Porque no soy puro de ningún matiz. Ni mochica. Ni chimú. Ni tiahuanacu. Ni azteca. Ni jíbaro puro. Puro. Porque no soy blanco duro porque no soy todo en negro porque no soy Asia sólo porque no soy pero soy beréber y gitano y persa decido que soy el producto de lo que no segrega. Decido que he sido hecho de amor.
Julio Heredia, “Fuente de la canción”. Libro divino del desdén
La consagración temprana de Salomón Valderrama (La Libertad, 1979) como una de las figuras más dotadas de la novísima poesía peruana se dio con su primer poemario Amórfor (Paracaídas Editores, 2007 publicado en un cara y cruz que contaba con el poemario Manchas solares de Diego Lazarte por el otro lado). Rodolfo Ybarra en su momento señaló que este libro era “un adelanto de libro” y la aparición de Amórfor editado por Sol Negro editores lo confirma.
Estamos ante un poemario sobresaliente, con treinta y seis poemas de sostenido logro expresivo y admirable conexión entre sus tres partes. Camilo Fernández Cozman ante el “adelanto de libro” no dudó en hablar de un “poemario interesante por la propuesta ciertamente osada que se percibe en los poemas” y ahora nosotros celebramos la aparición íntegra de Amórfor como el más importante de los testimonios poéticos de un joven del dos mil, ubicándolo en la nómina más selecta de autores precoces de las letras peruanas al lado de Denisse Vega Farfán, Jerónimo Pimentel, Miguel Ángel Sanz Chung, Diego Lazarte, entre otros, pero cuya exploración supera en “intensidad” y —en algunos casos— “altura” poéticas (tomamos prestadas las imágenes vallejianas) a las realizadas por los poetas mencionados.
Una lectura de la tradición: “Donde el soneto es viejo y el amor tierno”
Amórfor es un canto de ruptura. Pero la ruptura se da ante con una forma reciente de hacer poesía que considera que hacer “nueva” poesía es plasmar acrobacias verbales declarativas y ornamentales con temas políticamente correctos y con “rollos” reflexivos de un esquematismo afín a los libros de autoayuda y en muchos casos hasta con rima y metro, pero sin vuelo creador alguno y con resultados que suenan afectados o forzados “deshumanizados” en el sentido de Ortega y Gasset.
Amórfor expresa una sensibilidad raigalmente peruana y, por ello misma en plena globalización, universal con una densidad propia de las obras de arte, las que ganan mucho en la relectura, por su capacidad de sugerir nuevos niveles de significación. Amórfor inicia ya una experimentación a nivel del lenguaje, en el nivel sintáctico y lexical, y hace uso de recursos en la línea de los que en su momento realizaron el Inca Garcilaso, Guaman Poma, Espinosa Medrano, Vallejo, Moro, Martín Adán, Churata, el Arguedas de Katatay y Los Zorros, Ramírez Ruiz, Verástegui, Vladimir Herrera, Domingo de Ramos, José Pancorvo, Alberto Valdivia, Ildefonso (y lo emparentan con Baudelaire, Rimbaud, Pound, Apollinaire, Tzara, Breton, Ginsberg, Bukowski y Walcott). Una búsqueda hacia la tradición pero renovada en asunto y modo (“Vive en mí, poesía inmortal / Desafía el caduco arte de subir...”). Como todo acto poético válido, Amórfor se asume como un desafío por establecer una voz propia que, además de insertarse en una tradición viva, la reelabore y, con esto, la encauce hacia formas expresivas inéditas (“Que lo que soy no te impida hacerte impío”). Bien sabemos que no hay creación sin tradición ni nueva tradición sin nueva creación que la sustente.
Las composiciones de Valderrama, como ha señalado Chrystian Zegarra en la introducción de la selección en línea de poemas: Facción de imperdido al arte, lo sitúan entre los poetas que observan críticamente la tradición “para entablar un diálogo, un ardoroso conato de lucha con las diversas voces —en muchos casos muertas pero en estado de latencia— preexistentes”.
En Amórfor Valderrama “lee” (un modo de profundizar en las obras, más allá de las limitaciones del discurso crítico, gracias a la mayor profundidad que alcanza la sintonía recreativa de la poesía) tradiciones plagadas de personajes e imágenes de un elenco variadísimo de obras literarias, musicales, pictóricas, etcétera.
Nos presenta a un héroe, un sujeto poético, que recrea viajes en busca de sus raíces familiares y, en general, culturales y se regocija en su propia marginalidad, en forjarse ‘la eternidad mediante el exceso’, pero capaz también, poema a poema, de mutar, de sufrir ante nosotros las consecuencias de su propia transgresión.
Soy el Fin, el bello, el imaginado
El llano, el puro, el llorado
Soy la poca fe de los espejos
Pero me verás y seré tu premio
Raza, rasgo inmoral para ser americano
Y despertarás... Corazón oscuro dirás:
¡Qué negativo el de vivir dormido!
(“Los Funerales de Atahualpa”)
Ante búsquedas poéticas que no se encuentran a sí mismas, y cuyas búsquedas mayoritarias están trazadas por una inclinación hacia lo inmediato y trivial, la proeza creadora de Salomón Valderrama se cimenta en la síntesis estética que logra entre lo antiguo y lo moderno en una aventura del lenguaje. Al respecto citemos a Fernández Cozman:
“Hay en Amórfor una propuesta estética donde se busca un punto intermerdio entre las estructuras métricas clásicas y el hálito vanguardista, basado en la creación de neologismos y en metáforas de cuño experimental que buscan sorprender al lector”.
En esa búsqueda la pugna entre captar y no captar las sumas voces, entre abolir y no abolir la existencia terrena para vivir el trance de amor la poesía de la existencia encuentra una formidable cristalización comunicativa en sus sonetos que (al modo de Martín Adán), respetando las exigencias de rima y metro, hacen trastabillar el molde secular llevándolo, en apariencia, al borde de lo inefable, de lo comunicable.
En sus composiciones hay una espléndida plasmación de una búsqueda estética y ética esenciales, una utopía más catártica de la existencia humana análoga a los desbordes hasta el exceso de los sentidos, de la palabra, de la sensualidad y hasta de la identidad en esos instantes iluminadores y anárquicos que nos permiten las fiestas colectivas para librarnos y liberarnos de las penosas fatalidades “Emprendido pitonisar mañana al Humano”. Fatalidades que tienen que ver con la condición humana en general, desgarrada por la muerte y la incertidumbre pero, también, con el padecimiento de un orden social injusto.
El canto doliente pero esperanzado y esperanzador de Amórfor se sitúa en medio de las deshumanizantes ciudades actuales. Su propósito de transformar esa violencia en un factor humanizador supone un programa no solo estético sino político.
Esto, a nuestro juicio, le ha permitido a Valderrama brindar a sus composiciones un aliento heroico con cierta aura mítica ausente en la mayoría de composiciones recientes.
.Julio Heredia, “Fuente de la canción”. Libro divino del desdén
La consagración temprana de Salomón Valderrama (La Libertad, 1979) como una de las figuras más dotadas de la novísima poesía peruana se dio con su primer poemario Amórfor (Paracaídas Editores, 2007 publicado en un cara y cruz que contaba con el poemario Manchas solares de Diego Lazarte por el otro lado). Rodolfo Ybarra en su momento señaló que este libro era “un adelanto de libro” y la aparición de Amórfor editado por Sol Negro editores lo confirma.
Estamos ante un poemario sobresaliente, con treinta y seis poemas de sostenido logro expresivo y admirable conexión entre sus tres partes. Camilo Fernández Cozman ante el “adelanto de libro” no dudó en hablar de un “poemario interesante por la propuesta ciertamente osada que se percibe en los poemas” y ahora nosotros celebramos la aparición íntegra de Amórfor como el más importante de los testimonios poéticos de un joven del dos mil, ubicándolo en la nómina más selecta de autores precoces de las letras peruanas al lado de Denisse Vega Farfán, Jerónimo Pimentel, Miguel Ángel Sanz Chung, Diego Lazarte, entre otros, pero cuya exploración supera en “intensidad” y —en algunos casos— “altura” poéticas (tomamos prestadas las imágenes vallejianas) a las realizadas por los poetas mencionados.
Una lectura de la tradición: “Donde el soneto es viejo y el amor tierno”
Amórfor es un canto de ruptura. Pero la ruptura se da ante con una forma reciente de hacer poesía que considera que hacer “nueva” poesía es plasmar acrobacias verbales declarativas y ornamentales con temas políticamente correctos y con “rollos” reflexivos de un esquematismo afín a los libros de autoayuda y en muchos casos hasta con rima y metro, pero sin vuelo creador alguno y con resultados que suenan afectados o forzados “deshumanizados” en el sentido de Ortega y Gasset.
Amórfor expresa una sensibilidad raigalmente peruana y, por ello misma en plena globalización, universal con una densidad propia de las obras de arte, las que ganan mucho en la relectura, por su capacidad de sugerir nuevos niveles de significación. Amórfor inicia ya una experimentación a nivel del lenguaje, en el nivel sintáctico y lexical, y hace uso de recursos en la línea de los que en su momento realizaron el Inca Garcilaso, Guaman Poma, Espinosa Medrano, Vallejo, Moro, Martín Adán, Churata, el Arguedas de Katatay y Los Zorros, Ramírez Ruiz, Verástegui, Vladimir Herrera, Domingo de Ramos, José Pancorvo, Alberto Valdivia, Ildefonso (y lo emparentan con Baudelaire, Rimbaud, Pound, Apollinaire, Tzara, Breton, Ginsberg, Bukowski y Walcott). Una búsqueda hacia la tradición pero renovada en asunto y modo (“Vive en mí, poesía inmortal / Desafía el caduco arte de subir...”). Como todo acto poético válido, Amórfor se asume como un desafío por establecer una voz propia que, además de insertarse en una tradición viva, la reelabore y, con esto, la encauce hacia formas expresivas inéditas (“Que lo que soy no te impida hacerte impío”). Bien sabemos que no hay creación sin tradición ni nueva tradición sin nueva creación que la sustente.
Las composiciones de Valderrama, como ha señalado Chrystian Zegarra en la introducción de la selección en línea de poemas: Facción de imperdido al arte, lo sitúan entre los poetas que observan críticamente la tradición “para entablar un diálogo, un ardoroso conato de lucha con las diversas voces —en muchos casos muertas pero en estado de latencia— preexistentes”.
En Amórfor Valderrama “lee” (un modo de profundizar en las obras, más allá de las limitaciones del discurso crítico, gracias a la mayor profundidad que alcanza la sintonía recreativa de la poesía) tradiciones plagadas de personajes e imágenes de un elenco variadísimo de obras literarias, musicales, pictóricas, etcétera.
Nos presenta a un héroe, un sujeto poético, que recrea viajes en busca de sus raíces familiares y, en general, culturales y se regocija en su propia marginalidad, en forjarse ‘la eternidad mediante el exceso’, pero capaz también, poema a poema, de mutar, de sufrir ante nosotros las consecuencias de su propia transgresión.
Soy el Fin, el bello, el imaginado
El llano, el puro, el llorado
Soy la poca fe de los espejos
Pero me verás y seré tu premio
Raza, rasgo inmoral para ser americano
Y despertarás... Corazón oscuro dirás:
¡Qué negativo el de vivir dormido!
(“Los Funerales de Atahualpa”)
Ante búsquedas poéticas que no se encuentran a sí mismas, y cuyas búsquedas mayoritarias están trazadas por una inclinación hacia lo inmediato y trivial, la proeza creadora de Salomón Valderrama se cimenta en la síntesis estética que logra entre lo antiguo y lo moderno en una aventura del lenguaje. Al respecto citemos a Fernández Cozman:
“Hay en Amórfor una propuesta estética donde se busca un punto intermerdio entre las estructuras métricas clásicas y el hálito vanguardista, basado en la creación de neologismos y en metáforas de cuño experimental que buscan sorprender al lector”.
En esa búsqueda la pugna entre captar y no captar las sumas voces, entre abolir y no abolir la existencia terrena para vivir el trance de amor la poesía de la existencia encuentra una formidable cristalización comunicativa en sus sonetos que (al modo de Martín Adán), respetando las exigencias de rima y metro, hacen trastabillar el molde secular llevándolo, en apariencia, al borde de lo inefable, de lo comunicable.
En sus composiciones hay una espléndida plasmación de una búsqueda estética y ética esenciales, una utopía más catártica de la existencia humana análoga a los desbordes hasta el exceso de los sentidos, de la palabra, de la sensualidad y hasta de la identidad en esos instantes iluminadores y anárquicos que nos permiten las fiestas colectivas para librarnos y liberarnos de las penosas fatalidades “Emprendido pitonisar mañana al Humano”. Fatalidades que tienen que ver con la condición humana en general, desgarrada por la muerte y la incertidumbre pero, también, con el padecimiento de un orden social injusto.
El canto doliente pero esperanzado y esperanzador de Amórfor se sitúa en medio de las deshumanizantes ciudades actuales. Su propósito de transformar esa violencia en un factor humanizador supone un programa no solo estético sino político.
Esto, a nuestro juicio, le ha permitido a Valderrama brindar a sus composiciones un aliento heroico con cierta aura mítica ausente en la mayoría de composiciones recientes.
El nombre, el hombre y la búsqueda del amor
Comencemos con la elección del nombre del poemario. El propio título de la obra de Valderrama ya es un acierto mayor: Amórfor. No Amorfor; sino Amórfor. En una línea que nos remite al tema del Amor y cuyas composiciones nos sugieren una búsqueda del Amor en trance de poesía pura, el amor ahora transformado en “amórfor”. Al respecto Paul Guillén ha dicho que «Es interesante reparar en el nombre del libro como un eje significante de la enunciación poética. Lo “amorfo” nos remite a una forma sin forma, pero esta forma que no tiene forma, denominado como lo amorfo, en Valderrama es “amórfor”, no llega a ser lo “amorfo” es lo “amórfor”, en ese sentido es “algo” que es mucho más que lo amorfo y por ello no tiene una forma o no forma conocida ni en el mundo natural ni en el mundo de la ciencia».
Ese algo mencionado por Guillén a nuestro juicio alude al Amor, a la forma del Amor. Una forma ausente y cuya libérrima búsqueda se hace necesaria: “Ante la no luz... de boca me destilo/ Todo prohibir para encontrar y volar...”. La condición humana cautiva de lo temporal, en un tiempo de “no luz”, en una sucesión temporal ajena al amor (“No amar, desaparecer”), como si el tiempo la tomara en prenda para someterla al deterioro y la muerte sin el disfrute pleno del amor, buscando impedir que el ser humano (y, de modo privilegiado, el poeta, su vocero más trascendente) se realice en la dimensión superior para la que está potencialmente capacitado: la eternidad de lo absoluto. Solo el hallazgo del amor nos permitirá la vida plena en libertad: “Amar para vivirlo todo”.
La idea de amor que se va develando en las composiciones está vinculada a la idea plena que abarca los términos eros, philia y ágape. Amórfor es una reacción a la idea del amor constreñida al eros degradado a puro sexo, convertido en mercancía y en la que el hombre mismo se transforma en mercancía. “Imperdido en la moneda, tesoro mío [...] Desdibujado por lo perdido, por pecado”.
Lo positivo y lo negativo se suceden en la existencia, de modo tal que ni la dicha ni la tristeza están claramente separadas entre sí, ni mucho menos resultan perdurables. Lejos de las trampas de la egolatría, Valderrama atribuye el mérito al poder rítmico de las “hospitalarias estrofas” (Carlos Germán Belli) creadas en Europa en los siglos XI-XVI. Vallejo, en el poema XXXVI de Trilce, celebra el potencial de la carencia: el gago Demóstenes (ejercitándose con guijarros dentro de su boca para articular con mayor fuerza y precisión) devino en el máximo orador griego.
El poemario se estructura en una tríada que, a manera de prisma o cúpula, se dirige hacia su culminación, su fin y su sentido. Abierta en una refracción, comienza la búsqueda en once poemas (uno de ellos un cuarteto) en un viaje por la idea del amor, por su separación del poeta. Estamos ante una exploración múltiple o multiplicada que no contemplan los hombres sino el poeta, “Animal, poeta puro”.
La segunda estancia, en doce poemas, intensifica la búsqueda en una especie de ascensión enajenada del poeta a un plano superior de categorías casi divinas: “Viajar... a viajar... desconocer, hoy romper...”
La tercera instancia, en diez poemas, permite comprender la búsqueda en un todo visual-musical en una especie de cantos de múltiples dolores. Cantos en los que “Para no sonar tan nudo del desaparecer” el poeta implora a la Lira ser elegido “en mal sonido” para iniciar “Propio caminar de los amantes del futuro”. Cada parte puede leerse como un poemario autónomo, a la vez que como pieza de un solo poemario concertante.
Todo Amórfor remite al amor y a la necesidad del re-conocimiento del lenguaje y su fuerza para configurar realidades, mundos virtuales, capaces a fin de cuentas de darle un sentido a nuestra historia. La voz poética de los poemas de Amórfor se dirigen a sus interlocutores no desde un lugar sino a partir de un espacio al que ha poblado a lo largo de los años y con una férrea disciplina, de interminables palabras “proféticas”, siempre con aguda ironía, pero sobre todo, con una gran sentido del humor, que es sin duda uno de sus rasgos más originales y que permite tolerar la existencia como tal.
“En el poeta o en el farsante casto
Hay un dictador de Océano rostro”
(“Trueque”)
“Despera oh Vida en rutícula transtornada
Aviación exhumar en alas religiosas
Cibernética reamar travestidas diosas
Almorzar belleza incomida y desterrada”.
(“Despera oh Vida...”)
“Reinar escándalo, Comedia,
Disipar belleza que transtorna.
Vivir: tocar a las que se transforma.
Constante e irredenta”.
(“Poeta”)
“La suma del mal es el bien...
La resta del bien va en mal...
Hay bien y mal en el camal
De Dios, que perdona también;”
Comencemos con la elección del nombre del poemario. El propio título de la obra de Valderrama ya es un acierto mayor: Amórfor. No Amorfor; sino Amórfor. En una línea que nos remite al tema del Amor y cuyas composiciones nos sugieren una búsqueda del Amor en trance de poesía pura, el amor ahora transformado en “amórfor”. Al respecto Paul Guillén ha dicho que «Es interesante reparar en el nombre del libro como un eje significante de la enunciación poética. Lo “amorfo” nos remite a una forma sin forma, pero esta forma que no tiene forma, denominado como lo amorfo, en Valderrama es “amórfor”, no llega a ser lo “amorfo” es lo “amórfor”, en ese sentido es “algo” que es mucho más que lo amorfo y por ello no tiene una forma o no forma conocida ni en el mundo natural ni en el mundo de la ciencia».
Ese algo mencionado por Guillén a nuestro juicio alude al Amor, a la forma del Amor. Una forma ausente y cuya libérrima búsqueda se hace necesaria: “Ante la no luz... de boca me destilo/ Todo prohibir para encontrar y volar...”. La condición humana cautiva de lo temporal, en un tiempo de “no luz”, en una sucesión temporal ajena al amor (“No amar, desaparecer”), como si el tiempo la tomara en prenda para someterla al deterioro y la muerte sin el disfrute pleno del amor, buscando impedir que el ser humano (y, de modo privilegiado, el poeta, su vocero más trascendente) se realice en la dimensión superior para la que está potencialmente capacitado: la eternidad de lo absoluto. Solo el hallazgo del amor nos permitirá la vida plena en libertad: “Amar para vivirlo todo”.
La idea de amor que se va develando en las composiciones está vinculada a la idea plena que abarca los términos eros, philia y ágape. Amórfor es una reacción a la idea del amor constreñida al eros degradado a puro sexo, convertido en mercancía y en la que el hombre mismo se transforma en mercancía. “Imperdido en la moneda, tesoro mío [...] Desdibujado por lo perdido, por pecado”.
Lo positivo y lo negativo se suceden en la existencia, de modo tal que ni la dicha ni la tristeza están claramente separadas entre sí, ni mucho menos resultan perdurables. Lejos de las trampas de la egolatría, Valderrama atribuye el mérito al poder rítmico de las “hospitalarias estrofas” (Carlos Germán Belli) creadas en Europa en los siglos XI-XVI. Vallejo, en el poema XXXVI de Trilce, celebra el potencial de la carencia: el gago Demóstenes (ejercitándose con guijarros dentro de su boca para articular con mayor fuerza y precisión) devino en el máximo orador griego.
El poemario se estructura en una tríada que, a manera de prisma o cúpula, se dirige hacia su culminación, su fin y su sentido. Abierta en una refracción, comienza la búsqueda en once poemas (uno de ellos un cuarteto) en un viaje por la idea del amor, por su separación del poeta. Estamos ante una exploración múltiple o multiplicada que no contemplan los hombres sino el poeta, “Animal, poeta puro”.
La segunda estancia, en doce poemas, intensifica la búsqueda en una especie de ascensión enajenada del poeta a un plano superior de categorías casi divinas: “Viajar... a viajar... desconocer, hoy romper...”
La tercera instancia, en diez poemas, permite comprender la búsqueda en un todo visual-musical en una especie de cantos de múltiples dolores. Cantos en los que “Para no sonar tan nudo del desaparecer” el poeta implora a la Lira ser elegido “en mal sonido” para iniciar “Propio caminar de los amantes del futuro”. Cada parte puede leerse como un poemario autónomo, a la vez que como pieza de un solo poemario concertante.
Todo Amórfor remite al amor y a la necesidad del re-conocimiento del lenguaje y su fuerza para configurar realidades, mundos virtuales, capaces a fin de cuentas de darle un sentido a nuestra historia. La voz poética de los poemas de Amórfor se dirigen a sus interlocutores no desde un lugar sino a partir de un espacio al que ha poblado a lo largo de los años y con una férrea disciplina, de interminables palabras “proféticas”, siempre con aguda ironía, pero sobre todo, con una gran sentido del humor, que es sin duda uno de sus rasgos más originales y que permite tolerar la existencia como tal.
“En el poeta o en el farsante casto
Hay un dictador de Océano rostro”
(“Trueque”)
“Despera oh Vida en rutícula transtornada
Aviación exhumar en alas religiosas
Cibernética reamar travestidas diosas
Almorzar belleza incomida y desterrada”.
(“Despera oh Vida...”)
“Reinar escándalo, Comedia,
Disipar belleza que transtorna.
Vivir: tocar a las que se transforma.
Constante e irredenta”.
(“Poeta”)
“La suma del mal es el bien...
La resta del bien va en mal...
Hay bien y mal en el camal
De Dios, que perdona también;”
(“Belleza helada”)
Quizá sea conveniente puntualizar, para evitar confusiones, que con el término humor no aludimos a aquello que provoca la risa, la burla, la sátira, sino a un aspecto de lo cómico, del que dice Octavio Paz, convierte en ambiguo todo lo que toca. El humor en Amórfor zahiere el afán de los críticos de imponer un sentido fijo, develado por el análisis: “Decir No... decir Sí... horrible la cosa palmaria”.
.
Leamos:
“Soñar desaparecer de amor y en todo:
Despierto y no soñando de amor me embarazo,
Delicado en amor de no cierto en tu regazo,
Científico, dador... reaparecer de amor.
Urubamba de flores en los ríos prohibios...
Derrumbo no visto, enigmático, conciso.
No eres mono en el que me reconozco amor,
Espolón en que danza invierno himero.”
(“Amórfor”)
El baño de irreverencia en Amórfor que oscila entre un aparente anarquismo y nihilismo ante el lenguaje, no es tal. Toda expresión del poemario está empapada por un hálito romántico de idealización amorosa que nutre la poética de sus composiciones.
El poemario de Valderrama nos sumerge en la vida en arrebato febril para iniciar la búsqueda del amor revitalizado en nuestro tiempo. Comprende que las búsquedas auténticas se nutren de las raíces colectivas, en su caso grecolatinas pero también andinas (véanse los poemas: “Fiel A Panca Dulce Desnacer”, “Pachacámac”, “Quipu”, “Torre de la voz…”, “Los Funerales de Atahualpa”, “Rosa América”, “Rímac”, “Compañía América” y “Viti... Viti: Vida es su juego”) en un trabajo con el lenguaje que es minucioso y central, experimental, y por ello, desconcertante, novedoso, protagónico y trascendental.
Da la sensación de un hervor (término que tomamos prestado de El zorro de arriba y el zorro de abajo de Arguedas) por su peculiar escritura, aparentemente oscura, poco discernible, casi indefinible, llena de términos extraños en préstamo de lenguas nativas o giros populares, con menciones a voces latinas, plena de partículas expresivas y nombres de origen no solo andino sino plural, de la más diversa fuente, así como dichos o frases.
Pero, a la par de este desconcierto descubrimos intensas imágenes, fascinantes plasmaciones de sentido y una extraordinaria fuerza que aumenta nuestra absoluta sorpresa ante la obra. En la estirpe de Vallejo, (“¡Ay, César Vallejo...!”), Churata, Arguedas, De Ramos, Pancorvo, Ildefonso, el genio que Valderrama despliega en Amórfor es eminentemente verbal:
¿No hay remedio?...
Su espacio... Retorno será
Nieve en barca curiusidad desquicia
Vidrio social ubidencia ideficar
Cudicia huerto crisoprasa paraíso...
Paisaje inundan
Filusufia impura
(Antes una extrañez y hoy pecado todo)
Valle rosario preciosa nigligencia
Viste murir oro izquierdo
Tinir bailarinas jueces prostitutas...
Sol muerto amatista doctrina
(Su muerte en un baile suma)
Idulatra rojo en balcón azul
Jardín señora serimonia cómplices
Todo nigromante todo cacique todo pariente...
Venales citas
Entención aman
(Deshacen el día venido)
Pistilencia labios miseria desnuda
Jaspe requisas padres envinción
Gintil camino beriló luna...
Pulicia perlas estación transparente
(Su día es otro más solitario)
Puente bahía frutas vieja
Negros bustos posición escriben:
Rosados sirvientes prencipal marrón
Parlamento proeba
Playa mestizos...
(Avanzan y hacen esplendor de su noche)
Hechiceros sacristanes café gloriam
Puno crisolito árboles cochillo
Sais tren claro jacinto...
Topacio vesitar impresión tuvu
(Pequeños pero magos absolutos son)
(“Viti... Viti: Vida es su juego”)
Las palabras rebasan su propio contenido y su especial combinación crea un nuevo lenguaje dentro del lenguaje vivo, al tiempo que lo enriquece y expande con nuevas posibilidades de realización. La peculiar escritura de Amórfor se asume como refugio y espacio cuestionador de la hegemonía socio-cultural, de modo que su propio desempeño busca negar la jerarquía de la dominación, constituyéndose en un mecanismo interno de resistencia y afirmación de una utopía: “Playa mestizos.../ (Avanzan y hacen esplendor de su noche)”.
En sus rasgos aparentemente “defectuosos” nos está diciendo algo. La voz poética evoca un mundo a partir de las formas expresivas de otro. Nos presenta de una manera inequívoca la culminación de una primera etapa del proceso de apropiación por parte de sujetos subordinados del instrumento de dominación esencial desde la invasión hispánica: la escritura.
Al optar por esta peculiar forma de escritura está buscando no solo un refugio frente a la hostilidad que siente a su alrededor; sino, consideramos, una manera de aprehender y crear una realidad nueva: la de una nueva forma del amor por obra de esos sujetos hoy subordinados: “(Pequeños pero magos absolutos son)”. Sin perder de vista su condición, consciente de su propia bastardía (la del avasallado vuelto mestizo, no aculturado; sino transculturado.
La voz poética de las composiciones de Amórfor no canta ideas milenaristas: no va a ver una gran idea que esté por encima de la historia de los hombres, una suerte de río subterráneo que los vaya a liberar. Si ellos se van a liberar es porque han aprendido a amar nuevamente, “reaparecer de amor”.
Lo más asombroso es que los textos que abren y cierran Amórfor instalan la confidencia de una voz poética que, consciente de los limites del idioma y de la penuria espiritual de nuestra época, encuentra la solución albergándose en una búsqueda estética abisal (“Lo animal miaru... / Lo animal bebo...”), una de las más osadas de la poesía peruana de la última década. De ahí que nos atrevamos a sostener que estamos ante el inicial despliegue del proyecto poético más totalizante erigido por poeta alguno del nuevo milenio.
“Soñar desaparecer de amor y en todo:
Despierto y no soñando de amor me embarazo,
Delicado en amor de no cierto en tu regazo,
Científico, dador... reaparecer de amor.
Urubamba de flores en los ríos prohibios...
Derrumbo no visto, enigmático, conciso.
No eres mono en el que me reconozco amor,
Espolón en que danza invierno himero.”
(“Amórfor”)
El baño de irreverencia en Amórfor que oscila entre un aparente anarquismo y nihilismo ante el lenguaje, no es tal. Toda expresión del poemario está empapada por un hálito romántico de idealización amorosa que nutre la poética de sus composiciones.
El poemario de Valderrama nos sumerge en la vida en arrebato febril para iniciar la búsqueda del amor revitalizado en nuestro tiempo. Comprende que las búsquedas auténticas se nutren de las raíces colectivas, en su caso grecolatinas pero también andinas (véanse los poemas: “Fiel A Panca Dulce Desnacer”, “Pachacámac”, “Quipu”, “Torre de la voz…”, “Los Funerales de Atahualpa”, “Rosa América”, “Rímac”, “Compañía América” y “Viti... Viti: Vida es su juego”) en un trabajo con el lenguaje que es minucioso y central, experimental, y por ello, desconcertante, novedoso, protagónico y trascendental.
Da la sensación de un hervor (término que tomamos prestado de El zorro de arriba y el zorro de abajo de Arguedas) por su peculiar escritura, aparentemente oscura, poco discernible, casi indefinible, llena de términos extraños en préstamo de lenguas nativas o giros populares, con menciones a voces latinas, plena de partículas expresivas y nombres de origen no solo andino sino plural, de la más diversa fuente, así como dichos o frases.
Pero, a la par de este desconcierto descubrimos intensas imágenes, fascinantes plasmaciones de sentido y una extraordinaria fuerza que aumenta nuestra absoluta sorpresa ante la obra. En la estirpe de Vallejo, (“¡Ay, César Vallejo...!”), Churata, Arguedas, De Ramos, Pancorvo, Ildefonso, el genio que Valderrama despliega en Amórfor es eminentemente verbal:
¿No hay remedio?...
Su espacio... Retorno será
Nieve en barca curiusidad desquicia
Vidrio social ubidencia ideficar
Cudicia huerto crisoprasa paraíso...
Paisaje inundan
Filusufia impura
(Antes una extrañez y hoy pecado todo)
Valle rosario preciosa nigligencia
Viste murir oro izquierdo
Tinir bailarinas jueces prostitutas...
Sol muerto amatista doctrina
(Su muerte en un baile suma)
Idulatra rojo en balcón azul
Jardín señora serimonia cómplices
Todo nigromante todo cacique todo pariente...
Venales citas
Entención aman
(Deshacen el día venido)
Pistilencia labios miseria desnuda
Jaspe requisas padres envinción
Gintil camino beriló luna...
Pulicia perlas estación transparente
(Su día es otro más solitario)
Puente bahía frutas vieja
Negros bustos posición escriben:
Rosados sirvientes prencipal marrón
Parlamento proeba
Playa mestizos...
(Avanzan y hacen esplendor de su noche)
Hechiceros sacristanes café gloriam
Puno crisolito árboles cochillo
Sais tren claro jacinto...
Topacio vesitar impresión tuvu
(Pequeños pero magos absolutos son)
(“Viti... Viti: Vida es su juego”)
Las palabras rebasan su propio contenido y su especial combinación crea un nuevo lenguaje dentro del lenguaje vivo, al tiempo que lo enriquece y expande con nuevas posibilidades de realización. La peculiar escritura de Amórfor se asume como refugio y espacio cuestionador de la hegemonía socio-cultural, de modo que su propio desempeño busca negar la jerarquía de la dominación, constituyéndose en un mecanismo interno de resistencia y afirmación de una utopía: “Playa mestizos.../ (Avanzan y hacen esplendor de su noche)”.
En sus rasgos aparentemente “defectuosos” nos está diciendo algo. La voz poética evoca un mundo a partir de las formas expresivas de otro. Nos presenta de una manera inequívoca la culminación de una primera etapa del proceso de apropiación por parte de sujetos subordinados del instrumento de dominación esencial desde la invasión hispánica: la escritura.
Al optar por esta peculiar forma de escritura está buscando no solo un refugio frente a la hostilidad que siente a su alrededor; sino, consideramos, una manera de aprehender y crear una realidad nueva: la de una nueva forma del amor por obra de esos sujetos hoy subordinados: “(Pequeños pero magos absolutos son)”. Sin perder de vista su condición, consciente de su propia bastardía (la del avasallado vuelto mestizo, no aculturado; sino transculturado.
La voz poética de las composiciones de Amórfor no canta ideas milenaristas: no va a ver una gran idea que esté por encima de la historia de los hombres, una suerte de río subterráneo que los vaya a liberar. Si ellos se van a liberar es porque han aprendido a amar nuevamente, “reaparecer de amor”.
Lo más asombroso es que los textos que abren y cierran Amórfor instalan la confidencia de una voz poética que, consciente de los limites del idioma y de la penuria espiritual de nuestra época, encuentra la solución albergándose en una búsqueda estética abisal (“Lo animal miaru... / Lo animal bebo...”), una de las más osadas de la poesía peruana de la última década. De ahí que nos atrevamos a sostener que estamos ante el inicial despliegue del proyecto poético más totalizante erigido por poeta alguno del nuevo milenio.
Independencia, septiembre de 2008
12 comentarios:
no me gusta la zalamería del crítico pero me gustan los poemas que cita, dónde consigo Amorfor?
Cathy
es un abstracto y borracho y poeta
francisco r
Navegando encontré tu blog hace ya un tiempo. Sin embargo, no puedo dejar de pasar sin comentar las buenas reseñas que dejas...
Como peruana que escribe y que vive en el extranjero, me entero de muchas cosas y escritores peruanos.
Y al terminar de leer tu entrada buscaré este libro que por lo que veo, amerita una lectura...
saludos
ablanda tu corazón salomón
no seas tan duro
lope
este libro es defectuoso casi no se entiende ademas no se encuentra en las librerías
josé carlos y
salomón no es poeta ni nada es más está loco y es putañero eso si
brito
cuando le han robado la vida / la hoja dice ser espalda / y el sueño concierto finito / cosa delicada / te roban todo / toda la basura es nueva iglesia / la puta fina / prima / y la niña ama
Julián del Casal
completamente de acuerdo con el primer comentario. El comentarista no da pie con bola pero los poemas son buenos. Ayer busqué Amorfor en librerías pero nada. Por favor, Paul, dónde lo compro?
es “Empredido pitonisar mañana al Humano”. y no "emprendido"...
ojote
hola recien vengo llegando de viaje amorfor no se encuentra en librerias proximamente dejaremos ejemplares, por ahora pueden escribir a mi correo revistasolnegro@gmail.com con su direccion, datos personales y telefono y nosotros dejaremos el libro en su domicilio, el costo es de 20 nuevos soles
la rima me hace recordar las odiosas poesias sobre la bandera, la patria que me enseñaban en primaria.pero bueno...después de ller travesía de extramares,resultaría algo novedoso?
sí, cargan (peligro) olas estas rimas, son sonetos locos. la contradicción y el abandono brilla como una isla que se forma.
abrazos y besos salomón
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