Esther Castañeda, Washington Delgado y José Watanabe
El recuerdo que guardo de José Watanabe, me devuelve a la amabilidad de su pulposo tercer piso. Me retorna a sus consejos, a la conversación sobre su poesía, sobre su enfrentamiento silencioso y paciente con la palabra, que en su caso revela como ninguna otra el transcurso vital de un hombre: el amor, la familia, el desamor, el miedo, la enfermedad, el Laredo que encontraba en cada vuelta de esquina. Me retorna también a la imagen de un amigo común, Pablo Guevara, cuyo trato era para él, el ojo de agua de una misteriosa juventud. Ese día, aún no pude decirle que yo había aprendido a leer poesía con El guardián del Hielo.
Un poco antes de retirarme, caímos en la cuenta de que nos gustaba una misma canción, que trataba sobre el alejamiento y la promesa de un retorno. Era una canción popular, el "Qué será", de José Feliciano. Y la cantamos juntos.
El recuerdo que guardo de José Watanabe, me devuelve a la amabilidad de su pulposo tercer piso. Me retorna a sus consejos, a la conversación sobre su poesía, sobre su enfrentamiento silencioso y paciente con la palabra, que en su caso revela como ninguna otra el transcurso vital de un hombre: el amor, la familia, el desamor, el miedo, la enfermedad, el Laredo que encontraba en cada vuelta de esquina. Me retorna también a la imagen de un amigo común, Pablo Guevara, cuyo trato era para él, el ojo de agua de una misteriosa juventud. Ese día, aún no pude decirle que yo había aprendido a leer poesía con El guardián del Hielo.
Un poco antes de retirarme, caímos en la cuenta de que nos gustaba una misma canción, que trataba sobre el alejamiento y la promesa de un retorno. Era una canción popular, el "Qué será", de José Feliciano. Y la cantamos juntos.
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