martes, 11 de enero de 2011

BALADA DE LA CUATRINKA QUE SE DISPARA A LOS PIES (O POR FAVOR VOTEN POR MÍ)

En su mayoría las antologías no gozan de buena reputación porque quienes las elaboran tienen que partir de la discriminación y la arbitrariedad. Eso es inevitable, pero también el riesgo asumido porque hay que tener coraje para sustentar un inventario de época que no dejará satisfechos a todos. Por eso nos reafirmamos en que el despropósito denominado “antología consultada” de la poesía peruana de los últimos 40 años, elaborada por Carlos López Degregori, Luis Fernando Chueca, José Güich y Alejandro Susti, autodenominados miembros de la “Institución Científica de la Universidad de Lima”, se esconde timoratamente en la multitud para darle calidad de consenso a lo que ya demostró tener gravísimas falencias metodológicas.

Empecemos por desmenuzar la arrogante como indignada respuesta de los mencionados: “Declaraciones y aclaraciones a propósito de la infamante “carta abierta” de Tulio Mora y Jorge Pimentel”, en la que no han hecho otra cosa que dispararse a los pies, reconociendo sus torpezas, sus predilecciones e intereses poco éticos y apenas encubiertos, su visión centralista y lo que es peor: insinuar que quienes son responsables de los resultados son los consultados y no ellos que los eligieron.

1) Según sostienen el objetivo de la antología es “evaluar la percepción de la institución literaria [sobre nuestra poesía reciente] en estos albores del siglo XXI”. El primer error aquí es la definición de una inexistente “institución literaria”, pues la institucionalidad, si vamos a ampliar el panorama al contexto sociopolítico, es de tal precariedad que la zozobra e incertidumbre son lo que mejor definen a un ciudadano peruano. ¿Quién con dos dedos de objetividad puede ampararse en un fantasma no identificado ni reconocido ni calificado? ¿Quién ha creado tal institución, cuáles son los requisitos para formar parte de ella?

Esto es algo que la Banda de los Cuatro se ha encargado de postergar, como muchas otras cosas, ofreciéndonos una explicación en el prólogo de la futura y ya frustrada antología. Pero patear hacia adelante semejante falacia no es más que una estrategia para esconder lo evidente: para ellos la “institución literaria” es la “institución académica”, cuyos miembros hacen carrera profesional aprovechándose de los poetas (queremos dejar aclarado que en esa lista hay muchos críticos académicos honorables, aun cuando con algunos mantenemos manifiestas diferencias).

Esta es una cuestión de fondo que en el futuro debiera revisarse: ¿por qué los poetas somos un insumo para que los “académicos” aprovechen de nuestra obra, obtengan financiación, viajes, becas, asciendan agilitos a mejores cargos, ofreciéndonos a cambio la ridícula gloria de unas páginas en sus libros que apenas leen 200 o 300 personas? ¿Algún poeta recibe a cambio algo por ser incluido en sus estudios o antologías? No. Según parece, debe bastarnos la satisfacción de estar representados en un muestrario por un trabajo que nos cuesta una vida y a ellos la recompensa del bienestar.

2) Cuando la Cuatrinka menciona que esta pesquisa “era no solo apropiada sino necesaria” esconde otra clamorosa torpeza: en ninguna de las notas de prensa publicadas sobre los resultados de la consulta (extrañamente las cuatro no son similares) los "científicos" informan que la novedad de la consulta es una burda copia de otra antología publicada por la editorial Visor (“El último tercio del siglo, 1968-1998, antología consultada de la poesía española”, introducción de Jesús García Sánchez y prólogo de José Carlos Mainer, España, 1999) que levantó una polémica de proporciones (no obstante que los consultados fueron 300), tildando al editor, Chus Visor, de patero y de incumplir las condiciones que se habían propuesto al ampliar el número de antologados de 20 hasta 45. Con este antecedente la Banda de los Cuatro debió ser muy celosa en el diseño de la selección de los consultados, pero prefirió la comodona costumbre del plagio (ya tenemos un novelista que es un experto en esas lides, ¿no es cierto?) y fue más lejos: habiendo hecho un mapeo nacional bastante completo (publicado en 2009, cuando anunciaron el inicio de la consulta), en el que se identificaba a 311 poetas a nivel nacional, decidió escoger a dedo a los miembros “calificados” de la consulta. ¿O fue por sorteo como en una pollada?

¿Quiénes son estos miembros “calificados de la comunidad literaria”? ¿Un sujeto que emulando a Goebbels quemó libros de Watanabe (que obtuvo 101 votos en la encuesta), de los firmantes de esta respuesta y de otros de la generación del 70, y que hoy es profesor de San Marcos, imaginamos que con la anuencia de otros consultados, entre ellos del columnista inquisidor del diario La República, pues él comentó el grotesco ritual nazi con gran entusiasmo? ¿Otro profesor a quien cinco alumnos (según el blog de Víctor Coral, Luz de Limbo) lo recuerdan vanagloriándose de no leer poesía peruana? ¿Otro sujeto, también profesor de San Marcos, que calificó a los miembros originales de HZ de “apristas”, en una página de Facebook, desconociendo que estos fueron expulsados de la universidad Villarreal precisamente por la bufalería que hoy es gobierno, como se cuenta en “Los broches mayores del sonido” (2009), con lo cual demostró no haberlo leído y sin embargo, con el atrevimiento de la ignorancia pretendía polemizar? ¿Narradores que muy pocas veces han hecho crítica de poesía? ¿“Patitas de barrio” o favorecidos de la Banda de los Cuatro? ¿Una periodista que vive en España hace 20 años? Podríamos agregar muchísimos ejemplos más, claro está, sin caer en el mal gusto de mencionarlos por su nombre como pretenden con instinto delator CLD y Chueca, con lo cual, además, habiéndonos negado a participar de la farsa, indirecta y tardíamente seríamos cómplices involuntarios de su nefasta consulta.

Citaremos algo más clamoroso. En 2007, el señor José Miguel Oviedo, crítico de críticos entre los canónicos, declaró desenfadadamente que no leía poesía peruana desde los 80 y que si querían arrancarle un comentario sugería que le enviaran los libros a su dirección en los EEUU. Si alguien tan referencial como él (comparte esta posición junto con el honesto Julio Ortega) declara su ignorancia o desinterés por la poesía nacional más reciente, ¿cómo se puede pedir a otros de menor valía académica un conocimiento cabal de lo que tendría que antologarse? Por eso los resultados son catastróficos: que 70 de los 123 consultados (casi el 57%) se abstengan de opinar sobre títulos de libros “decisivos” expresa su lamentable conocimiento de los mismos.

Y es que para reforzar la inexistencia de una “comunidad literaria” deberíamos agregar que los libros de poesía no pasan de los 300 ejemplares, muchos de ellos distribuidos entre amigos y familiares y rarísimamente llegan a las dos o tres librerías existentes en Lima (cuyos propietarios, por lo demás, tardan a veces años en pagar los libros vendidos).

¿Quién entre los “calificados miembros de la comunidad literaria” cuenta con la obra de los 311 poetas identificados en 2009? ¿Existe tal biblioteca? ¿Enviaron una copia de esos ejemplares a los consultados? Estas son otras cuestiones pendientes de las que no dan razón. Y menos del criterio para componer la lista de los consultados ya que de los 123, apenas 12 o 13, es decir un poco más del 10%, son provincianos (es casi el mismo porcentaje que se observa entre los 45 listados finales de los 311 identificados), incluyendo a quienes residen de manera permanente en Lima hace mucho tiempo. ¿De esta manera pretendían una representatividad nacional? Por supuesto que no. Lo que pretendían era obtener “resultados esperados”, como ya escribió el señor Abelardo Oquendo.

Tampoco nos han dicho si ellos eligieron y al mismo tiempo participaron en la consulta, con lo cual la falta de ética sería redonda, pues habrían sido jueces, consultores y autoincluidos en la antología. No en vano, repetimos, el señor CLD (4º lugar entre los nombres mencionados) fuerza sus reglas y publica un 6º lugar donde aparece una de sus obras (con apenas 7 votos y encima empatado con tres de HZ para su mala suerte), cuando solo debió publicar los 5 primeros como había propuesto. Y ya no digamos las abismales desproporciones entre poetas mencionados y sus obras que va de 10 a 1 entre una y otra votación.

3) Como no medimos la valentía por el mal gusto no caeremos en la provocación de mencionar quiénes no deberían estar incluidos entre los 45 elegidos, pero es justo que reconozcamos con una disculpa a la Banda de los Cuatro nuestro exceso al afirmar que se trataba de “decenas”. Efectivamente apenas son 17. Les debemos otra disculpa: también nos excedimos al decir “yo voto por ti y tú votas por mí”. Lo que quisimos decir fue “yo te escribo una carta de invitación y tú votas por mí”.

4) Seguimos manteniendo que la Banda de los 4 ha incumplido su compromiso: debieron publicar los primeros 20 nombres, cuando menos, con sus respectivas 20 obras más destacadas. No haberlo hecho desprende la suspicacia: ¿qué razón explica esta omisión? Pero hay otras, por llamarlas de alguna manera, distracciones poco profesionales: por ejemplo en Quehacer la nota de prensa tiene un párrafo inicial en el que al tipificar la poética de los años 70 no se menciona explícitamente a Estación Reunida y HZ, algo que sí hacen con La Sagrada Familia y Kloaka en los párrafos siguientes. ¿Fobia, olvido, descuido? Asimismo en la lista de los 35 restantes que serán incluidos hay tres que sí tienen votación. ¿Por qué no hicieron lo mismo con los demás? Como dicen los guachimanes: “desconocemos mayormente”.

4) Un asunto que confirma el poco sentido ético de la Cuatrinka aludida es que cuando evalúa las inconsistencias encontradas en la muestra se las atribuye a los consultados, una de las cuales tiene que ver con su atolondrada explicación de no presentar los 20 nombres que ellos mismos solicitaron: “dejamos de consignar la cantidad de menciones en los siguientes casos puesto que pensamos … que así podría disminuirse cierto carácter de ránking que inevitablemente se puede asociar a una metodología como esta”. La pregunta es cómo se disminuye un ránking sin que siga llamándose ránking. Este es el trabalenguas más chiflado de su metodología pues alcanza una candorosa delación cuando afirman: “como se ve, no hay ninguna artimaña escondida”.

Ya no es tan candoroso, en cambio, cuando por segunda vez trasladan sus chambonadas a los consultados quienes: “evidentemente dejan fuera a varios poetas que a nuestro juicio deberían estar en la antología con tanto derecho como varios de los que aparecerán, y … reflejan también varias de las estructuras injustas y centralistas de nuestra sociedad y de nuestra ciudad letrada”. Entonces ¿para qué los eligieron? No ha sido muy elegante esta descalificación posterior que para colmo nos quieren atribuir.

5) Para entrar exclusivamente a HZ: es una lástima que los distinguidísimos académicos no se hayan tomado la molestia de leer la antología “Los broches mayores del sonido” en cuya introducción sostenemos que HZ forma parte de una tradición literaria en la que están comprendidos no solo Vallejo, Churata (el creador del concepto “híbrido”), Arguedas (hay un capítulo íntegro dedicado a un poema suyo sobre la migración), Bueno y Guevara, sino que rastrea su identidad en otros poetas de la colonia no recogidos por la literatura canónica. De modo que no hay “soberbia alguna”, fácíl adjetivación cuando ya no se tiene argumentos. Si la norma entre ellos es desconocer libros de consulta más o menos obligada, ¿cómo esperaban que sus consultados tuviesen solvencia para citar proporcionalmente nombres y obras? Y ya resulta risible que para calificarnos de “soberbios” apelen a José Luis Ayala y Omar Aramayo que en cualquier antología digna, igual que Jorge Nájar o José Rosas Ribeyro, Jerónimo Pimentel, Rosina Valcárcel, Dalmacia Ruiz Rosas, entre otros que ya citamos en nuestra carta anterior, aparecerían de manera obligada, y quienes han sido discriminados, según los "científicos", por culpa de los centralistas consultados. Vaya disculpa.

6) Sostenemos que hay predisposición contra HZ, sobre todo de CLD y Chueca, porque una vez más mienten al citar su ensayo “En la comarca oscura. Lima en la poesía peruana 1950-2000”, donde ni siquiera se cuidan de extractar bien los fragmentos que nos aluden, como este, por ejemplo: “En este desarrollo, la poesía sobre Lima, especialmente la de los setenta -visiblemente menos preocupada, además, por el cuidado formal de los poemas- elaboró retratos de calles, bares, barrios, plazas, parques, cines y otros lugares públicos; así como de personajes de clase media deprimida, sujetos populares, habitantes marginales de la noche, migrantes por supuesto, y una gran cantidad de individuos construidos en clave autobiográfica”. El texto que hemos resaltado ¿no suena similar a lo que decía Riva Agüero de Melgar, Eguren de Vallejo, Salazar Bondy del grupo Orkopata y Oviedo de HZ? Eso sin mencionar el estilo ninguneador con que se refieren a la obra de Jorge Pimentel, de uno de cuyos libros (“Primera muchacha”) hasta tienen el descaro de dudar del año en que fue escrito. ¿Hay necesidad de pedir más explicación sobre la tendencia que iba a tener esta antología y de por qué nos autoexcluimos?

Más cercanamente citaremos otro trabajo de Chueca, “Alcances y límites del proyecto vanguardista de HZ” (en Los poetas del 5, revista literaria latinoamericana, diciembre 2010, pero publicado inicialmente en la revista peruana Intermezzo tropical, nº 4, 2006) donde la reflexión cantinflesca parece la norma: somos pero no somos parte de la generación del 60 (esta nace pero no nace en los 60 sino en la mitad de los 60), somos pero no somos vanguardistas, somos pero no somos velasquistas, somos pero no somos poetas populares ni populistas, somos pero no somos poetas que creen en la transformación social a través de la poesía; y así abusivamente hasta el aburrimiento. Curiosamente, el indefinible ensayo sólo se restringe a citar a dos críticos (Antonio Mazzotti y Rodrigo Quijano, abiertamente antihorazerianos) y textos de Tulio Mora de los años 90, pero se cuida de incorporar las respuestas de este último a ambos personajes. Con el primero hubo una larga polémica en La República a mediados de los 90 y con el segundo una respuesta en la página dominical del diario Cambio, en 1999 (“Emplazamientos, desplazamientos y reemplazamientos de la poesía peruana, a propósito de un ensayo de Rodrigo Quijano”), recordándole que si de velasquistas tenía que hablar, como un proyecto de intelectual orgánico, el primero en salir en la foto era su maestro, Mirko Lauer, cerebro publicitario de la oficina de Reforma Agraria; pero así como él también trabajaron para ese gobierno Alejandro Romualdo, Carlos Germán Belli, Pablo Guevara, Julio Ortega, José Miguel Oviedo, Antonio Cisneros, Arturo Corcuera, César Calvo, José Watanabe, José Rosas Ribeyro, Patrick Rosas, Óscar Málaga, Manuel Morales, etc; de modo que la insolente cita de Peter Elmore -a la que recurre Chueca arteramente- insinuando que la participación en el gobierno de unos poetas, entonces muy jóvenes, “le da visos de estrategia vanguardista a lo que, en principio, sugiere un intento modesto y pragmático de cobijarse bajo el ala del presupuesto estatal”, debería ampliarla a sus amigotes y a muchos escritores anteriores que sobrevivieron como funcionarios públicos, entre ellos Martín Adán. Lo más desconcertante es que Chueca no se ha dado el trabajo de actualizar ese ¿ensayo? que exigía una revisión de sus fuentes y por supuesto citar la introducción de “Los broches mayores del sonido” o el prólogo de Roberto Bolaño a la 2ª edición de “Ave Soul”. Y con ese desobligado desparpajo, como parte de la Banda de los Cuatro ahora mantiene que no hay animosidad contra HZ. Prodigios de la bajeza ética impropia de un académico que se repute como tal.

7) Para finalizar, queremos recordarle a la Banda de los Cuatro -en el blog de Víctor Coral alguien ya dijo que debería llamarse “la Banda de los Cuatro Lisiados” de tanto dispararse a los pies- que están advertidos de retirar nuestros nombres, tanto de su listado actual como de su futura antología, o tendrán que enfrentar un proceso judicial.

Lima, 10 de enero de 2011

Tulio Mora
Jorge Pimentel

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