David Huerta. La calle blanca. México: Era/Conaculta, 2006.
En este libro deslumbrante, David Huerta recorre todo el teclado –del Lezama más hermético al Neruda más cotidiano–, y todo lo pone en duda con su voz genial, descompuesta y descoyuntada. El poeta lo absorbe todo, lo dice, lo traduce, lo traslada todo a la poesía. Este libro es, al mismo tiempo, una ética poética, una filosofía del conocimiento, una reflexión sobre los desquiciamientos de la percepción, una, o más bien muchas teorías poéticas, crípticas unas, otras que se burlan de sí, otras completamente inesperadas. Es también, y a cada paso, una parábola sobre la palabra, sus misterios y sus milagros, y una genealogía y una arqueología del pensamiento. Una voz que toma posesión de lo que le rodea del modo más sugerente y menos convencional. Sin duda el caso de David Huerta es un caso único entre nosotros. Su voz se ha afinado y el autor la domina y la convierte en un sinnúmero de instrumentos musicales, cada vez con mayor maestría, cada vez con más arte. David Huerta no es un iluminado, no es un artesano, no es un virtuoso. Es todo eso y es un artista, un notable y prolífico poeta, uno de los mejores entre nosotros. La historia del arte, la historia literaria, Florencia, el Renacimiento están presentes en este libro móvil y diverso desde una mirada a veces cubista, a veces expresionista, otras abstracta, neorrealista, no figurativa o llanamente anecdótica, pero siempre iluminadora, donde la literatura, la vida, la experiencia del arte, el ser, el deber ser no están confundidos, aunque estén invariablemente entremezclados.
David Huerta (México, 1949) ha impartido talleres de poesía en prácticamente todo el país; ha dado lecturas en México y el extranjero, y compilado varias antologías de poesía. Muchos de sus libros son hitos de la poesía mexicana: Cuaderno de noviembre (Era, 1976), Huellas del civilizado (1977), Versión (1978; Era, 2005, Premio Xavier Villaurrutia), Incurable (Era, 1987), Historia (1990, Premio Carlos Pellicer), Los objetos están más cerca de lo que aparentan (1990), La sombra de los perros (1996), La música de lo que pasa (1997), El azul en la flama (Era, 2002). Ha sido traducido al inglés, francés, finés, entre otros idiomas. Forma parte del Sistema Nacional de Creadores de Arte y ha sido becario del Centro Mexicano de Escritores y de la Fundación Guggenheim.
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Coral Bracho. Huellas de luz. México: Era/Conaculta, 2006.
En la poesía de Coral Bracho, la naturaleza entra en el lenguaje –trémula paradoja– sin haber nunca salido de él: desdoblándolo y replegándolo, desatando dentro de la sonoridad de las palabras un movimiento incesante, esmaltando cada ángulo y cada vértice con brillos y humedades inéditos. Pero ¿cómo entender esta extrañeza de lo que en estos versos ocurre: la naturalidad enlazada orgánicamente con el más sublime artificio? Por medio de la operación poética, entendida como radical y armoniosa suma de imágenes, concierto insaciable de correspondencias: la naturalidad de la poesía de Bracho consiste en haber surgido como una voz viva, como un torrente suave y enérgico. De ahí también su portentosa originalidad; es decir, el aliento indeleble de su origen, cifrado en la inteligencia de las formas rítmicas del lenguaje articulado. Poesía es aquí suprema atención al mundo y a las palabras, simultáneamente; puesta en práctica de esas visiones trascendentales que, de un modo entrañable, se recogen sobre sí mismas para ofrecernos los testimonios de una exploración única de los fenómenos, milagro de la expresión. Pocas veces en el ámbito de la poesía hispánica, a lo largo de su despliegue moderno de cinco siglos, hemos asistido, como ante los poemas de Huellas de luz, a una inmersión tan absoluta en los poderes de impregnación y sugerencia de los vocabularios y la sintaxis.
Coral Bracho (Ciudad de México, 1951). Entre sus libros de poemas se cuentan: Peces de piel fugaz (1977), El ser que va a morir (1982, Premio Nacional de Poesía de Aguascalientes), Tierra de entraña ardiente (1992, en colaboración con la pintora Irma Palacios), Jardín del mar (poesía para niños, con ilustraciones de Gerardo Suzan, 1993), La voluntad del ámbar (1998) y Ese espacio, ese jardín (2003, Premio Xavier Villaurrutia). Libros suyos han aparecido en francés, inglés y portugués. Pertenece al Sistema Nacional de Creadores de Arte y ha sido becaria de la Fundación Guggenheim.
Tomado de http://www.fractal.com.mx/
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