JUAN JOSÉ SOTO
AIRADO VERBO
LIMA: SOL NEGRO EDITORES, 2008. 52 pp.
SOBRE “AIRADO VERBO”, POEMARIO DE JUAN JOSE SOTO Por LUIS BENITEZ
El presente poemario, que su autor, Juan José Soto, ha titulado “Airado Verbo”, constituye la cuarta entrega en el género de este poeta peruano, nacido el 3 de agosto de 1965 en Barranco, Lima. Con anterioridad a los textos que aquí nos ocupan, Soto nos ha brindado “Cárcel de mi ojo” (1994), “Morada Diosa” (1997) y “Palabra sobre los abismos” (2005).
Juan José Soto pertenece a la generación de los 90 y es bien conocido en nuestro medio no sólo a través de los citados poemarios, sino a través de sus colaboraciones en revistas tanto de formato papel como virtuales, así como por su inclusión en diversas antologías de poesía latinoamericana.
Hoy por hoy, como miembro conspicuo de la generación intermedia, la poesía de Soto encuentra una recepción amplia entre aquellos que somos sus lectores, tanto dentro como fuera de su país.
¿A qué se debe esta aceptación, por parte del lector especializado, de la poesía de Juan José Soto? Particularmente, al ser uno de ellos, me parece que tiene que ver con la capacidad demostrada por Soto para referirse a los temas fundamentales del género desde una óptica personal, pero entroncada en las grandes tradiciones de la poesía escrita en español. Realiza Soto una revisión de las posibilidades expresivas de nuestra muy plástica lengua, y sabe utilizar muy adecuadamente los recursos que ésta proporciona. Sin embargo, esto –la habilidad formal- no alcanzaría para determinar una preferencia. La misma está avalada también por otra destreza de Soto: su capacidad para convertir esos recursos que aludimos antes en funcionales al eje del poema, en expresión concreta de los sentidos que éste ofrece. No hay en Soto un despilfarro de metáforas, una lluvia de fuegos artificiales ni el inseguro disfraz que proporcionan –aparentemente- las imágenes gratuitas a quien no domina con exactitud y precisión los núcleos de sentido que se propone recorrer.
Singularmente, en Soto encontramos una mesura que prefiere evidentemente descartar todo aquello que no conduzca directamente a la materia viva del poema.
Desde luego, este proceso no se produjo a partir de la nada, sino que exigió el aprendizaje del oficio poético al autor, a través de los tres poemarios que precedieron a “Airado Verbo”; como decía el gran César Vallejo: “No hay dios / ni hijo de dios, / sin desarrollo.”.
Pero desde luego, es necesario que los gérmenes vitales de aquello que va a desarrollar posteriormente el autor estén ya presentes en sus inicios, para que la construcción cultural que operará sobre la obra pueda partir de una base firme.
Sin duda, en los libros anteriores que le debemos a Juan José Soto estos puntos de partida están, lo que nos hace pensar en la necesidad a futuro de realizar un trabajo más ambicioso con su obra, una vez que ésta ha alcanzado, con “Airado Verbo”, su plenitud.
Ciñéndonos al poemario presente, señalemos algunas constantes básicas de la poesía de Soto, además de esa mesura expresiva alcanzada a la que antes hemos aludido.
Una de ellas, es la posibilidad que exhibe el poeta de alcanzar la sensibilidad y el intelecto del lector con un mismo verbo. La poesía de Soto es, a la vez, una poesía de ideas y un registro que puede comunicarse emocionalmente con el lector, una conjunción por lo menos infrecuente y que nos habla a las claras de las capacidades y el dominio que el autor tiene de su propia obra.
En “Airado Verbo”, se ejemplifica muy bien esta doble vía empleada por Soto, de simultáneo mensaje a la esfera emotiva y a la faceta intelectual de aquel que recorre sus páginas.
Así, dice el poeta:
“Poesía es una antorcha
Enciende palabras
Ojos inmóviles
La ansiosa mirada de la muerte
Encendido rayo cada verso
En el naufragio de la noche
Ileso amante
del fiero abrazo de las peñas
Obstinado mar en la orilla
Ardiente voz de hoguera
Airado verbo
Turbada sangre
Sótano de caos
De hondura a tientas”
Apreciamos cómo maneja Soto el universo de las definiciones, mientras le agrega la baraja posible de imágenes que apuntan a la sensibilidad. Lo muy destacable, es que en su poesía –al menos, en este cenit que apreciamos en “Airado Verbo”- no es posible separar un juego de propuestas trasmisoras de ideas y definiciones de aquella otra vía que “ataca”, por así decirlo, la faceta emotiva del lector. Ambas vías están en “Airado Verbo” tan eficazmente imbricadas, que no pueden ser ya separadas sin destruir, efectivamente, al conjunto del texto. Desde luego, este sendero, es muy obvio, es intentado por muchos autores no sólo en nuestra lengua, ya que constituye uno de los objetivos estilísticos más claros de un poeta en todo tiempo y lugar. La base de nuestra observación no es el intento de Soto, sino su acierto repetido –reiterado a lo largo de todo el poemario que nos ocupa- al manejar este difícil camino, uno de los más ambiciosos en el “oficio sombrío”, como gustaba definirlo Dylan Thomas, en alusión al trabajo poético.
Los ejemplos de estas capacidades de Soto, que vuelven necesario fijar atentamente la mirada en su poesía y seguir con atención lo que será su posterior desarrollo, los encontramos en otras secciones de “Airado Verbo”:
“Océano de arrebatado cielo tus labios
Entre las copas colmadas de silencio
Inexplicable sentido de las horas
del sonido
Del loco que habita en los objetos
Del tiempo inmóvil en las olas
De la extraña criatura emergiendo de tus pechos
Ávido cuerpo
Herido de impericia
Mientras Babel aúlla sordamente en las calles
Y un hombre decapitado huye de la Tierra prometida”
Aquí se evidencia todavía con más fuerza cómo el poeta domina a la perfección las riendas de su obra; puede aludir con destacable control inclusive la faceta erótico-amorosa, con la cual otros autores ceden a la tentación de desequilibrar el sentido del poema, reduciéndolo a la sola dimensión del deseo; algo lícito, desde luego, pero que disminuye notoriamente las posibilidades polisémicas del texto.
En vez, Soto muestra en el fragmento anterior –y cada vez que aborda esos peligrosos rumbos- que puede mantener la misma tensión emotiva y de sentido conceptual que en las demás secciones del volumen.
Particularmente, pienso que estos pequeños milagros de sentidos y de formas lingüísticas que demuestra Juan José Soto que es capaz de brindarnos –con singular potencia en su nuevo poemario, “Airado Verbo”- obedecen a que ha llegado acabadamente a comprender que la sustancia inefable de la poesía no radica ni en los núcleos de sentido ni en las capacidades de suscitar emociones que demuestra poseer un texto. Creo que Soto comprende y ejerce ya desde esa comprensión su “oficio sombrío”, el axioma quizá fundamental de la poesía occidental: que la poesía no tiene temas, sino que demuestra las capacidades propias del género aquel autor capaz de reunir, en algunos versos, por alusión o elusión, la suma de todos los temas. Ese aleph que brilla en las palabras y que Soto encontró o va a encontrar muy pronto, nos obliga a seguir muy de cerca cuanto escriba a partir de su exacto y muy efectivo “Airado Verbo”.
En Buenos Aires, el 29 de junio de 2008
AIRADO VERBO
LIMA: SOL NEGRO EDITORES, 2008. 52 pp.
SOBRE “AIRADO VERBO”, POEMARIO DE JUAN JOSE SOTO Por LUIS BENITEZ
El presente poemario, que su autor, Juan José Soto, ha titulado “Airado Verbo”, constituye la cuarta entrega en el género de este poeta peruano, nacido el 3 de agosto de 1965 en Barranco, Lima. Con anterioridad a los textos que aquí nos ocupan, Soto nos ha brindado “Cárcel de mi ojo” (1994), “Morada Diosa” (1997) y “Palabra sobre los abismos” (2005).
Juan José Soto pertenece a la generación de los 90 y es bien conocido en nuestro medio no sólo a través de los citados poemarios, sino a través de sus colaboraciones en revistas tanto de formato papel como virtuales, así como por su inclusión en diversas antologías de poesía latinoamericana.
Hoy por hoy, como miembro conspicuo de la generación intermedia, la poesía de Soto encuentra una recepción amplia entre aquellos que somos sus lectores, tanto dentro como fuera de su país.
¿A qué se debe esta aceptación, por parte del lector especializado, de la poesía de Juan José Soto? Particularmente, al ser uno de ellos, me parece que tiene que ver con la capacidad demostrada por Soto para referirse a los temas fundamentales del género desde una óptica personal, pero entroncada en las grandes tradiciones de la poesía escrita en español. Realiza Soto una revisión de las posibilidades expresivas de nuestra muy plástica lengua, y sabe utilizar muy adecuadamente los recursos que ésta proporciona. Sin embargo, esto –la habilidad formal- no alcanzaría para determinar una preferencia. La misma está avalada también por otra destreza de Soto: su capacidad para convertir esos recursos que aludimos antes en funcionales al eje del poema, en expresión concreta de los sentidos que éste ofrece. No hay en Soto un despilfarro de metáforas, una lluvia de fuegos artificiales ni el inseguro disfraz que proporcionan –aparentemente- las imágenes gratuitas a quien no domina con exactitud y precisión los núcleos de sentido que se propone recorrer.
Singularmente, en Soto encontramos una mesura que prefiere evidentemente descartar todo aquello que no conduzca directamente a la materia viva del poema.
Desde luego, este proceso no se produjo a partir de la nada, sino que exigió el aprendizaje del oficio poético al autor, a través de los tres poemarios que precedieron a “Airado Verbo”; como decía el gran César Vallejo: “No hay dios / ni hijo de dios, / sin desarrollo.”.
Pero desde luego, es necesario que los gérmenes vitales de aquello que va a desarrollar posteriormente el autor estén ya presentes en sus inicios, para que la construcción cultural que operará sobre la obra pueda partir de una base firme.
Sin duda, en los libros anteriores que le debemos a Juan José Soto estos puntos de partida están, lo que nos hace pensar en la necesidad a futuro de realizar un trabajo más ambicioso con su obra, una vez que ésta ha alcanzado, con “Airado Verbo”, su plenitud.
Ciñéndonos al poemario presente, señalemos algunas constantes básicas de la poesía de Soto, además de esa mesura expresiva alcanzada a la que antes hemos aludido.
Una de ellas, es la posibilidad que exhibe el poeta de alcanzar la sensibilidad y el intelecto del lector con un mismo verbo. La poesía de Soto es, a la vez, una poesía de ideas y un registro que puede comunicarse emocionalmente con el lector, una conjunción por lo menos infrecuente y que nos habla a las claras de las capacidades y el dominio que el autor tiene de su propia obra.
En “Airado Verbo”, se ejemplifica muy bien esta doble vía empleada por Soto, de simultáneo mensaje a la esfera emotiva y a la faceta intelectual de aquel que recorre sus páginas.
Así, dice el poeta:
“Poesía es una antorcha
Enciende palabras
Ojos inmóviles
La ansiosa mirada de la muerte
Encendido rayo cada verso
En el naufragio de la noche
Ileso amante
del fiero abrazo de las peñas
Obstinado mar en la orilla
Ardiente voz de hoguera
Airado verbo
Turbada sangre
Sótano de caos
De hondura a tientas”
Apreciamos cómo maneja Soto el universo de las definiciones, mientras le agrega la baraja posible de imágenes que apuntan a la sensibilidad. Lo muy destacable, es que en su poesía –al menos, en este cenit que apreciamos en “Airado Verbo”- no es posible separar un juego de propuestas trasmisoras de ideas y definiciones de aquella otra vía que “ataca”, por así decirlo, la faceta emotiva del lector. Ambas vías están en “Airado Verbo” tan eficazmente imbricadas, que no pueden ser ya separadas sin destruir, efectivamente, al conjunto del texto. Desde luego, este sendero, es muy obvio, es intentado por muchos autores no sólo en nuestra lengua, ya que constituye uno de los objetivos estilísticos más claros de un poeta en todo tiempo y lugar. La base de nuestra observación no es el intento de Soto, sino su acierto repetido –reiterado a lo largo de todo el poemario que nos ocupa- al manejar este difícil camino, uno de los más ambiciosos en el “oficio sombrío”, como gustaba definirlo Dylan Thomas, en alusión al trabajo poético.
Los ejemplos de estas capacidades de Soto, que vuelven necesario fijar atentamente la mirada en su poesía y seguir con atención lo que será su posterior desarrollo, los encontramos en otras secciones de “Airado Verbo”:
“Océano de arrebatado cielo tus labios
Entre las copas colmadas de silencio
Inexplicable sentido de las horas
del sonido
Del loco que habita en los objetos
Del tiempo inmóvil en las olas
De la extraña criatura emergiendo de tus pechos
Ávido cuerpo
Herido de impericia
Mientras Babel aúlla sordamente en las calles
Y un hombre decapitado huye de la Tierra prometida”
Aquí se evidencia todavía con más fuerza cómo el poeta domina a la perfección las riendas de su obra; puede aludir con destacable control inclusive la faceta erótico-amorosa, con la cual otros autores ceden a la tentación de desequilibrar el sentido del poema, reduciéndolo a la sola dimensión del deseo; algo lícito, desde luego, pero que disminuye notoriamente las posibilidades polisémicas del texto.
En vez, Soto muestra en el fragmento anterior –y cada vez que aborda esos peligrosos rumbos- que puede mantener la misma tensión emotiva y de sentido conceptual que en las demás secciones del volumen.
Particularmente, pienso que estos pequeños milagros de sentidos y de formas lingüísticas que demuestra Juan José Soto que es capaz de brindarnos –con singular potencia en su nuevo poemario, “Airado Verbo”- obedecen a que ha llegado acabadamente a comprender que la sustancia inefable de la poesía no radica ni en los núcleos de sentido ni en las capacidades de suscitar emociones que demuestra poseer un texto. Creo que Soto comprende y ejerce ya desde esa comprensión su “oficio sombrío”, el axioma quizá fundamental de la poesía occidental: que la poesía no tiene temas, sino que demuestra las capacidades propias del género aquel autor capaz de reunir, en algunos versos, por alusión o elusión, la suma de todos los temas. Ese aleph que brilla en las palabras y que Soto encontró o va a encontrar muy pronto, nos obliga a seguir muy de cerca cuanto escriba a partir de su exacto y muy efectivo “Airado Verbo”.
En Buenos Aires, el 29 de junio de 2008
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