domingo, 18 de noviembre de 2007

La piel del poema: acercamiento al poemario Devoción: Poesía de la Carne de Karina Falcón por Natalia González Gottdiener


Si humanas el mundo, lo haces posible. Lo haces hablar en su abismo, con el abismo que el ser humano es,-en perífrasis de Juarroz- para quien la poesía es como el ala: la condición para soportar el abismo, pues de lo contrario sólo existe el vértigo, y llama al acto de la poesía como un amoroso exorcismo de la nada. Poesía es aquello que: somos.

Hablar de lo carnal es hablar de lo abisal. La sociedad humana es un teatro desarmable. Para entender al humano hay que empezar por el animal, por su instinto y naturaleza, lo demás son trazos. La poesía es una indagación. Es lo que no es. Lo que se define y redefine diariamente. La poesía es, sin lugar a dudas, devocional. El poeta que escriba sin devoción a su arte, podrá tener una excelente técnica, pero no tendrá latido, temblor, vibración. Por eso, la poesía, más que trascendencia, es aliento vital. En Devoción: Poesía de la carne, de Karina Falcón brotan desde el vientre las palabras: surgen desde el plexo solar. Karina refiere no sólo al vientre femenino, sino igualmente al masculino, dando otro gesto a la palabra. Quitándole el género, eso que creemos, nos caracteriza, tanto como un adjetivo, con el cual, decidimos encariñarnos en determinado momento de nuestra vida.

Los ritmos y sonidos truenan a huesos. El cuerpo que se fragmenta para confirmarse: ¡El alma me duele a huesos!/ Intento dejarme poseer/ por el deseo de adormideras…/ y el malestar se agolpa en la carne;/calla un hueso para dejar en grito al otro/ y al final ambos desquebrajarse. La melodía, proviene de la anatomía interna, del tenso silencio…, previo a un derrumbe. Otra ruptura: la pureza. La blancura, que para Mallarme no puede ser dicha-, sólo escenificada.

El uso de la segunda persona, libera al poema. Le da frescura, alas a un fantasma que es el tiempo. Sus aliados: el recuerdo y el olvido y más allá, su miedo, su temblor y amor más preciado: la muerte. Mors vendrá por ti mi vida, no llores más... seca el carmesí líquido/ que se arremolina entre tus labios. La escena se calla y abre otro paréntesis. Abre el telón y aparece una sombra. Recuerdo de quien escribiera -Evocando los recuerdos/ Sigues henchido a mis blasfemias/ Te lo digo,/mientras tu mejilla/ se postra en el filo de mi silencio.

La poesía de pronto se vuelve un relato. Rompe sus cadenas de musa. Sale del nicho y cuenta anécdotas, cantando. Aparecen nuevos personajes, juegos de posturas –Oblivión y el piano, el violín y la daga…/La daga, el violín el piano…y Oblivión… La poética de la carne es evanescente. De tierna violencia… penetrante. Unida por destellos eróticos, sensualismo; caracterizada por la multiplicidad en su forma.

Cada poema inquiere a suponer una historia, un hubo, un Cuando estamos.

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