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El doctor Benn no volvió a escribir sobre temas médicos, aunque ejerció su profesión toda su vida como especialista en venéreas y enfermedades de la piel. Como poeta, en los años siguientes fueron apareciendo contados textos suyos, de parecido tono, en revistas y en libritos como Hijos, un año después, o Carne, en 1917, que en 1922 acabarían integrando Los escritos reunidos, una recopilación que agrupa toda esta primera época, la más corrosiva y determinante de su obra. En 1927 aparecen sus Poesías reunidas, y algo más tarde, en 1936, sus Poesías escogidas. Luego, un largo paréntesis, roto en 1948 con la aparición en Zúrich de sus Poesías estáticas.
Los poemas traducidos y reunidos en este libro bajo el indeleble título de Morgue agrupan, junto a los que Benn tituló así, cuantos escribió y publicó en esa década inicial que va de 1912 a 1922 manteniendo el tono aparentemente frío, objetivo, descarnado, de los seis primeros. Buscando precedentes en la pintura, tal vez podríamos emparentarlos con el «Cristo muerto» de Grünewald o con las «Lecciones de anatomía» de Rembrandt, pero entre unos y otros ha ocurrido la nietzscheana «muerte de Dios», y la carne descuartizada de los difuntos y la dolorida de los aún vivos, son en estos versos las dos caras de una humanidad de la que ha desaparecido cualquier rastro de espíritu, de lo que se había venido denominando «alma». «Habláis de alma... ¿Qué es vuestra alma?» escribe Benn. El resultado es estremecedor. Y, pese a su violencia, nos incita a la piedad, a la compasión. Esa humanidad es la nuestra.
Las dos guerras mundiales que le tocó vivir a Benn, con sus innumerables crímenes y sevicias, no le inspiraron un solo texto comparable a los de Morgue. No los necesitaba. Ya había escrito anticipadamente, en estos poemas juveniles, cuanto pensaba de la humanidad.
http://www.zut-ediciones.com/libro/3/morgue
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