De su libro Historia secreta (AECID - Lustra editores, 2008), que nos hiciera llegar amablemente el poeta peruano Paul Guillén (1976), ha escrito Luis Fernando Chueca: “Leer Historia secreta es aceptar una invitación a abismarse. A dejarse llevar por una violencia que se levanta, en primer lugar, contra uno mismo.” Puede, tal vez, parecer una apreciación desmesurada, pero la lectura nos hace percatarnos de inmediato de la exactitud de sus términos. La fragmentación explicita en la exposición de los textos no hace más que invitarnos a una integración que vaya mas allá de lo formal, de lo tipográfico. La sensación latente de que existe un cordón que puede unir el antes y el después, el origen y el tiempo que vendrá; trenzado con los hilos en que se confunden la tradición lírica y la historia, podría ser el antídoto que nos haga inmunes a la dispersión, a la inexistencia. El poeta ha tirado de esa cuerda y este libro pudiera ser los apuntes de esa aventura.
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