Deletreos de armonía: ensayos de poesía española contemporánea
Por Juana Murillo Rubio
Revista Iberoamericana, nº 52, año XIII (2013)
Título, estructura, disposición y temas se combinan en este volumen, donde nada es baladí, al modo de las piezas de un puzle o al modo de una composición armónica que aúna música y poesía. “Deletreos de armonía”, preciso, evocador y sugerente juego poético, este verso machadiano da título a un volumen que recoge 15 artículos de los que uno, el 11, es inédito: “De la fragilidad y la existencia íntima” y el resto había sido publicado en la sección “Monographica” de la revista Artifara,publicación especializada en literatura hispánica ligada a la Cátedra de Literatura de la Universidad de Turín, que los había recogido en los números 3, 8 y 9, correspondientes a los años 2003, 2008 y 2009 respectivamente.
En la introducción nos aclara este “¡propósito ambicioso!”: “el de valorar los cimientos y algunos(importante especificación ya que son bastante más numerosas las vías de expresión poética de otros poetas relevantes para la historia de la poesía española del siglo xx) de los caminos y de los cantos que nos permiten detectar la armonía que se desprende de la creación poética” (17).
Deletreos de armonía aporta a los estudios literarios hispánicos una novedosa combinación de teoría poética y creación con relación a los autores elegidos (a los que se ordena cronológicamente en cada capítulo) organizada temáticamente en torno a tres ejes, “cimientos”, “caminos” y “cantos”, términos que no son fruto de elección aleatoria, sino que fragmentan los contenidos del volumen: los hitos de la poesía española de los primeros años del siglo xx, la poesía española después de los años treinta y la trascendentalidad de la función de música y poesía. Poéticamente comparten letras y sonidos en variadas combinaciones.
Primera piedra de este engranaje se fijan los cimientos en Andalucía. La profesora Daniela Capra (hispanista versátil que aborda distintos ámbitos de estudio, de Juan del Encina a Alejandro Sawa) fija su atención en la posición del poeta sevillano Antonio Machado ante el tiempo. Asunto primordial en la estudiada poética de Machado, como así recoge la bibliografía, la autora observa en Soledades, galerías y otros poemas la herencia bergsoniana de la relación dialéctica entre la presencia y la ausencia del yo poético. Aunque este es el segundo libro del sevillano (1907) el poeta expresa ya una percepción del tiempo pasado tomando la medida desde el yo, asunto que ejemplifica la autora con el uso de los tiempos verbales. Daniela Capra compara novedosamente el espacio del poema con un “respiradero abierto” donde hay un momento de conjunción de ambas: presencia y ausencia, para después desintegrarse fuera de los cánones de tiempo y espacio.
El libro “cimienta” por consecutiva y justificadísima la figura de Juan Ramón Jiménez, que no deja de aparecer en el resto del volumen, así deja su huella en Ángel González, a quien se dedica el artículo 9 y en la composición de Jordi Virallonga. En este sentido, Francisco Estévez nos sorprende al relacionar los poemas de Arias Tristes y el tratado de teoría poética Il fanciullino de Giovanni Pascoli (Forlí, 1855-Bolonia, 1912), ambos publicados en 1903. Aunque los dos autores no se conocieron, les une, según Estévez, la concepción de la lengua poética como una lengua “materna” que al representar el mundo lo recrea, lo construye. Primero titulado “Conciencia estética de los Arias Tristes de JRJ” en Artifara8 (2008), el texto aquí recogido y traducido al español añade unas breves notas al comienzo que contextualiza la coincidencia temporal de ambos autores.
Polémico, como poco, el artículo de Francisco Silvera que le sigue. De entrada cuatro páginas para denostar la labor hermenéutica de la filología moderna. Aboga por el “artículo interpretativo como género literario” (61). En este que él denomina “microensayo”, se ofrece una “lectura limpia” (matiz imprescindible por parte de su autor al acercarse a un autor tan prolífico, estudiado y editado) para examinar los conceptos de “Belleza” y “Alma” en Juan Ramón hasta la publicación de Laberinto (1913), primera etapa en su obra. Dos conclusiones relevantes: la concepción de que la poesía metafísica de Juan Ramón atribuida a su última etapa ya se puede encontrar en los primeros libros y la no trascendentalidad de la misma.
Sin abandonar al poeta moguereño Teresa Gómez Trueba, reconocida especialista en Juan Ramón, tras recordar a los lectores la inmensa e inacabable reiterada “Obra en marcha” nos recomienda la posibilidad de una novedosa “edición electrónica” de su obra, que permitiría al lector combinar los textos a criterio propio, posibilidad tecnológica que le habría ahorrado numerosas horas de trabajo al de Moguer, aunque podría provocar asociaciones personales que no seguirían el curso real de los hechos poemáticos.
“Amor mi mosse che mi fa parlare” titula Valeria Scorpioni la síntesis que en la composición “Ven siempre, ven” de La destrucción o el amor de Vicente Aleixandre encuentra sobre los motivos que desarrolla posteriormente el poeta; esto es, la solidaridad afectiva del poeta con el universo. Desde el reconocimiento de la abundante bibliografía sobre el sevillano y la difícil originalidad que se puede esperar al respecto, encuentra dicha unión en la primera parte de su obra, hasta la publicación de Historia del corazón en 1954.
Y para finalizar los cimientos, en Luis Cernuda, el último sevillano del grupo, María Rosso Gallo encuentra una doble motivación en cuanto a la contemplación del paisaje por el poeta en el exilio, quien busca huir de la realidad y adentrarse en la “mirada interior”. La autora elige La realidad y el deseo para indagar en este aspecto de la construcción poemática de Cernuda, y vertebra su posición en cuatro aspectos de la relación del poeta con el paisaje: proyección alegórica del paisaje como metáfora de la creación poética-paisaje sonoro-visionario y locus amoenus-paisaje analógico (identificación poeta-paisaje) y paisaje de la memoria, aunque podríamos encontrarlo en un libro también del exilio como Ocnos.
Abandonamos el primer andamiaje para escalar hacia los caminos que nos propone este volumen. La ascensión deja a un lado la fructífera Andalucía para pasar primero por Madrid, donde Jesús Barrajón rescata a José Hierro de la concepción de poeta social de los años cincuenta, diferenciándolo de estos un culturalismo singular que da título a este artículo: los “referentes culturales” en la poesía del madrileño no son la base del tema que trata sino acompañamiento del poeta. Atribuye Jesús Barrajón (quien ya anteriormente había dedicado un extenso volumen al poeta) estas referencias al pudor, la huida de lo sentimental y la búsqueda de una mayor sugerencia por lo alucinatorio, al modo de un acto de humildad en que las referencias iluminan la propia obra.
Guillermo Carrascón asciende la piel de toro para llegar a San Sebastián, donde la obra del poeta Joaquín Gurruchaga (San Sebastián, 1910-2000) vuelve a incidir en la relevancia del permanente ejercicio de construcción léxica. Es rescatada la obra, no muy difundida, de este poeta del que se traza una breve biografía (infancia, formación personal y compañía literaria en el escenario vasco junto a Gabriel Celaya y después la llegada a la Residencia de Estudiantes de Madrid) así como un breve resumen de su fortuna editorial. Destaca Guillermo Carrascón en su obra la presencia del silencio y una cierta actitud contemplativa en las composiciones de su última etapa.
Continúa el camino en el norte español. Ángel González (Oviedo, 1925-Madrid, 2008) trae de nuevo a estas páginas la presencia del poeta de Moguer. González lee, absorbe, piensa y reescribe influido por Juan Ramón Jiménez, pero en el ejercicio retórico de búsqueda lingüística en el que coinciden el ovetense “abarca y supera la de Juan Ramón” (185). Selena Simonatti, autora del artículo, apunta la escisión que González marca al sentir la imposibilidad de pronunciar “el nombre exacto de las cosas”. Este, que admira más a Juan Ramón Jiménez en sus primeros libros, venera en Segunda Antología Poética e introduce una reflexión crítica sobre su última etapa, elige la dispersión eterna para resolver el conflicto de la coincidencia en la alteridad (descomposición de la identidad en Juan Ramón).
En esta línea temática Mª Elena Arenas Cruz encuentra en la obra de Víctor Botas (Oviedo, 1945-1994) una reflexión sobre el papel del lenguaje poético como instrumento insuficiente para nombrar el mundo. Autor perteneciente a los Novísimos, elige una poesía prosaica y cercana al lenguaje coloquial. Destaca la autora cómo, a pesar de los temas elegidos en sus composiciones (la cultura grecolatina, la historia política, la mitología, la historia de la literatura), el poeta combina emoción personal y sátira e utiliza la cultura como un mecanismo imaginario que produce una confusión temporal que convierte en contemporáneos los mitos y personajes del pasado.
Finaliza este apartado con una breve incursión de Jordi Virallonga, quien titula “De la fragilidad y la inexistencia más íntima” esta aportación a solicitud de Aldo Ruffinatto en la que rememora el recuerdo de una estancia italiana con Cesare Acutis como protagonista en el poema “pretérito perfecto”.
Encaminada la poesía española del siglo xx y a salvo en manos de creadores como Jordi Virallonga, el libro se dirige hacia el momento final de la mano de cuatro apartados que realmente suponen la base teórica que alumbra la percibida asociación entre poesía y música. Juan Carlos Mestre aporta una interesante disquisición teórica. Músico y poeta el autor, le acompañan las musas y la reflexión poética en este vaivén conceptual que no deja indiferente. Aparece como una fresca sacudida que presenta la esencia de música y poesía como “palabras contra todas las formas de lo ominoso” (251). Compositores y cantantes españoles desfilan en estas apenas nueve páginas que seguidamente vuelve a retomar Rafael Morales Barba, quien repasa la canción española de los años sesenta a ochenta de este siglo en su relación con la reivindicación social y política del momento, para terminar con una alabanza a la trayectoria del cantante Amancio Prada.
Música y poesía, ¿cómo deslindarlos de Federico García Lorca? Al final de este libro volvemos al espacio geográfico de sus primeras páginas, Andalucía. Dejaban para el final los compiladores un último momento gustoso que incluye el ejercicio combinatorio entre música y textos lorquianos que componen la “Missa Lorca”. Corrado Margutti compone esta pieza influido por la religiosidad “primitiva” de Lorca y su acercamiento al canto polifónico de Monteverdi, que se presenta en formato audio junto al volumen. Y Lorca vuelve en palabras de Iole Scamuzzi. La autora encuentra relación entre la filosofía de Theodor W. Adorno (Fráncfort, 1903-Viège, 1969) y el cante jondo de la obra lorquiana. Sustrae de la obra poética la concepción de Adorno de considerar la lírica la única vía de acercamiento a la pena, hermana de la soledad y la muerte (a diferencia de la prosa, quien no sobrevive al duro destino de la narración a partir de la segunda mitad del siglo xx, según Adorno), a lo que añade el “duende” español. En la obra del granadino encuentra una adecuación a los siglos xx y xxi que no se da en otros contemporáneos relevantes de la poesía española.
http://calambureditorial.blogspot.com.es/2014/02/resena-deletreos-de-armonia-en-revista.html
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