sábado, 18 de abril de 2020

6 poemas de José Ruiz Rosas

Antología de José Ruiz Rosas publicada por Huerga & Fierro en 2019
y con estudio preliminar de Jorge Nájar


Yo tengo un sol opaco en la mirada
puesto a secarse allí como una estopa
y me ciega de veras, porque abundan
marginadas estrellas en los párpados
que concurren a diario entre la sombra,
leve delito de la luz, que cuaja
en pretéritas lágrimas de infancia
y, durecidas pústulas, legañas
estorban todo el porvenir del ámbito,
miran apenas huellas, más por tacto,
más por olfato que por fiel vislumbre.

Yo tengo el ojo así, túrbido y tenue,
pegado al microscopio, sin los ágiles
desplazamientos de húmedos microbios
atender, con la voz puesta de bruces
convertida en silencio desde el tiempo,
desde las hóspitas cavernas, desde
la pelambre aterida, desde el rayo
divinizado, desde el árbol mágico.

Yo tengo el tímpano más bien ligero,
el martillo en metal endurecido
como un desnudo afán de lluvias, como
un onanita enfermo en resonancias,
acuclillado caracol, dormido
estribo en los galopes de la noche,
oído en tajo al sol y a las tinieblas
como hendida raíz de intermitencias
resonando en porqués y cuándos, ecos
de los ecos que moran en el aire,
de lo que respiramos, convencidos
de asegurar las ondas sin estrépitos,
las paredes abiertas por la técnica
trayéndonos mensajes y leyéndonos
en alta voz las cosas más distantes,
ah laberinto al que retorna Dédalo
como herida paloma, eterno caos
que vuelve al punto umbilical ya seco.

Yo tengo el tacto ardido, porque toca
alguna vez la yema el frasco ajeno,
la mejilla pueril que riega el ojo,
la piel de la mujer, plena de esencias,
la insensata moneda que acaricio
en veces, yermo símbolo palpable,
y esta verdad ambiente en que ambulamos
del catre, de la mesa, de la ropa,
hasta llegar al más purificado
papel, página en blanco del poema,
margen desgarratriz de lo sensorio,
sutil profanación, cosa en la cosa,
eléctrico y sensual presentimiento
en claros eslabones y ataduras,
en diligentes florescencias náuticas
al azar controladas por cronógrafos,
entre la estricta realidad sumerso
con instantáneas fugas palpebrales.

Yo tengo, cual tú tienes, tan sin duda
este incómodo espejo en vano huero,
este acústico umbral siempre horadado,
esta sepulta cárcel transeúnte
caminados al cielo, en los compases
de qué mefisto ingenio calculados.


*** 


Licor, icor hermético, incesante,
raudo canal, giróvago y centrípeto
brindis de todo túmulo y tibieza,
corriente, río subcutáneo y ciego;
premonición de llagas y de muerte
en el múrice tono de la fuerza,
parte de mí que palpo con sueño
en un afán tenaz de cuántos dóndes
puestos en sucesión de oculta herida,
terco laboratorio palpitante
donde con pausa grave y solemnísima
florifica lo líquido su estado,
aluvión que a sí mismo se detiene
para salvar la vida, guarda férreo
que enfrenta la envoltura del ambiente,
postillón del oxígeno, cadena
desde la madre al hijo, sucesiva,
nave de un solo puerto intermitente
en que navega mi final espectro
sumergido en su patria de tejidos
soledad de millones en alarma
que pudiera diezmar algo bastardo
en una sola noche sin luceros;
pez; habitante cálida que gusto
como si fuera dueño del destino
y que una vez, al fin, ya detenida,
no reconoceré, quizás, por turbia,
por helada, cambiando ya de forma
gracias a multitudes antropófagas.


*** 


Así escribo el poema. Doy un paso,
duermo, sonrío, lloro en mis adentros,
mastico la ancha hiel de los instintos
puestos a galopar, protones lúdicos
flotando sus latentes emociones;
miro la luz, que es el mirar más último
antes de penetrar en cada arcano;
oigo no sé qué cosas en los cantos
de las aves por un momento libres
y se me empuña el corazón sabiendo
su final de cautivas o de víctimas;
aspiro el aire altísimo que baja
a decorar de oxígeno mis huesos;
llego, me voy, distante en todo tiempo
de la meta final que no he fijado;
pulso la hora intacta que ha parido
el otoño de un ramo, atrapo el claro
destello de unos ojos fraternales,
miro los flujos que soporta el mundo
por pasos con sus callos melancólicos,
torno, vuelvo a mirar y abro los ojos
como un insomne búho en medio día
y fijo las pupilas como el gato
que pretendiera caza de aeroplanos,
subo la cuesta, bajo, y subo, y bajo
y conservo el imán del pavimento;
llego, con mi codicia a manos llenas
a regalarle el sol a todo el mundo
y la sombra, la luna y los luceros
como si todo yo fuera raíces,
hojas y savia para estar callado
como un laboratorio del abrazo;
así escribo el poema. Doy un paso.




Lo dificil no es ver

Lo diflcil no es ver cómo se va pelando la corbata
sino decirle al mendigo “Lo siento”.
caminar, y de repente sentir que se te arrastran
unos ojos
y te dicen “Señor” y todo eso.

U olfatear los guisos debajo de la pestilencia
o mirarle los pies a una muchacha de la calle.

Lo dif1cil no es estar sin un centavo
sino tener la familia muda y sonriente
y que te digan: “Nada, si no necesito nada,
si estoy zurciendo todo nuevamente”




Como contarle cuentos a los árboles

Como contarle cuentos a los árboles
un hombre está sintiéndose follaje.

Amplio, de corazón más amplio que la tarde,
siente venir la tierra hasta su sangre
y repetirse alegre cada invierno
florido, señorial, salvaje.

Un hombre ángel
como contarle cuentos a los árboles
está puro follaje.

No es soledad la suya
porque está conectado con el aire,
porque lo abruman lianas y parásitos,
nidos, ardillas, aves.

Y está metido allí, callado; enorme,
un hombre vegetal. Que Dios lo guarde.




Uno que recoge los granos

uno que recoge los granos del campo estuvo guardándolos
para sí en un lugar secreto
y hacía propuestas de toda índole hasta que fue descubierto
y con un cuchillo muy pulido que se guarda únicamente para tales eventos

se le marcaron de un solo tajo las puntas abominables de los dedos

Antología de José Ruiz Rosas publicada en español y alemán


José Ruiz Rosas (Lima, 1928-2018)
Es autor de una vasta obra poética y miembro correspondiente de la Academia Peruana de la Lengua desde 2007. En 2013 recibió la Medalla del Ministerio de Cultura de su país. Ha sido librero legendario, infatigable promotor cultural, director de la Biblioteca Municipal de Arequipa, ciudad donde residió seis décadas. Sus poemarios, numerosos y dispersos, fueron recuperados en Poesía reunida (1990). Más tarde, la aparición de su Obra poética (2009) amplió el repertorio conocido del autor y enraizó su voz de «poeta de rotundidades, de lenguaje preñado de avidez profética, y de minuciosa monólogo hacia afuera, sencillo o turbulento de palabra, definidor e increpador hombre —pareciera un Melville poetizante—, que comienza a transitar por el tiempo; un tiempo que torna, lo que debe ser, imperecedero.


INVENTARIO PERMANENTE recoge el testigo de Obra poética, que recopila y amplía el repertorio conocido del autor, con el fin de reunir para un lectorado más amplio los poemas más emblemáticos del poeta, acercándonos a antiguos y nuevos poemas y dando a conocer nuevos componentes de su producción como La prosa presa de prisa, nueve microrrelatos reproducidos en su integralidad que, según las referencias, fueron escritos en 1974 y solo aparecieron en una edición «previa» de muy escaso tiraje. Así, tanto en verso como en prosa, José Ruiz Rosas se constituye en otro de los “ángeles” de la literatura peruana: tradicional y moderno a la vez.



Libros: Sonetaje (Arequipa: Impr. Rodríguez, 1951); Esa noche vacía (Arequipa: Eds. Trilce, 1967); Urbe / Retorno a tiempos (Arequipa: Eds. Homo, 1968); La sola palabra (Lima: Editorial Ames, 1976); Arakné (Lima: Perugraph Eds., 1978); Vigilia del cristal y de la bruma (Arequipa: Madero Editores, 1978); Tienda de ultramarinos (Arequipa: Edt. Urpillay, 1978); Elogio de la danza (México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1980); Poemas (1968-1977) (Morelia, 1980); Diálogo a solas (Tacna: Cuaderna vía 1982); Libro de enigmas (Tacna: Talleres Gráficos Edt. y Libr. Santa María, 1982); Vecino de la muerte (Arequipa: Libros de Macho Cabrío, 1985); Llaki Urpi (Arequipa: García Editor, 1986); Poesía reunida (Arequipa: Universidad Nacional de San Agustín, 1990); Variaciones ungaréticas (Arequipa: Universidad Nacional de San Agustín, 1991); Imágenes (Arequipa: La Campana Catalina, 1994); Si desde ti te vivo (Arequipa: La Campana Catalina, 1994); Navega Poesía (Arequipa: La Campana Catalina, 1995); Obra poética: 1949-2009 (Arequipa: Gobierno Regional de Arequipa, 2009); El viento donde tus qués exclamas: antología de poesía, 1950-2009 = Der Wind, der dein Staunen trägt (Weilerswist Liebe 2009); Enigmas. (Lima: Biblioteca Abraham Valdelomar, 2014); Inventario permanente: poesía esencial (Madrid: Huerga y Fierro, 2019).

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