Recientemente he recibido una extraña "buena" noticia: un libro mío será traducido a cierta lengua. Muy buena noticia, claro está... pero me invade un extraño sentimiento ambivalente: mi obra será escrita por otra persona y mis palabras y mi ritmo serán cambiados para adaptarse a otras formas verbales.
¿Por qué siento que la obra ha dejado de ser mía? Me embarga una sensación de abigarrado orgullo, como si mi hijo hubiese crecido y se fuese de casa para hacer su propia vida. ¿Qué será de él? Yo enseñé a mi libro cómo comportarse en sociedad y que tiene que dejar pasar a las señoras primero y esas cosas (porque si no te pegan). ¿Será capaz de recordar mi pequeño toda esa serie de pequeñas indicaciones? Recuerdo cuando aún era un esbozo, cuando apenas podía caminar con dificultad y sus pasitos eran lentos y me preguntaba: ¿seré capaz de terminar la novela? Me decía que sí pero dudaba de ese niño al que veía tan frágil, tan próximo al desastre. Mi novela ha crecido y ahora es otro quién la tiene entre las manos y hará con ella otra cosa. Sí, la obra ha dejado de ser mía... conservará mi nombre pero otra persona dormirá pensando en ella y será otro quién le proporcione la palabra final.
Mi niño ha crecido y ya pienso en tener otro para que ocupe su lugar: ¿seré un mal padre? Cualquier que me haya visto fumar diría sin dudarlo: sí, una chimenea así no puede criar a un hijo sano. Puede que estén en lo cierto pero me niego a darme por vencido. Mi libro (que, por cierto, algo tiene que ver con los pecados capitales) es un ser frágil aún que siento que al caer en manos de otro pierda sus propiedades y se olvide de mis torpes enseñanzas paternas.
¿Será capaz el traductor de dar el sentido oculto? ¿Verá todos los chistes escondidos y será capaz de traducir toda la serie de metáforas? ¿Será tan mala persona como para cambiar el sentido de alguna frase para adaptarlo al idioma y al sentimiento de otro país y otra cultura?
La vida cambia y es hora de aceptar esos cambios y de darme cuenta que en cualquier profesión, y la de escritor no es ninguna excepción, hay cosas que no se pueden controlar totalmente y hay que delegar en otros y confiar en ellos incluso la vida de tu propio hijo.
Me siento extraño esta mañana.
Creo que es hora de volver a escribir.
Quizá, con suerte, se olviden de mí y el próximo libro no será traducido.
Soy un mentiroso que se mira al espejo: quiero ver el libro traducido.
Porque también el libro merece vivir.
Más allá de su lengua.
Más allá de sus páginas.
Más allá de su autor.
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