¿La caída de la Mano de Dios o de la mano del Demonio?
Desde sus comienzos hasta este prefacio temporal de los 200 años del bicentenario de la patria, siempre hemos transitado la paradoja de la depresión y del éxtasis, del triunfo y del fracaso, de la sobreestimación y de la subestimación.
Ahora le tocó el turno a Diego Armando Maradona, a quien después del triste papel del seleccionado argentino en las eliminatorias para el mundial del 2010, se le adjudicara un aluvión de críticas sobre su desempeño como director técnico. En realidad lo que se vivió dentro y fuera del seleccionado argentino, en los vestuarios y a cielo despejado, marca otro hito de nuestra manera de sentir y de ser: la confusión y la búsqueda de una coherencia que no se termina de alcanzar, dado que allí donde tendría que estar presente una base de cordura tiene primacía la ambigüedad de un conventillo que desmerece la imagen de Argentina en el mundo, pero también tengo presente de que somos un gran conventillo desde la Quiaca hasta Tierra del Fuego, desde los Andes hasta el Río de la Plata.
Hazaña desde la superficie a la punta de la pirámide
Vale en este peldaño de la escalera circular a la que les invito recorrer: quién fue y quién es Diego Armando Maradona. Comenzó siendo héroe en el mundial juvenil de 1979 cuando Argentina se adjudicara el campeonato mundial en ese año. Algunos meses después fue convocado al seleccionado por Menotti, quien lo había excluido de la selección por ser muy joven en 1978. Diego realiza dos hazañas, una campaña en Europa que no tiene precedentes colocando en primer nivel al Nápoles, un club pequeño al que él lo convirtió en grande y, en especial, su participación decisiva en el mundial de 1986 cuando Argentina se vuelve a consagrar campeona del mundo. Son dos hitos que lo demuestras con plenitud como el gran hacedor del fútbol-arte desplegando la gambeta y la viveza de potrero para cambiar la historia de este juego. Les confieso que jamás he visto un jugador como Maradona. He visto jugar a Distéfano, a Sívori, Pelé y a los mejores europeos, pero la magia y la alegría del juego que tuvo Maradona no la tuvo nadie. En el mundial del noventa, acontecido en Italia, encontramos a un Maradona menos ofensivo pero más estratega, un mediocampista que más que buscar el gol por él mismo transfiere la definición a sus compañeros que juegan de punta, como Canigia y Burruchaga sean los verdugos de su táctica contra los seleccionados europeos. Cambia su juego pero sigue siendo un jugador incomparable. Por él y por las atajadas de penales por el arquero Goycochea llegamos a la final contra Alemania y allí - por un penal mal cobrado y por otros motivos extra futbolísticos - perdemos esa final siendo subcampeones del mundo. En el mundial del 94 en Estados Unidos Maradona cae por el control antidoping que da positivo, pero antes juega dos o tres partidos dejando en claro que como futbolista no hay con qué darle. Desde entonces, luego de su trayectoria como jugador, aparece la secuela de Diego por la adicción a las drogas y su vida se convierte en una inestabilidad constante, aparece un personaje verborrágico pero cuya discurso por momentos refleja una realidad crítica que otros no se animan a expresar, sobre todo por algunos dichos vinculados con la FIFA, la entidad mundial de futbol. Desde su aparición en Argentina y en el mundo se va construyendo y consolidando el mito de Diego en poster, marcas, videos, películas y souvenirs, y los fanáticos que crecen velozmente a través de las décadas en los medios y en Internet. En los sitios web se llega al paroxismo en ocasión de una compulsa que, por el ciberespacio, aventaja a Pelé y a otros grandes como el mejor jugador de todos los tiempos por una diferencia más que notoria.
¿Qué hay detrás de la persecución mediática?
Ahora, vuelvo a las eliminatorias recientes por un lugar en el mundial 2010, realizada durante el presente año. Pasa que a Diego Armando Maradona un sector del periodismo y parte del público lo juzgan severamente por el pobre y lamentable desempeño del seleccionado que él dirige siendo el blanco de todas las críticas por el fracaso como equipo, más allá de que Argentina, aunque agónicamente, se haya clasificado. El tema pasa por dos senderos llenos de sombras: qué se juzga y en qué contexto se juzga, quiénes juzgan y qué hicieron quienes ahora lo están juzgando. Me pregunto: ¿Es mejor o peor lo que hace Diego que lo que hacen Tinelli y la Legrand, Chiche Genblung o Susana Jiménez? Es mejor o peor lo que hacen Rial o la Canosa, es mejor o peor lo que hace “el periodismo de espectáculo, noticioso o de opinión? Lo que intento dejar en claro es que la conducta de Diego, después del triunfo de la Argentina contra Uruguay, no debiera ni debería hacerlo ni él ni nadie. El tema es que los que le están tirando sin lástima desde hace un tiempo no son merecedores de tirar la primera ni la última piedra. De pronto, viendo y escuchando los medios me dije a mí mismo: “Cómo hacen leña del árbol caído”. A Maradona se lo critica por algo que no debe hacerse. ¿Por qué esto es tan desproporcionado? ¿Por qué el ensañamiento? No es más importante como perjuicio de la comunidad total los bajos salarios, la desocupación, el incumplimiento de las empresas ante los trabajadores que están en negro, o los abusos de la destrucción del ecosistema por la explotación de los hidrocarburos y la instalación de otros medios de producción contaminantes, la situación de los jubilados como si fueran sudacas dentro de Argentina. Por momentos he me interrogado si no hay razones políticas, deportivas o extrafutbolísticas para enrostrarle todos los males del país a Diego usándolo como chivo expiatorio. Tampoco tienen autoridad moral muchos de aquéllos que lo critican al asistirle la razón pero magnificando desmesuradamente el caso Maradona. Lo peor y lo mejor de Diego somos todos nosotros, cada uno según su espesor y su naturaleza, por eso mismo tendríamos que preguntarnos antes de arrojarle una piedra si esa piedra no terminaría cayendo sobre nosotros mismos. Si hay que sacrificar sistemáticamente a alguien sin pensar es demasiado peligroso.
Del árbol caído todos hacen leña
¿No será que veladamente estaríamos pidiendo sentencia y castigo sin advertirlo contra nosotros mismos, los que estamos viendo la televisión, los que estamos en el estadio con la hinchada vocinglera y demente y los que recorremos las calles y las plazas pidiendo para Diego la guillotina del olvido? Ahora mismo Diego Armando Maradona es una moneda que va rodando con la cara giratoria que dice “La mano de Dios” y la contratara que expresa “La mano del Demonio”. Los que piden su cabeza no buscan la causa de por qué Maradona fue designado director técnico cuando todos los que estuvieron en la cadena de su nombramiento, en el lugar más encumbrado de la selección, “se olvidaron” de sus problemas de salud y de su inestabilidad emocional, se olvidaron que era un ser humano como cualquier otro y lo mandaron al frente sin anestesia.
Ahora es inminente el encuentro entre Argentina en España en un amistoso; en la previa fueron premiados por su trascendencia futbolística el mismo Diego, Distéfano y Messi. Todo es un lecho de rosas, todo es expectativa, veremos en los amistosos subsiguientes cómo sigue la saga de Maradona en la selección, con el síndrome del exitismo argentino, si piden por su cabeza o lo absuelven por lograr buenos resultados. Moraleja: somos la paradoja de América Latina, convivimos cotidianamente con Dios y con el Demonio, tironeando del hilo de la gloria desde el territorio movedizo de la frustración.
(*) Escritor, pensador, periodista y ex docente de la UNN.
Desde sus comienzos hasta este prefacio temporal de los 200 años del bicentenario de la patria, siempre hemos transitado la paradoja de la depresión y del éxtasis, del triunfo y del fracaso, de la sobreestimación y de la subestimación.
Ahora le tocó el turno a Diego Armando Maradona, a quien después del triste papel del seleccionado argentino en las eliminatorias para el mundial del 2010, se le adjudicara un aluvión de críticas sobre su desempeño como director técnico. En realidad lo que se vivió dentro y fuera del seleccionado argentino, en los vestuarios y a cielo despejado, marca otro hito de nuestra manera de sentir y de ser: la confusión y la búsqueda de una coherencia que no se termina de alcanzar, dado que allí donde tendría que estar presente una base de cordura tiene primacía la ambigüedad de un conventillo que desmerece la imagen de Argentina en el mundo, pero también tengo presente de que somos un gran conventillo desde la Quiaca hasta Tierra del Fuego, desde los Andes hasta el Río de la Plata.
Hazaña desde la superficie a la punta de la pirámide
Vale en este peldaño de la escalera circular a la que les invito recorrer: quién fue y quién es Diego Armando Maradona. Comenzó siendo héroe en el mundial juvenil de 1979 cuando Argentina se adjudicara el campeonato mundial en ese año. Algunos meses después fue convocado al seleccionado por Menotti, quien lo había excluido de la selección por ser muy joven en 1978. Diego realiza dos hazañas, una campaña en Europa que no tiene precedentes colocando en primer nivel al Nápoles, un club pequeño al que él lo convirtió en grande y, en especial, su participación decisiva en el mundial de 1986 cuando Argentina se vuelve a consagrar campeona del mundo. Son dos hitos que lo demuestras con plenitud como el gran hacedor del fútbol-arte desplegando la gambeta y la viveza de potrero para cambiar la historia de este juego. Les confieso que jamás he visto un jugador como Maradona. He visto jugar a Distéfano, a Sívori, Pelé y a los mejores europeos, pero la magia y la alegría del juego que tuvo Maradona no la tuvo nadie. En el mundial del noventa, acontecido en Italia, encontramos a un Maradona menos ofensivo pero más estratega, un mediocampista que más que buscar el gol por él mismo transfiere la definición a sus compañeros que juegan de punta, como Canigia y Burruchaga sean los verdugos de su táctica contra los seleccionados europeos. Cambia su juego pero sigue siendo un jugador incomparable. Por él y por las atajadas de penales por el arquero Goycochea llegamos a la final contra Alemania y allí - por un penal mal cobrado y por otros motivos extra futbolísticos - perdemos esa final siendo subcampeones del mundo. En el mundial del 94 en Estados Unidos Maradona cae por el control antidoping que da positivo, pero antes juega dos o tres partidos dejando en claro que como futbolista no hay con qué darle. Desde entonces, luego de su trayectoria como jugador, aparece la secuela de Diego por la adicción a las drogas y su vida se convierte en una inestabilidad constante, aparece un personaje verborrágico pero cuya discurso por momentos refleja una realidad crítica que otros no se animan a expresar, sobre todo por algunos dichos vinculados con la FIFA, la entidad mundial de futbol. Desde su aparición en Argentina y en el mundo se va construyendo y consolidando el mito de Diego en poster, marcas, videos, películas y souvenirs, y los fanáticos que crecen velozmente a través de las décadas en los medios y en Internet. En los sitios web se llega al paroxismo en ocasión de una compulsa que, por el ciberespacio, aventaja a Pelé y a otros grandes como el mejor jugador de todos los tiempos por una diferencia más que notoria.
¿Qué hay detrás de la persecución mediática?
Ahora, vuelvo a las eliminatorias recientes por un lugar en el mundial 2010, realizada durante el presente año. Pasa que a Diego Armando Maradona un sector del periodismo y parte del público lo juzgan severamente por el pobre y lamentable desempeño del seleccionado que él dirige siendo el blanco de todas las críticas por el fracaso como equipo, más allá de que Argentina, aunque agónicamente, se haya clasificado. El tema pasa por dos senderos llenos de sombras: qué se juzga y en qué contexto se juzga, quiénes juzgan y qué hicieron quienes ahora lo están juzgando. Me pregunto: ¿Es mejor o peor lo que hace Diego que lo que hacen Tinelli y la Legrand, Chiche Genblung o Susana Jiménez? Es mejor o peor lo que hacen Rial o la Canosa, es mejor o peor lo que hace “el periodismo de espectáculo, noticioso o de opinión? Lo que intento dejar en claro es que la conducta de Diego, después del triunfo de la Argentina contra Uruguay, no debiera ni debería hacerlo ni él ni nadie. El tema es que los que le están tirando sin lástima desde hace un tiempo no son merecedores de tirar la primera ni la última piedra. De pronto, viendo y escuchando los medios me dije a mí mismo: “Cómo hacen leña del árbol caído”. A Maradona se lo critica por algo que no debe hacerse. ¿Por qué esto es tan desproporcionado? ¿Por qué el ensañamiento? No es más importante como perjuicio de la comunidad total los bajos salarios, la desocupación, el incumplimiento de las empresas ante los trabajadores que están en negro, o los abusos de la destrucción del ecosistema por la explotación de los hidrocarburos y la instalación de otros medios de producción contaminantes, la situación de los jubilados como si fueran sudacas dentro de Argentina. Por momentos he me interrogado si no hay razones políticas, deportivas o extrafutbolísticas para enrostrarle todos los males del país a Diego usándolo como chivo expiatorio. Tampoco tienen autoridad moral muchos de aquéllos que lo critican al asistirle la razón pero magnificando desmesuradamente el caso Maradona. Lo peor y lo mejor de Diego somos todos nosotros, cada uno según su espesor y su naturaleza, por eso mismo tendríamos que preguntarnos antes de arrojarle una piedra si esa piedra no terminaría cayendo sobre nosotros mismos. Si hay que sacrificar sistemáticamente a alguien sin pensar es demasiado peligroso.
Del árbol caído todos hacen leña
¿No será que veladamente estaríamos pidiendo sentencia y castigo sin advertirlo contra nosotros mismos, los que estamos viendo la televisión, los que estamos en el estadio con la hinchada vocinglera y demente y los que recorremos las calles y las plazas pidiendo para Diego la guillotina del olvido? Ahora mismo Diego Armando Maradona es una moneda que va rodando con la cara giratoria que dice “La mano de Dios” y la contratara que expresa “La mano del Demonio”. Los que piden su cabeza no buscan la causa de por qué Maradona fue designado director técnico cuando todos los que estuvieron en la cadena de su nombramiento, en el lugar más encumbrado de la selección, “se olvidaron” de sus problemas de salud y de su inestabilidad emocional, se olvidaron que era un ser humano como cualquier otro y lo mandaron al frente sin anestesia.
Ahora es inminente el encuentro entre Argentina en España en un amistoso; en la previa fueron premiados por su trascendencia futbolística el mismo Diego, Distéfano y Messi. Todo es un lecho de rosas, todo es expectativa, veremos en los amistosos subsiguientes cómo sigue la saga de Maradona en la selección, con el síndrome del exitismo argentino, si piden por su cabeza o lo absuelven por lograr buenos resultados. Moraleja: somos la paradoja de América Latina, convivimos cotidianamente con Dios y con el Demonio, tironeando del hilo de la gloria desde el territorio movedizo de la frustración.
(*) Escritor, pensador, periodista y ex docente de la UNN.
1 comentario:
Maradona es sencillamente un P.... que se cree el imprescindible;El,una vez fue bueno,ahora es solo un recuerdo y en vez de ayudar a los nuevos deportistas de su pais,solo se empoena en hacerse rogar para al final hacer un papelazo como lo fue el mundial del 2010.
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