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El poemario transita por el recuerdo poético, la leyenda urbana, el deseo onírico y la estampa pastoril. Todo empieza a orillas del río Cooper, para fluir, desde una narración que acarrea imágenes arrancadas de la memoria, hasta el laberinto de las calles de Lima y la amplitud del desierto piurano. El registro, a veces tan atropellado como una avenida congestionada o una calle sórdida, avanza hasta su vuelta en hélice: el paso de Amastris a Amaranth, como el día muta a noche.
Este complejo caudal poético se ve rebalsado por la exploración verbal, que se basa tanto en el encabalgamiento y la partición silábica re-veladora como en la semejanza sonora entre las palabras. Pero esta riqueza expresiva se potencia por el engaste de términos ingleses en el verso, más el argot limeño y piurano, en sabrosísima cadencia. Así, v. gr., el cuidado uso del vocablo “calato” en lugar de “desnudo” es, más que un capricho, un norte estético que cuestiona la arbitrariedad del signo lingüístico.
Fuente: Caretas
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