La poesía es para mí una vía de conocimiento. Es decir, un medio para sentir, interpretar y valorar la realidad y nuestra propia experiencia humana. Pero no sólo esa realidad aparente que los ojos ven, sino la que yo he llamado en otros momentos una realidad transcendida o trascendente. Creo que a la poesía no le está destinada la misión informativa que, de manera más concreta o “fotográfica”, nos ofrecen otros géneros literarios, como el ensayo o el periodismo. En el poema, la palabra se caracteriza porque es y debe ser, ante todo y sobre todo, palabra nueva.
No basta con copiar o repetir la realidad, o los temas de la tradición. Hay que hacerlo con palabra que se distinga, con palabra nueva. Es la novedad que ofrece la palabra poética –su necesidad de fulgor, de intensidad, de emoción, de pureza formal-, lo que distinguen al poema, lo que hace que el poema sea tal poema y no prosa cortada engañosamente en trozos. Estas son algunas de las características que yo le exijo al poema para que sea verdadero poema.
No basta con copiar o repetir la realidad, o los temas de la tradición. Hay que hacerlo con palabra que se distinga, con palabra nueva. Es la novedad que ofrece la palabra poética –su necesidad de fulgor, de intensidad, de emoción, de pureza formal-, lo que distinguen al poema, lo que hace que el poema sea tal poema y no prosa cortada engañosamente en trozos. Estas son algunas de las características que yo le exijo al poema para que sea verdadero poema.
La poesía es también algo estrechamente unido a la vida, a la experiencia de ser, al viaje exterior e interior de cada creador. No concibo un mundo sin poesía y no concibo, por ello, que ésta no vaya estrechamente unida a la experiencia cotidiana. Bajo este punto de vista, la creación poética tiene mucho que ver con lo que Jung reconocía como proceso de individuación, es decir, el que nos lleva a cada uno de nosotros al pleroma: a ser lo que cada uno de nosotros queremos y debemos ser, a la plenitud. Por eso, la poesía se manifiesta a través de un lenguaje que nos sitúa en un alto grado de consciencia y que nos pone en ese camino que conduce a la plenitud de ser.
Antonio Colinas (León, 1946). Poeta, novelista, biógrafo, ensayista, traductor y periodista. Durante varios años fue lector de español en las universidades italianas de Milán y Bérgamo, donde realizó excelentes traducciones de autores italianos, entre los que cabe destacar la obra de Giacomo Leopardi y la poesía completa de Salvatore Quasimodo. Tras el éxito de su primera publicación, Preludios a una noche total, han sido editados: Truenos y flautas en un templo (1972), Sepulcro en Tarquinia (1975), Astrolabio (1979), En lo oscuro (1981), Noche más allá de la noche (1983), La viña salvaje (1985), Jardín de Orfeo (1988), Los silencios de fuego (1992), y, posteriormente, el Libro de la mansedumbre (1997).
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