UNO
El mundo editorial empresarial anuncia que prepara un nuevo boom para la narrativa latinoamericana: léase la novela. El cuento, la poesía o cualquier otro género, son meros fantasmas editoriales para quienes mueven los hilos del negocio del libro. La novela es el mercado. La literatura en general es un fantasma de períodos cíclicos, restos, tiempos mediáticos, digitales, de imágenes, TV y games. La novela, que hace medio siglo viene siendo desahuciada, sobrevive a pesar de los pesares con sus best seller y algunos relumbrones históricos, pasionales, negros, ligeros, divertidos, ficcionados por el terror y el gran espectáculo. Son los nuevos cachorros aullando detrás del viejo primer boom de los años sesenta, con Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes. Son otra cosa dicen, más contaminados por la nueva civilización. Con menos complejo de país. Lejos del ombligo patrio. La “nueva novela” la están subiendo a un patín diferente para “encontrar” un camino distinto al del realismo mágico, del que literalmente hablando abominaba el chileno Roberto Bolaño. Los que vienen con sus cuchillas más o menos afiladas, también intentar amputarle la cabeza al autor de Los Detectives salvajes. Condición sine qua nom de quien quiere subirse al podium del Olimpo.
París fue la capital incubadora de este fenómeno, me refiero al boom de los mayores. Jorge Luis Borges nunca escribió una novela, fue un cuentista magistral, poeta y ensayista borgeano, eterno ciudadano del Otro, de la palabra. El cubano Cabrera Infante sólo pudo oler el boom. Juan Rulfo llegó después y muy calladito para quedarse para siempre. Tampoco perteneció al boom el peruano José Maria Arguedas, ni el uruguayo Juan Carlos Onetti, un prosista profundo que hay que leer y olvidar menos, porque su prosa crea nuevos mundos y funda un lugar mítico, como lo hacen sólo los grandes novelistas (Faulkner, García Márquez, Rulfo). El cubano José Lezama Lima llegó más atrás que el último vagón del tren de la novela boom, pero para quedarse con Paradiso.
¿Esta ola es una nueva camada como la pintan los agentes literarios en la Feria de Guadalajara? En Bogotá, Colombia, ya había surgido el movimiento de los 39 escogidos por su edad, pertenecer a una nueva narrativa fiel a su mestizaje, su condición de diáspora, prosa sin fronteras y unas cuantas características que definen el siglo XXI, a juicio de sus promotores, como la contaminación de géneros. Viven en su mayoría fuera de sus países, estudiaron en universidades extranjeras, casados algunos con personas de otras nacionalidades, hablan idiomas, les atrae el imán de culturas diferentes a la propia, etc. Me pregunto si Cortázar no reúne esas características y la mayoría de los escritores narradores latinoamericanos no hicieron su literatura fuera de su país, como Gabriel García Márquez, inclusive, Álvaro Mutis, Carpentier, Cabrera Infante, o el excluido novelista paraguayo Augusto Roa Bastos. Cortázar es el símbolo de ese escritor cosmopolita que suelta amarras regionales sin dejar de ser argentino. París fue la capital de la novela latinoamericana. Al menos allí dormían, escribían, conversaban, se reunían, leían y hacían el amor alguno de ellos. ¿La ciudad luz parió la bengala del boom? Ni tanto, diría, fue el lugar, el escenario propicio para repensar los escenarios, salir de la región y botar el ombligo de la originalidad local.
.El mundo editorial empresarial anuncia que prepara un nuevo boom para la narrativa latinoamericana: léase la novela. El cuento, la poesía o cualquier otro género, son meros fantasmas editoriales para quienes mueven los hilos del negocio del libro. La novela es el mercado. La literatura en general es un fantasma de períodos cíclicos, restos, tiempos mediáticos, digitales, de imágenes, TV y games. La novela, que hace medio siglo viene siendo desahuciada, sobrevive a pesar de los pesares con sus best seller y algunos relumbrones históricos, pasionales, negros, ligeros, divertidos, ficcionados por el terror y el gran espectáculo. Son los nuevos cachorros aullando detrás del viejo primer boom de los años sesenta, con Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes. Son otra cosa dicen, más contaminados por la nueva civilización. Con menos complejo de país. Lejos del ombligo patrio. La “nueva novela” la están subiendo a un patín diferente para “encontrar” un camino distinto al del realismo mágico, del que literalmente hablando abominaba el chileno Roberto Bolaño. Los que vienen con sus cuchillas más o menos afiladas, también intentar amputarle la cabeza al autor de Los Detectives salvajes. Condición sine qua nom de quien quiere subirse al podium del Olimpo.
París fue la capital incubadora de este fenómeno, me refiero al boom de los mayores. Jorge Luis Borges nunca escribió una novela, fue un cuentista magistral, poeta y ensayista borgeano, eterno ciudadano del Otro, de la palabra. El cubano Cabrera Infante sólo pudo oler el boom. Juan Rulfo llegó después y muy calladito para quedarse para siempre. Tampoco perteneció al boom el peruano José Maria Arguedas, ni el uruguayo Juan Carlos Onetti, un prosista profundo que hay que leer y olvidar menos, porque su prosa crea nuevos mundos y funda un lugar mítico, como lo hacen sólo los grandes novelistas (Faulkner, García Márquez, Rulfo). El cubano José Lezama Lima llegó más atrás que el último vagón del tren de la novela boom, pero para quedarse con Paradiso.
¿Esta ola es una nueva camada como la pintan los agentes literarios en la Feria de Guadalajara? En Bogotá, Colombia, ya había surgido el movimiento de los 39 escogidos por su edad, pertenecer a una nueva narrativa fiel a su mestizaje, su condición de diáspora, prosa sin fronteras y unas cuantas características que definen el siglo XXI, a juicio de sus promotores, como la contaminación de géneros. Viven en su mayoría fuera de sus países, estudiaron en universidades extranjeras, casados algunos con personas de otras nacionalidades, hablan idiomas, les atrae el imán de culturas diferentes a la propia, etc. Me pregunto si Cortázar no reúne esas características y la mayoría de los escritores narradores latinoamericanos no hicieron su literatura fuera de su país, como Gabriel García Márquez, inclusive, Álvaro Mutis, Carpentier, Cabrera Infante, o el excluido novelista paraguayo Augusto Roa Bastos. Cortázar es el símbolo de ese escritor cosmopolita que suelta amarras regionales sin dejar de ser argentino. París fue la capital de la novela latinoamericana. Al menos allí dormían, escribían, conversaban, se reunían, leían y hacían el amor alguno de ellos. ¿La ciudad luz parió la bengala del boom? Ni tanto, diría, fue el lugar, el escenario propicio para repensar los escenarios, salir de la región y botar el ombligo de la originalidad local.
DOS
Ahora la comunicación es global, más expedita, autónoma, pero los capitanes del mundo editorial clasifican sus nichos con especialización, porque el público está cada día menos educado, preparado para leer textos trascendentes. Tolstoi y Dovstoyeski se morirían de hambre hoy, por citar a dos novelistas clásicos para cualquier iniciado en la novela. James Joyce se ha quedado con lectores académicos o enfermos de literatura. Roberto Bolaño ha resultado ser la bisagra del viejo Boom, que detestaba, y el nuevo ad portas, que seguramente le partiría el espinazo. Sobre el primer movimiento dijo algunas cosas que a continuación detallaré en sus palabras. Respecto de lo que viene, no alcanzó a pronunciarse directamente, porque murió antes de tiempo, sólo dejó su novela prima 2666.
"No creo en el triunfo. Nadie, con dos dedos de frente, puede creer en eso. Creo en el tiempo. Eso es algo tangible, aunque no se sabe si real o no, pero el triunfo, no, de ninguna manera. En el campo de los triunfadores uno puede encontrar a los seres más miserables de la tierra y hasta allí yo no he llegado ni me veo con estómago para llegar.No, no, no me siento heredero del boom de ninguna manera. Aunque me estuviera muriendo de hambre no aceptaría ni la más mínima limosna del boom, aunque hay escritores muy buenos, que releo a menudo, como Cortázar o Bioy. El boom, al principio, como suele suceder en casi todo, fue muy bueno, muy estimulante, pero la herencia del boom da miedo. Por ejemplo, ¿quiénes son los herederos oficiales de García Márquez?, pues Isabel Allende, Laura Restrepo, Luis Sepúlveda y algún otro. A mí García Márquez cada día me resulta más semejante a Santos Chocano o en el mejor de los casos a Lugones. ¿Y quiénes son los herederos oficiales de Fuentes? ¿Y de Vargas Llosa? En fin, corramos un tupido velo. Como lectores hemos llegado a un punto en donde, aparentemente, no hay salidas. Como escritores hemos llegado literalmente a un precipicio. No se ve forma de cruzar, pero hay que cruzarlo y ese es nuestro trabajo, encontrar la manera de cruzarlo. Evidentemente en este punto la tradición de los padres (y de algunos abuelos) no sirve para nada, al contrario, se convierte en un lastre. Si no queremos despeñarnos en el precipicio, hay que inventar, hay que ser audaces, cosa que tampoco garantiza nada".
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Ahora la comunicación es global, más expedita, autónoma, pero los capitanes del mundo editorial clasifican sus nichos con especialización, porque el público está cada día menos educado, preparado para leer textos trascendentes. Tolstoi y Dovstoyeski se morirían de hambre hoy, por citar a dos novelistas clásicos para cualquier iniciado en la novela. James Joyce se ha quedado con lectores académicos o enfermos de literatura. Roberto Bolaño ha resultado ser la bisagra del viejo Boom, que detestaba, y el nuevo ad portas, que seguramente le partiría el espinazo. Sobre el primer movimiento dijo algunas cosas que a continuación detallaré en sus palabras. Respecto de lo que viene, no alcanzó a pronunciarse directamente, porque murió antes de tiempo, sólo dejó su novela prima 2666.
"No creo en el triunfo. Nadie, con dos dedos de frente, puede creer en eso. Creo en el tiempo. Eso es algo tangible, aunque no se sabe si real o no, pero el triunfo, no, de ninguna manera. En el campo de los triunfadores uno puede encontrar a los seres más miserables de la tierra y hasta allí yo no he llegado ni me veo con estómago para llegar.No, no, no me siento heredero del boom de ninguna manera. Aunque me estuviera muriendo de hambre no aceptaría ni la más mínima limosna del boom, aunque hay escritores muy buenos, que releo a menudo, como Cortázar o Bioy. El boom, al principio, como suele suceder en casi todo, fue muy bueno, muy estimulante, pero la herencia del boom da miedo. Por ejemplo, ¿quiénes son los herederos oficiales de García Márquez?, pues Isabel Allende, Laura Restrepo, Luis Sepúlveda y algún otro. A mí García Márquez cada día me resulta más semejante a Santos Chocano o en el mejor de los casos a Lugones. ¿Y quiénes son los herederos oficiales de Fuentes? ¿Y de Vargas Llosa? En fin, corramos un tupido velo. Como lectores hemos llegado a un punto en donde, aparentemente, no hay salidas. Como escritores hemos llegado literalmente a un precipicio. No se ve forma de cruzar, pero hay que cruzarlo y ese es nuestro trabajo, encontrar la manera de cruzarlo. Evidentemente en este punto la tradición de los padres (y de algunos abuelos) no sirve para nada, al contrario, se convierte en un lastre. Si no queremos despeñarnos en el precipicio, hay que inventar, hay que ser audaces, cosa que tampoco garantiza nada".
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TRES
Un escritor incómodo Bolaño, para editores y sus propios pares. Un acierto de Herralde y Anagrama transformarlo en papel y circularlo. Susan Sontag antes de morir le dio el pasaporte y bendijo para entrar a Estados Unidos. La literatura anglosajona y su mercado tienen mucho de ombliguista, sólo existen prácticamente los autores del patio. Juan Goytisolo advierte que la cultura que sólo mira su propio ombligo es una cultura que cae. Para M. Kundera se trata de una suerte de provincianismo, esto de rechazar otras culturas o hacer cultura con otras culturas. Su propia literatura les parece tan rica que no tienen que interesarse por lo que se escribe en otros lugares". Esto va también para Europa Central y África, marginados eternos del escenario global.
Por ahí leí un artículo y le sugerí a una amiga que vive en Estados Unidos que piense en un ensayo sobre este tema de la literatura local, que tanto apasiona y aprisiona a editores y a un público prisionero del mercado. Todos estos preparativos del nuevo boom no tiene el menor eco en el mercado norteamericano, ni en su prensa que hace crítica literaria especializada y masiva, como los diarios. Pareciera que Nueva York, la Babel de las artes, es el lugar cedido al idioma español, su nicho, aunque se haya cerrado recientemente la librería más importante para los libros en castellano. Existe un gran optimismo porque desde ahí se genere una cultura hispana y algunos ven a NY city como el relevo de París. ¿Nuestros países en América latina se han quedado sin espíritu, conciencia crítica, escenario, voluntad para crear o las editoriales tienen otra agenda? Colombia es un país de novela.
Muchas novelas se van por "el despeñadero del recto", parodiando a Goytisolo, cuando nos alerta sobre el consumismo más que la lectura. El tema de los lectores siempre ha preocupado y a las editoriales más. Lector macho o hembra, como decía Cortázar, o el lector fantasma se va apoderando de una lectura invisible o sostenida por la chatarra comercial.
.Un escritor incómodo Bolaño, para editores y sus propios pares. Un acierto de Herralde y Anagrama transformarlo en papel y circularlo. Susan Sontag antes de morir le dio el pasaporte y bendijo para entrar a Estados Unidos. La literatura anglosajona y su mercado tienen mucho de ombliguista, sólo existen prácticamente los autores del patio. Juan Goytisolo advierte que la cultura que sólo mira su propio ombligo es una cultura que cae. Para M. Kundera se trata de una suerte de provincianismo, esto de rechazar otras culturas o hacer cultura con otras culturas. Su propia literatura les parece tan rica que no tienen que interesarse por lo que se escribe en otros lugares". Esto va también para Europa Central y África, marginados eternos del escenario global.
Por ahí leí un artículo y le sugerí a una amiga que vive en Estados Unidos que piense en un ensayo sobre este tema de la literatura local, que tanto apasiona y aprisiona a editores y a un público prisionero del mercado. Todos estos preparativos del nuevo boom no tiene el menor eco en el mercado norteamericano, ni en su prensa que hace crítica literaria especializada y masiva, como los diarios. Pareciera que Nueva York, la Babel de las artes, es el lugar cedido al idioma español, su nicho, aunque se haya cerrado recientemente la librería más importante para los libros en castellano. Existe un gran optimismo porque desde ahí se genere una cultura hispana y algunos ven a NY city como el relevo de París. ¿Nuestros países en América latina se han quedado sin espíritu, conciencia crítica, escenario, voluntad para crear o las editoriales tienen otra agenda? Colombia es un país de novela.
Muchas novelas se van por "el despeñadero del recto", parodiando a Goytisolo, cuando nos alerta sobre el consumismo más que la lectura. El tema de los lectores siempre ha preocupado y a las editoriales más. Lector macho o hembra, como decía Cortázar, o el lector fantasma se va apoderando de una lectura invisible o sostenida por la chatarra comercial.
CUATRO
Imperdonable, dejé por fuera de la fotografía al escritor, profesor y crítico argentino Ricardo Piglia, un animador de estos nuevos tiempos literarios en la tradición borgeana. Gran lector, académico estudioso y crítico tenaz. Piglia sostiene en su libro Formas Breves que Borges considera que la novela no es narrativa, porque está demasiado alejada de las formas orales, es decir, ha perdido los rastros de un interlocutor presente que hace posible el sobreentendido y la elipsis, y por lo tanto la rapidez y la concisión de los relatos breves y de los cuentos orales.
Sobre la novela se ha novelado mucho. Existen recetas, decálogos y mandamientos. El colombiano Fernando Vallejo, no invitado a la Feria de Guadalajara por sus continuos enfrentamientos con las autoridades colombianas y sus dichos no ortodoxos, es un ejemplo de como se entra a la literatura con pasaporte propio, como si no le quedaran letras al abecedario, utilizando todos los recursos, la contaminación de la imaginación y de sí mismo si fuera necesario. Tuvieron que ocurrir varias ediciones de su libro La Puta de Babilonia, antes que la editaran en España. La novela no necesita más retórica, ni compromisos, ni declaraciones de principio, sino que la liberen del mercado. La novela es cómplice con el lector, su tiempo o cualquier otro, no tiene lugar y seguirá atada a su monólogo esencial entre el autor y sus fantasmas.
Roberto Bolaño había entrado a Estados Unidos de la mano de Susan Sontag. Ambos ya habían desaparecido. Sólo quedaba la recomendación, los buenos oficios. Un acto legítimo, sin compromiso más que con la literatura. No es habitual en estos ni en otros tiempos. Ahora The Washington Post confirma en una lista de preferencias para el 2007 que Los Detectives Salvajes figuran entre los cinco libros seleccionados por el público. "The Savage Detectives", es una novela premiada por el Rómulo Gallegos de Venezuela y Herralde de España. Sólo Gabriel García Márquez, una ironía para Bolaño, había ingresado con igual fuerza en el mercado norteamericano.
Bolaño se jugó siempre, como pocos, al estilo Gore Vidal y Mailer, en otro escenario, pero con fuerza, como el desarraigado que fue, el escritor en permanente diáspora de si mismo que también fue, el Otro Bolaño que creció en el Sur, DF y se quedó finalmente en el Mediterráneo. La lejanía de un escritor y sus temas, la aventura hacia lo desconocido está finalmente en el corazón, como dijo Rimbaud, el más desesperado de todos los poetas, según Neruda.
.Imperdonable, dejé por fuera de la fotografía al escritor, profesor y crítico argentino Ricardo Piglia, un animador de estos nuevos tiempos literarios en la tradición borgeana. Gran lector, académico estudioso y crítico tenaz. Piglia sostiene en su libro Formas Breves que Borges considera que la novela no es narrativa, porque está demasiado alejada de las formas orales, es decir, ha perdido los rastros de un interlocutor presente que hace posible el sobreentendido y la elipsis, y por lo tanto la rapidez y la concisión de los relatos breves y de los cuentos orales.
Sobre la novela se ha novelado mucho. Existen recetas, decálogos y mandamientos. El colombiano Fernando Vallejo, no invitado a la Feria de Guadalajara por sus continuos enfrentamientos con las autoridades colombianas y sus dichos no ortodoxos, es un ejemplo de como se entra a la literatura con pasaporte propio, como si no le quedaran letras al abecedario, utilizando todos los recursos, la contaminación de la imaginación y de sí mismo si fuera necesario. Tuvieron que ocurrir varias ediciones de su libro La Puta de Babilonia, antes que la editaran en España. La novela no necesita más retórica, ni compromisos, ni declaraciones de principio, sino que la liberen del mercado. La novela es cómplice con el lector, su tiempo o cualquier otro, no tiene lugar y seguirá atada a su monólogo esencial entre el autor y sus fantasmas.
Roberto Bolaño había entrado a Estados Unidos de la mano de Susan Sontag. Ambos ya habían desaparecido. Sólo quedaba la recomendación, los buenos oficios. Un acto legítimo, sin compromiso más que con la literatura. No es habitual en estos ni en otros tiempos. Ahora The Washington Post confirma en una lista de preferencias para el 2007 que Los Detectives Salvajes figuran entre los cinco libros seleccionados por el público. "The Savage Detectives", es una novela premiada por el Rómulo Gallegos de Venezuela y Herralde de España. Sólo Gabriel García Márquez, una ironía para Bolaño, había ingresado con igual fuerza en el mercado norteamericano.
Bolaño se jugó siempre, como pocos, al estilo Gore Vidal y Mailer, en otro escenario, pero con fuerza, como el desarraigado que fue, el escritor en permanente diáspora de si mismo que también fue, el Otro Bolaño que creció en el Sur, DF y se quedó finalmente en el Mediterráneo. La lejanía de un escritor y sus temas, la aventura hacia lo desconocido está finalmente en el corazón, como dijo Rimbaud, el más desesperado de todos los poetas, según Neruda.
CINCO
¿El mercado necesita reactivarse o estamos ante un boom literario con obras reconocidas que el público debe leer? No hablemos de tendencias, nuevas formas, vanguardias, ni la nueva novela, ni el fin de los santones de la novela de los 60 y 70, sino de contaminación, ejercicio libre, porque la novela surge donde uno menos se la espera, sin reglas, el amor es desamor y viceversa y el juego puede llegar a ser tragedia, la improvisación o la anarquía, un nuevo orden. Todo el espacio y las vísceras para la novela, es lo que digo o quiero decir. Que toquen fondo los calificativos, rótulos, porque nada está ni estará en un mismo lugar.
Género popular, vulgar, para divulgar los grandes escenarios, la historia, la pasión del monólogo, la pasión cómplice y la vida calzada en el feroz guante de la realidad o de la ficción del yo. La novela no escapa de sí misma y no busca autor. Es ella misma. Aún se leen novelas en los baños, salas de espera, aviones, hasta en las bibliotecas y se hojean muchas en las librerías. Hay interés por la novela, vivir la vida de otro, correr una aventura, viajar, estar en otros lugares, recorrer con los protagonistas una misma suerte y destino. Es un buen síntoma para la novela y el libro.
¿El mercado necesita reactivarse o estamos ante un boom literario con obras reconocidas que el público debe leer? No hablemos de tendencias, nuevas formas, vanguardias, ni la nueva novela, ni el fin de los santones de la novela de los 60 y 70, sino de contaminación, ejercicio libre, porque la novela surge donde uno menos se la espera, sin reglas, el amor es desamor y viceversa y el juego puede llegar a ser tragedia, la improvisación o la anarquía, un nuevo orden. Todo el espacio y las vísceras para la novela, es lo que digo o quiero decir. Que toquen fondo los calificativos, rótulos, porque nada está ni estará en un mismo lugar.
Género popular, vulgar, para divulgar los grandes escenarios, la historia, la pasión del monólogo, la pasión cómplice y la vida calzada en el feroz guante de la realidad o de la ficción del yo. La novela no escapa de sí misma y no busca autor. Es ella misma. Aún se leen novelas en los baños, salas de espera, aviones, hasta en las bibliotecas y se hojean muchas en las librerías. Hay interés por la novela, vivir la vida de otro, correr una aventura, viajar, estar en otros lugares, recorrer con los protagonistas una misma suerte y destino. Es un buen síntoma para la novela y el libro.
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