jueves, 22 de noviembre de 2007

Insistir en la resistencia: Eduardo Milán

Eduardo Milán.
Resistir: insistencias sobre el presente poético.
México DF: FCE, 2004

Si como dice Eduardo Milán (Rivera, Uruguay, 1952) al principio de su libro, “[t]oda escritura nace de una herida que nunca cicatriza porque su abertura es la posibilidad de la escritura”, Resistir, texto que ahora reedita el FCE, es herida de una herida, herida doblemente abierta, que crece entre el impulso de escritura y la reflexión sobre la naturaleza de tal impulso. Es (además) un libro marcado por cierta voluntad de inmediatez y urgencia ante un presente poético amenazado en el que tensión crítica y radicalidad a menudo son sustituidas por la complacencia y la comodidad. De ahí que, aunque el área predominante de Resistir sea la poesía latinoamericana, su reflexión trascienda lo latinoamericano —al menos en cuanto al apunte de los problemas— para convertirse en un valioso diagnóstico de la situación poética en lengua española en general. Un diagnóstico, por otra parte, que viene avalado por una de las excepciones más singulares a la atonía poética actual, como prueba la reciente publicación de Querencia, gracias y otros poemas (Galaxia Gutenberg, 2003).

Para Milán, la escritura hoy (entendiendo el hoy a partir del romanticismo y del nacimiento de la modernidad) supone un ejercicio de convivencia con la nada. Un transitar el lado de lo que pensadores como Adorno o Blanchot calificaron de negatividad. Es el desierto o el destierro de toda afirmación: pese a la conciencia de esa nada original que pende sobre cada poema, escribir (y —acto reflejo— uno piensa en el singbarer Rest celaniano, resto cantable en que el no y el sí se entrelazan en única sombra). La negatividad inherente al poema da cuenta asimismo de una pérdida de identidad que señala “la conciencia del no-lugar de la poesía en el mundo” y que explica que, para Milán, el acto poético se instale, en el albor de las vanguardias y para siempre, en la errancia. A lo largo de todo el libro, Milán insiste en que el verdadero desafío del poeta contemporáneo (muertos los temas, desaparecida la experiencia) se plantea en una dimensión formal, en que el poeta se ha convertido en un técnico, experto en la “manipulación de códigos poéticos” En cercanía con el razonamiento de Milán, Lacoue-Labarthe ha pensado el poema post-Auschwitz como poema de la decepción, un poema en el cual sujeto y sentido han sido anulados por la catástrofe; por eso quien habla en el poema es ya el poema mismo. En numerosas ocasiones Milán se refiere a este hablar del poema que ya no depende de la garantía de un sujeto portador de sentido, sin embargo, sitúa su origen en la anterioridad de un evento literario: la aparición de Un coup de dés de Mallarmé. Sin lugar ni titular, pero lejos de la nostalgia, es en su condición errante —que también puede ser entendida como resistencia ante cualquier apropiación canónica— donde el poema parece mostrar una nueva dimensión utópica, la cual le permite establecer una relación decisiva con el pasado y convertirse en lectura genealógica en virtud del presente. En ningún caso se trata —y esto es crucial para Milán— de retorno, sino de reinvención, de profesar una mirada crítica sobre ese pasado y recuperar sus periferias. De esta manera, lo que Milán llama poesía de lo posible desarrollaría su potencial contradiscursivo: “en la elaboración de una estética paralela, en una mirada segunda, reside la posibilidad de una alternativa válida al impasse que estamos viviendo. La poesía de lo posible se cargaría no de su propia distensión presente, sino de una tensión relegada por la estética canónica, que ha latido siempre y que, todavía, late”. Esta operación crítica sobre la tradición no sería, en rigor, más que la extensión en el tiempo de la constante oposicional, del resistir, de todo poema, pues “la poesía es un arte que tiene cierta dialéctica, como toda forma de arte, que juega en oposición al orden del mundo”.

Todo el análisis de Milán, en definitiva, es consecuente con una agenda particular que, a partir del juego entre título y subtítulo, abordaría principalmente dos aspectos: por una parte, señala las insistencias en la necesidad de una conciencia crítica del lenguaje y del trazado –como si dijéramos— de una sintomatología problemática y sus puntos de fuga; y, por otra parte, es muestra de las resistencias, es decir, propone un esbozo tanto de una tradición otra, basada en dicha conciencia, como de sus posibles continuadores en el presente latinoamericano. Estas resistencias se situarían a lo largo de una línea que empieza en Darío y se continúa con los principales representantes de la vanguardia latinoamericana y “los maestros herederos” de ésta (Huidobro, Vallejo, Neruda, Girondo; Lezama Lima, Paz, Parra, Haroldo de Campos, Rojas, etc.), para desembocar en el presente en la radicalidad de poéticas como las de Perlongher, Echavarren, Deniz, Kozer, etc. Sobra decir que entre éstas últimas figura, por derecho propio, la de Milán.

Si acaso una última insistencia para hablar de una (esta) radicalidad que radica –y no es mero barroquismo sino etimología— en una búsqueda constante de la raíz: tanto en el poema como en cada mirada escrita sobre él; por eso, la lección de un libro como Resistir no es que ratifique el poder de una escritura ni la capacidad de una mirada crítica, sino el hecho de que ambas constituyan un solo gesto indisoluble y coincidente.

Reseña publicada en la revista Hermes Criollo núm. 8 (Montevideo)
Tomado de
http://dandolavoz.blogspot.com/

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