Esta foto corresponde al 11 de noviembre de 1975. Homenaje a Juan Ojeda en la antigua Biblioteca Nacional del Perú a un año de su fallecimiento. A la izquierda está el bibliotecario Augusto Yslas, el cuarto de la izquierda es Segundo Soto Coronel, seguido de David Yépez Vidal, luego Jorge Ojeda hermano de Juan, sigue Javier Huapaya y Benito Gutti y Catalán.
Fuente: http://bibliospb.blogspot.com/2014/04/poetas-bibliotecarios.html
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Juan, ¿cuál es tu concepción de la poesía frente a la
deshumanización, que viene como consecuencia de la tecnificación?
Creo que si en algo
está de acuerdo el pensamiento crítico de nuestro tiempo, más allá de los
antagonismos teóricos que lo recubren de una problematicidad densa, es en
afirmar que vivimos en una de las épocas más inseguras y peligrosas de toda la
historia de la raza humana. La crisis es la atmósfera natural en la que
respiran el pensamiento y la praxis del hombre actual, si es que todavía
creemos en la existencia de algo así como el «hombre», elemento en vías de
desaparición en el reino de los valores. Hoy, curiosamente, es cuando más se habla
del hombre desde todos los puntos de observación; desde la anatomía social,
pasando por todas las diversificaciones de las ciencias humanas que dicen haber
alcanzado una madurez cognoscitiva, hasta los dominios prometedores de cada
especie de utopía. Nunca se habló tanto del hombre, ni se gastaron tantas
energías en aprehenderlo o inventarlo. A ese maremágnum de inquisiciones e
ideologías les falta precisamente el objeto del cual hablan. El hombre es, para
emplear unos términos que Umberto Eco utiliza en otra perspectiva, la
estructura ausente. El hombre es el gran fantasma de esta época qué insiste en
señalarlo y, supuestamente, reencontrarlo aun en los indicios más
insignificantes. Una comprobación fáctica de nada nos serviría si quisiéramos
demostrar la cuasi desaparición del hombre en esta época espantosa y demencial,
pues el hábito de la observación casualmente está viciado ya por la deformación
ideológica que presiona desde una superestructura errónea, alienada, cosificante y destructiva. Ese espacio complejo que articula
históricamente civilización y cultura, ese espacio en que se estructura nuestra
praxis cotidiana y hace posible la sedimentación del conocimiento y los
valores, puede ser definido de una buena vez como el mito del hombre. Fábula terca
y apasionada que hay que desechar para siempre, e indagar hasta las raíces cómo
ha sido posible tanta estupidez y tanto crimen. Yo entiendo la poesía como el
refugio de lo genuinamente humano en una época que niega al hombre, que lo
sustituye por una caricatura de hombre y que de ningún modo vamos a silenciar;
allí reside, creo yo, la positividad de una poesía radical que señale la
espantosa ausencia de lo humano en esta civilización enferma que cae en pedazos
frente a nuestros ojos.
¿Cuál es tu método de trabajo y cuál crees que es el tema
principal de tu obra? ¿Por qué?
Si es que puede
hablarse de método en la poesía, aunque es una noción tan rígida y aplicable
más bien a los dominios de la ciencia, diré que hay un estado de ánimo
reconcentrado que nos permite desplazar la mirada en el espacio del mundo
originario, un despojarse de formas hasta acceder a los riesgos de una
exploración las más de las veces difícil de soportar, porque se da en un pavor
del sentido. Los objetos más familiares adquieren pronto resonancias de
oscuridad, el camino deja de ser camino y es un río que habíamos entrevisto
apenas espejando en otros objetos, un espesor de asombro y extrañamiento ocupa
el trato con el ser, y nuestro contacto con la realidad se sumerge en el
paisaje de la escritura. En ese instante, que propiamente es desgarradura del
tiempo, dependemos de la palabra, somos palabra ávida. Es a partir de este
contagio con lo originario que me entrego a indagar el espacio del mundo
vivido. Mi tema constante no será otro que mostrar el desgaste y agrietamiento
de la vida humana, advierto que se está impidiendo que el ser humano sea su
propia intimidad, hay una estandarización de la conciencia que hace que el
hombre sea ajeno a sí mismo, incluso que los productos que elabórale sean
totalmente extraños. Hay pues una reificación tan peligrosa que la poesía se ve
impelida a señalar el mundo del que nos están enajenando. La Poesía como alarma
y defensa de lo humano.
¿Qué obras tienes escritas hasta la fecha; cuántas has publicado
y por qué?
He publicado muy poco,
y escribo con parquedad, pues siento que la poesía me conduce a estados de
crisis interior, las cosas que veo diariamente en la realidad, al recogerlas en
una indagación por la palabra, se tornan más atroces cuando retomo el contacto
con ellas, tengo la impresión de observar un mundo de vísceras, es agotador. Mi
primera obra seria fue «Elogio de los Navegantes», un poema más o menos extenso
que escribí entre los 19 y 21 años, y que debía ser el prólogo a una obra más vasta,
que trataría de los orígenes y desarrollo de la cultura americana, y que ha
quedado inconclusa, casi sin escribir; tal vez retome algún día ese proyecto.
El poema fue publicado el año 1966 por los Cuadernos Trimestrales de Poesía.
Tengo un libro muy
breve, Crónicas y Elogios, donde recojo poemas escritos entre 1963 y 1969, y es
testimonio de mi preocupación por el hombre contemporáneo; algunos amigos lo
llevaron al Servicio de Proyección Social de la Universidad de San Marcos, y
parece que lo van a publicar. Aquí en el Perú es muy difícil publicar, los
medios de difusión se encuentran en manos de grupos cerrados que generalmente
nada tienen que ver con la cultura seria. Con los poetas Danilo Sánchez Lihón y
Roger Rumrill se ha publicado los comienzos de una colección de plaquetas,
Gárgola, que es el fruto de la dedicación cariñosa que tiene Danilo por la
poesía. Allí aparecen «Eleusis» y otros poemas viejos y recientes.
¿Cómo comprendes lo que se ha dado por llamar «Poesía Joven»?
Creo que sería deseable
aclarar ciertos malentendidos que prosperan en nuestro medio, tan permeable a
la inmadurez y la afición a las improvisaciones. Algunos jóvenes aparecen con
libros bien intencionados, se descubre allí la gran insatisfacción y el horror
de pertenecer a un época atroz, pero no hay algo que nos autorice a hablar de
una poesía joven, si es que aceptamos olvidarnos de cosas accesorias como la
edad, y atacamos directamente la calidad y novedad de la poesía. Hay poesía
verdadera, artificio ingenioso y charlatanería versificada. El problema es
particularmente agudo, cuando una observación severa, después de espigar
nombres aislados y archiconocidos, describiera con justeza la poesía peruana
actual; entendería el proceso de liberación de la palabra de toda esa versificación
preciosista y hueca que escribieron hasta el cansancio los que ahora quisieran
aparecer como poetas mayores. Hasta los poetas recientes anotan la ausencia de
poesía verdadera en el Perú, y evidencian la cháchara de los viejos como un
saludable aviso para quienes deseen escribir poesía de algún valor. Felizmente
teniendo a la vista La mano desasida, Por el monte abajo, La tierra del anhelo,
Contra natura, Scorpius, etc., sabemos que se avecina un momento importante
para la poesía americana.
¿Qué actitud debe tomar el poeta en los cambios que está
haciendo el gobierno: de apoyo total, de apoyo crítico o de rechazo? ¿En qué
forma va a reflejarse en tu obra?
Pienso que el poeta no
puede enajenarse de lo que concierne a su condición de conciencia crítica de su
época, el imperativo categórico que debe orientar su comportamiento es servir
al lenguaje crítico, no entra en su responsabilidad histórica la relación con
regímenes que por más radicales que fueren, en la perspectiva de la
historicidad cumplen un fin específico administrativo, pero no son el Hombre
Total, que es lo que primordialmente absorbe al poeta. La única certeza que enorgullece
a la poesía es saber que la posibilidad de edificar el reino de lo humano
depende del destino del proletariado, y este destino está ligado a una
liberación histórica mundial. El poeta es, pues, una mirada crítica que
constantemente nutre el lenguaje de una época, mantiene vivo el dominio de las
palabras que señalan lo humano.
¿Crees que la poesía debe ser una poesía comprometida
políticamente? ¿Por qué?
La poesía importante
de todas las épocas ha tenido una relación precisa con la realidad política,
que constituye, por decir así, la geografía significativa sobre la que se
escorzan los actos de los hombres. Pienso nada más en Dante, y la manera
ejemplar que describe a los cobardes, réprobos, traidores, farsantes políticos,
etc., en su Divina Comedia, modelo inagotable y cada vez más vigente en su
simbología histórica. Pero no quisiera ser malentendido, jamás estaré de
acuerdo con el historicismo superficial de la poesía social, ni con los
humanismos ociosos y moralizantes que recortan las posibilidades de una
indagación que no debería terminar nunca en su carácter de demolición de todas
las mistificaciones. La poesía tiene estructuras propias, y el sentido que
incorpora se asimila más bien a una denuncia esencial de la cosificación de la
interioridad en cuanto tal, a una descripción de la represión, esa gran tara de
nuestra época. Referiré literalmente unas palabras de Marcuse, en cuyo
pensamiento advierto la lucidez que todos esperábamos, y desearía que los
nuevos poetas del Perú las tomaran como lo que son, la claridad de una de las
mentes que ha pensado con más rigor nuestra época. «Yo espero que la poesía
continúe denunciando la prosa tanto como la "poesía" de la represión
y de la explotación burguesas; que continúe hablando el contra-lenguaje de la
imaginación, que es actualmente el único lenguaje humano y el verdadero
lenguaje político.»
revista callao, núm. 37, diciembre 1972, pp.31, 37.
A la izquierda David Yépez Vidal, Jorge Espinoza Sánchez, Gustavo Armijos (dato curioso en sus manos lleva el número 2 de la revista Auki, de julio de 1975), Javier Huapaya; prof. Lucero, Augusto Yslas, alguien parecido a Pepe Rejas junto a Jorge Ojeda (es un dato sin confirmar). Desde la derecha están Benito Gutti y Catalán y el bibliotecario Pedro Valencia
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