Foto: Julio Angulo
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Poemario fue Premio Casa de las Américas en 1978. Nueva edición contiene textos inéditos.
Cuando tuvo el poemario en sus manos, en 1978, año que Aguardiente ganó el Premio Casas de las Américas –con un jurado de lujo: Mario Benedetti, Juan Gelman, Efraín Huertas y Ramón Palomares–, Hildebrando Pérez Grande se percató de algo que al principio en él era una sospecha: haber recreado el universo e imaginario andino, las formas de vida, las conductas y estructuras sociales, las injusticias.
Y es que Aguardiente, cuya cuarta edición (Hipocampo editores) acaba de aparecer y hoy, a las 8.15 p.m., será presentado en la Feria de Libro Ricardo Palma de Miraflores, tiende un puente entre la vida de aldea y los avatares de un mundo moderno.
"En ese universo –confiesa el poeta– recordé mi infancia y pude recordar cómo es que los más humildes campesinos, aquellos que no tenían tierra, en las tardes, en las noches, aliviaban su sufrimiento, sus dolores, sus fatigas, sus cansancios y acaso abrigaban alguna esperanza de una vida mejor tomando el aguardiente que traían desde Satipo, desde Concepción, porque desde esa zona venían los grandes barriles de aguardiente. Pero no solamente se embriagaban sino que como que recomponían su vida. El aguardiente no solamente es una bebida que los embriaga o los aturde sino que también era una especie de reencuentro con la vida".
–En tu libro, la mirada del poeta va desde la visión de la aldea hasta conciencia de un poeta letrado.
–Me parece importante aclarar, por lo menos en la poética mía, la entiendo como la ética frente a la vida. En esa poética yo tengo una mirada cercana, próxima, íntima, a la que me debo por historia, por tradición familiar, que es el universo andino. Pero justamente, este universo andino a mi modo de ver tiene que ampliarse. Yo lo que he tratado de hacer es darle contemporaneidad a esa voz andina. Me preguntarás por qué Aguardiente, forever. Porque no es solamente el préstamo lingüístico sino, yo entiendo, el mundo se está modernizando, que la mirada se está ampliando y no solamente de manera negativa, no hay que darle connotaciones políticas ni ideológicas negativas. Entonces, me parece que lo que yo pretendo hacer es sobre todo contemporaneizarme pero conservando las esencias.
–Si bien hay poemas de vitalidad popular, también los hay existenciales como ‘Cementerio de automóviles", que es el deterioro del cuerpo.
–Yo te puedo confesar ahora que ya hace un buen tiempo he empezado a envejecer con dignidad. Como yo suelo decir entre mis amigos, en el día empiezo a envejecer con dignidad y en las noches recupero mis fuerzas juveniles.
–Eres un Penélope…
–(Risas), Como ves, el deterioro que tú señalas se puede eludir. Con cierto coraje y con imaginación puede uno todavía estar sobre esta tierra, para nuevas batallas y canciones.
–Hace 30 años conduces el taller de poesía de San Marcos. Sebastián Salazar Bondy te diría "fabricante de poetas".
–Yo creo que el taller de poesía es el espacio donde los jóvenes poetas confirman su vocación.
–¿Ayuda a algunos a convencerse de que no son poetas?
–Claro que sí. Al taller llegan jóvenes con muchas ínfulas, muy crecidos, pero en el diálogo con sus amigos poetas se dan cuenta de que en ellos es superficial, no han sido tocados por los dioses. Para otros, el taller es el lugar donde ellos se encuentran con su tribu.
–Antes se distinguía las tendencias poéticas de cada generación, ¿ahora resulta difícil distinguir aquello?
–Creo que la escritura ahora se da cada vez más vertiginosamente. El ritmo de la escritura, de los estilos, de los lenguajes, cada vez más cambian rápidamente. Lo que quiero decir es que ahora hay que tomar distancia del devenir, en este caso el río de la poesía peruana. Cada vez estoy más convencido de que no hay generación 50, 60,70, 80, que es un solo río de medio siglo de poesía en donde obviamente hay variantes, hay cambios sutiles, en los formatos, en el lenguaje, pero que en realidad, no hay, yo particularmente ya no pongo mis manos en el fuego, en que el 50 o el 60 son dos corrientes diferentes.
–Hora Zero no estaría de acuerdo contigo.
–Ellos pueden decir "nosotros somos adánicos, somos fundadores", pero habría que ver cómo lo dicen, cuál es el lenguaje, la dicción. Lo que sí debo señalar con justicia, el aporte de Hora Zero, como de otros grupos, es enriquecer esa mirada de barrio, esa mirada de esquina, que no viene con el 50, eso es obvio. Ese es el aporte de HZ, la calle dentro de la poesía. ¿Pero también acaso Pablo Guevara no escribía sobre bajo el puente del Rímac? En los 80, hay que subrayar el surgimiento de una voz especial: el de la mujer. Pero, pensemos, todo ese lenguaje de la calle, esa violencia verbal, esa cotidianidad de las palabras de alguna forma ya estaba en Luis Hernández. Él abre el camino, abre las puertas cuando dice "viejo fioca, mi amigo inconfesable" "viejo chesumadre", ahí entran todos hasta ahora. Lo que ha cambiado el estilo, el ritmo, sutilezas nada más.
Cementerio de automóviles
Todo en él era viejo, salvo sus ojos
Ernest Hemingway
Corrías cara al sol en las tardes claras de un loco
Verano, seduciendo a las muchachas
Con tu chasís reluciente y la potencia de tu HP.
Muchos miraban con envidia la forma como subías
Por las lomas más empinadas, fierro
A fondo. Y más aun cuando bajabas por las laderas
Iluminadas por el carmín y la sonrisa de tu gitana en flor.
Eran los prodigiosos años sesenta. Los caminos
Inciertos los recorrías cantando only you. Pero
No siempre merecemos nuestros sueños: ahora
Se te cae el pelo, el aceite, los deseos. Eres
Una chatarra inútil y estás bajo de rating. Tan solo
Añoras un espejo retrovisor para mirar
Tardíamente las maravillas insospechadas del universo.
Sin chasís, sin jazmín, sin lubricante
Acaricias tu vieja placa:
PERU. LIMA
27-04-41
Fuente: La República
Cuando tuvo el poemario en sus manos, en 1978, año que Aguardiente ganó el Premio Casas de las Américas –con un jurado de lujo: Mario Benedetti, Juan Gelman, Efraín Huertas y Ramón Palomares–, Hildebrando Pérez Grande se percató de algo que al principio en él era una sospecha: haber recreado el universo e imaginario andino, las formas de vida, las conductas y estructuras sociales, las injusticias.
Y es que Aguardiente, cuya cuarta edición (Hipocampo editores) acaba de aparecer y hoy, a las 8.15 p.m., será presentado en la Feria de Libro Ricardo Palma de Miraflores, tiende un puente entre la vida de aldea y los avatares de un mundo moderno.
"En ese universo –confiesa el poeta– recordé mi infancia y pude recordar cómo es que los más humildes campesinos, aquellos que no tenían tierra, en las tardes, en las noches, aliviaban su sufrimiento, sus dolores, sus fatigas, sus cansancios y acaso abrigaban alguna esperanza de una vida mejor tomando el aguardiente que traían desde Satipo, desde Concepción, porque desde esa zona venían los grandes barriles de aguardiente. Pero no solamente se embriagaban sino que como que recomponían su vida. El aguardiente no solamente es una bebida que los embriaga o los aturde sino que también era una especie de reencuentro con la vida".
–En tu libro, la mirada del poeta va desde la visión de la aldea hasta conciencia de un poeta letrado.
–Me parece importante aclarar, por lo menos en la poética mía, la entiendo como la ética frente a la vida. En esa poética yo tengo una mirada cercana, próxima, íntima, a la que me debo por historia, por tradición familiar, que es el universo andino. Pero justamente, este universo andino a mi modo de ver tiene que ampliarse. Yo lo que he tratado de hacer es darle contemporaneidad a esa voz andina. Me preguntarás por qué Aguardiente, forever. Porque no es solamente el préstamo lingüístico sino, yo entiendo, el mundo se está modernizando, que la mirada se está ampliando y no solamente de manera negativa, no hay que darle connotaciones políticas ni ideológicas negativas. Entonces, me parece que lo que yo pretendo hacer es sobre todo contemporaneizarme pero conservando las esencias.
–Si bien hay poemas de vitalidad popular, también los hay existenciales como ‘Cementerio de automóviles", que es el deterioro del cuerpo.
–Yo te puedo confesar ahora que ya hace un buen tiempo he empezado a envejecer con dignidad. Como yo suelo decir entre mis amigos, en el día empiezo a envejecer con dignidad y en las noches recupero mis fuerzas juveniles.
–Eres un Penélope…
–(Risas), Como ves, el deterioro que tú señalas se puede eludir. Con cierto coraje y con imaginación puede uno todavía estar sobre esta tierra, para nuevas batallas y canciones.
–Hace 30 años conduces el taller de poesía de San Marcos. Sebastián Salazar Bondy te diría "fabricante de poetas".
–Yo creo que el taller de poesía es el espacio donde los jóvenes poetas confirman su vocación.
–¿Ayuda a algunos a convencerse de que no son poetas?
–Claro que sí. Al taller llegan jóvenes con muchas ínfulas, muy crecidos, pero en el diálogo con sus amigos poetas se dan cuenta de que en ellos es superficial, no han sido tocados por los dioses. Para otros, el taller es el lugar donde ellos se encuentran con su tribu.
–Antes se distinguía las tendencias poéticas de cada generación, ¿ahora resulta difícil distinguir aquello?
–Creo que la escritura ahora se da cada vez más vertiginosamente. El ritmo de la escritura, de los estilos, de los lenguajes, cada vez más cambian rápidamente. Lo que quiero decir es que ahora hay que tomar distancia del devenir, en este caso el río de la poesía peruana. Cada vez estoy más convencido de que no hay generación 50, 60,70, 80, que es un solo río de medio siglo de poesía en donde obviamente hay variantes, hay cambios sutiles, en los formatos, en el lenguaje, pero que en realidad, no hay, yo particularmente ya no pongo mis manos en el fuego, en que el 50 o el 60 son dos corrientes diferentes.
–Hora Zero no estaría de acuerdo contigo.
–Ellos pueden decir "nosotros somos adánicos, somos fundadores", pero habría que ver cómo lo dicen, cuál es el lenguaje, la dicción. Lo que sí debo señalar con justicia, el aporte de Hora Zero, como de otros grupos, es enriquecer esa mirada de barrio, esa mirada de esquina, que no viene con el 50, eso es obvio. Ese es el aporte de HZ, la calle dentro de la poesía. ¿Pero también acaso Pablo Guevara no escribía sobre bajo el puente del Rímac? En los 80, hay que subrayar el surgimiento de una voz especial: el de la mujer. Pero, pensemos, todo ese lenguaje de la calle, esa violencia verbal, esa cotidianidad de las palabras de alguna forma ya estaba en Luis Hernández. Él abre el camino, abre las puertas cuando dice "viejo fioca, mi amigo inconfesable" "viejo chesumadre", ahí entran todos hasta ahora. Lo que ha cambiado el estilo, el ritmo, sutilezas nada más.
Cementerio de automóviles
Todo en él era viejo, salvo sus ojos
Ernest Hemingway
Corrías cara al sol en las tardes claras de un loco
Verano, seduciendo a las muchachas
Con tu chasís reluciente y la potencia de tu HP.
Muchos miraban con envidia la forma como subías
Por las lomas más empinadas, fierro
A fondo. Y más aun cuando bajabas por las laderas
Iluminadas por el carmín y la sonrisa de tu gitana en flor.
Eran los prodigiosos años sesenta. Los caminos
Inciertos los recorrías cantando only you. Pero
No siempre merecemos nuestros sueños: ahora
Se te cae el pelo, el aceite, los deseos. Eres
Una chatarra inútil y estás bajo de rating. Tan solo
Añoras un espejo retrovisor para mirar
Tardíamente las maravillas insospechadas del universo.
Sin chasís, sin jazmín, sin lubricante
Acaricias tu vieja placa:
PERU. LIMA
27-04-41
Fuente: La República
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