Stanley Vega
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“Luis Heredia, activista generacional noventino, hablantín compulsivo, maniático detallista, da su testimonio de parte de cómo se movió por dentro la actividad literaria de los 90. Información que incomoda y fastidia a más de uno y que da pábulo para generar un juicio más certero de las temáticas, el irrefrenable afán por hacer apología al trago, la droga y a la pose mismo malcriado contracultural y patán Beto Ortiz. La calificación de la información de Heredia es gravitante, corroborable y verificable, por lo objetivo, por ese acompañamiento en todo acto cultural. Él, como una cámara o micrófono escondido, da cuenta de todos los pormenores, de las noias y psicopatías vividas por los ebrios de “fama de cinco minutos en una capilla literaria provinciana chiclayana”. Los 90 literarios en el mugroso Chiclayo fue la heredera equivoca de un Baudelaire descarrilado, un Rimbaud trasgresor y ufanado, un remedo continuador horaceriano, un posero mallarmiano o un ególatra chonacensco. Por más que algún cucufato desde afuera quiera dulcificar la imagen, los 90 fue eso: pose, yonque, juerga, divismo, patanería descontrolada, soledad existencial, mucha masturbación incontrolada por falta de enamoradas, psicomanías, individualismo, nadismo y mucho, mucho ruido apabullador noctambulero de fin de semana”.
Nicolás Hidrogo
LOS TIEMPOS AQUELLOS LOS 90’S, DKVSA, ARBOLEDA Y LA REYERTA (PARTE I) Por Luis Heredia Gonzàles
Recordar la década pasada me deja un sentimiento contrito, un sentimiento de frustración, no sabría describir como exactitud esa maraña de actitudes neuróticas, ese cúmulo de perturbaciones de la personalidad que han dejado en mi retina aquellas memoraciones que no puedo dejar de plasmar en el papel.
Un recital de Arboleda o mejor dicho un recital hecho en nombre de Arboleda o como mejor diría Rubén Mesías en nombre de una de esas efímeras publicaciones, era un evento cargado y recargado de emociones encontradas, balbuceos filosóficos, recelos y una pleyade de mamotretos ideológicos. Era no sólo extravagante esa forma de fundamentar lo escrito y leído, eran folklóricos y desmesuradamente pintorescos los comentarios que nunca se hicieron ante la mesa de honor.
“Es que no sé lo que escribo”, “Lo escribo y te vas a la mierda”, “Odio ser poeta, pero lo soy”, “Lo peor que me ha pasado es ser poeta”, “La poesía es sólo belleza”, “No sé lo que escribo, pero escribo”, “Soy una basura y los humanos incluidos más basura que yo”. Y así por el estilo, luego terminado el recital, empezaban a ser ellos mismos y se prendía el ron con mucha leña en una dantesca horneada.
Recordar de igual forma: “El matrimonio es esclavitud”, “El amor es solo sexo”, “Soy el más solitario y solitaria”, “Mi vida es una mierda”, pasaba la lectura del poema y sin escuchar a otros exponentes líricos estaban planeando en ir mas tarde a libar en una banca, ir a la discoteca o algún “agarre” o “levante”. Hoy en día algunos no lo recuerdan, felizmente ya no son así y mejor aún no los vemos en los recitales de estas semanas.
El parnasianismo becerriano, el culteranismo noblecillano y zumaranense, el demonismo yomoniano y la prelatura de Stanley Vega, toda esta era una conjunción de estilos practicados por aquellos que sostenían que la literatura solo servía para no servir, ni era útil, era mero pasatiempo y ¿quiénes eran ellos para descotizar la literatura? Yo no lo sé, lo que sí puedo afirmar es que se sentían descendientes del linaje sacrosanto por consanguinidad de Clemente Palma.
Cuando los escritores ya se cansaron de los esporádicos recitales y de asistir a las reuniones en el pentagonito de la literatura lambayecana de fines de semana, ocurrió una hecatombe ideada e imaginada por Juan Montenegro. “La conspiración y la Ilíada” o tal vez “La conspiración e Ilíada incluida”. ¿Y por qué?, la respuesta es la siguiente: Lucho Heredia y Martín Meléndez periféricos absolutos le dijeron a Stanley: “Compadre hay que hacer algo, estamos empollando” y Stanley respondió: “No se me da la regalada gana”. Así nació otra efímera publicación (Rubén Mesías, dixit), se llamó DKVSA, es entonces donde Juan Montenegro y Carlos Becerra no se les ocurrió mejor alucinada que “La conspiración y la Ilíada”, conspiración, creación de Juan Montenegro y la segunda creación de Becerra, y porque Ilíada, es que ese cisma ocasionado por los resentidos, así lo aseveró Carlos Becerra mismo Alonso Cueto, estaba inspirada por los celos y frustraciones por no conseguir el amor de la aeda Ana Miranda. Ni amor ni nada, era la oportunidad para sentirse envidiado, para compensar el empalagamiento ocasionado por el Premio Lundero de La Industria un año atrás.
Por otro lado estaba esa historia policíaca a la norteamericana “La conspiración”, para destruir la mejor obra cultural aparecida en el Perú después de Hora Cero,“un poco más de modestia, señores” (Max Dextre). Porque con DKVSA se pretendió acabar con Arboleda, ese ciclo de Pericles lambayecano, así que ¿una iniciativa distinta, puede terminar en una “conspiración”?.
Para octubre de 1997 estaba allí DKVSA “debió ser SIN KVSA” (Juan Montenegro, revista transformando, UNPRG) cito ello porque la irrupción de esta publicación siempre fue polémica, los editoriales de esta publicación eran por demás irascibles, mordaces y vitriolitos sin pausa. Fue insostenible desde su nacimiento como grupo artístico – cultural anti-académico y a veces anti-inteligente. No poseía la imaginación de Arboleda y menos aún la de Juan Montenegro y Carlos Becerra, pero había heredado su neurosis. Lo que hubo por parte de los editores de ambas publicaciones fue un instante de antipatía, porque el espíritu, la actitud y el perfil ideológico individualista fue similar.
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“Luis Heredia, activista generacional noventino, hablantín compulsivo, maniático detallista, da su testimonio de parte de cómo se movió por dentro la actividad literaria de los 90. Información que incomoda y fastidia a más de uno y que da pábulo para generar un juicio más certero de las temáticas, el irrefrenable afán por hacer apología al trago, la droga y a la pose mismo malcriado contracultural y patán Beto Ortiz. La calificación de la información de Heredia es gravitante, corroborable y verificable, por lo objetivo, por ese acompañamiento en todo acto cultural. Él, como una cámara o micrófono escondido, da cuenta de todos los pormenores, de las noias y psicopatías vividas por los ebrios de “fama de cinco minutos en una capilla literaria provinciana chiclayana”. Los 90 literarios en el mugroso Chiclayo fue la heredera equivoca de un Baudelaire descarrilado, un Rimbaud trasgresor y ufanado, un remedo continuador horaceriano, un posero mallarmiano o un ególatra chonacensco. Por más que algún cucufato desde afuera quiera dulcificar la imagen, los 90 fue eso: pose, yonque, juerga, divismo, patanería descontrolada, soledad existencial, mucha masturbación incontrolada por falta de enamoradas, psicomanías, individualismo, nadismo y mucho, mucho ruido apabullador noctambulero de fin de semana”.
Nicolás Hidrogo
LOS TIEMPOS AQUELLOS LOS 90’S, DKVSA, ARBOLEDA Y LA REYERTA (PARTE I) Por Luis Heredia Gonzàles
Recordar la década pasada me deja un sentimiento contrito, un sentimiento de frustración, no sabría describir como exactitud esa maraña de actitudes neuróticas, ese cúmulo de perturbaciones de la personalidad que han dejado en mi retina aquellas memoraciones que no puedo dejar de plasmar en el papel.
Un recital de Arboleda o mejor dicho un recital hecho en nombre de Arboleda o como mejor diría Rubén Mesías en nombre de una de esas efímeras publicaciones, era un evento cargado y recargado de emociones encontradas, balbuceos filosóficos, recelos y una pleyade de mamotretos ideológicos. Era no sólo extravagante esa forma de fundamentar lo escrito y leído, eran folklóricos y desmesuradamente pintorescos los comentarios que nunca se hicieron ante la mesa de honor.
“Es que no sé lo que escribo”, “Lo escribo y te vas a la mierda”, “Odio ser poeta, pero lo soy”, “Lo peor que me ha pasado es ser poeta”, “La poesía es sólo belleza”, “No sé lo que escribo, pero escribo”, “Soy una basura y los humanos incluidos más basura que yo”. Y así por el estilo, luego terminado el recital, empezaban a ser ellos mismos y se prendía el ron con mucha leña en una dantesca horneada.
Recordar de igual forma: “El matrimonio es esclavitud”, “El amor es solo sexo”, “Soy el más solitario y solitaria”, “Mi vida es una mierda”, pasaba la lectura del poema y sin escuchar a otros exponentes líricos estaban planeando en ir mas tarde a libar en una banca, ir a la discoteca o algún “agarre” o “levante”. Hoy en día algunos no lo recuerdan, felizmente ya no son así y mejor aún no los vemos en los recitales de estas semanas.
El parnasianismo becerriano, el culteranismo noblecillano y zumaranense, el demonismo yomoniano y la prelatura de Stanley Vega, toda esta era una conjunción de estilos practicados por aquellos que sostenían que la literatura solo servía para no servir, ni era útil, era mero pasatiempo y ¿quiénes eran ellos para descotizar la literatura? Yo no lo sé, lo que sí puedo afirmar es que se sentían descendientes del linaje sacrosanto por consanguinidad de Clemente Palma.
Cuando los escritores ya se cansaron de los esporádicos recitales y de asistir a las reuniones en el pentagonito de la literatura lambayecana de fines de semana, ocurrió una hecatombe ideada e imaginada por Juan Montenegro. “La conspiración y la Ilíada” o tal vez “La conspiración e Ilíada incluida”. ¿Y por qué?, la respuesta es la siguiente: Lucho Heredia y Martín Meléndez periféricos absolutos le dijeron a Stanley: “Compadre hay que hacer algo, estamos empollando” y Stanley respondió: “No se me da la regalada gana”. Así nació otra efímera publicación (Rubén Mesías, dixit), se llamó DKVSA, es entonces donde Juan Montenegro y Carlos Becerra no se les ocurrió mejor alucinada que “La conspiración y la Ilíada”, conspiración, creación de Juan Montenegro y la segunda creación de Becerra, y porque Ilíada, es que ese cisma ocasionado por los resentidos, así lo aseveró Carlos Becerra mismo Alonso Cueto, estaba inspirada por los celos y frustraciones por no conseguir el amor de la aeda Ana Miranda. Ni amor ni nada, era la oportunidad para sentirse envidiado, para compensar el empalagamiento ocasionado por el Premio Lundero de La Industria un año atrás.
Por otro lado estaba esa historia policíaca a la norteamericana “La conspiración”, para destruir la mejor obra cultural aparecida en el Perú después de Hora Cero,“un poco más de modestia, señores” (Max Dextre). Porque con DKVSA se pretendió acabar con Arboleda, ese ciclo de Pericles lambayecano, así que ¿una iniciativa distinta, puede terminar en una “conspiración”?.
Para octubre de 1997 estaba allí DKVSA “debió ser SIN KVSA” (Juan Montenegro, revista transformando, UNPRG) cito ello porque la irrupción de esta publicación siempre fue polémica, los editoriales de esta publicación eran por demás irascibles, mordaces y vitriolitos sin pausa. Fue insostenible desde su nacimiento como grupo artístico – cultural anti-académico y a veces anti-inteligente. No poseía la imaginación de Arboleda y menos aún la de Juan Montenegro y Carlos Becerra, pero había heredado su neurosis. Lo que hubo por parte de los editores de ambas publicaciones fue un instante de antipatía, porque el espíritu, la actitud y el perfil ideológico individualista fue similar.
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