martes, 18 de septiembre de 2007

El Billar de Lucrecia por Giancarlo Stagnaro

Algo huele bien en el ámbito editorial latinoamericano. De un tiempo a esta parte, son visibles distintas iniciativas que ayudan a promover y ensanchar el panorama literario y cultural de nuestros países. Pero lo interesante del caso es que muchas de dichas propuestas pueden incluso trascender las fronteras nacionales de manera clara y contundente.

Pues bien, una de las proposiciones que ha logrado saltar la valla del localismo es la editorial El Billar de Lucrecia. Desde México, con la poeta Rocío Cerón a la cabeza y junto a su esposo, Ehitel Silva, irradian una serie de títulos que dan cuenta del momento actual de la poesía latinoamericana. Como muestra han publicado a los poetas peruanos Montserrat Álvarez y José Carlos Yrigoyen, ambos provenientes de canteras de la década de 1990.

Desde el nombre, la editorial se asocia con lo lúdico y misterioso. Cerón nos explica que, a diferencia de otros, su proyecto tiene una fecha de nacimiento y otra de defunción. “No haremos, ni pretendemos hacer, el catálogo. Es un proyecto cerrado a 15 títulos (la cantidad de las bolas de billar). Queríamos hacer una suerte de retrato de familia latinoamericano, con autores nacidos entre 1967 y 1979, que es la generación a la cual pertenecemos”, asevera Cerón.

El diseño es fundamental para El Billar... Por ello, se apela a un lenguaje visual absolutamente contemporáneo. “Lucrecia es la mujer que siempre aparece en las contraportadas y simboliza a la poesía. Es cachonda, curvilínea y representa el estado de la salud de la poesía latinoamericana para nosotros. Toda esta parte lúdica y Kitsch significa tomarle la temperatura a una serie de poéticas que son las más arriesgadas o más potentes de la región latinoamericana.”

A contrapelo del minimalismo, la idea es reflejar visualmente las texturas y los rezagos urbanos de la poesía actual. “El gran reto es tomar distancia y descubrir que esa voz, tan distinta a la tuya, tenga un valor, un peso, una resonancia y una consistencia que valgan la pena su publicación. Es un ejercicio reconfortante”, refiere Silva.

¿Es fácil para un poeta ser editor?, le preguntamos a Cerón, admiradora en el Perú del trabajo del Álbum del Universo Bakterial. “En México existe una tradición de poetas editores y se vive haciendo trabajo editorial. El soporte del libro no cambiará, no hay manera de que desaparezca. Uno tiene que mostrarse obsesivo en el sentido de ser un lector lo suficientemente generoso como para entender que una poética puede ser totalmente distinta a la tuya; puede ser una gran poética.”

Los libros de El Billar de Lucrecia pueden comprarse en librerías de Lima, Buenos Aires, Ciudad de México o Santiago.

El fin de la colección

Como en el juego, la bola ocho marca el final del billar. De ese modo, Cerón explica que la colección saltó del siete al nueve. Para ocupar el lugar de la pieza negra se han ingeniado diversas salidas, todas aún en estudio. Lo concreto es lo que se hará cuando finalicen los 15 volúmenes.

“Cada comprador recibirá unas cajas contenedoras, muy bonitas, con su nombre y número de colección. Los editores han de entender que no todo el mundo es Herralde y cada editor tiene una parte de lector. Un editor también envejece. Todos nacemos, sufrimos, viajamos y creemos en el contacto físico. Esta labor es un camellar poético.”

Datos

- El comité editorial de El Billar de Lucrecia es integrado por 10 poetas latinoamericanos, entre ellos Ernesto Lumbreras (México) y Paul Guillén (Perú).

- Silva obtuvo una beca de conversiones con Conaculta, entidad que fomenta las artes y la cultura en México. Con ello fueron financiados cuatro libros.

- Las reseñas sobre los libros de El Billar de Lucrecia han aparecido en medios como El Mercurio (Chile), Letras Libres, Gatopardo y Rolling Stone (Argentina).

- Entre los próximos títulos figura una antología de poetas brasileños, Feras Brancas, con traducción de Cecilia Pavón y Camilla do Valle.

- También se avecinan poetas colombianos, centroamericanos, uruguayos y argentinos.

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