Javier Díaz Gil, Madrid, 1964. Licenciado en Geografía e Historia y diplomado en Profesorado de EGB. Cofundador y director hasta 2006 de la revista “Rascamán”. Ha dirigido, durante más de diez años, Talleres de Creación Literaria. Director y moderador de los ciclos “Escritores en la Biblioteca” celebrados en la Biblioteca “María Moliner” de Madrid. Ha publicado los libros de poesía Humo, premio Humberto Tenedor, Abarán, 2000; Hallazgo de la visión, premio Nicolás del Hierro, Piedrabuena, 2000 y Vivo extramuros y El ángel prometido (Ed. Poeta de Cabra, Madrid, 2010). En 2006 participó en Santiago de Chile en el encuentro de poesía iberoamericana "Poquita Fe" y en 2007 en el "Festival de Tordesilhas" de São Paulo (Brasil). Sus poemas se han publicado en antologías y revistas literarias como “Poeta de Cabra” (Madrid), “Luces y sombras” (Tafalla), “sèrieAlfa” (Valencia) o Celuzlose (São Paulo). Fue seleccionado en el Premio de Poesía Experimental "Diputación de Badajoz" 2008 y recientemente finalista en el primer Premio de poesía Addison de Witt 2010. Sus poemas han sido traducidos al inglés, portugués y catalán. Es miembro de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles y desde 2006 y dirige la tertulia literaria semanal Rascamán en el madrileño Café Ruiz. Mantiene el blog http://javierdiazgil.blogspot.com/
Tres poemas del libro inédito “Morir en Iguazú”
V. PRAÇA DA SÉ
Cuánto mejor hubiera sido
Llamarte Plaza de la Sed,
Plaza del deseo,
De la necesidad del agua,
De la supervivencia.
Plaza de la Sed
Y que tuvieras en tu centro
Una gran fuente monumental
Que nos contemplara.
Pero la sed que evoco
Sólo es ruina de sede,
El palacio de un arzobispo
Al que nunca le faltó el agua.
Déjame que te imagine así,
-la sed-
La llegada prometida,
El final donde acabaran
Todos los desiertos.
IV. EL FANTASMA
El fantasma que he dejado en casa
Está descuidando las tareas.
Sé que está dejando
De regar las plantas,
Levantándose tarde
Y olvidándose de ir a trabajar.
Deambula por la casa
Dejando la cama sin hacer
Comiendo más de la cuenta,
Desatendiendo el teléfono
Y a mis amigos.
Pero nada de eso importa,
Ni siquiera
Que haya dejado evaporarse el agua
De toda la lluvia que guardé.
Tengo miedo
-que por olvido-
No haya sabido
Guardarme la memoria.
XIX.
Sería hermoso
Morir en Iguazú.
Abandonarse blandamente
Al río
Al rumor hipnótico
Del agua,
A su abrazo.
Flotar, precipitado,
Ingrávido,
En la nube de espuma
Que espera
El contacto de la roca.
Arrastrado por la corriente,
Cuerpo de agua,
Luz de ramas asombradas
Ante el delirio
De ser ya pez y silencio,
Agua de Iguazú
Confundido para siempre
En la sangre acogedora
Del Paraná.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario