DETENIMIENTOS
Assez
connu les arrets de la vie
O
Rumeurs et Vsions!
RIMBAUD
HALLO LA TRANSPARENCIA del aire en la sonrisa; hallo
la flor que se desprende de la luz, que cae, que va cayendo, envolviéndose,
cayendo por las rápidas pendientes del cielo al lado del blanco y agudo grito
de los pájaros marinos. Desciendo a la profunda animación de la fábrica
corpórea que opera como un denso vino bajo la lengua ligera. Aquí y allá las
obras de la tierra, las diminutas catástrofes en los montículos de arena, la
sucesión de alegre rayo en la humedad del roquedal. (Nuevamente el viento de
mano extensa y pródiga, enamorada) Ventanas de sal doradas por la tarde,
brillante dureza por la que unos ojos labran el silencio como un blanco mármol,
desnudo e imperioso entre los árboles y nubes.
FRENTE AL MURO donde las estaciones miran y sorprenden
al tiempo como a un fruto olvidado o visto madurar sin impaciencia. La piel,
aquí, encarnada, en suaves círculos se
aparta del cuerpo recóndito y dulce del estío. Desnuda el aire. Prolijamente
barre los dorados escombros, el polvo carminado de la flora; álzase y vuelve en
fríos planos como una hoja reciente en la que alguien ha puesto una frase delicada.
SOBRE LA RÁPIDA ONDA del calor que hurga amorosa entre
los pétalos como si en ella la vida recobrase unos alegres dedos o un propósito
tierno, atento estoy al amparo del césped húmedo, de la vida que ahora es este tonto
trajín de los insectos, este vaivén inopinado de una flor y el amplio ruido
urbano que de lejos me invita... Ríndome en lentos sorbos al más dulce sueño,
igual que aquellas flores que a la tarde arrebata el espesor de una sombra.
FRAGILIDAD DE LAS HOJAS, reflejos, vivaz aumento donde
lo más cercano, presurosamente se renueva. Alto follaje que las olas salpican
vehementes. Un sol librado en el espacio puro y extremo como un sonido. Mujer que
mira el cielo: agudas nubes. Entre la sed y su cuerpo trascurre un ave blanca,
un marítimo vacío, silencio que es un límite perdido.
DÉDALO
DORMIDO
Most musical of
mourners, weep anew!
Not all to that bright station
dared to climb
SHELLEY
Tejido con las llamas de un desastre irresistible,
atrozmente vuelto hacia la destrucción y la música,
gritando bajo el límite de los golpes oceánicos,
el hueco veloz de los cielos llenándose de sombra.
Ramos de nieve en la espalda, pie de luz en la cabeza,
crecimiento súbito de las cosas que apenas se
adivinan,
saciado pecho con la bulla que cabalga en lo
invisible.
Perecer con el permiso de una bondad que no se
extingue.
Ya no ser sino el minuto vibrante, el traspaso del
cielo,
canto de vida rápida, intensa mano de lo nuestro,
desnuda.
Hallarse vivo, despierto en el espacio sensible de una
oreja,
recibiendo los pesados materiales que la música arroja
desde una altura donde todo gime de una extraña
pureza.
Miembros de luz sorda, choques de completísimas
estatuas,
lámparas que estallan, escombros primitivos como la
muerte.
Vaso de vino pronto a gemir en una tormenta humana,
con una sofocante alegría que olvida el arreglo de las
cosas,
ebrio a distancias diferentes del sonido sin
clemencia,
errando reflexivo entre el baile de las puertas
abatidas,
aislando una racha salobre en la inminencia de la
muerte,
pisando las hierbas del mar, las novedades del
corazón,
pulsando una escala infinita, un centro sonoro
inacabable.
Modificado por una azarosa, por una incontrolable
compañía.
Pisadas en nuestro corazón, puertas en nuestros oídos,
temblor de los cielos de espaldas, árboles crecidos de
improviso,
paisajes bañados por una murmurante dulzura, por una
sustancia
que se extiende como un vuelo irisado e instantáneo.
Prados gloriosos, estío, perfil trazado por un dedo de
fuego,
blanco papel quemado para siempre detrás de los ojos,
valles que asientan su línea bajo el zureo de las
palomas,
fuentes de oro que agitan azules unos brazos helados.
Quietud del mar, neutros estallidos de un imperio
cruento,
mudas destrucciones, espuma, golpes del espacio
abierto.
Sueños que toman cuerpo, coherentes, en una silenciosa
tentativa;
mecanismos ordenados en medio de una numerosa
vehemencia,
lujo intranquilo del cielo que sella una hora inmune.
Cuerpo que asciende como la estatua de un ardoroso
enjambre
buscando muy arriba la inhumana certeza en que se
estalla
para quedar inmensamente vacío y delirante como el
viento.
Una idea, Dédalo, una idea que iba a acarrear nuestro
futuro,
(un sueño como un agua amarga que mana desde la boca
del sol)
los planos hechos a perfección, la elocuencia del
número,
el ingenioso resorte para suplantar los ojos de la
vida,
todo era una inocente flecha en tránsito de lucidez y
muerte.
Ciudades perdidas por un golpe de viento, ganadas por
un sueño.
Palabras incendiadas por la fricción de un remoto
destino,
murallas de un fuego levantado al que no nos
resistimos,
canto arrancado a la tumultuosa soledad de un pecho
humano.
Bajo
los ojos del amor
Aún
eres tú en medio de una incesante cascada
de
esmeraldas y de sombras, como una larga
palabra
de amor, como una pérdida total.
Aún
eres tú quien me tiene a sus pies
como
una blanca cadena de relámpagos,
como
una estatua en el mar, como una rosa
deshecha
en cortos sueños de nieve y sombras,
como
un ardiente abrazo de perfumes en el centro del mundo.
Aún
eres tú como una rueda de dulces tinieblas
agitándome
el corazón con su música profunda,
como
una mirada que enciende callados remolinos
bajo
las plumas del cielo, como la yerba de oro
de
una trémula estrella, como la lluvia en el mar,
como
relámpagos furtivos y vientos inmensos en el mar.
En
el vacío de un alma donde la nieve descarga
en
una ventana hecha con los resonantes emblemas del otoño,
como
una aurora en la noche, como un alto puñado de flechas
del
más alto silencio aún eres tú, aún es tu reino.
Como
un hermoso cuerpo que baña la memoria,
como
un hermoso cuerpo sembrado de soledad y mariposas,
como
una levantada columna con el tiempo a solas,
como
un torso cálido y sonoro, como unos ojos
donde
galopa a ciegas mi destino y el canto es fuego,
fuego
la constelación que desata en nuestros labios
la
gota más pura del fuego del amor y de la noche,
la
quemante palabra en que fluye el amor, aún.
Reloj
de sombra
(Entre la tarde nostálgica y la
noche)
Con
una larga garra de tristeza busco
la
pálida altura de una planta femenina;
tal
como un viento quejumbroso busco
la
intempestiva desnudez, sombra y efigie,
grito
distante del pájaro que emigra,
pena
con que hiere una imagen a su espejo.
Errante
luz blanca bajo el vacío del cielo,
pequeño
reloj que sólo fuera una lágrima,
hora
en que todo ser es una pálida violeta,
estatua
de pronto, arrastrada por la música
en
un ramo de tinieblas y nevadas agujas.
Hora
en que busco algo que no es tuyo ni mío
con
una mirada puesta en lo que huye
y
otra en lo que ausentemente permanece.
(Nada
sino un hombro, una paloma frágil,
una
espumosa lejanía, una seda que ahogo,
este
tibio alimento pegado a nuestros labios,
este
silencio que sale de las casas
con
unos dedos entreabiertos).
Esta
hora que alcanza tiernamente a su propia distancia,
en
la que un par de zapatos bien pueden ser
la
historia del hombre sobre la tierra
y
esta o aquella mujerzuela una mujer únicamente.
Esta
garra que golpea sin aparente motivo
pone
una rosa en el interior de los relojes
y
hace que el sueño hable desde la fatiga del tiempo;
abre
una huella profunda, una ciega baraja,
abre
un pecho donde la eternidad transita a solas
en
una desgarrada dulzura de sonidos y estrellas.
El
paso de los años
para mi
hija Viveka
porque
cogí la mariposa
no
en el jardín
sino
en el sueño
porque
en mi almohada
oí
cantar al río
al
crepúsculo orar
porque
el cielo breve
de
la flor
me
llevó lejos
porque
el niño aún
(que
fui que a veces soy)
despierta
y ve
la
mariposa
volar
en el jardín
que
ya no sueño.
Javier Sologuren (Lima, 1921-2004). Libros: El morador (Separata de Historia,
número 8. Lima, 1944); Detenimientos
(Lima: Talleres de la Imprenta Amauta, 1947); Dédalo dormido (Separata de Cuadernos
Americanos. México, 1949); Bajo los
ojos del amor (México: Ícaro, 1950); Otoño,
endechas (Separata de Mercurio
Peruano. Lima, 1959); Estancias
(Lima, El Timonel, 1960); La gruta de la
sirena (Lima: Imago, 1961); Vida
continua 1944-1964 (Lima: Ediciones de La Rama Florida y La Biblioteca
Universitaria, 1966); Recinto (Lima:
Ediciones de La Rama Florida, 1967); Surcando
el aire oscuro (Lima: Milla Bartes, 1970); Vida continua (Segunda edición. Estudio preliminar de Abelardo
Oquendo. Lima: INC, 1971); Corola parva
1973-1975 (México: La Máquina Eléctrica, 1977); Vida continua (Antología personal. Lima: Ediciones Cuadernos del
Hipocampo, 1979); Folios del enamorado y
la muerte (Caracas: Monte Ávila Editores, 1980); Vida continua 1945-1980 (Antología personal. México: Premiá
Editora, 1981); El amor y los cuerpos
(México: Premiá Editora, 1985); Jaikus
escritos en un amanecer de otoño (Separata de la revista Lienzo, número 6. Lima, 1986); Retornelo (Lima: Editorial Colmillo
Blanco, 1986); Catorce versos dicen…
(Madrid: Ediciones del Tapir, 1987); Folios
del enamorado y la muerte & El amor y los cuerpos (Lima: Seglusa
Editores y Editorial Colmillo Blanco, 1988); Poemas 1988 (Madrid: Ediciones del Tapir, 1988); Vida continua. Obra poética 1939-1989
(Tercera edición aumentada. Lima: Editorial Colmillo Blanco, 1989); Un trino en la ventana vacía (Madrid:
Ediciones del Tapir, 1992); Vida continua
(Nueva antología. Lima: Universidad Agraria de La Molina, 1992); Hojas de herbolario (Lima: Jaime
Campodónico Editor, 1995); Vida continua.
Obras completas de Javier Sologuren (10 tomos. Lima: PUCP, 2004-2005).
Foto: Carlos Chino Domínguez
Fuente: El Comercio
Foto: Carlos Chino Domínguez
Fuente: El Comercio
1 comentario:
hola que hace? :P
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