Hora de provinciaEl centralismo limeño no deja inmune a la creación literaria. Las posibilidades de que en esta aldea se difundan las obras de los escritores del interior son escasas, cuando no nulas. Contra viento y marea, la actividad cultural de las provincias se ha incrementado notablemente en muchos campos de batalla. Arequipa, Cusco y Chimbote, por citar tres ejemplos, cuentan en su haber con circuitos artísticos que poco o nada tendrían que envidiarle a la ya bastante trajinada capital. Y el espíritu de riesgo y experimentación de los provincianos supera, generalmente, a las propuestas de Lima. El cosmopolitismo o la originalidad no son, de ningún modo, patrimonio exclusivo del valle del Rímac.
En las tórridas latitudes norteñas, la poesía atraviesa por un saludable momento. La prueba es Denisse Vega Farfán (Trujillo, 1986), reciente ganadora del Premio Poesía Joven del Perú con su libro Una morada tras los reinos (Centro Cultural de España-Lustra editores, 2008). La personalísima factura de este volumen despierta inmediatos vientos de renovación a cargo de una joven escritora que ha decidido asumir riesgos sin desconocer la importancia de la tradición. Vega Farfán parece moverse con comodidad en los meandros de una escritura insular y reveladora de las fuentes en claves muy bien administradas.
Su imaginario ofrece ecos tanto de los mitos clásicos y los ciclos épicos medievales, así como de la insólita visión egureniana. Aun así, esas referencias -como otras- resultan apenas destellos, pues la poeta privilegia una línea hermética alrededor de tópicos como el ascenso y la caída de héroes o estirpes completas. El fraseo, de deliberados matices arcaizantes, cumple con su cometido: la elaboración de universos donde la palabra remite a los misterios de la historia humana y de individuos arrojados al mundo, en el cual asumen sus aciagos destinos.
Alentador inicio para una autora que se distingue del resto y reclama una habitación propia en la poesía de reciente data.
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