sábado, 6 de enero de 2007

© HEREDEROS DE EMILIO ADOLFO WESTPHALEN / Inés Westphalen


¡Qué suerte! pensarán algunos… ¡Qué honor! dirán otros, pero realmente llevar esta insignia, que normalmente se nos otorga sin mayor esfuerzo, no siempre es tan sencillo y evidente.

Sería aun más difícil de no contar con el arte de escribir de mi padre que me permite ahora reencontrarme con su sensibilidad, formas de pensar y enfrentar el mundo sin depender tan solo del simple recuerdo. Casi podría afirmar que ese famoso “silencio” que a tantos sorprendió, era un artificio más de su naturaleza para concentrarse en la materialización de su pensamiento en el lenguaje que le era más connatural: la escritura, ya sea en prosa o, más excepcionalmente, en la poesía.

A cinco años de su muerte he podido constatar que el interés por sus escritos no ha decaído, no solo por los eventuales comentarios de sus seguidores, lectores de siempre o nuevos adeptos, sino por las publicaciones que se lograron: la interesante labor de la Universidad San Martín de Porres con la reimpresión de la colección completa de Las Moradas que dirigió Ismael Pinto Vargas, la reedición tanto de Las ínsulas extrañas como del facsímil de Abolición de la Muerte en la cuidadosa presentación de Riotigre, la antología con la poesía completa y una selección de ensayos editada por la Pontifica Universidad Católica del Perú, la presencia de sus textos en un número de la revista mexicana Alforja y la edición bilingüe de Cuál es la risa, editada en Paris por Myriam Solal.

Estos sucesos parecen darle la razón:
“A pesar de la incredulidad de algunos –o de muchos– creo que no será paradójico sostener que la difusión de la poesía escoge de preferencia esas vías soterradas –que cuanto más encubierta y clandestina sea la transmisión más probabilidades hay que sea eficaz y duradera.”

Aun cuando a él mismo parecía por momentos ganarle el desaliento: “Tuve la ingenuidad de poner a la venta unos ejemplares de Abolición de la Muerte en la librería de los hermanos Rosay. Después de varios meses me liquidaron un solo ejemplar adquirido por mi amigo José A. Hernández”, por caminos recónditos esos textos fueron siguiendo su destino e incluso lograron cruzar océanos.

Puedo dar testimonio del cuidado, dedicación, tiempo y recursos que puso en todas sus empresas editoriales. El libro era el envoltorio privilegiado de los textos y como tal había que cuidarlo es sus más ínfimos detalles. Este perfeccionismo no era exclusivo de mi padre quien, en uno de sus escritos, nos regala esta cita de Vallejo:

"Un poema es una entidad vital mucho más orgánica que un ser orgánico en la naturaleza. A un animal se le amputa un miembro y sigue viviendo. A un vegetal se le corta una rama y sigue viviendo. Pero si a un poema se le amputa un verso, una palabra, una letra, un signo ortográfico, muere".

Espero que lo dicho anteriormente explique mi sorpresa al encontrar esta frase en el prólogo de Marco Martos a la edición de la U. Católica: “De alguna manera, quitándole el sentido religioso a la palabra, los grandes poetas franceses del siglo XIX, cepa de la que viene Westphalen, eran alumbrados: entregados a un rito especial, casi secreto, teniendo como máximo logro la escritura misma, no su difusión, secundaria ciertamente; vacíos, colmados de nada una vez cumplido su objetivo.”(pag.39)

Que el poema tenga por así decirlo una autonomía de existencia no implica que podamos descuidar la forma como lo presentamos al lector. De allí la desconfianza de mi padre hacia las grandes editoriales que no ponen esmero en la producción y singularidades de cada uno de sus libros. La posibilidad de duplicación que debemos a la invención de Guttemberg no descarta el respeto hacia los lectores, mismos que deberían además no solo encontrar un texto limpio de erratas, sino un producto agradable a los sentidos que invite a la lectura.

Pongamos atención a esta exhortación de EAW en Las Moradas (1947):

“… es nuestro deber cuidar porque la acumulación de especulaciones teóricas y de creaciones de arte, venga a ser no una carga molesta, sino el sostén más efectivo, sino la gracia jubilosa que da sentido a la vida.”

Tengo la osadía de reconocer que, como lectora, muchas veces prefiero adentrarme directamente en el texto antes que detenerme en prólogos y presentaciones. Tal vez el hábito se remonte a mi adolescencia cuando me enojaba caer sobre resúmenes de las aventuras que yo quería descubrir, con adelantos demasiado reveladores o incómodas guías. En la edición de la U. Católica, tratándose de una compilación de la obra de mi padre, no pude evitar la presentación de Marcos Martos, tan discordante con las propias reflexiones de EAW que se encuentran allí mismo. Estoy profundamente convencida que el autor tiene un punto de vista privilegiado sobre sus propios textos y debe ser escuchado, así que me permito nuevamente darle la palabra:

"(Es) natural mi desconcierto cuando me entero que el simple hecho de haber puesto –para identificar unos poemas– una línea de la más hermosa y enigmática poesía jamás escrita en español sea interpretado como indicio (y hasta demostración) de la existencia de una vena mística de mi obra. No ha habido más grande poeta en la lírica española que el Santo. Admiro igualmente la prosa (nítida, abierta, deleitosa) de sus comentarios –prosa que coloco en el más alto lugar entre las numerosas y variadas del siglo de Oro español. (…) Pero no veo que mi veneración y reverencia establezcan relación alguna de cercanía o parentesco espiritual con él –ni que en los poemas por mí publicados haya el menor asomo de misticismo.”(EAW.1984)

Igualmente expresiones como “Poéticamente estaba agotado” me resultan desconcertantes (muy aventuradas) cuando el Sr. Martos líneas después reconoce la importancia del trabajo realizado por EAW en la cultura a través de la selección, traducción, elaboración de ensayos y presentación de estos textos e imágenes en sus revistas. ¿No sería más justo recalcar sencillamente que su forma de insertarse en la realidad de su momento cambió; conservando la seriedad, rigor, abertura a todo conocimiento nuevo, bien sustentado y enriquecedor proveniente de variadas disciplinas? ¿Cómo explicar de otra forma su “reconexión” con la poesía, a partir de los años 70, que nos vuelve a dar poemas de tal calidad que seguramente fueron determinantes en su postulación a diversos premios literarios y el reconocimiento que se le otorgó en España en 1998?

La edición de la Pontificia Universidad Católica vino a cubrir una carencia y contiene información importante para los estudiosos, pero me parece esencial que se realice una revisión cuidadosa de lo presentado, ya que además de lo aquí expuesto, incurre en varias incorrecciones.

Asumo con estas líneas la responsabilidad que conlleva mi “herencia”: me queda ahora claro cuánto hubiera disgustado a mi padre un texto como el que Marco Martos coloca como introducción o “invitación” al conocimiento del escritor y de su poesía, así como todos los otros fallos del volumen. Espero que en los años que nos separan del centenario de su nacimiento tengamos el gusto de ver publicados ensayos y antologías hechas siguiendo los lineamientos que marcó claramente EAW en sus escritos.

México, 2006

Tomado de Hueso húmero, número 49.

1 comentario:

© Jack Farfán Cedrón, 2005-2023 dijo...

"Me he callado porque el silencio pone más cerca los labios..."EAW

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