lunes, 7 de agosto de 2006

JORGE FRISANCHO, RODRIGO QUIJANO, LIZARDO CRUZADO, RENATO GÓMEZ Y PAUL GUILLÉN INCLUIDOS EN ANTOLOGÍA EL DECIR Y EL VÉRTIGO


Perú

No se puede hablar de un conjunto de paradigmas que unifiquen la reciente poesía peruana. Lo que sí puede observarse, en cambio, es una serie de escrituras que entretejen tradición y novedad. Hay especial cuidado por la factura del poema, sea éste escrito en versos medidos o libres, y asimismo hay abundancia en alusiones culturales, ya sean contemporáneas o clásicas: junto a la lectura de griegos y latinos, o junto al soplo de los Siglos de Oro, puede apreciarse en estos jóvenes la presencia de «malditos» nacionales como Luis Hernández o —el poco conocido fuera de las fronteras peruanas— Juan Ojeda.

Por otra parte, los poetas nacidos hacia finales de los sesenta e inicios de los setenta guardan una particular preocupación por el lenguaje, adiestrándose en lo «poético» y alejándose, en lo posible, del tono «coloquial». El lenguaje es el elemento al que hay que someter, friccionar. Estos jóvenes poetas han dejado atrás el uso de un lenguaje cotidiano (muy frecuentado por peruanos de los setenta y los ochenta) para intentar una distancia crítica y una dicción de corte conceptual y purista. Geografías personales, propias, sin que ello implique que en estos jóvenes autores no se vean las influencias de poetas predecesores de generaciones inmediatas —Antonio Cisneros, Carlos Germán Belli, Rodolfo Hinostroza o jorge Eduardo Eielson.

Para los nacidos en los setenta (Paul Guillén, por ejem­plo), la revaloración de autores como Martín Adán y José María Eguren es parte esencial de su corpus poético y, en cambio, la presencia de Vallejo se siente atemperada. Se percibe igualmente —a través de guiños, fórmulas, ecos— la herencia de César Moro, lo mismo que la de Emilio Adolfo Westphalen.

El lector encontrará en esta selección miradas exploratorias que tienen como núcleo el restablecimiento de la poesía en tanto que lugar de generación, de ente fundacional. Poesía de factura cuidada que sin perder de vista su contexto histórico, reflexiona sobre sus raíces locales y nacionales (Rodrigo Quijano), con destreza rítmica e imágenes que apuntan a dilucidar fórmulas culturales (Jorge Frisancho), que percibe en lo inmediato —aves, trazos, tierra— universos cercados que apuntan a la metafísica de lo apocalíptico (Renato Gómez), de expresionismo irónico y humorístico e irreverencia (Lizardo Cruzado), y que transita también por la recuperación de la memoria, la infancia y las causas primeras, en versos lacerantes y rispidos (Paul Guillén). Una poesía saludable, en modo alguno acomplejada, que ha sabido mirar lo mismo dentro de sus visceras que a la profundidad poética de otras geografías literarias.
Extracto del prólogo de El decir y el vértigo. Panorama de la poesía hispanoamericana reciente (1965-1979). Selección de Rocío Cerón, Julián Herbert y León Plascencia Ñol. México DF: Filodecaballos Editores / Conaculta-Fonca, 2005.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Blog de Lizardo Cruzado:
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