El corazón y la piedra
Dos voces, dos palabras en una sola boca (ni la tuya ni la mía): dos corazones se atrapan en medio de la cama y te dejan deliciosamente sin sentido.
Dos violas te dejan bailar con la mujer de vestido rosa que se enciende con las velas y llena de flama tu cuerpo de músico aficionado.
Dos corazones de palabras en una sola piedra viéndonos como se nos abre el mundo en una amapola desangrada.
Visión del paraíso
(Tilsa)
El pez dorado mira la nube atravesada por una rana.
Yo quiero ser el tronco que se desplome en el vacío de la
niebla, me dice la rana.
Yo siempre salto hacia delante, voy de prisa pero
con calma.
El sauce llora de verde la caída de las sombras.
Hay un río que no fulgura por la cercanía del
aguacero.
En el corral están el bien y el mal como una fortaleza de
hielo.
Una mujer callada bajo la sombra de la luna mira mi
desierto.
Salpica el cortejo de la luna, su paraíso te enceguece
como un cuervo partido por el sol.
Las velas
Una vela blanca se retuerce en la trompa del oro y
el filigrana.
La palabra es más fina que las partículas del oro y la
piedra.
Una vela es una sílaba que humea en mis papeles
amarillos. Su flama cambia la ruta de mi pensamiento.
Las velas son grutas de cera que traen toda la fe y
la duda consigo.
Su flama es la señal del viento controlado, la serenidad
de una mesa, la situación incómoda de una vieja silla
de madera iluminada levemente.
Una vela blanca para encender la noche de los ciegos.
Cada noche hay una vela blanca que me reclama, una
palabra que se derrite como la cera y me derrama.
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