sábado, 10 de diciembre de 2016

CON JUAN OJEDA / HABLANDO DE POESÍA Y ALGO MÁS. CUESTIONARIO DE VIRGINIA MAYORGA Y DANILO SÁNCHEZ LIHÓN


Esta foto corresponde al 11 de noviembre de 1975. Homenaje a Juan Ojeda en la antigua Biblioteca Nacional del Perú a un año de su fallecimiento. A la izquierda está el bibliotecario Augusto Yslas, el cuarto de la izquierda es Segundo Soto Coronel, seguido de David Yépez Vidal, luego Jorge Ojeda hermano de Juan, sigue Javier Huapaya y Benito Gutti y Catalán.
Fuente: http://bibliospb.blogspot.com/2014/04/poetas-bibliotecarios.html



Juan, ¿cuál es tu concepción de la poesía frente a la deshumanización, que viene como consecuencia de la tecnificación?

Creo que si en algo está de acuerdo el pensamiento crítico de nuestro tiempo, más allá de los antagonismos teóricos que lo recubren de una problematicidad densa, es en afirmar que vivimos en una de las épocas más inseguras y peligrosas de toda la historia de la raza humana. La crisis es la atmósfera natural en la que respiran el pensamiento y la praxis del hombre actual, si es que todavía creemos en la existencia de algo así como el «hombre», elemento en vías de desaparición en el reino de los valores. Hoy, curiosamente, es cuando más se habla del hombre desde todos los puntos de observación; desde la anatomía social, pasando por todas las diversificaciones de las ciencias humanas que dicen haber alcanzado una madurez cognoscitiva, hasta los dominios prometedores de cada especie de utopía. Nunca se habló tanto del hombre, ni se gastaron tantas energías en aprehenderlo o inventarlo. A ese maremágnum de inquisiciones e ideologías les falta precisamente el objeto del cual hablan. El hombre es, para emplear unos términos que Umberto Eco utiliza en otra perspectiva, la estructura ausente. El hombre es el gran fantasma de esta época qué insiste en señalarlo y, supuestamente, reencontrarlo aun en los indicios más insignificantes. Una comprobación fáctica de nada nos serviría si quisiéramos demostrar la cuasi desaparición del hombre en esta época espantosa y demencial, pues el hábito de la observación casualmente está viciado ya por la deformación ideológica que presiona desde una superestructura errónea, alienada, cosificante y destructiva. Ese espacio complejo que articula históricamente civilización y cultura, ese espacio en que se estructura nuestra praxis cotidiana y hace posible la sedimentación del conocimiento y los valores, puede ser definido de una buena vez como el mito del hombre. Fábula terca y apasionada que hay que desechar para siempre, e indagar hasta las raíces cómo ha sido posible tanta estupidez y tanto crimen. Yo entiendo la poesía como el refugio de lo genuinamente humano en una época que niega al hombre, que lo sustituye por una caricatura de hombre y que de ningún modo vamos a silenciar; allí reside, creo yo, la positividad de una poesía radical que señale la espantosa ausencia de lo humano en esta civilización enferma que cae en pedazos frente a nuestros ojos.

¿Cuál es tu método de trabajo y cuál crees que es el tema principal de tu obra? ¿Por qué?

Si es que puede hablarse de método en la poesía, aunque es una noción tan rígida y aplicable más bien a los dominios de la ciencia, diré que hay un estado de ánimo reconcentrado que nos permite desplazar la mirada en el espacio del mundo originario, un despojarse de formas hasta acceder a los riesgos de una exploración las más de las veces difícil de soportar, porque se da en un pavor del sentido. Los objetos más familiares adquieren pronto resonancias de oscuridad, el camino deja de ser camino y es un río que habíamos entrevisto apenas espejando en otros objetos, un espesor de asombro y extrañamiento ocupa el trato con el ser, y nuestro contacto con la realidad se sumerge en el paisaje de la escritura. En ese instante, que propiamente es desgarradura del tiempo, dependemos de la palabra, somos palabra ávida. Es a partir de este contagio con lo originario que me entrego a indagar el espacio del mundo vivido. Mi tema constante no será otro que mostrar el desgaste y agrietamiento de la vida humana, advierto que se está impidiendo que el ser humano sea su propia intimidad, hay una estandarización de la conciencia que hace que el hombre sea ajeno a sí mismo, incluso que los productos que elabórale sean totalmente extraños. Hay pues una reificación tan peligrosa que la poesía se ve impelida a señalar el mundo del que nos están enajenando. La Poesía como alarma y defensa de lo humano.

¿Qué obras tienes escritas hasta la fecha; cuántas has publicado y por qué?

He publicado muy poco, y escribo con parquedad, pues siento que la poesía me conduce a estados de crisis interior, las cosas que veo diariamente en la realidad, al recogerlas en una indagación por la palabra, se tornan más atroces cuando retomo el contacto con ellas, tengo la impresión de observar un mundo de vísceras, es agotador. Mi primera obra seria fue «Elogio de los Navegantes», un poema más o menos extenso que escribí entre los 19 y 21 años, y que debía ser el prólogo a una obra más vasta, que trataría de los orígenes y desarrollo de la cultura americana, y que ha quedado inconclusa, casi sin escribir; tal vez retome algún día ese proyecto. El poema fue publicado el año 1966 por los Cuadernos Trimestrales de Poesía.

Tengo un libro muy breve, Crónicas y Elogios, donde recojo poemas escritos entre 1963 y 1969, y es testimonio de mi preocupación por el hombre contemporáneo; algunos amigos lo llevaron al Servicio de Proyección Social de la Universidad de San Marcos, y parece que lo van a publicar. Aquí en el Perú es muy difícil publicar, los medios de difusión se encuentran en manos de grupos cerrados que generalmente nada tienen que ver con la cultura seria. Con los poetas Danilo Sánchez Lihón y Roger Rumrill se ha publicado los comienzos de una colección de plaquetas, Gárgola, que es el fruto de la dedicación cariñosa que tiene Danilo por la poesía. Allí aparecen «Eleusis» y otros poemas viejos y recientes.

¿Cómo comprendes lo que se ha dado por llamar «Poesía Joven»?

Creo que sería deseable aclarar ciertos malentendidos que prosperan en nuestro medio, tan permeable a la inmadurez y la afición a las improvisaciones. Algunos jóvenes aparecen con libros bien intencionados, se descubre allí la gran insatisfacción y el horror de pertenecer a un época atroz, pero no hay algo que nos autorice a hablar de una poesía joven, si es que aceptamos olvidarnos de cosas accesorias como la edad, y atacamos directamente la calidad y novedad de la poesía. Hay poesía verdadera, artificio ingenioso y charlatanería versificada. El problema es particularmente agudo, cuando una observación severa, después de espigar nombres aislados y archiconocidos, describiera con justeza la poesía peruana actual; entendería el proceso de liberación de la palabra de toda esa versificación preciosista y hueca que escribieron hasta el cansancio los que ahora quisieran aparecer como poetas mayores. Hasta los poetas recientes anotan la ausencia de poesía verdadera en el Perú, y evidencian la cháchara de los viejos como un saludable aviso para quienes deseen escribir poesía de algún valor. Felizmente teniendo a la vista La mano desasida, Por el monte abajo, La tierra del anhelo, Contra natura, Scorpius, etc., sabemos que se avecina un momento importante para la poesía americana.

¿Qué actitud debe tomar el poeta en los cambios que está haciendo el gobierno: de apoyo total, de apoyo crítico o de rechazo? ¿En qué forma va a reflejarse en tu obra?

Pienso que el poeta no puede enajenarse de lo que concierne a su condición de conciencia crítica de su época, el imperativo categórico que debe orientar su comportamiento es servir al lenguaje crítico, no entra en su responsabilidad histórica la relación con regímenes que por más radicales que fueren, en la perspectiva de la historicidad cumplen un fin específico administrativo, pero no son el Hombre Total, que es lo que primordialmente absorbe al poeta. La única certeza que enorgullece a la poesía es saber que la posibilidad de edificar el reino de lo humano depende del destino del proletariado, y este destino está ligado a una liberación histórica mundial. El poeta es, pues, una mirada crítica que constantemente nutre el lenguaje de una época, mantiene vivo el dominio de las palabras que señalan lo humano.

¿Crees que la poesía debe ser una poesía comprometida políticamente? ¿Por qué?

La poesía importante de todas las épocas ha tenido una relación precisa con la realidad política, que constituye, por decir así, la geografía significativa sobre la que se escorzan los actos de los hombres. Pienso nada más en Dante, y la manera ejemplar que describe a los cobardes, réprobos, traidores, farsantes políticos, etc., en su Divina Comedia, modelo inagotable y cada vez más vigente en su simbología histórica. Pero no quisiera ser malentendido, jamás estaré de acuerdo con el historicismo superficial de la poesía social, ni con los humanismos ociosos y moralizantes que recortan las posibilidades de una indagación que no debería terminar nunca en su carácter de demolición de todas las mistificaciones. La poesía tiene estructuras propias, y el sentido que incorpora se asimila más bien a una denuncia esencial de la cosificación de la interioridad en cuanto tal, a una descripción de la represión, esa gran tara de nuestra época. Referiré literalmente unas palabras de Marcuse, en cuyo pensamiento advierto la lucidez que todos esperábamos, y desearía que los nuevos poetas del Perú las tomaran como lo que son, la claridad de una de las mentes que ha pensado con más rigor nuestra época. «Yo espero que la poesía continúe denunciando la prosa tanto como la "poesía" de la represión y de la explotación burguesas; que continúe hablando el contra-lenguaje de la imaginación, que es actualmente el único lenguaje humano y el verdadero lenguaje político.»


revista callao, núm. 37, diciembre 1972, pp.31, 37.




A la izquierda David Yépez Vidal, Jorge Espinoza Sánchez, Gustavo Armijos (dato curioso en sus manos lleva el número 2 de la revista Auki, de julio de 1975), Javier Huapaya; prof. Lucero, Augusto Yslas, alguien parecido a Pepe Rejas junto a Jorge Ojeda (es un dato sin confirmar). Desde la derecha están Benito Gutti y Catalán y el bibliotecario Pedro Valencia  

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