Cuando se es joven y se comienza a escribir, la mayoría recurre a los consejos de Rainer Maria Rilke, que basicamente dicen que evitemos los temas más comunes: son los más dificiles. El poeta debe aguardar la madurez de su fuerza para abordarlos. Antes de eso debemos acercarnos a la naturaleza y usar para expresarnos las cosas que nos rodean, si nuestra cotidianeidad nos parece pobre, no debemos culparla, sino culparnos a nosotros mismos por no se lo suficientemente poetas para encontrar sus riquezas.
Sitiado entre dos noches / el día alza su espada de claridad
Pacheco desde Los elementos de la noche, su primer libro, nos demostró varias cosas: primero que es un poeta que fue más allá del consejo literario y que logró descubrir la maravilla y el desastre que habita nuestros actos cotidianos, segundo, que sólo a través de una observación minuciosa y profunda de las pequeñas cosas es que podemos descubrir la magnitud del tiempo y que sólo ante la presencia de las grandes construcciones del hombre podemos tener las pruebas necesarias de su poder devastador.
El tiempo habita cada objeto de este mundo nos dice Pacheco, cada acto que realizamos. La noche, ese sitio donde todo parece detenerse, ha sido siempre un terreno fértil para escribir, y Pacheco, desde esos versos nos hizo escuchar los eternos sonidos de la penumbra, los nocturnos actos ceremoniales de esta triste esfera que nunca ha dejado de girar y recorre con sus palabras las habitaciones de esa curva oscura que habita nuestro cansancio y nuestros desvelos.
Nada persiste contra el fluir del día.
Desde ahí Pacheco nos enfrentó a las múltiples apariencias que usa el tiempo para engañarnos, los días, ese espacio donde el sol el bullicio de vidas moviéndose sin cansancio, también es terreno de la muerte, esa parte clara de la moneda que gira en el aire, es también el espacio donde todo perece. Vamos muriendo a cada paso que damos, el tiempo no se detiene y la muerte tampoco.
El día y la noche son sitios donde suceden las mismas cosas pero de manera distinta, no somos concientes de nuestro deterioro ni de la vida que surge bajo la tierra, dormimos tranquilos mientras la noche oculta el ruido de la devastación, y gastamos el día distraídos por los sonidos que provocan nuestras prisas y nuestras ansias por aprovechar la luz del sol. En ambos, ya sea aprovechando la luz o despreciando la oscuridad, ignoramos el avance de la destrucción, somos ciegos a la cercanía de la muerte, La espada que alza el día invoca la batalla a la que nos enfrentamos a cada instante sin darnos cuenta, pues tanto de día como noche inocentemente nos creemos eternos e invencibles. Desde los elementos de la noche, Pacheco nos demostró que estábamos equivocados.
Allí el ocaso / es tan desolador que se diría: / la noche así engendrada será eterna
El fuego es símbolo de la purificación y de la resurrección, de lo que muere y renace, de la muerte necesaria para que la vida surja nueva y sin pasado. El reposo del fuego es el libro de quien contempla el deterioro de la ciudad, las ruinas que se construyen encima de otras, acudimos pues al paseo diario de un hombre que ve de frente la gran farsa que la mayoría llama el progreso, el hombre sólo crea desperdicios, cosas inservibles que en el polvo arderán, el asombro se confunde con la vergüenza, el rencor con el coraje, Pacheco recorre a la ciudad y a su historia escrita con desprecio y sangre, y a pesar del ruido que acompaña sus pasos por la gran ruina aun logra escuchar ese pulso que al igual que el tiempo nunca se ha detenido: los latidos secretos del desastre. El fuego en si es silencioso, no emite ningún sonido hasta que consume algo, Todo el mundo está en llamas, pero es tanto el ruido que producen la historia y el presente al encontrarse, que no escuchamos el crepitar de las cosas nuevas al quemarse. Es hoguera el poema y no perdura. Sólo las ruinas permanecen.
Y el olor de la sangre manchaba el aire
Toda la historia es violenta, las ciudades sólo se levantan sobre cimientos de sangre. No me preguntes como pasa el tiempo, tal vez el más conocido de sus libros, es al igual que el tiempo, devastador, en el se concretan todas las preguntas y las respuestas dudosas, cierra los puños y en eso gesto propio de la pelea reúne al presente con la historia, y al abrirlos los fragmentos de un futuro incierto caen de sus manos, lo que levanta del suelo lo reconstruye con ironía y desesperación.
La crueldad es el gesto más conocido del tiempo, y por primera vez Pacheco decide jugar con él, escribe sobre animales grandes y pequeños, encuentra en ellos los signos de esa materia inasible, adivina los signos que destellan en la belleza de los insectos, lo milenario y útiles que han sido los elefantes, Rilke, Lowry y Dante entre otros lo acompañan en el intenso recorrido de sus emociones, No me preguntes como pasa el tiempo es simplemente una advertencia, las respuestas posibles sólo pueden ser violentas, y tan agresivas como el tema a tratar, citar un solo verso de este libro me parece inevitable, basta decir Alta traición para comprender que el tiempo seguía pasando y José Emilio Pacheco desde ese momento ha estado decidido a enfrentarlo: Piensa en la tempestad para decirte / que un lapso de la historia ha terminado
Lo que siguió de ahí fue el presente, insistir en el tema del tiempo como el detonador de todo. Irás y no volverás es otra batalla contra las apariencias del progreso y del futuro, pone en claro su visión sobre el origen de este país, la historia no se puede cambiar, pero eso no quiere decir que debemos quedarnos callados: La cruz / sólo es pretexto para la codicia. / La fe / un torpe ardid para sembrar la infamia.
También aquí Pacheco reconoce lo frágil que es el acto poético ante las piedras esculpidas, frágil pero necesario, la poesía es una luz extraña que nunca debemos dejar que se extinga, ni siquiera un instante, una labor de todos pues La poesía es la sombra de la memoria pero será materia del olvido.
Después de ese libro Pacheco pone ante nuestros ojos otra verdad sobre el tiempo: el hombre a lo mucho sólo ha encontrado formas de medirlo, el ser humano entiende que es un objeto inasible, pero hasta ahora parece que no le preocupa vivirlo, ocuparlo, aprender algo de él, a pesar de que las lecciones del tiempo las transcribe la muerte, el hombre ni siquiera se atreve a leer las silabas del destino. Así, cada país que existe, cada ciudad que se construye, cada hombre que habita las breves porciones de tierra firme envueltas por el mar del tiempo es una de las tantas Islas a la deriva que flotan tranquilamente sobre la nada y el vértigo.
Los imperios, esas legiones movidas por un solo hombre y su dios, ahora sólo son rocas apiladas que los siglos destruyen lentamente. Ante las ruinas de Tulum, sólo es posible pronunciar epitafios: Si este silencio hablara sus palabras se harían de piedra.
Sitiado entre dos noches / el día alza su espada de claridad
Pacheco desde Los elementos de la noche, su primer libro, nos demostró varias cosas: primero que es un poeta que fue más allá del consejo literario y que logró descubrir la maravilla y el desastre que habita nuestros actos cotidianos, segundo, que sólo a través de una observación minuciosa y profunda de las pequeñas cosas es que podemos descubrir la magnitud del tiempo y que sólo ante la presencia de las grandes construcciones del hombre podemos tener las pruebas necesarias de su poder devastador.
El tiempo habita cada objeto de este mundo nos dice Pacheco, cada acto que realizamos. La noche, ese sitio donde todo parece detenerse, ha sido siempre un terreno fértil para escribir, y Pacheco, desde esos versos nos hizo escuchar los eternos sonidos de la penumbra, los nocturnos actos ceremoniales de esta triste esfera que nunca ha dejado de girar y recorre con sus palabras las habitaciones de esa curva oscura que habita nuestro cansancio y nuestros desvelos.
Nada persiste contra el fluir del día.
Desde ahí Pacheco nos enfrentó a las múltiples apariencias que usa el tiempo para engañarnos, los días, ese espacio donde el sol el bullicio de vidas moviéndose sin cansancio, también es terreno de la muerte, esa parte clara de la moneda que gira en el aire, es también el espacio donde todo perece. Vamos muriendo a cada paso que damos, el tiempo no se detiene y la muerte tampoco.
El día y la noche son sitios donde suceden las mismas cosas pero de manera distinta, no somos concientes de nuestro deterioro ni de la vida que surge bajo la tierra, dormimos tranquilos mientras la noche oculta el ruido de la devastación, y gastamos el día distraídos por los sonidos que provocan nuestras prisas y nuestras ansias por aprovechar la luz del sol. En ambos, ya sea aprovechando la luz o despreciando la oscuridad, ignoramos el avance de la destrucción, somos ciegos a la cercanía de la muerte, La espada que alza el día invoca la batalla a la que nos enfrentamos a cada instante sin darnos cuenta, pues tanto de día como noche inocentemente nos creemos eternos e invencibles. Desde los elementos de la noche, Pacheco nos demostró que estábamos equivocados.
Allí el ocaso / es tan desolador que se diría: / la noche así engendrada será eterna
El fuego es símbolo de la purificación y de la resurrección, de lo que muere y renace, de la muerte necesaria para que la vida surja nueva y sin pasado. El reposo del fuego es el libro de quien contempla el deterioro de la ciudad, las ruinas que se construyen encima de otras, acudimos pues al paseo diario de un hombre que ve de frente la gran farsa que la mayoría llama el progreso, el hombre sólo crea desperdicios, cosas inservibles que en el polvo arderán, el asombro se confunde con la vergüenza, el rencor con el coraje, Pacheco recorre a la ciudad y a su historia escrita con desprecio y sangre, y a pesar del ruido que acompaña sus pasos por la gran ruina aun logra escuchar ese pulso que al igual que el tiempo nunca se ha detenido: los latidos secretos del desastre. El fuego en si es silencioso, no emite ningún sonido hasta que consume algo, Todo el mundo está en llamas, pero es tanto el ruido que producen la historia y el presente al encontrarse, que no escuchamos el crepitar de las cosas nuevas al quemarse. Es hoguera el poema y no perdura. Sólo las ruinas permanecen.
Y el olor de la sangre manchaba el aire
Toda la historia es violenta, las ciudades sólo se levantan sobre cimientos de sangre. No me preguntes como pasa el tiempo, tal vez el más conocido de sus libros, es al igual que el tiempo, devastador, en el se concretan todas las preguntas y las respuestas dudosas, cierra los puños y en eso gesto propio de la pelea reúne al presente con la historia, y al abrirlos los fragmentos de un futuro incierto caen de sus manos, lo que levanta del suelo lo reconstruye con ironía y desesperación.
La crueldad es el gesto más conocido del tiempo, y por primera vez Pacheco decide jugar con él, escribe sobre animales grandes y pequeños, encuentra en ellos los signos de esa materia inasible, adivina los signos que destellan en la belleza de los insectos, lo milenario y útiles que han sido los elefantes, Rilke, Lowry y Dante entre otros lo acompañan en el intenso recorrido de sus emociones, No me preguntes como pasa el tiempo es simplemente una advertencia, las respuestas posibles sólo pueden ser violentas, y tan agresivas como el tema a tratar, citar un solo verso de este libro me parece inevitable, basta decir Alta traición para comprender que el tiempo seguía pasando y José Emilio Pacheco desde ese momento ha estado decidido a enfrentarlo: Piensa en la tempestad para decirte / que un lapso de la historia ha terminado
Lo que siguió de ahí fue el presente, insistir en el tema del tiempo como el detonador de todo. Irás y no volverás es otra batalla contra las apariencias del progreso y del futuro, pone en claro su visión sobre el origen de este país, la historia no se puede cambiar, pero eso no quiere decir que debemos quedarnos callados: La cruz / sólo es pretexto para la codicia. / La fe / un torpe ardid para sembrar la infamia.
También aquí Pacheco reconoce lo frágil que es el acto poético ante las piedras esculpidas, frágil pero necesario, la poesía es una luz extraña que nunca debemos dejar que se extinga, ni siquiera un instante, una labor de todos pues La poesía es la sombra de la memoria pero será materia del olvido.
Después de ese libro Pacheco pone ante nuestros ojos otra verdad sobre el tiempo: el hombre a lo mucho sólo ha encontrado formas de medirlo, el ser humano entiende que es un objeto inasible, pero hasta ahora parece que no le preocupa vivirlo, ocuparlo, aprender algo de él, a pesar de que las lecciones del tiempo las transcribe la muerte, el hombre ni siquiera se atreve a leer las silabas del destino. Así, cada país que existe, cada ciudad que se construye, cada hombre que habita las breves porciones de tierra firme envueltas por el mar del tiempo es una de las tantas Islas a la deriva que flotan tranquilamente sobre la nada y el vértigo.
Los imperios, esas legiones movidas por un solo hombre y su dios, ahora sólo son rocas apiladas que los siglos destruyen lentamente. Ante las ruinas de Tulum, sólo es posible pronunciar epitafios: Si este silencio hablara sus palabras se harían de piedra.
De regreso a la ciudad y desde la perspectiva que nos da el cielo podemos ver paradójicamente de cerca la anatomía del mundo, sus malformaciones, el avance de la enfermedad que conocemos como progreso, la manera en que invadimos las tierras baldías: las cuadriculas trazadas por las manos temblorosas de una humanidad moribunda. Desde el avión / ¿qué observas? / sólo costras / pesadas cicatrices / de un desastre.
Otra década termina y Pacheco sigue observando las eterna decadencia de los imperios levantados sobre la arena, vislumbra el derrumbe perpetuo de los años y las pasiones del hombre: ¿En donde está lo que pasó / y qué se hizo de tanta gente? se pregunta en Desde Entonces, la multitud se mueve junto con el tiempo y desaparece entre los laberintos de la agonía, el poeta junto con los años siente sobre su cabeza los pesados huesos de la muerte: Dentro de poco no sabré quien soy / entre todos los muertos que llevo encima.
Ahí nos descubre el origen de las urbes que se expanden como las manchas de sangre y dolor sobre la tierra, reconoce al crimen como el acto fundacional de la metrópoli: Toda ciudad se funda en la violencia / y en el crimen de hermano contra hermano.
Es en este libro donde Pacheco deja de hablar de la farsa del progreso y enumera las consecuencias de seguir participando en ella Shopping center y Jardín de niños nos señalan claramente los horrores de la realidad que preferimos ignorar, consumidos por el consumo, adictos a los objetos innecesarios, los hombres dejamos de acumular objetos necesarios y sólo reunimos montones de basura: Imagina el porvenir de estos colores deslumbrantes. Contempla la plaza como un inmenso proyecto de basurero… mira a los niños que buscan sustento en la basura.
En Jardín de niños Pacheco nos narra el acto mortal del nacimiento, el horror de sabermos fugaces, breves y terribles: Lo que entre sangre y de la sangre brota / no es bello ciertamente. Criaturas nacidas del dolor y en el dolor es lo que somos, la infancia son cuatro paredes que nos evitan el mundo, mundo, que con el martillo de los días terminará derribando los muros de la inocencia: un día te sale al paso la miseria, descubres que está mal hecho el mundo.
Los primeros años de los ochentas se arrastraban con lentitud, el fantasma de la tempestad se veía lejano, y parecía que la calma se instalaría por largo tiempo sobre las ciudades turbulentas, Pacheco vuelve sus ojos al mar y sus criaturas, sus geografías profundas y misteriosas, son buenos años y el tiempo parece tomar un descanso, pocas son las señales que nos adviertan del tinieblas que nos traerá el porvenir. En los trabajos del mar Pacheco se da tiempo de reflexionar y distraerse, la literatura, la másica y la poesía habitan la mayor parte de este libro, algunos textos sobre la ciudad, sus criaturas callejeras, pero al texto lo dominan sus reflexiones sobre el arte, Carta a George B. Moore en defensa del anonimato nos pone en claro su visión de la poesía : sigo pensando que es otra cosa la poesía / una forma de amor que sólo existe en silencio / en un pacto secreto entre dos personas. Ante el lector Pacheco declara que quien escribe un poema debe desprenderse de él, pues el poema ya no lo necesita mas: Si le gustaron mis versos / que más da que sean míos/ de otros / de nadie. / En realidad los poemas que leyó son de usted: usted, su autor que los inventa al leerlos.
Sin embargo esta década se partió por el centro, una fractura enorme abrió a la Ciudad de México y nos mostró de nuevo las entrañas de la desgracia Miro la tierra y Ciudad de la memoria son el registro de cómo el tiempo y la naturaleza pueden desaparecerlo todo y habitar de ruinas de nuevo los territorios inocentemente tomados por los hombres los edificios bocabajo o caídos de espaldas… hoy forman el desierto de los sepulcros. Pesa la luz de plomo. Duele el sol en la ciudad de México, Pacheco ve nuevo a la ciudad derribada, la naturaleza ha cumplido los designios del tiempo y le muestra al mundo el horror de los juguetes abandonados.
En Ciudad de la memoria Pacheco vislumbra lo cerca que está el siglo XX de morir, reconoce con asombro que han sido cien años de sangre derramados inútilmente en nombre del mañana, de los ideales del hombre, al contrario de las hormigas, o el triste caracol, los hombres destruimos nuestro hogar, lo llenamos de basura hicimos triunfar en el planeta la miseria.
Live Bait o Carnada Viva es un poema largo y complejo, la alegoría entre pez, carnada y anzuelo se extiende hasta demostrarnos que nosotros somos eso, una carnada viviente para atrapar los peces que habitan el río de los años, la vida que a pesar de todo no cambiaríamos por nada.
En los siguientes libros José Emilio Pacheco sigue cuestionándose la razón del hombre, a qué vino esta criatura al mundo, en qué está pensando su Dios al hacer llover. Nunca jamás encontraré la respuesta, no tengo tiempo, me perdí en el tiempo. Se acabó el que me dieron se dice uno de los primeros hombres en la tierra.
La mosca aparece para demostrarnos que la vida es fugaz pero gloriosa y algo inátil. Circo de Noche, un conjunto de 12 poemas hace una cruel alegoría de nuestros tiempos: El domador dice que no, el no tortura a sus bestias. Por los Payasos habla la verdad. Vivimos desde el desprecio y para el desprecio dicen los fenómenos, todos somos animales de circo dice el empresario No hay nadie que no tenga agudos colmillos, disposición para la lucha, talento innato para la herida para el desprecio y la burla.
La arena errante es un texto distinto, las reflexiones de Pacheco sobre el tiempo son más terribles, las cosas insignificantes son frágiles pero persistentes, la telaraña, el grano de arena, los sitios del crimen, una gotera. De todos el hombre es quien desaparece, incluso antes de morir, No te tomes muy en serio lo que te dice la memoria escribe en un poema, porque tal vez sea cierto que sólo nos esté contando ficciones para hacernos creer que todo lo vivido tal vez no haya valido la pena, pero que por lo menos tuvo algún sentido. De las gigantescas creaciones de la naturaleza no hay mucho que decir, no nos necesitan, siempre han estado aquí, por ejemplo la montaña se alzara como ahora ante el asombro de quien no ha nacido.
El siglo llega a su fin, también un milenio se termina, el fin de mundo se anuncia para los desamparados, la fiesta para los empresarios. Siglo Pasado (Desenlace), Pacheco apuesta por las dos cosas: en apariencia el mundo está a punto de terminar, pero mientras a la ciudad la invade el desastre los templos de la usura y el oro siguen de pie, las pequeñas criaturas seguirán alimentándose de nosotros, así como lo hacen las termitas en las bancas de los parques así como lo hacen los segundos con nuestra vida, Pacheco confiesa el fracaso y pide indulgencia, todo lo que hizo fue intentar lo imposible.
Lo que yo puedo decir es que no ha fracasado, con su obra José Emilio Pacheco ha logrado atrapar un instante en el ámbar del lenguaje. Logró que a través de la transparencia de sus palabras nosotros podamos mirar una criatura de alas brillantes, un breve y maravilloso objeto al que podemos ver con claridad, y así, sostenido en sus manos ante nuestros ojos, podemos seguir siendo testigos de la capacidad creadora del hombre, no importa que todas nuestras pasiones y nuestros ideales se estrellen en los arrecifes del tiempo, la poesía es una forma de echar luz sobre la sombra de su paso devastador. La poesía de Pacheco, esa legión de instantes suspendidos en la blanda piedra de las palabras, deben de ser suficiente para entender el mundo, para seguir soportándolo, ocupándonos de las pequeñas cosas, de la enorme insignificancia de las cosas, lo que nos ha dicho Pacheco en todo este tiempo es que debemos aprovechar la brevedad de nuestras vidas, lo fugaz de nuestros placeres, lo frágil que es nuestra felicidad, sobre todo nosotros los poetas, pues sin ese tiempo que Pacheco ocupó en descifrarnos su misterio, el tiempo no seguiría siendo (para los poetas) tiempo. Nuestro tiempo.
Tomado de http://www.alforjapoesia.com/virtual/gaceta_more.php?id=466_0_7_0_M
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