miércoles, 22 de febrero de 2017

CINCO POEMAS DE FRANCISCO BENDEZÚ

Chifa de la Calle Capón en Lima 1957. Paco Bendezú, Carlos Eduardo Zavaleta, Julio Ramón Ribeyro, Paco Carrillo y amigos (Fuente: https://cangrejonegro.wordpress.com/): .



MELANCOLÍA
A María Isabella Flórez

Los días pasan
como tranvías.
El amor muere.
Melancolía.

Sal, cabelleras.
sangre que mana
de mis heridas:
sangre perdida…

Las tardes rielan
en mi memoria
tal amarillas
fotografías.

¡Noches de palmas
y colgaduras!
¡Ay!, con las nubes
se va mi vida…

Los días pasan
como tranvías.
El amor muere.
Melancolía.

Penitenciaria de Lima, 1953.



ELEGÍA

                        ...des guirlandes de fenetre a fenetre;
                                                                           RIMBAUD

                               Una guirnalda de melancolía.
                                                             GARCÍA LORCA

Decidme, su mirada de corza, su ingente cabellera de bronce, sus labios oscuros como el vino, sus manos que hilaban la seda amarilla de las tardes: ¿qué se hicieron? ¿Dónde los rocíos, la trompeta gualda (¡hacia el oriente!) de la maga, los visillos que el tiempo puso de oro? ¿Dónde las amapolas, las lunas, las muchachas que enriquecían por diciembre la espesura? Oh dríade casi fotografía, oh ídolo mío: ¿qué atezado semidiós entreteje rosas encarnadas en tu pelo? A la sombra de las palmeras, antaño, corriste —pálida— detrás de un aro... ¡Y quizá, quizá tu espectro tienda, en medio de las luces de Bengala y el tañido de la cítara, guirnaldas de melancolía de ventana a ventana!



MÁSCARAS

¿Qué baila detrás de nuestras frentes?

¿Quién vela al otro lado? ¿Qué nos espera?
Nadie. Nada

Solamente una luz fuliginosa.
O nuestros brazos como remos de inmóviles mareas.

Ni punto ni círculo ni línea
ni la barca del tiempo.

(Yo no sé si la voz no es más que un sueño
Ni si el amor es un casto paroxismo de amapolas.)

Yo sé que las estatuas sorben llanto en la arboleda.
Yo sé que el otoño acumula silencio en las botellas.
Yo sé que en la estación los guardagujas duermen.

Solamente un solsticio de sordas mariposas,
o inútiles carruajes con teas de tinieblas,
o esqueletos de gallos
cantando eternamente por albas que no rayan.

Mujeres sin sombra, apariciones,
espejos insondables con lentos naufragios a distancia,
y fuegos fatuos, y en las landas
el tierno gemido de las mandrágoras recién arrancadas,
y el siempre y el jamás ardiendo juntos.

Ni torres ni molinos
ni el tórax misterioso de las tardes.

¿Para qué las cabelleras desplegadas
como estelas sobre el mundo?

¿Para qué los púlpitos, las bazas,
los óvulos, los cascos, los marbetes?
(¿Y las águilas inmunes de alta mar?
¿Y los granos - óleo y luz – de los sarcófagos?)

¿Para que los mástiles, los cables,
las epístolas, las gafas, las briznas de los nidos,
el agua magnetizada, los muñones,
las escuadras de cuencas vacías, los gramiles,
las sinuosas membranas briscadas de los armarios,
las filacterias , la sal, los meteoros?

¿Es caso, inútil la esperanza?

¡Embestid contra las rodillas doradas de la muerte!
¡Combatidla cuerpo a cuerpo!
¡Ella corta con su espada el alambre que nos ata al fuego puro!

¡Nuestra insomne navaja de alaridos
contra su hilo indestructible de silencio!



MUCHACHAS DE ROMA

                                                               A Giuseppe Ungaretti

Muchachas intensas como vitrinas.
Precarias como lápidas de nieve.
Muchachas como los árboles inmobles del otoño.
Pálidas como espigas. Delgadas como llaves.

Muchachas exangües con cerezas silvestres en la nuca agujereada,
y sombra en los hombros de esmeril, y cepilladuras azules en el pubis.
Muchachas fósiles con espaldas de aire denso o laminado
y sedantes falanges enjoyadas de liquen y sal gema.

Muchachas fértiles
fabricadas de arena bruja y niebla y lacre derretido.

Muchachas delicuescentes como los oblongos escaparates de la Via Due Macelli, encuadrados por guirnaldas de nostálgico flúor a las siete de la tarde, cuando el crepúsculo trasfunde sangre de mar en los áticos, y por las azoteas, como briznas de gasa pulverizada, silentes bayaderas platican por señas, y lentamente ascienden, fascinadas por el imán vertiginoso de la monotonía, hacia los tiránicos moldes desolados (galaxias, constelaciones) cuyo auxilio impetrarán los yacentes fundibularios de Ostia y los amantes del Trastevere, la Via flaminia, Piazza Spagna, la Via Appia, Ponte Milvio, Tivoli divino y el luminiscente Gianicolo de mi juventud varada.

Muchachas sonámbulas como vitrinas.
Muchachas comedoras del loto del silencio.
Muchachas desnudas como ventanas.
Muchachas lancinantes como lámparas de desahuciados.
Sus cabelleras: garras de hilo;
sus corazones: palmeras;
sus piernas: pérfidas cucharas;
sus pies: nidos de sortijas licuadas por la luna.
Muchachas solitarias como vitrinas en medio del páramo o las landas.

Muchachas lívidas con plumas de alciones en las sienes.
Muchachas con el busto descubierto bañado en plombagina.
Y alondras de oro mudas tras los barrotes ígneos de las costillas.

Muchachas impacientes como relojes fluviales.
Muchachas trémulas como los vagones traslúcidos del viento.
El silencio os impregna de luz las cabelleras
espesas como el vino de Frascati, largas como el Tíber.

Muchachas ignotas como vitrinas.
¡Inminentes como la aurora!



TWILIGHT

                                                A Mercedes

Yo soy el granizo
que entra aullando
por tu pecho desquiciado.
Soy tu boca.

Yo atesoré a ras del sueño,
debajo de las horas,
el latido de tus pasos por el polvo de Santiago,
y tu densa fragancia de magnolia,
y tu lenta cabellera
con perfil de éxtasis o algas,
y el ardor fulmíneo de tus ojos, que de noche,
como naves sobre el mar,
la bruma iluminaban.

Como guijarros de playa,
o nostálgicos boletos entre cintas y violetas olvidados,
enterré en mi corazón la línea de tu frente,
la piedra gastada de tus codos, tus sílabas nocturnas,
el fulgor de tus uñas, tus sonrisas,
la loca luz de tus sienes.
¿No sientes trasminar mi dolor a través de tu cuchara?
Mi memoria quedó tal vez en ti
como las ediciones vespertinas
en las bancas de los parques desahuciadas.

Tu sombra es mi tintero.
Juventud.
¡Juventud mía!
¿Qué tumbos socavaron
la torre más alta de mi vida?

¡No habrá nunca
hilo más puro
                        que tu larga mirada
desde lo alto de las escaleras,
ni lampo de cometa comparable
a la curva nevada de tus dientes!
Cantaba la mañana
en las pálidas cortinas y la hierba.
El tiempo cintilaba en tus vidrieras
como sólo una vez el tiempo parpadea.
Ya no estás entre las flores. Ni volverás
jamás a estarlo. ¿Qué tu amor sino labios
que escrituras en el viento fueron?

¡Yo quiero que me digan
si el amor, como los pájaros,
se va a morir al cielo!

Me acuerdo de una noche de trenzas y peldaños,
y óxido, y collares,
me acuerdo, como ayer, de lo futuro.

¡Quiero acuñar, como el otoño,
medallas en las calles,
o beberme llorando tu ausencia en los teléfonos,
o correr, correr a ciegas por
los tejados de todas las ciudades
hasta perderme para siempre o encontrarte!
¡Otra vuelta estar contigo!
¡Oh día de verano
extraviado en alta mar
como una mariposa!
Contra el flujo incoercible de los años
los días, uno a uno,
absurdamente buscan tu lámpara en las sombras,
no la penumbra, no el espejo de la muerte,
sino el cristal de la esperanza:
tu ventana que sólo está en la Tierra.

¡Aspersiones de ceniza para tu boca cerrada!
Otra vez tengo veinte años, y sonámbulo, y en llanto
a la puerta de tu casa estoy llamando,
al pie de tu reja, como antaño,
bajo la lluvia sin telón ni máscaras ni agua.
¡Oh zumbantes calendarios
que en vano el cierzo,
como a encinas,
deshojara!

¡No me digas que te quise! Te quiero.
Te debía este lamento, y aunque un grito
mi sangre apenas sea,
también te lo debía: un solo interminable
de un corazón en las tinieblas.



Francisco Bendezú (Lima, 1928-2004). Libros: Arte menor (Lima: La Rama Florida/Escuela Nacional de Bellas Artes, 1960); Los años (1946-1960) (Lima:  La Rama Florida ; Tall. Gráf. de la Tip. Santa Rosa, 1961); Cantos (Lima: La Rama Florida / Labor, 1971); El piano del deseo (Jazz & Poesía) (Lima: Socialismo y participación N° 21, 1983).


Lea una crónica sobre Francisco Bendezú por Eloy Jáuregui

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