Maurizio Medo. Manicomio (Segunda edición). Lima: Zignos, 2007.
Empezaré estas breves líneas diciendo que el poemario Manicomio de Maurizio Medo es un libro enteramente polifónico, en el sentido, de la confluencia y superposición de voces o siguiendo a Bajtin la polifonía es “la pluralidad de voces y conciencias independientes e inconfundibles”[1]. No puedo dejar de mencionar que, en un nivel intertextual, hay algunos lazos con Hospital Británico de Héctor Viel Temperley, con “Carta al Señor Legislador de la Ley sobre Estupefacientes” y El ombligo de los limbos de Antonin Artaud o con algunos poemas sueltos de Martín Adán como “Esquizofrenia” o “Litoral”, es decir, textos que reclaman una atención especial, en tanto, interacción de voces que se interponen y fragmentan entre sí. Hago un acápite al respecto de la figura de Martín Adán para decir que si uno lee, por ejemplo, al Adán de Travesía de extramares, junto con Sobre vivir de Mirko Lauer o con Book de Laetitia Casta de Rafael Espinosa encontrará una serie de similitudes increíbles, es por eso, que prefiero leer Manicomio no en relación a su “generación”, sino a través de un devenir estético que estaría marcado por el Martín Adán de Diario de poeta, por Lewis Carroll y su Alicia en el país de las maravillas y también por A través del espejo y lo que Alicia encontró allí, por la absorción de Carrol hecha por Juan Luis Martínez en La nueva novela e incluso por la poesía fonética de Paul Scheerbart o Kurt Schwitters. He titulado “Manicomio del alma” a este texto que les estoy leyendo, porque recuerdo que en alguna entrevista que le hicieron a Maurizio Medo el libro Manicomio había sido mencionado como “Manicomio del alma” que es el primer verso del poema “Esquizofrenia” de Martín Adán: “Manicomio del alba asilante un lucero / friolero, adormilado, tan ave todavía…” y creo que esta relación se hace más explícita con el juego de espejos en la relación Lewis Carroll-Juan Luis Martínez, pero sobre esto volveremos más adelante.
Retomando el tema de la polifonía, lo que me interesa es hablar acerca de la fragmentación de estas voces y el porqué de ese procedimiento escritural. El semiólogo francés Jacques Fontanille nos explica que la polifonía por definición es “una modalidad enunciativa del conflicto (conflicto ideológico y conflicto de representaciones sociales)”[2]. Esta reflexión la podemos ligar con la idea de T. S. Eliot acerca de la “fragmentación cultural”, esto se ve con claridad en el primer poema “El entierro de los muertos” de La Tierra baldía, donde la enunciación poética produce un texto híbrido, polifónico, dialógico y culturalista apoyándose en las voces de Ezequiel, el Eclesiastés, Tristán e Isolda, Baudelaire, Dante, etc. por su parte, Medo en algunos de sus textos utiliza este procedimiento, por ejemplo, en el poema “Entonces dijo el clon” se vale de un fragmento de “Epístola a los transeúntes” de Vallejo, pero lo hace en un sentido paródico, porque el poeta dice después de Vallejo dirigiéndose a un interno del Manicomio: “-calla cesitar”.
Empezaré estas breves líneas diciendo que el poemario Manicomio de Maurizio Medo es un libro enteramente polifónico, en el sentido, de la confluencia y superposición de voces o siguiendo a Bajtin la polifonía es “la pluralidad de voces y conciencias independientes e inconfundibles”[1]. No puedo dejar de mencionar que, en un nivel intertextual, hay algunos lazos con Hospital Británico de Héctor Viel Temperley, con “Carta al Señor Legislador de la Ley sobre Estupefacientes” y El ombligo de los limbos de Antonin Artaud o con algunos poemas sueltos de Martín Adán como “Esquizofrenia” o “Litoral”, es decir, textos que reclaman una atención especial, en tanto, interacción de voces que se interponen y fragmentan entre sí. Hago un acápite al respecto de la figura de Martín Adán para decir que si uno lee, por ejemplo, al Adán de Travesía de extramares, junto con Sobre vivir de Mirko Lauer o con Book de Laetitia Casta de Rafael Espinosa encontrará una serie de similitudes increíbles, es por eso, que prefiero leer Manicomio no en relación a su “generación”, sino a través de un devenir estético que estaría marcado por el Martín Adán de Diario de poeta, por Lewis Carroll y su Alicia en el país de las maravillas y también por A través del espejo y lo que Alicia encontró allí, por la absorción de Carrol hecha por Juan Luis Martínez en La nueva novela e incluso por la poesía fonética de Paul Scheerbart o Kurt Schwitters. He titulado “Manicomio del alma” a este texto que les estoy leyendo, porque recuerdo que en alguna entrevista que le hicieron a Maurizio Medo el libro Manicomio había sido mencionado como “Manicomio del alma” que es el primer verso del poema “Esquizofrenia” de Martín Adán: “Manicomio del alba asilante un lucero / friolero, adormilado, tan ave todavía…” y creo que esta relación se hace más explícita con el juego de espejos en la relación Lewis Carroll-Juan Luis Martínez, pero sobre esto volveremos más adelante.
Retomando el tema de la polifonía, lo que me interesa es hablar acerca de la fragmentación de estas voces y el porqué de ese procedimiento escritural. El semiólogo francés Jacques Fontanille nos explica que la polifonía por definición es “una modalidad enunciativa del conflicto (conflicto ideológico y conflicto de representaciones sociales)”[2]. Esta reflexión la podemos ligar con la idea de T. S. Eliot acerca de la “fragmentación cultural”, esto se ve con claridad en el primer poema “El entierro de los muertos” de La Tierra baldía, donde la enunciación poética produce un texto híbrido, polifónico, dialógico y culturalista apoyándose en las voces de Ezequiel, el Eclesiastés, Tristán e Isolda, Baudelaire, Dante, etc. por su parte, Medo en algunos de sus textos utiliza este procedimiento, por ejemplo, en el poema “Entonces dijo el clon” se vale de un fragmento de “Epístola a los transeúntes” de Vallejo, pero lo hace en un sentido paródico, porque el poeta dice después de Vallejo dirigiéndose a un interno del Manicomio: “-calla cesitar”.
Por otra parte, vemos en el texto “Centón del comedero” la presencia de versos tomados de otros poetas como Antonin Artaud, René Char, Héctor Viel Temperley, James Matthew Barrie, Martín Adán, Kurt Schwitters, Lautreamont, Nietszche, Dante, Antonio Gamoneda, Robert Frost, Lewis Carroll, Juan Luis Martínez. Este texto “Cestón del comedero” estaría afirmando una visión de la tradición poética que se ajusta a las ideas de Eliot, quien afirma que: “Ningún poeta, ningún artista de cualquier arte, adquiere sentido completo por sí solo. Su significación, su apreciación, es la apreciación de su relación con los poetas y los artistas muertos. No se le puede valorar individualmente se le debe comparar y contrastar con los muertos”[3]. Yo quisiera remarcar la presencia de Lewis Carroll y de Juan Luis Martínez en tanto el juego de espejos y el desplazamiento constante del sujeto poético y cómo se fragmentan estos múltiples “yo”.
Si recordamos en La nueva novela de Juan Luis Martínez en la página 81 “Fox Terrier desparece en la intersección de las avenidas Gauss y Lobatchewsky”, ese perrito desaparecido de nombre Sogol (anagrama de logos) sería una forma explícita de problematizar el logos cartesiano, algo similar ocurre en Manicomio con uno de los versos iniciales “se alquila... razón”. Toda esta organización contra el logocentrismo se apoya en un discurso psicótico y esquizofrénico: “soy gilda, brivio, cuarto17. / maníaco depresiva, esquizoide y psicótica” o “regístrese: rasgos esquizoides, amada por la madre / denomínala la cerda”. Es interesante tomar en cuenta este factor, en tanto el sujeto psicótico no ha pasado por la metáfora paterna, es decir, no pasa por el complejo de Edipo, no tiene figura paterna, por su parte, el sujeto esquizofrénico, toma a las palabras como cosas y no como signos, es decir, trata a lo simbólico como real. Estas dos realidades están explícitas en el recorrido de Manicomio mediante una jerga médica que utiliza antipsicóticos como pimpamperona, clotiapina, levopromenazina, sulpiride, clopentixol, fluanisona, oxipertina, etc. Todo ello se encuentra relacionado con las figuras de los mandriles que serían los celadores y la figura de la madre, caracterizada como una cerda. Esta relación es interesante, por ejemplo, en “El adiós de M.M.” se utiliza una oración a la virgen maría en latín, pero se desplaza la función de la madre que vendría a ser la clotiapina, es decir, la madre como un antipsicótico.
Aquí lo fundamental es el quiebre con el “yo” como sujeto poético unidimensional y organizador de la enunciación poética, por ejemplo, en el poema “El falso Ginsberg” se nos describe una serie de cualidades y defectos que tendrían los “otros” poetas / escritores para al final del poema relativizar lo que se dijo antes: “¿quiénes? / ¿yo? / ¿decías mamá?”. Por momentos la voz que habla es una mujer que se dirige a la madre, en otros textos, es una voz, en apariencia, masculina. En ese sentido, nos interesa remarcar el fonestismo aunado con la mezcla de idiomas italiano, inglés y latín e incluso la presencia del lunfardo. En “Centón del comedero” se repite la frase “Nupsa pusch?” de Paul Scheerbart, se trata del poema fonético KIKAKOKU: Ekoralaps! De lo que se trata es de mostrar el significante y destruir el significado. Quisiera recordar algo que he escrito en un ensayo que se publicará en México: “Maurizio Medo en El hábito elemental despliega un diálogo entre culturas y lenguajes. Siguiendo a Pound, encontramos yuxtaposiciones y exploraciones con los idiomas: la presencia del italiano, del inglés, etc: “lenguas maltrechas que intentan decir algo”, es así, como su fraseo en muchos de los poemas sería una asimilación del intervalo Symbol-Cor cordium-Eucaristía de Roger Santiváñez: “Líricas epístolas de novel novalis”. Pero esta no es la única modulación que ensaya, lo cual quiere decir, que percibimos varias formas de encarar el acto poético en sus libros: “Soy mi diáspora / Mi yo, plural y límbico, que atomiza en abstracta conjugación”. De esa misma manera, pero en nivel más fractal, más disperso, más desconfiado del “buen decir” en Manicomio coexisten el quiebre de la linealidad y lo denotativo, un simultaneísmo de voces, imaginarios e historias, la desconfianza en un "yo" como eje duro y organizador de la enunciación poética y como representante de la racionalidad utilitarista e instrumental, la desconfianza en el lenguaje como medio efectivo de comunicación. Por eso, el ya citado texto "Centón del comedero" se inicia con las mismas frases con que Creso se dirige a Plutón en un fragmento del diálogo de los muertos de Luciano de Samósata. Y Manicomio al parecer también podría ser un diálogo con las almas de los muertos de este manicomio espectral que es la vida.
NOTAS
[1] BAJTIN. Problemas de la poética de Dostoievski. México: FCE, 1993. p. 16
[2] ZILBERBERG, Claude (editor). Semiótica del valor. México: Seminario de Estudios de la Significación. Tópicos del Seminario, número 8, diciembre 2002. p. 80.
[3] ELIOT, T. S. “La tradición y el talento individual” en: Los poetas metafísicos (Tomo I). Buenos Aires: Emecé editores. p. 13.
NOTAS
[1] BAJTIN. Problemas de la poética de Dostoievski. México: FCE, 1993. p. 16
[2] ZILBERBERG, Claude (editor). Semiótica del valor. México: Seminario de Estudios de la Significación. Tópicos del Seminario, número 8, diciembre 2002. p. 80.
[3] ELIOT, T. S. “La tradición y el talento individual” en: Los poetas metafísicos (Tomo I). Buenos Aires: Emecé editores. p. 13.
(*) Texto leído el día jueves 18 de enero 2007 en Antares, artes & letras, como presentación al libro Manicomio de Maurizio Medo.
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