lunes, 19 de octubre de 2009

Marcelo Bordese: "La mayor repugnancia del mundo puede ser maravillosa hecha pintura” por Adriana Morán Sarmiento

Marcelo Bordese define su pintura como una 'ensalada de sexo, violencia y religión'. Sin reflexionarlo mucho, la herramienta que le permite liberal sus pensamientos se ha convertido en su forma de vida, en la única manera de poder ser.

La pintura es su palabra, su puente con el mundo: “Me resultan insoportables cosas que pienso y que siento –dice- y no me queda más remedio que pintarlas”.

Desde que comenzó a pintar se ha guiado por sus instintos. Bordese no pide consejos, y cuando se los dan, no sabe escucharlos, por eso, y por otras excentricidades, es que es considerado como un pintor rebelde, lejos de todo academicismo.

A propósito de la muestra “Canción de Cuna”, que inaugura este mes en la Galería Empatía, junto con las esculturas de José Piuma, el pintor cordobés hace algunas reflexiones sobre sus personajes recurrentes y su manera de presentarlos en el lienzo.

- Construyes y destruyes la imagen ¿cómo es ese proceso?
- Hay un caos o una destrucción previa. El proceso con el cual trabajo en mi pintura es destruir, construir, destruir. ¿Por qué primero destruyo? Porque hay un componente azaroso en mi obra, que incluso es previo a su construcción. Conviven cosas que manejo y otras que no manejo. Conviven sensaciones, percepciones de lo que quiero hacer, y algunas partes las tengo claras, pero otras no, entonces es una negociación entre permitir que se desarrolle algo que no había previsto y también controlarlo, manipularlo lo menos posible. Hay una destrucción previa en el sentido de que la imagen se va armando en base a golpes de pincel, a rayas, a hacer muecas con mi cara y sentirlo. Trazo algunas líneas y no sé del todo a dónde van, a eso lo llamo destrucción previa. No hay un control, no hay una certeza.

- ¿Lo haces como experimentación?
- Tiene que ver más con la fuerza. Las primera pinceladas son las más fuertes, al igual que las últimas. Al medio está la obra más o menos elaborada. Del big bang inicial va saliendo la imagen, después la empiezo a trabajar y cuando está demasiado elaborada la vuelvo a destruir, a romper. La como, la vomito, vuelvo a vomitarla.

- Así que hacés caras al pintar…
- La otra vez me dolía la mandíbula y me latía el ojo, y era porque estaba imitando la cara de la figura que estaba pintando. Cuando pinto grito mucho, escupo la pintura, la maltrato, a veces la beso, la acaricio. Hay algo instintivo. La gente cree que es una imagen muy elaborada, pero es una imagen violenta. Obviamente hay partes que requiere mucha delicadeza, detalles, pero en general es un trabajo instintivo, aunque haga bocetos también.

- ¿Hay una transformación significativa del boceto a la obra final?
- Cada vez pienso menos la obra y eso lo estoy aprendiendo de mis dibujos. Cuando dibujo, siento; y cuando pinto, pienso. Ahora me doy cuenta pienso menos la obra y hago menos bocetos, voy trabajando las sensaciones de ese momento, ese caos, esa violencia. Cuando pinto, pienso desde otro lugar, desde una lentitud que no es la habitual, y rara vez pienso en lo que estoy pintando. A veces he sentido que la mano se emancipa completamente, siento que es la mano la que pinta el cuadro, aunque suene obvio.
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- ¿Pueden agotarse los personajes de tu pintura?
- No podría responder si se van a agotar o no. Lo bueno es que uno se de cuenta si ya está agotado y si es así, dejarlo. De hecho hay unas figuras que mantienen cierta estructura formal pero van metamorfoseándose. Ahora me interesan los ahorcados porque mantienen esa verticalidad en la cruz, no como los crucificados.

- ¿Se agotaron entonces los crucificados?
- Puede ser prosaico o caprichoso, pero me di cuenta que ya no puedo pintar crucifixiones porque me aburre horrorosamente pintar brazos abiertos. El ahorcado me fascina porque tiene los brazos colgados o atados en la espalda. En general, me gusta el volumen que tiene un hombre o una mujer ahorcados. Es un cuerpo pendiendo de algo muy delgado que es la cuerda, y a una rama o un patíbulo. Esa conjunción de los horizontal, con la cuerda y luego el cuerpo pesado y colgando, es maravilloso a la hora de componer un dibujo. Genera acciones dramáticas extraordinarias de figuras a sus pies, a sus costados, otro ahorcado, gente que llora, el ahorcado que mira desde arriba, muerto o no, las flores que puede haber en un árbol… La figura del ahorcado me produce una fascinación que ya no me produce un crucificado.

- ¿Se produce una metamorfosis en los personajes?
- Sí, pero no hago el registro. Los cuerpos aparecen metamorfoseados, transformados en otra cosa, pero yo no pinto el momento de la transformación, sería más propio del cine, por ejemplo. No se si hay un proceso de deformación, aunque no pinto monstruos, pinto seres deformados. No se por qué, solo me parece que un cuerpo deformado es mas rico visualmente, mucho más expresivo. He pintado crucifixiones que poco y nada tienen que ver con la religión, sino porque me parece que hay una estética en la deformidad de un cuerpo estirado, retorcido, clavado, ensangrentado, deformado, eso me parece muy plástico y maravilloso. Si lo pensamos en la realidad es un horror, pero el arte es esa maravilla: la mayor repugnancia del mundo puede ser maravillosa hecha pintura.

- Algunos de tus temas son muy delicados y pueden causar mucha impresión, como el aborto, por ejemplo. ¿Te preocupa la aceptación de obras como éstas?
- Sí, es un tema delicado. Yo sentí mucha ternura por esa obra, hubiera abrazado a esa niña. Yo pinto para mí. Suena caprichoso o infantil, pero pinto para mí, y para unos pocos amigos y enemigos también, si es que hay alguna diferencia. Los enemigos nos ayudan a pintar mejor. A tipos rebeldes como yo, nos pasa eso.

- ¿Cómo clasificás tu obra en el arte contemporáneo argentino?
- Es inclasificable. Me he jactado de eso, y esa cuota de marginalidad o de estigma que pueda tener ha sido también mi título de presentación. No sabría donde clasificarla. Si tuviera que hablar de ismos, de movimientos, te nombraría un movimiento por el que yo tengo un amor secreto desde mi infancia, que es el expresionismo. Creo que mi obra va lentamente, o rápidamente, al expresionismo, menos académica y más gestual.

- ¿Lenta o rápidamente?
- No lo se. A veces rápida y a veces lenta. Personalmente percibo rápido, pero soy lento para procesar las cosas, en ese sentido mi obra es lenta. Pero también va muy rápida en el sentido de ciertos hallazgos, ciertas resoluciones formales en los que voy resolviendo.

- ¿Tus pinturas podrían percibirse como pequeñas historias?
- No me gustan las pinturas que cuentan historias. A veces introduzco en la obra cierta ambigüedad para que no se sepa que está pasando. Se que hay cosas que están bastante explícitas, mi obra es burda en un punto. Como pintor soy mucho más grosero que como persona, pero prefiero que en la obra las situaciones sean ambiguas. Me parece que la ambigüedad es la esencia de la riqueza, los personajes ambiguos son más ricos, desde todo punto de vista, sexual, de actitud, de situaciones…

- Pero las maneras de percibir son subjetivas…
- Es innegable que en mi obra, a grosso modo, sabés qué está pasando, sin embargo me gusta introducir ciertas elementos, expresiones, situaciones lugares, climas, que no se sepa bien que son. No me gustan las pinturas que cuentan historias. Aspiro una pintura que no se pueda poner en palabras, ya no solo que no se pueda explicar, si no aún más lejos, que alguien te pregunte qué es lo que yo pinto, y que vos te desesperes y no podás explicar. La pintura tiene que ser vista, no dicha. Ya la pintura en sí misma es un lenguaje. La imagen viene en auxilio de aquello que la palabra no puede decir, por eso yo pinto, yo te puedo contar lo que me pasa mejor con mi pintura.

- ¿Es inconclusa?
- Eso es lo que más me gustaría. Quiero pintar cuadros que parezcan interminables. Me gustaría pintar con esa sensación que tienen Las Meninas de Velásquez, y otros cuadros de él, que parece que estuvieran abandonadas, sin terminar. Me gustaría hacer una obra que quede en un punto sin terminar. Una de las cosas que me disgusta de mis obras anteriores, es que estaban demasiado acabadas. Me molesta terriblemente lo académico.

- ¿Lo académico tiene que ver con los detalles?
- El estar conciente de los detalles, como autor y como espectador, juega en contra de la obra. El detalle no tiene que se percibido. Cuando uno es conciente de la elaboración la obra se cae. Vivimos en una época en la que muchos pintores sólo pintan la cáscara de lo que ven. La obra de los maestros jamás deja de ser pintura, y los que toman la cáscara de los maestros, devienen en solo ilustración.

- ¿En técnica?
- Normalmente se confunde la técnica con la elaboración. Hay pinturas que tienen una gran técnica pero no están pintadas con lupa. Lo técnico es un medio para potenciar la expresividad de la imagen, el problema es cuando la técnica está en primer plano y opaca a la imagen. La técnica es un medio, no un fin.

- ¿Cuál es el camino entonces?
- Huir de lo unívoco, y trabajar lo implícito sobre lo explícito.

Fuente: Grupo Babel

1 comentario:

Adrimosar dijo...

Gracias por publicar esta nota. Marcelo es un gran artista. Y gracias por los créditos.
Adriana Morán Sarmiento

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