Cuando llegaron los primeros europeos a las islas del Caribe, los autóctonos pensaron que eran dioses venidos del cielo… hasta que los vieron defecar. Friedrich Nietzche decía que el motivo que impide al hombre tenerse como un Dios es el bajo vientre, es decir la cavidad que contiene nuestros intestinos y el aparato genitourinario, que convierten nuestros alimentos y bebidas en excremento.
No sería la primera vez que la coprofagia, que el sinsentido excrementicio se presente como tema recurrente en la ya sacrílega poesía peruana. Dignos ejemplos (es un decir) han sido avistados desde los 1960’s por inmediaciones del fundo Pando. Caso contrario al de San Marcos cuya estirpe poética (tan legendaria como Juan Ojeda o The Beatles) ha sido vetada en recientes años por [sin]razones inentendibles, y que nos ha dado inmejorables poetas en las últimas décadas.
Desde allí proviene Renato Gómez (Lima, 1977), quien dio nacimiento a finales de los 90’s a una sugestiva revista de poesía (de las poquísimas que existían en esos años) llamada Girabel junto a otro destacado poeta joven, Paul Guillén. En aquella revista vieron la luz algunos poetas a los que lamentablemente no estábamos acostumbrados a leer en el Perú, es decir a lo que la amada España nos manda con resquemor muy de vez cuando en remesas de escasos libros como las frías tardes de verano. Entre ellos Diane di Prima, Delmore Schwartz, Benjamin Péret (en traducción de quien esto escribe), William Blake, Gregory Corso, entre otros; además de interesantes jóvenes poetas peruanos como Yuri Gutiérrez, actual combatiente a través del Twitter y otros medios junto a nuestros hermanos de la selva.
Girabel luego daría nacimiento como siempre ocurre a una editorial, en este caso a tRpode Editores, que publicó las primeras obras de noveles poetas como Clemente Orbegozo (El Gato Rojo, diciembre 2000), de Paul Guillén (La Transformación De Los Metales, septiembre 2005) y de Reinhard Huamán Mori (El Árbol, verano 2007); para luego editar una excelente antología titulada Gesto (verano 2004) de la recordada poeta peruana Julia Ferrer (1925-1995), así como el poemario Breviario (invierno 2006) −terminado de escribir e inédito desde septiembre de 1981− del enigmático y desaparecido escritor peruano Gastón Fernández (1940-1997).
Estos trabajos de edición muy probablemente animaron a Gómez editar por fin su primer poemario en físico[1]: Oileau[2], el cual a pesar de romper con la solemnidad que mostraba la poesía joven entrando en el siglo XXI, pasó desapercibido. No conozco reseña o nota alguna respecto a Oileau publicada en revista o periódico (salvo en sitios de Internet)[3], como muchos otros libros a saber: Trilce, Los Ríos De la Noche, Arte De Navegar, etc. Tal vez desconcertó a los reseñistas profesionales que el libro no lleve el nombre del autor en su carátula, en su lomo o en su portada (salvo en la última página), o que el título se extendiera cual obra plástica de Andy Warhol por toda la pasta del mismo despistando quizá al más despistado, o que no se consignen datos biográficos del autor en las solapas como es usual. Sea lo que haya desconcertado a Javier Ágreda, Oileau pasó silentemente por la poesía peruana reciente. Memorable como los buenos libros.
Luego de un par de años dándole a la guitarra eléctrica y a las voces dispersas en su cuerpo a través de su grupo de neo psicodelia llamado Serpentina Satélite (el cual ha editado dos sorprendentes álbumes; el último titulado Nothing To Say cuesta 38 soles en algunas discotiendas), Gómez nos entrega un nuevo poemario a principios de este año sin aviso alguno como para que nos pongamos a buen recaudo.
Este, como se advertirá, no tiene ni título, ni nombre de autor, ni páginas numeradas, ni sello editorial, ni siquiera un simple colofón, extremando lo antes propuesto en su anterior libro. Tan solo tiene una hermosa carátula a colores con un diseño geométrico, muy parecido a un ejemplo de la poca conocida obra pictórica de César Moro. Y aunque no deberíamos dar a conocer a Renato Gómez como autor de este poema (según Oquendo) o poemario anónimo por pedido tácito, ya algunas referencias en la Internet y reseñas[4] han dado noticias del mismo.
Posiblemente la raíz de este nuevo libro sea el siguiente breve poema de Oileau:
−(jesús orina y prueba lo que tomamos)−[5]
El libro comienza[6] a quemarropa con unos versos que, como ya lo notó Oquendo, desconciertan al más connotado consumidor de poesía, así como a los recién iniciados en la propagación del fuego:
Tu ano es el centro de una religión difusa. De mi ano tu mayor instinto,
un chorro marrón de masa que ya no palpita. Si no fueran haces tal vez
cúmulos de sangre y semen, consumidos bultos que encarno acaso;
devenir el invasor de mi propia sangre, el miembro invertido que jamás opera.
Si encontrara este dolor una extensión de carne a su costado abierto.
Si diera a este dolor el sentido secreto del sueño santo, la natividad y el rito,
sometido a encontrar a Dios al temblor de tus rodillas.[7]
Si no tuviéramos más que decir al respecto, diría que Gómez ha entrado en un pleno estado de conciencia verbal, en el que muchos elementos transitorios del existir (como el propio cuerpo humano) le son incómodos al parecer para sus expectativas carnales o que en su confusión pierden el sentido estricto que les damos.
Ya no solo es el hecho mismo de tratar de reafirmarse como ser humano, de desligarse del símbolo infinito y abstracto del perfecto Dios, sino de ver los errores o defectos que aportamos en la faena humana y que nos conducen a un vorágine de introspecciones idealistas, inacabables de rastrear. Sé que Gómez es un poeta pensante, que poetiza con pensamiento más que con alma. Su preocupación reside en el porvenir, que está en el aire pero que sigue siendo inalcanzable, aun haciendo uso razonable del inmenso poder creador/destructor del quehacer poético.
Como escribí e insinué líneas arriba (salvo mejor parecer), el sentido coprofílico que le da Gómez a estos nuevos escritos son su razón de ser ante el desentendido-desmedido tiempo en que vivimos, donde un simple tema casi sin importancia como el meditar los límites del significando, nos conducen a un nivel poco frecuentado por la reciente poesía peruana, siempre parca en proclamas recalcitrantes y exenta ciertamente de dinamita (leer a Alberto Hidalgo o a los surrealistas franceses harían maravillas en aquellos chicos).
Hace un tiempo que estoy leyendo el poemario en cuestión y, aunque mis gustos son tan distantes a los expuestos por Gómez en este y en sus anteriores publicaciones, no siempre soy tolerante con lo que leo. Trato, intento, procuro que ‘chillen las palabras’ como muy bien demandaba Octavio Paz. Mi silla de lectura tiene inescrupulosamente salpicaduras de sangre –¿qué diría mi querido Gil Grissom si lo viera?−. Les exijo a los pobres poemas lo que no me dieron otros libros supuestamente transgresores (falsamente destacan entre ellos algunos del más rojo de todos: Paul Éluard).
Tal vez sea muy exigente con los libros de poesía, pero este anónimo libro de Gómez (es un decir, disculpen la redundancia) no tuvo ese extenuante trámite conmigo. Ha sido compañero de los malabares que estoy teniendo en mi vida por estas semanas y su lectura me ha desahogado del aire irrespirable del trajín diario. Y aunque personalmente pienso que Oileau es mucho mejor libro que este s/t[8], darle una oportunidad no estaría de más, sobre todo sabiendo que publicaciones ultra catárticas como esta escasean en las estanterías de las librerías (mas no de las bibliotecas).
Me confesaba hace tiempo el buen Renato que siempre se sentaba a escribir frente a la pantalla de la computadora ‘a ver lo que salía’. No hace mucho reflexionaba junto a un amigo prosista[9] que el uso de las computadoras entre los escritores contemporáneos ha desembocado en un exagerado influjo escritural[10], en el que el autor no mide sus palabras, depositan todas sus esperanzas (‘las acumulaciones del deseo’ como las llamaba el poeta Ricardo Silva-Santisteban) y escapa de las paredes de su celda existencial. En ese exceso también cae Gómez, muy a pesar suyo, en este libro, pues si lo leemos de principio a fin sin detenerse esa impresión va perdurar, evidenciando la tesis de Oquendo de que esto es un poema más que un poemario[11].
Recomendaría a quienes se aventuren por s/t por una pausada lectura, desapasionada sin importar lo que estoy intentando decir en estas líneas, procurando no caer en sus peligrosas redes, pues escapar de los mares a los que nos lanzan algunos libros son mucho peores que el mar de los Sargazos.
Ojalá se dijeran más cosas sobre este y otros libros [casi] inexplorados de la joven poesía peruana[12], pero pecaríamos en querer ser clarividentes para saber lo que pensarán los críticos del futuro sobre los síntomas que evidencian esta literatura del desarraigo, estos versos desmedidos hasta el hartazgo, pesadillas insomnes de la vida moderna. Aun tengo la esperanza de que si la civilización tan como la conocemos se acaba, algunos de estos poemarios dirán cómo terminó tanta injusticia, tan tristeza, tanta tirria alrededor de todos nosotros. Renato Gómez ha dejado pues un libro que, si se le encuentra en el futuro, será como esos manuscritos anónimos que nos dicen tanto de los tiempos idos.
El libro termina con una frase pasmosa, que estremece luego de haber leído tantas divagaciones, tal vez sin sentido pero profundas y dudosas, como el hecho de caminar por calles desconocidas en medio de este invierno oscuro y helado:
EL RESTO NO FUE PERFECTO
ANTONIO DE SAAVEDRA
andesaa@yahoo.com
http://www.antoniodesaavedra.blogspot.com/
NOTAS
[1] Con anterioridad Renato Gómez dio a conocer vía la publicación digital de poesía El Artefacto Literario (Suecia, Febrero 2002, Año 0, No. 10), una colección de poemas titulada El Hueso De La Órbita. Aunque ya no está disponible la página web original, se puede consultar la siguiente dirección con el mismo contenido: http://web.archive.org/web/20020202043022/http://go.to/artefacto. Algunos de estos poemas, corregidos y modificados, luego aparecieron en Oileau.
[2] Lima, tRpode editores, primavera 2004, 33 hojas, 299 ejemplares. ¿El nombre hará referencia a una imposible conjunción de aceite y agua, en los idiomas inglés y francés, respectivamente?
[3] Como el siguiente párrafo escrito por Paul Guillén en el ensayo Elogio De La Infancia: Poetas Peruanos De Tres Décadas (1965-1988), publicado en una entrada a su blog Sol Negro, que dice:
«La poesía trascendentalista [término acuñado por Roberto Fernández Retamar para referirse a la poesía de José Lezama Lima, Octavio Paz y Eliseo Diego] tiene en Oileau de Renato Gómez (Lima, 1977) uno de sus desarrollos más fértiles, una poesía reflexiva, que se inscribe dentro de cierta tradición insular alejada de los tonos coloquiales, un camino signado por Antonin Artaud, Francis Ponge y un cierto Emilio Adolfo Westphalen; en apariencia, Oileau propondría un “no compromiso” con la tradición poética peruana, cuando lo que ocurre es lo contrario, este camino tendría un gran valor (abrir un nuevo campo en el que tal vez sólo esta voz pueda habitar): “podría pensarse en una conspiración 'para el ocultamiento de la poesía', tomando estas palabras del título de una prosa de Emilio Adolfo Westphalen, aunque lo propio sería hablar aquí del ocultamiento de los poetas, Quienes desdeñan la publicidad de sus nombres, conscientes de la condición más bien secreta de la poesía y casi clandestina de sus ediciones”, como acotaba Abelardo Oquendo en su artículo “La Tentación Del Anonimato” en su columna Inquisiciones del diario La República publicada el 26 de julio del 2005». Tomado de http://sol-negro.blogspot.com/2007/06/elogio-de-la-infancia-poetas-peruanos.html; también publicado en http://www.letras.s5.com/pg140607.htm
Así también, se sabe del siguiente texto firmado por Marcial W. Bravo (al parecer seudónimo del propio Renato Gómez) que dice:
«Oileau es la exploración y creación de un ente mítico, el ala recta de algún animal, que se incorpora con violencia a un ser asexuado, indefinible, que confronta desde la contemplación de una naturaleza muerta la caída irrisoria del hombre, aferrado a la tierra y observando los cielos, intentando la respuesta que jamás vendrá». Originalmente aparece en una entrada de http://www.librosperuanos.com/, tomado de http://tinyurl.com/n7q2eu
[4] Puede consultarse lo escrito por el ex crítico musical Luis Alvarado en el fanzine Electric Youth (Lima, Febrero 2009, No. 8) titulado "Histoire De La Merde. Comentario De Un Libro Intitulado Y Sin Autor Acreditado". Así como lo escrito por el crítico literario Abelardo Oquendo publicado seguramente en su columna de La República en fecha no conocida, e insertado en una entrada del blog de Paul Guillén Sol Negro, titulado “Anónimo Del Siglo XXI”: http://sol-negro.blogspot.com/2009/03/inquisiciones-anonimo-del-siglo-xxi-por.html
[5] Op. Cit. Página sin numerar.
[6] Aunque habría que hacer la aclaración de que el libro, en realidad, se inicia con el siguiente epígrafe escrito en idioma inglés:
you are the law of rigidity
come back in through
the smallest wound-rose
female part of my flesh
[tú eres la ley de la rigidez
regresando hacia
la más pequeña rosa herida
parte femenina de mi carne]
[7] Op. Cit. Página sin numerar.
[8] Principalmente porque su temática es más afín a la mía. Uno de los poemas dice:
por sobre un verbo que jamás se repite
que no se pasa ni pesa y que aquel otro
registra, sin el menor tino, corroboras si premonición o
mera conjetura aliviará el retrato de aquella región opuesta
a todos tus sentidos; revestidos apeaderos de una trama abundante mas lisa.
apuntillado ejercicio trafica entre nosotros, la sucedánea abertura
al centro mismo de los ojos.
[9] Rafael Inocente (Lima, 1969), autor de la novela La Ciudad De Los Culpables (Lima, Editorial Zignos, 2007, 276 pág.).
[10] Y sobre todos los demás, los señores narradores, que ahora escriben y publican en su gran mayoría unos bodoques mazacotudos de muchísimas páginas imposibles de leer con placer.
[11] O poema-río como se les está empezando a llamar a los libros que contienen un solo poema, como el caso de El Árbol de Reinhard Huamán Mori. Es posible que el nombre devenga del libro El Río (Cuadernos Del Hontanar, 1960) del poeta peruano Javier Heraud (1942-1963).
[12] Pienso en Airado Verbo (Sol Negro Editores, 2008) de Juan José Soto; El Derrumbe (Tranvía Editores, 2008) de Rubén Quiroz; Historia Secreta (C.C. de España - Lustra Editores, Colección Piedra/Sangre, 2009) de Paul Guillén; Los Rezos Vacíos (Hipocampo Editores, 2008) de Maverick Díaz; Cuentos De Domingo (Editorial Pilpinta, 2009) de Elma Murrugarra; así como La Orgía Inmóvil: 15 poetas. Muestra De La Poesía Joven En Ancash. (Selección a cargo de Ricardo Ayllón y Alejandro Mautino Guillén. Ornitorrico Editores, 2009) y la muestra de poetas del sur de Lima Comunidad Poesía En El Sur (Urbano Marginal Editores, 2009), amén de muchos otros más que escapan de mi memoria.
1 comentario:
Querido Paul: Muchas gracias por postear mi reseña al reciente libro de Renato, le debía una reseña desde su Oileau y con esta -por fin- se la estoy dando. Si lees esto Renato: Misión cumplida. Gracias por la oportunidad mi estimado. Saludos Paul, que todo te siga yendo bien ^_^
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