser
la certeza de dicha
desdiciendo dolorida (43)
Y más nítido:
porque nada vale la pena
que se apura
por verla afelpar la
felicidad del felado
y la lentitud de las
analectas del alerzal
con su garbo de pájara
por las paredes
de los dormitories
hechizando la dicha
Pero como hemos visto líneas arriba un poeta latinoamericano por más
barroco que sea –o quizá por ello mismo- nunca deja de nombrar la realidad
cotidiana de nuestros países. Espina nos habló de petates, yucas y ahora
nos recuerda esos establecimientos donde nos hacíamos el cabello en la
infancia: “imágenes de leda salidas / de aquellas revistas que leíamos en las /
peluquerías (Espina 45). Y otro dato importante con respecto al estilo: la
aliteración es uno de sus recursos predilectos y es un maestro en ella, como
por ejemplo: “adoro / en la dádiva de la dea adivinada adonde” (47) o “de
terciopelo en la lisura de los lacios licopodios” (51).
la dicha que al domado
en dorada ladera
lamia, como en su tálamo
el empolvado
libro de la ingrata
torcedura de aquellas
por el zaguán al quitarse
las ligas donde (56)
Es así como en este fragmento y en todos los poemas del uruguayo notamos
que “cada corpúsculo, reclama para sí, disgregadoramente, la atención más
minuciosa y expresiva” (Díaz-Plaja 55). Me parece importante señalar ese
erotismo que no se realiza ni plena ni satisfactoriamente, que se detiene en
increíbles detalles, que se enreda –diríamos- en infinitas potencialidades
anhelantes para que sepamos que “El amor no es nada, sino fracaso, humo,
muerte” (Díaz-Plaja 61). Quizá la explicación de Lezama a la obra de Góngora nos
ayude a entender el signo de la poesía espiniana: “amasada de palabras
descifradas tanto como incomprendidas” (25) y “juglar hermético, que sigue las
usanzas de Delfos, ni dice, ni oculta, sino hace señales” (25).
Por
otro lado si aceptamos que el barroco es la expresión del desengaño que siguió
al período histórico del apogeo mundial de España y que “no constituye un tema
puramente literario, sino que responde a un correlato real, del que políticos y
economistas nos informan” (Siles 49) tendríamos que hablar de un cierto
desengaño latinoamericano pero no de ningún esplendor, sino de una esperanza:
la de la transformación de la realidad que brilló en el horizonte utópico de
nuestro continente al ritmo de la Revolución cubana (1960) y el sacrificio
heroico de Ernesto Che Guevara. Vivimos pues hoy un tiempo de desengaño
que corresponde al nuestro neo barroco actual, máxime cuando hace poco y a
propósito de la salida de su libro La Revolución perdida el gran poeta
conversacional (o exteriorista como quería él) nicaragüense Ernesto Cardenal
denunció el enriquecimiento ilícito de los líderes sandinistas de la Revolución
en su país. A pesar de ello queremos ver una posibilidad en el “barroco rebelde
americano” (Bejel 168) en el sentido que Severo Sarduy le otorga y que glosamos
líneas arriba.
En verdad, suma de contradicciones el neo barroco o barroso
(movedizo) como apuntan sus recientes teóricos, trabaja una sintaxis que “pone
a prueba los límites de la gramática lógica y secuencial” (Echavarren, Kozer,
Sefamí 427) tal como apreciamos en estos versos de Espina:
Ahora que tanto por la
tos desbordó el ejemplo
junto al gajo de la
lisonja atorada en el tímpano
tapado del detective
cuando tantea que la tenaz
sapiencia de tan mío enamorar fue su
inocencia
de pato hundiéndose en
el barro de los pecados
mientras escarbo por la
ciénaga con pala de sol
Y es que el poeta arriesga todo incluso la belleza bordeando los
contornos de la fealdad: “Las cosas son como son, espléndidas en su belleza y
miserables en su derrumbamiento” (54) afirma Díaz-Plaja sobre el barroco. El
mismo Espina nos ha declarado que uno de sus propósitos es “reivindicar la
fealdad como suprema manifestación estética. En el barrococó que
identifico en mi texto” (Echavarren 426) Pero creo que el tiro le sale por
la culata es decir lo gana su talento:
cuando de veras nada
queda en
la voz del lenguaje, ni
oblonga
imagen de esperanto,
clepsidra
de agua moribunda, eros y era
que del cuerpo osaron la
usual
unidad: cáliz, cerviz y
espesor. (165)
Resonancia mística que siempre ondea en estas franjas, no es fácil la
poesía de Espina, pero intuyendo que de todos modos será “museo de la dicha”
(107) en cuanto comprendemos al neo barroco como vanguardia de la poesía
latinoamericana actual, podemos concluir citando a Díaz-Plaja: “Con Góngora
acontece lo mismo: es una exquisita serie de primores la que nos hace tropezar
en un dechado de placeres estéticos cuyo paladeo nos da un problematismo por
etapas en el que acabamos dejando el ánimo” (67). Igual a lo que ocurre con
Espina. Y entonces eso ha de ser suficiente.
Obras citadas
Bejel, Emilio. José Lezama Lima, poeta de la imagen. Madrid:
Huerga y Fierro, 1993.
Díaz-Plaja, Guillermo. El
espíritu del barroco.
Barcelona: Crítica, 1983.
Echavarren, Roberto, José Kozer y Jacobo Sefamí. Medusario. Muestra
de poesía latinoamericana.
México: Fondo de Cultura Económica,
1996.
Espina, Eduardo. La caza
nupcial. Xalapa: Universidad
Veracruzana, 1997.
Hatzfeld, Helmut. Estudios
sobre el barroco. Madrid: Gredos, 1973.
Lezama Lima, José. Esferaimagen.Sierpe de Don Luis de Góngora.Las
imágenes posibles.
Barcelona: Tusquets, 1970.
Ors, Eugenio d’. Lo Barraco.
Madrid: Tecnos, 1993.
Perlongher, Néstor. Prólogo. Medusario.Muestra de poesía
latinoamericana. México: Fondo de Cultura
Económica, 1996.
Sarduy, Severo. Barroco.
Buenos Aires: Sudamericana, 1974.
Siles, Jaime. El barroco en la poesía espaola. Conscienciación
lingüística y tensión Histórica. Madrid: Doncel, 1975.
1 comentario:
La primera edición en España de LA CAZA NUPCIAL, acaba de publicarse en la colección de poesía AY DEL SEIS, cuya presentación tendrá lugar en la LIBRERÍA IBEROAMERICANA de MADRID, calle Huertas, 40 el día 1 de febrero a las 19:30 horas.
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