La publicación de Poemas y ventanas cerradas (1969) de Abelardo Sánchez León significó para la poesía peruana un avance importante en varios niveles. De un lado constituía un eficaz desarrollo del virtuosismo verbal de Consejero del lobo (1965) de Rodolfo Hinostroza. Así como instauraba de hecho a la ciudad como espacio vital en que se producían los conflictos más relevantes, lección recogida en Ciudad de Lima (1968) de Mirko Lauer. El despliegue de esta tendencia se hallará más tarde -con particulares matices- en los primeros libros de Enrique Verástegui y Luis Alberto Castillo.
Posteriormente Sánchez León publicó Habitaciones contiguas (1972) libro en el cual se amplia significativamente el universo poético de su primera obra. El mundo del adolescente retraído que sufre por la injusta condición del orden social, el tímido jovenzuelo hacedor de poemas que vaga en interminables caminatas por los diferentes barrios de la ciudad; el centro invadido por vendedores ambulantes, borrachos y lumpen en las esquinas; sucios bares solitarios en zonas populares y también los barrios ricos con su frialdad, con su casi deshumanizada existencia. Todo este mundo persistirá en Habitaciones contiguas, solo que ya no habrá, como en el primer libro, lugar para la imagen brillante o la metáfora plástica. El segundo libro tiende a una reflexión mas desnuda y a una escritura más prosaica y áspera, no exenta de un afilado sarcasmo en el que a veces es el mismo autor el blanco de una implacable ironía. Este libro pareciera nutrirse mas bien de una atenta lectura de los últimos libros de Antonio Cisneros. Provisto de un coloquialismo desbordante, precisión circunstancial declarada en algunos poemas y también introducción de un tono y lenguaje no "literarios". Al mismo tiempo sus preocupaciones se han ampliado; se perfila un apreciable intento de lograr una poesía sociológica, es decir una expresión poética en la que claramente se evidencia una voluntad de indagación sobre sectores sociales burgueses: sus tics, sus contradicciones, sus miedos, siempre con un aliento desmitificador y desgarrado.
Con esto nos vamos acercando a Rastro de Caracol reciente libro de poemas publicado por Sánchez León, que desde el titulo nos informa sobre el contenido: una huella (la escritura) de quien lentamente se despoja de las mascaras: por eso el epígrafe inicial del volumen, unos versos de la norteamericana Marianne Moore sobre la poesía en que se consigna: "hay cosas que son importantes mas allá que todo este desatino/ Empero, leyéndola con perfecto desprecio/ uno descubre en ella/ después de todo, un lugar para lo autentico".
Ser autentico, no falsear, decir lo que se siente verdaderamente parece ser la meta en la escritura del poeta. El volumen se abre con un breve conjunto de poemas en prosa que son precisamente agudas reflexiones sobre la actividad de escribir, la relación del poeta con su vocación, su compromiso consigo mismo y su vinculación con el orden social, con el Estado, con el poder político. Es así que el largo poema "A la sombra de Calígula" se presenta como un testimonio de la incompatibilidad de la poesía frente al poder político. Allí el poderoso simbolizado en la imagen del Dictador -quien ejerce una tiranía absoluta sobre la sociedad- sabe que los poetas son aquellos que se rebelan a aceptar su poder, permaneciendo libres en el terreno de la creación poética. El Dictador los obliga entonces a trabajar y cantar para el, burlándose a cada instante de ellos. Se plantea también una reivindicación de la poesía como ejercicio de la libertad frente a un Orden que quisiera aniquilar a aquella. Reivindicación del derecho al sueño y a la imaginación contra la alienación generalizada. Ademas de la postulación de la poesía como un cuestionamiento incesante de la pretendida inamovilidad y solvencia del Orden.
Después viene un grupo de poemas en los cuales Sánchez León indaga en su pasado infantil, familiar, adolescente -"Recordando con ira"- es el titulo de uno de los textos. Va pasando por diversas escenas de aquellas etapas siempre con un sabor amargo, con una desazón angustiante, con un sentimiento de culpa que descarnadamente deriva hacia una especie de odio contra si mismo. Sin embargo recorre los poemas un dorado sentimiento de nostalgia por los tiempos ya perdidos. El poeta se siente agredido, lo hiere la incapacidad para celebrar sus percepciones del mundo; entonces las ataca, se ataca a si mismo y así llega a amarlas porque en definitiva es lo que se ha tenido mas cerca, lo que se ha vivido. Y dice: "Valdría bien comenzar de nuevo, o no comenzar,/ llanamente negarnos, o carecer de memoria".
La segunda parte del volumen se abre con un poema en prosa que constituye una hermosa afirmación de la poesía: "La hora de los poemas"; otra vez la escritura, la poesía es sentida como el mejor lugar para la expresión autentica. Hay en esta sección dos poemas importantes: "El desdichado/ de Gerard de Nerval" nervioso alegato desde la posición del sufrimiento humano contra el optimismo falso de sus instituciones. Esta imagen esta simbolizada en la oscura y dolorosa experiencia del poeta francés, que Sánchez León aprovecha para configurar su poema. De esa implícita evocación de París -los poemas del libro fueron escritos en dicha ciudad- llegamos a "Los cuartos del amor" -ambientado allí- intenso poema sobre la caducidad del amor, sobre el deterioro que carcome aun la mas bella y apasionada relación amorosa.
La ultima parte del libro sintetiza las proyecciones de todo el texto. "En las caballerizas" es un poema que lleva hasta sus ultimas consecuencias el autocuestionamiento del poeta y la poesía. Si tiene o no sentido escribir en una sociedad opresora, si tiene sentido la protesta que queda en el papel frente a una represión feroz. Al terminar el libro el lector queda con una sensación de callejón sin salida y es que el poeta ha exacerbado su descarnada interpretación del mundo hasta hacerla insoportable. Todas las salidas están negadas, o casi todas.
Formalmente el libro abunda en textos en prosa cuyo hálito poético proviene de la imagen global del poema. Sánchez León practica una escritura discursiva acumulando por momentos demasiadas reflexiones, lo que resiente en alguna medida la fluidez, la dinámica interna de los poemas. Percibimos que esto se debe a un angustiante deseo de decirlo todo y con mucha claridad, con toda autenticidad, en una catarsis no exenta de dolor y que nunca pierde de vista la imagen que redondea el concepto, la comparación original y altamente creativa, colocadas siempre en el verso indicado. Virtudes todas de la poesía de Abelardo Sánchez León que -con Rastro de caracol- entra de hecho en los dominios de la madurez creadora.
Publicado originalmente en Revista de Crítica Literaria Latinoamericana, Año 3, No. 6 (1977), pp. 157-159.
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